domingo, 29 de septiembre de 2013

“(...) tampoco creerán aunque un muerto resucite”

Domingo Ordinario XXVI – Ciclo C (Lucas 16, 1-13) 29 de septiembre de 2013

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Hace algún tiempo el periódico El Tiempo traía una noticia que debió crear malestar entre los ricos de nuestro país: “En E.U. piden a colombianos pagar más para la guerra”. Un poco más abajo decía: “Se muestran preocupados [los congresistas norteamericanos que debaten ayuda para Colombia] ante la posibilidad de estar ‘subsidiando’ a la élite colombiana, que, según las cifras, paga pocos impuestos en comparación con el resto del mundo”. Es triste que sólo se les ocurra que hay que pagar más impuestos para financiar la guerra y no se les ocurra que hay que pagar más para financiar el desarrollo humano sostenible de toda la población, de modo que se le quite el piso a la guerra en la que está sumido este pobre país. Es triste, es verdad, pero nos hacen caer en la cuenta de una realidad que puede estar a la base de todo el problema social que vivimos.

Según el artículo, “Colombia es el tercer país menos equitativo de América Latina, que es la región más inequitativa del mundo. El 10 por ciento de los colombianos más ricos gana 80,27 veces más que el 10 por ciento de los más pobres. En E.U. ese mismo 10 por ciento gana solo 15,9 veces más que el 10 por ciento de los pobres (...) Si se mira la situación desde la perspectiva de la tenencia de la tierra, la inequidad es aún mayor: el 0,4 por ciento de los colombianos, de acuerdo con un estudio del Gobierno, es dueño del 61,2 por ciento de la tierra para fines agrícolas”. No hay que olvidar que estas cifras tienen su origen en un informe del Centro para la Política Internacional (CIP), reconocido grupo de análisis social, publicado en el periódico con mayor circulación en Colombia, al que no se puede acusar, propiamente hablando, de favorecer a la subversión...

Pocos días después, un buen amigo vio cómo la policía, por petición de los vecinos del sector donde vive actualmente, se llevaba a una vendedora ambulante, que sólo trabaja para vivir y sostener a su familia. Ante el atropello que se estaba cometiendo, mi amigo se acercó y le dijo a los policías: “Trátenla como una persona humana”. Uno de los vecinos, que habían denunciado a la vendedora, respondió: “¡No nos venga ahora con discursos sociales!”. Pero mi buen amigo, encarando al hombre, dijo: “¡No estoy hablando de discursos sociales, sino del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo!”

Eso mismo deberíamos repetir hoy después de haber ofrecido los datos de la repartición de las riquezas en nuestro país, y de la necesidad de crear condiciones de mayor igualdad entre los colombianos: ¡Estamos hablando del Evangelio! La parábola que nos cuenta hoy el Señor parece sacada de nuestra propia realidad: “Había un hombre rico que se vestía con ropa fina y elegante y que todos los días ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este hombre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas”. La historia muestra el destino definitivo del pobre después de su muerte, que es llevado al seno de Abraham, y el destino del rico del que solo dice que “fue enterrado” y llevado un lugar de tormento.

El diálogo entre el rico y Abraham es muy interesante. El rico quiere que Abraham advierta a sus hermanos, por algún medio, para que al morir no vayan al mismo lugar a donde él ha sido llevado. Pero Abraham le recuerda que para eso tienen a Moisés y a todos los profetas. Solo tienen que hacerles caso. Por fin, el rico termina diciendo: “Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se convertirán. Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”. Resucitó el Señor, y tampoco le hemos hecho caso. Incluso, al que predica estas cosas lo acusan de estar echando ‘discursos sociales’, cuando lo que está en juego es el anuncio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Los congresistas norteamericanos encontraron el origen de nuestras desgracias, pero están equivocados en la solución, cuando creen en la guerra y no en la vida digna para todos.


Un saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIK AQUÍ: Lc. 16, 19-31
SALUDOS

domingo, 22 de septiembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA LEER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 16, 1-13
SALUDOS.

sábado, 21 de septiembre de 2013

“El que se porta honradamente en lo poco (...)”

