domingo, 29 de diciembre de 2019

La Sagrada Familia – Ciclo A


La Sagrada Familia – Ciclo A (Mateo 2, 13-15. 19-23) 29 de diciembre de 2019




Reflexiones:

Hermann Rodríguez Osorio, S.J. -Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto”

Leí alguna vez una carta que un niño dirigió a todos los padres del mundo. Creo que en este día, en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, nos puede ayudar mucho escuchar lo que este niño escribía:

No me des todo lo que pido. A veces solo pido para ver hasta cuánto puedo coger. No me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Además, me enseñas a gritar a mi también y no quiero hacerlo. No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenar me pides las cosas, yo las haré más rápido y con más gusto. Cumple las promesas que me hagas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también hazlo si es un castigo. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor, seré yo quien sufra. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debes hacer... decide y mantén esa decisión. Déjame valer por mí mismo. Si haces todo por mi, yo nunca podré aprender”. 

“No digas mentiras delante de mi, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un aprieto. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices. Cuando hago algo malo no me exijas que te diga por qué lo hice.. A veces, ni yo mismo lo sé. Cuando estés equivocado en algo, admítelo. Crecerá la opinión que tengo de ti y me enseñarás a admitir también mis errores. Trátame con la misma amabilidad y cortesía con que tratas a tus amigos. Que sea tu hijo no quiere decir que no podamos ser amigos ni que tengas derecho a tratarme bruscamente. No me exijas que haga lo que tu no haces. Siempre haré lo que tu haces, aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tu digas y no hagas. Enséñame a amar y a conocer a Dios. No importa si en el colegio me enseñan; de nada vale si veo que tu ni conoces ni amas a Dios. Cuando te cuente un problema no me digas ‘no tengo tiempo para boberías’ o ‘eso no tiene importancia’. Trata de comprenderme y ayudarme. Quiéreme y dímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque no lo creas necesario”.

José recibió en sueños la instrucción de proteger al Niño Jesús y a su madre, María: “Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. Más tarde, estando ya en Egipto, volvió a recibir otra orden del Señor: “Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, en Egipto, y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y regresa a Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño”. En ambas ocasiones, José cumplió fielmente lo que el Señor le pedía para proteger la vida del niño Jesús y de su madre.
Los padres son responsables de la vida de sus hijos e hijas, y Dios les va indicando en cada momento lo que deben hacer para protegerlos y ayudarlos a crecer. En la carta que encabeza este sencillo escrito, hay una serie de recomendaciones que un niño hace a su papá y a su mamá. Tal vez, la voz de Dios no nos llegue hoy en sueños, como le llegó a José, sino desde las palabras de este niño que pide respeto y amor. Escuchemos esta invitación como venida directamente del Señor para cada uno de nosotros.

José Antonio Pagola - CONSTRUIR EN EL MUNDO UNA GRAN FAMILIA HUMANA

Los relatos evangélicos no ofrecen duda alguna. Según Jesús, Dios tiene un gran proyecto: construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la salvación del género humano.

Para algunos, la familia actual se está arruinando porque se ha perdido el ideal tradicional de «familia cristiana». Para otros, cualquier novedad es un progreso hacia una sociedad nueva. Pero ¿cómo es una familia abierta al proyecto humanizador de Dios? ¿Qué rasgos podríamos destacar?

Amor entre los esposos. Es lo primero. El hogar está vivo cuando los padres saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse, dialogar y confiar el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos.

Relación entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e hijos viven enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se hace imposible, la alegría desaparece, todos sufren. La familia necesita un clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos.

Atención a los más frágiles. Todos han de encontrar en su hogar acogida, apoyo y comprensión. Pero la familia se hace más humana, sobre todo, cuando en ella se cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere con respeto y paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los enfermos o discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.
Apertura a los necesitados. Una familia trabaja por un mundo más humano, cuando no se encierra en sus problemas e intereses, sino que vive abierta a las necesidades de otras familias: hogares rotos que viven situaciones conflictivas y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión; familias sin trabajo ni ingreso alguno, que necesitan ayuda material; familias de inmigrantes que piden acogida y amistad.
Crecimiento de la fe. En la familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos; para conocer el estilo de vida de Jesús; para descubrir su Buena Noticia; para rezar juntos en torno a la mesa; para tomar parte en la vida de la comunidad de seguidores de Jesús. Estas familias cristianas contribuyen a construir ese mundo más justo, digno y dichoso querido por Dios. Son una bendición para la sociedad.

