domingo, 29 de diciembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, ULTIMO DOMINGO DEL 2013


PARA VER EL EVANGELIO CLIC AQUÍ: Mt. 2, 13-15. 19-23

QUE EN EL 2014 JESÚS SEA EL PRINCIPIO Y EL FIN DE NUESTROS ACTOS.
FELIZ AÑO NUEVO.

Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto

La Sagrada Familia – Ciclo A (Mateo 2, 13-15. 19-23) 29 de diciembre de 2013

Leí alguna vez una carta que un niño dirigió a todos los padres del mundo. Creo que en este día, en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, nos puede ayudar mucho escuchar lo que este niño escribía:

No me des todo lo que pido. A veces solo pido para ver hasta cuánto puedo coger. No me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Además me enseñas a gritar a mi también y no quiero hacerlo. No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenar me pides las cosas, yo las haré más rápido y con más gusto. Cumple las promesas que me hagas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también hazlo si es un castigo. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor, seré yo quien sufra. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debes hacer... decide y mantén esa decisión. Déjame valer por mí mismo. Si tu haces todo por mi, yo nunca podré aprender”. 

“No digas mentiras delante de mi, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un aprieto. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices. Cuando hago algo malo no me exijas que te diga por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé. Cuando estés equivocado en algo, admítelo. Crecerá la opinión que tengo de ti y me enseñarás a admitir también mis errores. Trátame con la misma amabilidad y cortesía con que tratas a tus amigos. Que sea tu hijo no quiere decir que no podamos ser amigos ni que tengas derecho a tratarme bruscamente. No me exijas que haga lo que tu no haces. Siempre haré lo que tu haces aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tu digas y no hagas. Enséñame a amar y a conocer a Dios. No importa si en el colegio me enseñan; de nada vale si veo que tu ni conoces ni amas a Dios. Cuando te cuente un problema no me digas ‘no tengo tiempo para boberías’ o ‘eso no tiene importancia’. Trata de comprenderme y ayudarme. Quiéreme y dímelo. Me gusta oírtelo decir aunque no lo creas necesario”.

José recibió en sueños la instrucción de proteger al Niño Jesús y a su madre, María: “Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. Más tarde, estando ya en Egipto, volvió a recibir otra orden del Señor: “Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, en Egipto, y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y regresa a Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño”. En ambas ocasiones, José cumplió fielmente lo que el Señor le pedía para proteger la vida del niño Jesús y de su madre.

Los padres son responsables de la vida de sus hijos e hijas, y Dios les va indicando en cada momento lo que deben hacer para protegerlos y ayudarlos a crecer. En la carta que encabeza este sencillo escrito, hay una serie de recomendaciones que un niño hace a su papá y a su mamá. Tal vez, la voz de Dios no nos llegue hoy en sueños, como le llegó a José, sino desde las palabras de este niño que pide respeto y amor. Escuchemos esta invitación como venida directamente del Señor para cada uno de nosotros.


Un saludo cordial de Navidad y año nuevo.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

martes, 24 de diciembre de 2013

...será motivo de gran alegría para todos

Natividad del Señor – Ciclo A (Lucas 2, 1-14) 25 de diciembre de 201

  
Muchos cuentos navideños circulan en estos días por los periódicos, las revistas, la Internet y otros medios. Uno de tantos cuentos que me he encontrado se llama El Sueño de María, y dice así: “Tuve un sueño, José... no lo pude comprender completamente, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo. La gente estaba haciendo preparativos con seis semanas de anticipación. Decoraban sus casas y compraban ropa nueva. Salían de compras muchas veces y adquirían elaborados regalos. Era muy peculiar, ya que los regalos no eran para nuestro Hijo. Los envolvían con hermosos papeles y los ataban con preciosos moños; todo lo colocaban debajo de un árbol. Si, un árbol, José. La gente decoraba muy bien el árbol. Las ramas llenas de esferas y adornos que brillaban. Había una figura en lo alto que parecía una estrella o un ángel; todo era muy hermoso. El día del nacimiento de Jesús, se arreglaban con la mejor ropa y se reunían a comer deliciosos manjares. Pero comían ellos solos, no invitaban a nuestro hijo a la cena navideña, y mucho menos a nosotros dos. Todos estaban muy contentos. Bailaban, bebían, se reían estrepitosamente, pero parecía que habían olvidado el motivo de la fiesta.