Domingo Ordinario XXV – Ciclo C (Lucas 16, 1-13) 22 de septiembre de 2013

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Cuando Juan recibió su sueldo, en dinero efectivo, como siempre lo hacía el primer día de cada mes, contó cuidadosamente los billetes, uno a uno, agudizando sus ojos y untando el dedo con saliva para despegar con fuerza los billetes. Se sorprendió al percatarse que le habían dado 50.000 pesos más de lo que correspondía. Miró al contador de reojo para asegurarse que no lo había notado, rápidamente firmó el recibo, se guardó el dinero dentro del bolsillo y salió del sitio con la mayor rapidez y discreción posibles, aguantándose, con esfuerzo, las ganas de saltar de la dicha. Todo quedó así. El primer día del mes siguiente hizo la fila y extendió la mano para recibir el pago. La rutina se repitió y al contar los billetes, notó que faltaban 50.000 pesos. Alzó la cabeza y clavó su mirada en el cajero, y muy serio le dijo: –Señor, disculpe, pero faltan 50.000 pesos. El cajero respondió: –¿Recuerda que el mes pasado le dimos 50.000 pesos más y usted no dijo nada? –Sí, claro –contestó Juan con seguridad–, es que uno perdona un error, pero dos ya son demasiados.

Esta escena, poco común, me vino a la memoria al leer el texto evangélico que hoy nos ofrece la liturgia: “Y es que cuando se trata de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos que los que pertenecen a la luz”. Esta es la conclusión a la que llega el Señor después de haber contado la historia del mayordomo que estaba malgastando los bienes de su señor. Y más adelante dirá: “El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho”. La honradez es una virtud que apreciamos mucho en los demás, pero no siempre sabemos poner en práctica en nuestras propias vidas. Nos damos perfectamente cuenta cuando los demás no se portan como deberían, pero no somos capaces de reconocer nuestras propias inconsistencias. Ya decía el Señor, que tenemos una capacidad infinita de reconocer la pelusa que tiene nuestro vecino en su ojo, pero no somos capaces de ver la viga que tenemos en el nuestro (Cfr. Mateo 7, 3-5 y Lucas 6, 41-42). Así somos, aunque nos cueste reconocerlo.

Pero allí no queda la cosa. Lo que el Señor quería enseñarnos con esta historia, era que tenemos que utilizar adecuadamente los bienes de este mundo, para alcanzar una vida plena: “De manera que, si con las riquezas de este mundo pecador ustedes no se portan honradamente, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas? Y si no se portan honradamente con lo ajeno, ¿quién les dará lo que les pertenece?” En este sentido, no debemos olvidar que los bienes de este mundo son solamente un medio para alcanzar la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, de la que habla san Ignacio en una de las meditaciones más conocidas de los Ejercicios Espirituales (Cfr. EE 139).

“Ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas”, dirá el Señor más adelante. Valdría la pena que nos preguntáramos si tenemos nuestro corazón dividido entre el servicio de Dios y el servicio que prestamos a los bienes. Si nos servimos de las riquezas para ir construyendo esa vida verdadera a la que Dios nos llama, o si somos como el hombre de la historia, que calla o reclama, de acuerdo a lo que más le conviene...

*
Un saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

NO SOLO CRISIS ECONÓMICA

NO SOLO CRISIS ECONÓMICA - José Antonio Pagola

“No podéis servir a Dios y al Dinero”. Estas palabras de Jesús no pueden ser olvidadas en estos momentos por quienes nos sentimos sus seguidores, pues encierran la advertencia más grave que ha dejado Jesús a la Humanidad. El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es el gran enemigo para construir ese mundo más justo y fraterno, querido por Dios.

Desgraciadamente, la Riqueza se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza y empobrece cada vez más la historia humana. En estos momentos nos encontramos atrapados por una crisis generada en gran parte por el ansia de acumular.

Prácticamente, todo se organiza, se mueve y dinamiza desde esa lógica: buscar más productividad, más consumo, más bienestar, más energía, más poder sobre los demás... Esta lógica es imperialista. Si no la detenemos, puede poner en peligro al ser humano y al mismo Planeta.

Tal vez, lo primero es tomar conciencia de lo que está pasando. Esta no es solo una crisis económica. Es una crisis social y humana. En estos momentos tenemos ya datos suficientes en nuestro entorno y en el horizonte del mundo para percibir el drama humano en el que vivimos inmersos.

Cada vez es más patente ver que un sistema que conduce a una minoría de ricos a acumular cada vez más poder, abandonando en el hambre y la miseria a millones de seres humanos, es una insensatez insoportable. Inútil mirar a otra parte.