Fray Marcos - TODA FAMILIA ES SAGRADA
El tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto, es muy probable que no haya existido nunca. Los evangelios no nos dicen nada sobre el tema. Lo razonable es pensar que fue una familia normal. Mientras más nos alejemos de lo normal, se convertirá en más improbable. El modelo de familia del tiempo de Jesús era el patriarcal. La familia molecular (padres e hijos) era inviable, tanto social como económicamente. Cuando nos dice que José recibió a María en su casa. Quiere decir que María dejó de pertenecer a la familia de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. El relato de la pérdida del Niño es impensable en una familia de tres.
El valor supremo de la familia era el honor. En la honorabilidad estaban basadas todas las relaciones sociales, desde las económicas hasta las religiosas. Si una persona no pertenecía a un clan respetado, no era nadie. En consecuencia, el primer deber de todo miembro de la familia era el mantener y aumentar su honorabilidad. Esto explica las escenas evangélicas donde se dice que su madre y sus hermanos vinieron a llevarse a Jesús, porque decían que estaba loco. Querían evitar a toda costa el peligro del deshonor de la familia. Lo que pasó confirmó sus temores.
Las instituciones son entes de razón, son medios que el hombre utiliza para regular sus relaciones sociales. Son imprescindibles para su desarrollo como persona humana. Como todo instrumento, ni son buenas ni son malas en sí mismas. La bondad o malicia depende de su utilidad para conseguir el fin. Todas las instituciones pueden ser mal utilizadas, con lo cual, en vez de ayudar al ser humano a perfeccionarse, le impiden progresar en humanidad. La familia también puede ser utilizada para oprimir y someter. La familia debe estar al servicio de cada persona y no al revés.
En los evangelios no encontramos ningún modelo especial de familia. Se dio siempre por bueno el ya existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal, era muy avanzado. No sólo se adoptó sino que se vendió después como cristiano, sin hacer la más mínima crítica a los defectos que conllevaba. Voy a señalar sólo tres:
No contaba para nada el amor. El contrato era firmado por la familia según sus conveniencias materiales o sociales. Una vez firmado por las partes, no había más remedio que cumplirlo, sin tener en cuenta para nada a los contrayentes.
La mujer quedaba anulada como sujeto de derechos y deberes jurídicos. De un plumazo se reducían a la mitad los posibles conflictos legales. Esto ha tenido vigencia prácticamente hasta hoy. Hasta hace unos años, la mujer no podía abrir una cuenta corriente sin permiso del marido.
El fin del matrimonio era tener hijos. Al imperio romano lo único que le importaba es que nacieran muchos hijos para nutrir las legiones romanas que eran diezmadas en las fronteras. Hoy se sigue defendiendo esta ideología en nombre del evangelio. El número de hijos no tiene por qué afectar a la calidad de una paternidad; siempre que la ausencia de hijos no sea fruto del egoísmo.
Aunque esos fallos no están superados del todo, hoy son otros los problemas que plantea la familia. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio indisoluble, indisoluble, aunque la estadística nos diga que el 50 % se separan.
Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes, las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy, al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de esa relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta u ochenta años juntos. En un tiempo tan prolongado, es más fácil que en algún momento surjan diferencias insuperables.
Como cristianos, tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que debían tener los seres humanos. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que favorezca esta actitud humana, es válido y cristiano.
Es verdad que la familia está en crisis, pero las crisis no tienen por qué ser negativas. Todos los cambios profundos en la evolución de la humanidad vienen precedidos de una crisis. La familia no está en peligro, porque es algo completamente natural e instintivo. Como cristianos tenemos la obligación de colaborar con todos lo hombres en la búsqueda de soluciones que ayuden a todos a conseguir mayores cuotas de humanidad. Tenemos que demostrar con hechos, que el evangelio es el mejor instrumento para conseguir una humanidad más justa, más solidaria, más humana.
Si tenemos en cuenta que todo progreso verdaderamente humano es consecuencia de las relaciones con los demás, descubriremos el verdadero valor de la familia. En efecto, la familia es el marco en que se pueden desarrollar las más profundas relaciones humanas. No hay ningún otro ámbito o institución que permita una mayor proximidad entre las personas. En ninguna otra institución podemos encontrar mayor estabilidad, que es una de las condiciones indispensables para que una relación se profundice.
Podemos estar seguros que las primeras lecciones de humanidad las recibió Jesús en el entorno familiar. Este entorno no se redujo a José y a María; comprendía también a sus hermanos (si los tuvo) a sus primos, a sus tíos y abuelos (sobre todo paternos). En una familia auténticamente israelita, la base de todo conocimiento y de todo obrar era la Biblia. Sin este trasfondo sería impensable el despliegue de la figura del hombre Jesús. Jesús fue mucho más allá que el AT en el conocimiento de Dios y del hombre, pero allí encontró las orientaciones que le permitieron descubrir al verdadero Dios.
Debemos olvidarnos de espectacularidades externas y descubrir su infancia como la cosa más normal del mundo. Fue una familia completamente normal. Nada de privilegios ni protecciones especiales, ni su familia ni sus vecinos pudieron enterarse de lo que ese niño iba a ser, porque también él fue completamente normal. Es en esa absoluta normalidad donde tenemos que ver lo extraordinario, su vida interior y su cercanía a Dios, que era lo que les mantenía unidos y entregados unos a otros, como soporte de la convivencia.
Jesús fue un ser humano, aunque en esa humanidad se estaba manifestando la plenitud de la divinidad. Es Dios el que se hace hombre, no Jesús el que se hace Dios. Si a Jesús le hacemos Dios, nosotros quedamos al margen de ese acontecimiento. Si descubrimos que Dios se hace hombre, podré experimentar que se está haciendo en mí. Este es el verdadero mensaje del evangelio. Esta es la buena noticia que nos aportó Jesús.