Toda la gente estaba muy feliz y sonriente. Estaban emocionados por los regalos; se los intercambiaban unos con otros, José. Sin embargo, al final no quedó ningún regalo para nuestro hijo. Sabes, creo que ni siquiera lo conocen muy bien; me da la impresión que lo conocen sólo de oídas, porque no mencionaron su nombre en toda la noche, a pesar de que se reunieron para celebrar su nacimiento. ¿No te parece extraño que la gente se meta en tantos problemas para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen bien? Tuve la extraña sensación de que si nuestro hijo hubiera llegado a la celebración, lo hubieran considerado como un intruso solamente. Nadie se acordó de él, ni de nosotros dos. Claro que ha pasado tanto tiempo, que no me parece raro. Sentí ganas de llorar. ¡Qué tristeza para Jesús no ser invitado a su fiesta de cumpleaños! Estoy contenta porque sólo fue un mal sueño. ¡Qué terrible que este sueño se hiciera realidad!”

Este cuento puede crear en nosotros un sentimiento de culpa o invitarnos a dejar entrar a Jesús en su fiesta de cumpleaños. Lo complicado puede ser llegar a saber dónde y cómo reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús, las señales para reconocerlo fueron las siguientes: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo”.

Con estas señales, los pastores reconocieron al Mesías. La fragilidad y la pequeñez, son las características que permiten reconocer al Hijo de Dios que nace de nuevo entre nosotros. Qué bueno que en nuestras fiestas de Navidad, abriéramos un espacio para esas personas que normalmente no visitamos; sólo tenemos que mirar un poco alrededor y pensar en cuál es la persona más frágil, más débil de nuestro entorno; no tenemos que ir demasiado lejos; estoy seguro que muy cerca de nosotros encontraremos personas que podrían alegrarse con nuestra invitación y participar de nuestras fiestas. Pidamos para que el sueño de María no se haga realidad.


Feliz Navidad...


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 22 de diciembre de 2013

(...) salvará a su pueblo de sus pecados

Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo A (Mateo 1, 18-24) 22 de diciembre de 2013


Hace un tiempo, fui a visitar un sector de la ciudad de Medellín que no visitaba hacía unos años. Colaboré allí cuando era novicio. Fui al barrio Popular No. 1 con una religiosa que trabaja allí, en una escuela de Fe y Alegría en la que se educan dos mil doscientos (2200) niños y niñas, desde preescolar hasta undécimo grado. Lo primero que me impactó fue llegar allí en Metro Cable, un sistema novedoso que bien podrían envidiar cualquier ciudad del mundo. Unas góndolas que surcan los aires por encima de las viviendas sencillas de la gente que habita el nororiente de Medellín. Un espectáculo maravilloso, construido por el ingenio humano. Toda una alabanza al Dios bueno que nos sigue salvando en medio de nuestras miserias.

Pero lo que realmente me impactó fue la visita que pude hacer a cuatro hogares que tienen toda una historia, de la cual pude ser testigo en algún momento de mi vida y que hoy han vuelto a hacerse Palabra de Dios para mi... La primera visita fue a la casa de las Amayas, que siguen gozando de buena salud a pesar de su avanzada edad. Nunca he sabido cómo subsisten en medio de tanta pobreza. Me recibieron con la misma alegría de siempre. Ya María, la mayor, está gozando de Dios, con el abuelo José, un verdadero santo. Ángela, arrugada como una uva pasa, sigue irradiando optimismo. Lola, más sorda que una tapia, recuerda las fechas con una exactitud prodigiosa. Carmen sigue con su buen humor. Por último, la Nena, con una trombosis que la tiene medio paralizada. Todo un himno de confianza en Dios, propio de este tiempo de Adviento.

Estuve luego en la casa de Francisco y Oralia. Mientras Francisco seguía arreglando un nicho para colocar una imagen de María Auxiliadora en la puerta de su casa, Oralia me contó una historia muy triste: cuatro de sus seis hijos varones han sido asesinados. Siempre que recibió en sus brazos el cadáver de alguno de sus hijos, repitió una oración para pedir a Dios que perdonara a los asesinos. “Perdonar de corazón, me ha liberado de la amargura y del odio. Nunca he querido guardar ningún resentimiento contra los que nos han hecho tanto daño...”, me dijo, mientras las lágrimas se asomaban a sus ojos. Dios le ha permitido perdonar de corazón, otra gracia típica de este tiempo.