Ya ni las sociedades más progresistas son capaces de asegurar un trabajo digno a millones de ciudadanos. ¿Qué progreso es este que, lanzándonos a todos hacia el bienestar, deja a tantas familias sin recursos para vivir con dignidad?

La crisis está arruinando el sistema democrático. Presionados por las exigencias del Dinero, los gobernantes no pueden atender a las verdaderas necesidades de sus pueblos. ¿Qué es la política si ya no está al servicio del bien común?

La disminución de los gastos sociales en los diversos campos y la privatización interesada e indigna de servicios públicos como la sanidad seguirán golpeando a los más indefensos generando cada vez más exclusión, desigualdad vergonzosa y fractura social.

Los seguidores de Jesús no podemos vivir encerrados en una religión aislada de este drama humano. Las comunidades cristianas pueden ser en estos momentos un espacio de concienciación, discernimiento y compromiso. Nos hemos de ayudar a vivir con lucidez y responsabilidad. La crisis nos puede hacer más humanos y más cristianos.

José Antonio Pagola
vgentza@euskalnet.net

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contribuye a vivir la crisis siguiendo a Jesús. Pásalo.
22 de septiembre de 2013
25 Tiempo ordinario (C)
Lucas 16, 1-13

fuente:
http://sanvicentemartirdeabando.org/


http://eclesalia.wordpress.com/


http://feadulta.com/




SIN MÁSCARAS
Escrito por Florentino Ulibarri

Nos miras como Padre,
y nos ves tan incautos,
crédulos,
ingenuos,
inocentes,
cándidos,
timoratos,
pusilánimes,
ilusos,
pardillos,
y simples...
que no te reconoces
ni por dentro
ni por fuera.

Te duele que los hijos de las tinieblas
sean más sagaces que los de la luz.

Te avergüenza que justifiquemos nuestras torpezas
acudiendo a tu amor.

Te entristece nuestra falta de riesgo
cuando Tú has apostado por nosotros sin control.

Te sorprende el que aleguemos tu querer
para respaldar nuestras simplezas.

Te apena que apelemos a tu voluntad
para dejar a otros los negocios de este mundo.

Te hiere nuestra falta de responsabilidad
que busca refugio en tu confianza.

Te da risa tanta seriedad
que no revela ni cuestiona nada.

Te repugna el que nos las demos de intachables
y seamos esquiroles de tus planes.

Te aflige que seamos tan beatos
– tan farsantes –
que no aprovechemos el injusto dinero
para ganarnos amigos,
cuando somos tan poco claros y honrados
en los demás negocios
que llevamos entre manos.

Padre bueno y paciente,
infúndenos,
nuevamente,
¡tu espíritu y sangre!

Florentino Ulibarri


DIOS Y EL dios DINERO
Escrito por Fray Marcos
Lc 16, 1-13

El capítulo 16 de Lucas comienza indicando que la parábola de administrador infiel va dirigida a los discípulos; pero al final de la narración dice: "estaban oyendo esto los fariseos que son amantes del dinero..." lo cual nos indica la falta de precisión a la hora de determinar los destinatarios de esta parábola y la del rico Epulón que leeremos el domingo que viene.

Debemos tener en cuenta que a las primeras comunidades cristianas solo pertenecieron pobres. Solamente a principios del s. II se empezaron a incorporar personas importantes de la sociedad. Si los evangelios se hubieran escrito unos años más tarde, seguramente se hubiera matizado mucho más el lenguaje sobre las riquezas.

Para entrar en la comprensión de la parábola hace falta un poco de sentido común. Jesús hablaba para que le entendiera la gente sencilla. Hay explicaciones que me parecen demasiado rebuscadas. Por ejemplo: Que el administrador, cambiando los recibos, no defrauda al amo, sino que renuncia a su propia comisión. No parece verosímil que el administrador se embolsara el 50% de los recibos de su señor.

Otra explicación que me parece demasiado alambicada es que el administrador hizo lo que tenía que hacer todo el que tiene demasiado, es decir, ceder sus bienes a los que no pueden pagar su deuda. Entonces resulta que hace, lo que debía hacer por su cuenta el dueño. Por eso es alabado el administrador. En este caso perderían sentido las sentencias finales del relato.