Meditación
La familia es el marco más íntimo de relaciones humanas.
Es, por tanto, el marco privilegiado de humanización.
Ahí debe manifestarse y potenciarse nuestra plenitud humana.
Dentro de mí, en lo hondo de mi ser, debo descubrir esa necesidad de amar.
Los lazos familiares me ayudan a salir de mí e ir al otro.
La familia es el mejor campo de entrenamiento para hacerme más humano.

Fray Marcos


domingo, 22 de diciembre de 2019

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Mt 1, 18-24

Domingo IV de Adviento – Ciclo A (Mateo 1, 18-24)

Domingo IV de Adviento – Ciclo A (Mateo 1, 18-24) – 22 de diciembre de 2019






Hermann Rodríguez Osorio, S.J. - “(...) salvará a su pueblo de sus pecados”


Hace un tiempo, fui a visitar un sector de la ciudad de Medellín que no visitaba hacía unos años. Colaboré allí cuando era novicio. Fui al barrio Popular No. 1 con una religiosa que trabaja allí, en una escuela de Fe y Alegría en la que se educan dos mil doscientos (2200) niños y niñas, desde preescolar hasta undécimo grado. Lo primero que me impactó fue llegar allí en Metro Cable, un sistema novedoso que bien podrían envidiar cualquier ciudad del mundo. Unas góndolas que surcan los aires por encima de las viviendas sencillas de la gente que habita el nororiente de Medellín. Un espectáculo maravilloso, construido por el ingenio humano. Toda una alabanza al Dios bueno que nos sigue salvando en medio de nuestras miserias.

Pero lo que realmente me impactó fue la visita que pude hacer a cuatro hogares que tienen toda una historia, de la cual pude ser testigo en algún momento de mi vida y que hoy han vuelto a hacerse Palabra de Dios para mi... La primera visita fue a la casa de las Amayas, que siguen gozando de buena salud a pesar de su avanzada edad. Nunca he sabido cómo subsisten en medio de tanta pobreza. Me recibieron con la misma alegría de siempre. Ya María, la mayor, está gozando de Dios, con el abuelo José, un verdadero santo.. Ángela, arrugada como una uva pasa, sigue irradiando optimismo. Lola, más sorda que una tapia, recuerda las fechas con una exactitud prodigiosa. Carmen sigue con su buen humor. Por último, la Nena, con una trombosis que la tiene medio paralizada. Todo un himno de confianza en Dios, propio de este tiempo de Adviento.