La tercera familia que visité fue el hogar de Quique y Orfa. Cuando los conocí en 1979, tenían cuatro hijos; al irme para Bogotá, dos años después, tenían seis; y al volver a los dos años, tenían ocho... En total, tuvieron diez hijos que han sacado adelante con el trabajo honrado y sencillo de los pobres de este mundo. Juan, el segundo de los hijos, está desempleado. Siguen caminando a pesar de las dificultades. No han dejado de luchar. Me invitaron a esperar contra toda esperanza.

Por último, visité a doña Angélica, una señora muy pobre que me daba el almuerzo los domingos, durante el tiempo de mi noviciado. La encontré muy decaída y enferma; tiene un cáncer que se la está comiendo poco a poco. Su hijo menor también murió asesinado y Juan, el penúltimo, sigue con ella, trabajando para sostenerla. “Pídale al Señor, que si es su voluntad, me devuelva la salud. Si no, que se haga su voluntad”, me dijo cuando me despedí. Ya quisiera yo tener la misma tranquilidad para repetir con ella y con la virgen María: “Hágase en mi, según tu palabra”.

Cuando llegué a la casa de las religiosas donde estaba acompañando una experiencia de Ejercicios Espirituales, me “encontré” con esta Palabra que me recuerda lo que Dios le dijo en sueños a San José: “María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados”. Dios nos sigue salvando de nuestro pecados haciéndose alabanza, confianza, perdón, esperanza y apertura a su voluntad en la vida de los pobres y sencillos de este mundo. El Emanuel, el “Dios con nosotros” se sigue revelando de una manera privilegiada en la vida de los pobres y solamente desde allí nos vendrá la salvación que tanto esperamos.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE  HOY DOMINGO 22 DE DICIEMBRE 2013, EN VÍSPERAS DEL NACIMIENTO DE JESÚS


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 1, 18-24
QUE EL AMOR DE JESÚS LOS ACOMPAÑE EN ESTAS FIESTAS Y EN EL 2014
SALUDOS.

domingo, 15 de diciembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY 3er. DOMINGO DE ADVIENTO PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA

PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC QUI: Lc. 11,2-11
SALUDOS.

Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo


Tercer Domingo de Adviento – Ciclo A (Mateo 11, 2-11) 15 de diciembre de 2013

Un niño estaba dibujando un retrato, y su profesor se le acercó y le dijo: – Ese es un retrato interesante. Dime algo de él. El niño le respondió: – Es un retrato de Dios. Entonces, el profesor le dijo: – Pero nadie sabe cómo es Dios. – Lo sabrán cuando haya terminado, dijo el niño... Esta historia me trajo a la memoria una anécdota que escuché en estos días. Dicen que un hombre que escuchó una conferencia de la Madre Teresa de Calcuta en las Naciones Unidas, se acercó a la anciana religiosa y le dijo: “Hermana, le cuento que yo no creo en Dios. Soy ateo. Pero le aseguro que si Dios existe, debe ser muy parecido a usted”.

Estando Juan el Bautista en la cárcel, oyó hablar de Jesús y envió a algunos de  sus seguidores para que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o si debían esperar a otro. La respuesta fue muy clara: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!” Jesús no da explicaciones ni fundamenta su autoridad en teorías o doctrinas de ningún tipo. Lo único que pide es que se fijen en su comportamiento. Las señales son evidentes y cualquiera que tenga los ojos abiertos y los oídos atentos, podrá reconocer que él es el Mesías de Dios.

Cuando los discípulos de Juan volvieron a la cárcel a contar lo que habían visto y oído, Jesús comenzó a exaltar la misión del Bautista: “¿Qué salieron ustedes a ver al desierto? ¿Un hombre vestido lujosamente? Ustedes saben que los que se visten lujosamente están en las casas de los reyes. En fin, ¿a qué salieron? ¿A ver un profeta? Sí, de veras, y a uno que es mucho más que profeta. Juan es aquel de quien dice la Escritura: ‘Yo te envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino”. Esa fue la misión de Juan y es la misión de los profetas de hoy: Preparar los caminos de Jesús y señalar su presencia entre nosotros.