Seguramente Lucas ya modifica el relato original, añadiendo el adjetivo de "injusto", tanto para el administrador, como para el dinero. Este añadido dificulta la interpretación de la parábola. En primer lugar porque no se entiende que se alabe a un injusto. En segundo lugar porque podemos devaluar el mensaje al pensar que se trata de desautorizar solo la riqueza conseguida injustamente. La riqueza injusta se descalifica por sí misma. Se trata de la riqueza que, aunque sea "justa", puede convertirse en dios (ídolo).

Encontramos en los evangelios una diferencia notable con la tradición bíblica. Tanto en todo el AT como en tiempo de Jesús, las riquezas eran consideradas como un don de Dios. Solo los profetas arremeten contra la riqueza que se ha conseguido con injusticia. Este matiz desaparece en los evangelios y se considera la riqueza, sin más, contraria al Reino.

Debemos evitar una demagogia barata. Pero tampoco podemos ignorar el mensaje evangélico. En este tema, ni siquiera la teoría está muy clara. Hoy, menos que nunca, podemos responder con recetas a las exigencias del evangelio. Cada uno tiene que encontrar la manera de actuar con sagacidad para conseguir el mayor beneficio, no para su falso yo sino para su verdadero ser.

Si somos sinceros, descubriremos que en nuestra vida, confiamos demasiado en las cosas externas, y demasiado poco en lo que realmente somos. Con frecuencia, servimos al dinero y nos servimos de Dios. Le llamamos Señor, pero el que manda de verdad es el dinero. Justo lo contrario de lo que nos pide Jesús.

En las parábolas, no hay que tomar al pie de la letra cada uno de los detalles que se narran; hay que entrar en la intención del que la narra. Al contrario que la alegoría, en la parábola se trata de una sola enseñanza que hay que sacar del conjunto del relato. El relato nos obliga a sacar una moraleja que nos haga cambiar de actitud vital.

Esta parábola, en concreto, no está invitándome a ser injusto, sino a sentarme y echar cálculos, para elegir lo que de verdad sea mejor para mis auténticos intereses. El administrador calculador, trataba de conseguir ventajas materiales. A nosotros se nos invita a ser sagaces para sacar ventajas espirituales.

No hacen falta muchas cavilaciones para darse cuenta de que ponemos mucho más interés en los asuntos materiales que en los espirituales, no solo por el tiempo que les dedicamos, sino sobre todo por la intensidad de nuestra dedicación. Es lamentable que personas muy inteligentes y con varias carreras, tengan un nivel de conocimientos religiosos propios de un niño de primera comunión. En religión, lo único exigido es "creer".

Los hijos de este mundo son más sagaces con su gente que los hijos de la luz. Esta frase explica el sentido de la parábola. No nos invita a imitar la injusticia que el administrador está cometiendo, sino a utilizar la astucia y prontitud con que actúa. Él fue sagaz porque supo aprovecharse materialmente de la situación. A nosotros se nos pide ser sabios para aprovecharnos de todo, en orden a una plenitud espiritual.

Hoy la diferencia no está entre los hijos del mundo y los hijos de la luz. La diferencia está en la manera que todos los cristianos tenemos de tratar los asuntos mundanos y los asuntos religiosos.

No podéis servir a Dios y al dinero. No está bien traducido. El texto griego dice mamwna. Mammón era un dios cananeo, el dios dinero. No se trata, pues, de la oposición entre Dios y un objeto material, sino de la incompatibilidad entre dos dioses.

No podemos pensar que todo el que tiene unos millones en el banco o tiene una finca, está ya condenado. Servir al dinero significaría que toda mi existencia esta orientada a los bienes materiales. Sería tener como objetivo de mi vida el hedonismo, es decir, buscar por encima de todo el placer sensorial y las seguridades que proporcionan las riquezas. Significaría que he puesto en el centro de mi vida, el falso yo y buscar la potenciación y seguridades de ese yo; todo lo que me permita estar por encima del otro y utilizarlo en beneficio propio.

Podemos dar un paso más. A Dios no le servimos para nada. Si algo dejó claro Jesús fue que Dios no quiere siervos sino personas libres. No se trata de doblegarse con sumisión externa, a lo que mande desde fuera un señor poderoso. Se trata de ser fiel al creador, respondiendo a las exigencias de mi ser, desplegando todas las posibilidades de ser.

Servir a un dios externo que puede premiarme o castigarme, es idolatría y, en el fondo, egoísmo. Hoy podemos decir que no debemos servir a ningún "dios". Al verdadero Dios solo se le puede servir, sirviendo al hombre. Aquí está la originalidad del mensaje cristiano. Donde las religiones verdaderas o falsas ponen "Dios", Jesús pone "hombre".

