Dos banderas (referencias).
La experiencia formativa
de las Dos Banderas*
Por Alberto Ares
Mateos, SJ,
Cuando una persona que no está familiarizada con la tradición cristiana
toma contacto con la meditación de las Dos Banderas de los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio (EE 136-148), corre el riesgo de no encontrarle
mayor sentido. ¿Por qué debiera uno querer ser pobre o humillado? ¿Cómo puede
decirse que tener bienes y buena estima no es algo bueno? Todos sabemos que hay
elementos importantes y necesarios para la vida: aceptación, afecto, respeto,
autoestima, realización y plenitud3. Además, se ha demostrado que bajo el
nombre de “pobreza” se han desarrollado estilos de vida inmaduros,
autoflagelantes, inseguridades e irresponsabilidad. ¿Qué se puede decir,
entonces, a propósito del itinerario que propone Ignacio en la Meditación de
las Dos Banderas: animando al ejercitante en el deseo primero de mayor pobreza,
luego de humillaciones y finalmente de humildad?
Dos Banderas
Pobreza v/s Riquezas: ¿Qué
soy?
Ignacio claramente consideró todas las necesidades básicas que el ser
humano debe tener cubiertas para sobrevivir. Para él, obviamente los bienes no
son algo malo para los cristianos, sino medios potenciales para servir a Dios y
a los demás (EE 23). Ya que ciertas relaciones entre los bienes y el poder
tienden a corromper, necesitamos volvernos indiferentes para usarlas de forma
adecuada. Esta es la clave: hacernos indiferentes para discernir y tomar la
decisión correcta. Y nosotros ya sabemos por el Principio y Fundamento (EE 23)
lo que significa dicha indiferencia. Las cosas no son buenas o malas en sí
mismas, sino que su cualidad depende de la forma en que nos relacionamos con
ellas.
Claramente Ignacio diría que necesitamos tanto de las cosas materiales
como de la seguridad intelectual y psicológica. Sin embargo, ellas no son el
fin de nuestras vidas; lo que buscamos es vivir plenamente como seres humanos.
Los bienes no determinan finalmente quiénes somos. Los ingresos económicos y
los recursos materiales son buenos, pero si vivimos exclusivamente pensando en
tener más cosas, tratamos los bienes como fines y no como medios, que es lo que
verdaderamente son. Los bienes se transforman entonces en ídolos.
Desprecio v/s Estima: ¿Quién
soy?
Todos necesitamos ser reconocidos, respetados y estimados. El problema
para Ignacio aparece cuando el honor, el respeto y la estima son el fundamento
de nuestra identidad. Entonces, nos convertimos en esclavos de nuestra propia
necesidad, somos lo que otras personas esperan de nosotros; nos subordinamos a
la tarea de mantener nuestro status, nuestras relaciones y conexiones, nuestra
reputación.
Ser liberados del control de una falsa estima por parte de los demás,
al mismo tiempo que aceptar cierto tipo de riesgo y vulnerabilidad, nos ayuda a
tomar conciencia que somos más que las expectativas de otra gente. Que alguien
rechace mis ideas y comportamientos, puede ayudar a darme cuenta que “todo lo
que soy se convierte en diversas formas en las que vivo el amor: mi verdadera
autorrealización humana como una persona que ama individual, consciente,
autónoma y responsablemente”.
Humildad v/s Soberbia:
‘Yo soy yo’ versus ‘Yo soy Dios’.
La soberbia es el siguiente peldaño en el camino que nos ofrece el
enemigo de la naturaleza humana, lo que aquí llamo: la vía del mínimo esfuerzo.
Una vez que vivimos exclusivamente para poseer bienes, para ser honrados y
estimados, el siguiente paso es convertirnos en alguien soberbio. Y las
personas soberbias viven con el miedo de perder todo aquello que han acumulado
en sus vidas: bienes, status, conexiones, etc. El miedo y la esclavitud son dos
grandes cargas. Para mantener lo que poseen, el orgullo los lleva a la
autosuficiencia (o al menos eso es lo que ellos creen). Cuando todo deviene un
ídolo al que venerar, comenzamos a pensar que no necesitamos nada de nadie.
Siguiendo este camino empezamos a convertirnos en nuestra propia meta. Sin
embargo, no experimentamos alegría porque estamos atrapados por nuestras
propias necesidades.
La humildad consiste simplemente en asumir que yo soy yo, con mis
necesidades, posibilidades, limitaciones y mi propia historia, tratando de ser
auténticamente libre para vivir, discernir y dar lo que yo soy y tengo. Como
decía Teresa de Ávila: la humildad es la verdad. Para Ignacio, la
humildad es el punto de entrada a las demás virtudes. Una persona humilde tiene
la puerta abierta para la fe, la
*extracto tomado de Reflexiones, CIE – México. / Descarga y
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