Jesús es el rostro de Dios para nosotros y los que nos decimos sus seguidores debemos ser el retrato de Dios para el mundo. Un niño es capaz de saber cómo es Dios y un ateo es capaz de reconocer sus rasgos en una persona como la Madre Teresa de Calcuta. La pregunta que nos puede asaltar hoy es si los que nos ven hacer lo que hacemos y nos oyen decir lo que decimos, son capaces de reconocer los rasgos de Dios en nosotros. Muchas personas no podrán leer otro evangelio distinto a nuestras vidas. Por eso, tenemos la responsabilidad de transparentar a Dios y abrirle un espacio para que vuelva a encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad. Precisamente, prepararnos para que eso pueda suceder es lo que busca el tiempo de Adviento que estamos viviendo.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

sábado, 7 de diciembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DEL DOMINGO 8 DE DICIEMBRE (2o. DE ADVEINTO) PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt 3,1-12
SALUDOS 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor

Segundo Domingo de Adviento – Ciclo A (Mateo 3, 1-12) 8 de diciembre de 2013

Cuentan que un sacerdote y un taxista que tenían idéntico nombre, murieron el mismo día. El taxista tenía fama de ser muy mal conductor, mientras que el sacerdote era reconocido entre sus vecinos como santo. Al llegar al cielo, al taxista lo atendieron muy bien; lo hicieron seguir a la mejor sala y le dieron un puesto importante, mientras que al sacerdote lo dejaron a un lado. Cuando el sacerdote se dio cuenta de la discriminación con que lo habían tratado, le dijo a San Pedro: “Oiga, debe haber una equivocación. Ese señor taxista se llama igual que yo, pero tenía pésima fama entre los vecinos de nuestro pueblo. ¿Cómo es posible que lo hayan recibido como a un santo, mientras que a mi, que fui sacerdote toda la vida, me han dejado en un puesto sin el menor brillo?” San Pedro, entonces, le explicó al sacerdote: “Mire, aquí trabajamos por resultados”. El sacerdote puso cara de no haber entendido nada, de modo que San Pedro continuó: “Verá usted, los informes que hemos recibido dicen que cuando ese taxista manejaba, todo el mundo rezaba, incluidos los que iban en el taxi. Pero nos han informado que cuando usted predicaba los domingos en la parroquia, todo el mundo dormía...”.

El tiempo de Adviento tiene un carácter penitencial... Es un tiempo de preparación para la venida del Señor. Los cristianos y cristianas estamos invitados a renovar nuestra propia vida para acoger a Dios que quiere volver a poner su tienda entre nosotros. La misión de Juan el Bautista fue precisamente llamar a sus contemporáneos a preparar los caminos del Señor: “En su predicación decía: ‘¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”. Eso mismo nos dice hoy a cada uno de nosotros. Este tiempo, entonces, es una oportunidad para revisar nuestra vida y reconocer aquellas actitudes que tenemos que cambiar. Es un tiempo de reforma, de conversión, de cambio.

Es posible que haya dimensiones de nuestra vida que tengamos que revisar y corregir para que Dios pueda encarnarse de nuevo en nuestra historia. Dios no nace en el pesebre bien adornado y bonito que organizamos en nuestras casas. No nace en los pesebres con muchas luces y figuritas que se elaboran en las parroquias. Mucho menos va a nacer debajo de los arbolitos de navidad que nada tienen que ver con nuestra tradición cristiana. Dios sólo puede nacer en un corazón que se prepara para acoger su propuesta y se dispone a dejarse transformar por el amor. Nuestro corazón es el único pesebre en el que Dios puede volver nacer de nuevo entre nosotros. Los otros pesebres son apenas el símbolo de lo que queremos vivir nosotros mismos.

Es posible que nuestro corazón, como el pesebre de Belén, no sea el lugar más elegante, ni tenga todas las comodidades de un gran palacio. Es posible que nuestro corazón necesite una limpieza y algunos ajustes para acoger al Hijo de Dios. Lo importante es que esté dispuesto a recibir la pequeñez de un Dios que se abaja para rescatarnos. Muy seguramente esto significará un cambio de rumbo en nuestro camino, una reforma de vida, una transformación interior. Y, por otra parte, esto tendrá que hacerse visible y expresarse en comportamientos nuevos de cercanía a los más frágiles, de acogida a los más débiles, de amor a los más pequeños. No olvidemos tampoco que lo más importante no son los títulos o las certificaciones. En el cielo nos evaluarán por los resultados.


Un saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana

domingo, 1 de diciembre de 2013

LA FRASE DE LA SEMANA

YA ESTAMOS EN ADVIENTO (ESPERA) Y AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LE SEMANA:


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 24, 37-44
SALUDOS