Ni siquiera cuestionamos que lo que es legal puede no ser justo. Puesto que lo que tengo lo he conseguido legalmente, nadie me podrá convencer de que no es exclusivamente mío.

Además, el dinero es injusto, no solo por la manera de conseguirlo, sino por la manera de gastarlo. Las leyes que rigen la economía, están hechas por los ricos para defender sus intereses. No pueden ser consideradas justas por parte de aquellos que están excluidos de los beneficios del progreso. Unas leyes económicas que potencian la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos, mientras grandes sectores de la población viven en la miseria e incluso mueren de hambre, no podemos considerarla justa.

Lo que nos dice el evangelio es una cosa obvia. Nuestra vida no puede tener dos fines últimos, solo podemos tener un "fin último". Todos los demás objetivos tienen que ser penúltimos, es decir, orientados al último (haceros amigos con el dinero injusto).

No se trata de rechazar esos fines intermedios, sino de orientarlos todos a la última meta. La meta debe ser "Dios". Entre comillas por lo que decíamos más arriba. La meta es la plenitud, que para el hombre solo puede estar en lo trascendente, en lo divino que hay en él.

Ganaros amigos con el dinero injusto. Es una invitación a poner todo lo que tenemos al servicio de lo que vale de veras, nuestro verdadero ser, también la riqueza material que nos pertenece.

Utilizamos con sabiduría el dinero injusto, cuando compartimos con el que pasa necesidad. Lo empleamos sagazmente, pero en contra nuestra, cuando acumulamos riquezas a costa de los demás.

Nunca podremos actuar como dueños absolutos de lo que poseemos. Somos simples administradores. Hace poco tiempo oí a De Lapierre decir: "Lo único que se conserva es lo que se da. Lo que no se da, se pierde".

Meditación-contemplación
No podéis servir al Dios de Jesús y al dios dinero
Jesús no dice que no "debéis", sino que no "podéis"...
Es inútil que sigamos intentándolo.
Lo que "tenemos" debemos subordinarlo a lo que "somos".
........................

Todo lo que no potencie el ser, es secundario.
Lo único esencial es nuestro verdadero ser.
Lo material, lo biológico debe ser el soporte de nuestra Vida espiritual;
no debemos rechazarlo como malo, sino utilizarlo bien.
...........................

Si el valor supremo para mí es el dinero o el poder,
mi corazón estará pegado a esas seguridades.
Si he descubierto el "tesoro" escondido en lo hondo de mi ser,
el resto quedará iluminado por su brillo.
.....................

Fray Marcos

viernes, 13 de septiembre de 2013

“(...) hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte (...)”

Domingo Ordinario XXIV – Ciclo C (Lucas 15, 1-32) 15 de septiembre de 2013


Ya habían pasado las 9 de la noche cuando llegué a la casa cansado por el día de trabajo y de estudio que terminaba. Me llamó la atención oír ruido al acercarme al apartamento. Le pregunté al portero qué pasaba. Me contó que mi hermano menor había llegado y cómo mi papá y mi mamá habían organizado una fiesta para recibirlo. Habían invitado a algunos vecinos y familiares a comer. Quedé sorprendido porque ya habían pasado tres años desde el día en que mi hermano se había marchado sin dejar el menor rastro. Antes de desaparecer, había hecho sufrir mucho a mis papás, porque en su afán por conseguir con qué comprar la droga que lo tenía esclavizado, había ido desmantelando la casa de todo tipo de electrodomésticos y objetos de cierto valor. Lo último que hizo, antes de irse, fue robarse los pocos ahorros que mis papás habían logrado reunir a lo largo de toda la vida de sacrificios y esfuerzos.

Sentí mucha rabia al saber que se había organizado una fiesta para recibir a este zángano que no sabía sino gastar lo que otros trabajaban. Me negué a entrar. Mi papá y mi mamá salieron para tratar de convencerme de que me uniera a la fiesta. Confieso que mi reacción fue muy dura con ellos: “De ninguna manera pienso aprobar con mi presencia la alcahuetería de ustedes con este vago que no ha hecho otra cosa que hacerlos sufrir, primero con sus vicios y robos, y luego con una ausencia de tres años sin dar la menor señal de vida. ¿No se dan cuenta de lo que están haciendo? Le están diciendo que todo lo que hizo estuvo bien y que puede seguir con lo mismo siempre. En lugar de educarlo y hacerle ver su error, lo que están haciendo es premiarlo por lo que hizo. ¿Cuándo han organizado ustedes una fiesta para celebrar mis cumpleaños con mis amigos? Me he pasado la vida aquí al lado de ustedes sin desacatar la más mínima orden, estudiando y trabajando para ayudar a sostener los gastos de la casa, y nunca me lo han agradecido. En cambio, ahora, llega este muchachito y convierten esto en una fiesta”.

Los argumentos que me dieron no me convencieron. Decían de todas las formas que estaban contentos porque el hijo que se les había perdido había aparecido y que se alegraban por saber que estaba vivo el que ya daban por muerto. No lo podía creer. Era algo que desbordaba mi capacidad de comprensión. No entendía cómo podía ser posible que hubieran olvidado los muchos ratos amargos que habían tenido por su culpa, antes y después de su desaparición tres años atrás. Estoy seguro de que ustedes también comparten mis sentimientos y no tendrían agallas para celebrar la llegada de un hijo o un hermano que se hubiera portado así con la familia. No me cabe en la cabeza que haya alguien que no sienta lo mismo que yo. Después de todo, Dios no nos pide cosas que estén por encima de nuestras capacidades.

Las parábolas que nos presenta hoy la liturgia de la Palabra, son la manera como Jesús quiso revolucionar radicalmente la imagen de Dios que tenían sus contemporáneos. En lugar de un Dios justiciero y castigador, Jesús nos presenta un Dios que se alegra más por la conversión de un solo pecador, que por noventa y nueve justos que no necesitan cambiar nada de su vida. ¿Nuestra imagen de Dios se parece más al del hijo mayor que no es capaz de perdonar, o al padre que se alegra por encontrar al que estaba perdido?


Un saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

domingo, 8 de septiembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA

PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 14, 25-33
SALUDOS

“Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar”

Domingo Ordinario XXIII – Ciclo C (Lucas 14, 25-33) 8 de septiembre de 2013


Una amiga religiosa, escribe de vez en cuando sus experiencias espirituales en forma de poemas. Hace algunos meses me envió estos versos que me parece que nos pueden ayudar a entender lo que hoy nos presenta el evangelio:

Quiero bajar de nuevo a tu bodega,
para darte mi amor, ser toda entrega
y embriagarme de ti, pues son mejores
y más suave que el vino tu amores.

No acercaré mis labios a otra fuente
para calmar mi sed, mi sed ardiente
ni volveré a beber otros licores
que el vino embriagador de tus amores.

Mira que vengo como cierva herida
ve que me entrego a Ti, que estoy rendida
y sacia tu mi sed, pues son mejores
que el más sabroso vino tus amores.

“Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: ‘Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. Jesús dirige estas palabras a la gente que lo seguía. No se trata de una disyuntiva excluyente. No nos pide que dejemos de querer a las personas que están más cerca de nuestro corazón. Esas personas pueden y deben permanecer en el centro de nuestras vidas. Lo que sí nos pide el Señor es que nuestro amor hacia ellos no esté por encima del amor que sentimos por Él y por su reino. No puede haber nada ni nadie que distraiga el camino de seguimiento.

Las dos comparaciones que ofrece enseguida el evangelio de hoy, recogen situaciones humanas muy concretas. No podemos comenzar a construir una torre si no vislumbramos claramente la posibilidad de terminarla. De lo contrario la gentes se burlará de nosotros por pretender algo que no podemos terminar. Por otra parte, ningún líder militar se involucra en una guerra si no piensa que puede llegar a vencer a su enemigo con las fuerzas que tiene. Si no puede hacerle frente a su contrario, tratará de establecer condiciones de paz cuando el otro grupo está todavía lejos y no se ha entablado la batalla. “Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo”, es lo que concluye el Señor después de presentar estos dos ejemplos.

Podríamos añadir que la persona que ha probado un buen vino ya no podrá contentarse con otra bebida. Así es el seguimiento del Señor. Si nos hemos encontrado auténticamente con él, tendremos que reconocer que ya no podemos saciar nuestra sed en otras fuentes, ni habrá otros licores que sustituyan el vino embriagador de sus amores.


Un saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

domingo, 1 de septiembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 14, 1. 7-14
SALUDOS.