Estuve luego en la casa de Francisco y Oralia. Mientras Francisco seguía arreglando un nicho para colocar una imagen de María Auxiliadora en la puerta de su casa, Oralia me contó una historia muy triste: cuatro de sus seis hijos varones han sido asesinados. Siempre que recibió en sus brazos el cadáver de alguno de sus hijos, repitió una oración para pedir a Dios que perdonara a los asesinos. “Perdonar de corazón, me ha liberado de la amargura y del odio. Nunca he querido guardar ningún resentimiento contra los que nos han hecho tanto daño...”, me dijo, mientras las lágrimas se asomaban a sus ojos. Dios le ha permitido perdonar de corazón, otra gracia típica de este tiempo.

La tercera familia que visité fue el hogar de Quique y Orfa. Cuando los conocí en 1979, tenían cuatro hijos; al irme para Bogotá, dos años después, tenían seis; y al volver a los dos años, tenían ocho... En total, tuvieron diez hijos que han sacado adelante con el trabajo honrado y sencillo de los pobres de este mundo. Juan, el segundo de los hijos, está desempleado. Siguen caminando a pesar de las dificultades. No han dejado de luchar. Me invitaron a esperar contra toda esperanza.

Por último, visité a doña Angélica, una señora muy pobre que me daba el almuerzo los domingos, durante el tiempo de mi noviciado. La encontré muy decaída y enferma; tiene un cáncer que se la está comiendo poco a poco. Su hijo menor también murió asesinado y Juan, el penúltimo, sigue con ella, trabajando para sostenerla. “Pídale al Señor, que, si es su voluntad, me devuelva la salud. Si no, que se haga su voluntad”, me dijo cuando me despedí. Ya quisiera yo tener la misma tranquilidad para repetir con ella y con la virgen María: “Hágase en mi, según tu palabra”.

Cuando llegué a la casa de las religiosas donde estaba acompañando una experiencia de Ejercicios Espirituales, me “encontré” con esta Palabra que me recuerda lo que Dios le dijo en sueños a San José: “María, tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados”. Dios nos sigue salvando de nuestro pecados haciéndose alabanza, confianza, perdón, esperanza y apertura a su voluntad en la vida de los pobres y sencillos de este mundo. El Emanuel, el “Dios con nosotros” se sigue revelando de una manera privilegiada en la vida de los pobres y solamente desde allí nos vendrá la salvación que tanto esperamos.


José Antonio Pagola - ¿NO NECESITAMOS A DIOS ENTRE NOSOTROS?


Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de esas fiestas tan estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad?

No soy el único. A muchas personas las oigo hablar de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad.

Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar el misterio de un «Dios hecho hombre» una sociedad que vive prácticamente de espaldas a Dios, y que destruye de tantas maneras la dignidad del ser humano?

¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual, esta es la feliz noticia»?

Al parecer, son bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando como siempre. No parecen necesitar ya de Dios.

Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre». Hace algunos años se proclamaba «la desaparición de Dios»; hoy se anuncia «la desaparición del hombre». ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera inevitable la muerte del hombre?

Expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué es lo que realmente queremos?

¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones?

Para encontrarnos con ese Dios no hay que ir muy lejos. Basta acercarnos silenciosamente a nosotros mismos. Basta ahondar en nuestros interrogantes y anhelos más profundos.

Este es el mensaje de la Navidad: Dios está cerca de ti, donde tú estás, con tal de que te abras a su Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios.


Fray Marcos - EN JESÚS LO DIVINO NUNCA SE PERCIBE POR LOS SENTIDOS


Hoy la clave nos la da Pablo: “Nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios.” Pero hay otra frase en Jn más esclarecedora; cuando Jesús propone a Nicodemo qué hay que nacer de nuevo, dice: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu”. De la carne no puede nacer el espíritu ni del espíritu puede nacer la carne. Pablo considera normal la procedencia de la humanidad de Jesús. “nacido de una mujer”, pero lo importante es lo que hay en él de divino; y eso, sin duda ninguna, ha nacido del Espíritu.

Los relatos “de la infancia” de Mt y Lc, no son crónicas de sucesos, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Mc no sabe nada de la infancia de Jesús. Jn tampoco quiere saber nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mt y Lc, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. El interés por la figura de Jesús, empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior.

Para resaltar lo que Jesús fue para los cristianos, vieron la necesidad de hablar de las maravillas de su infancia, fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto con tanta dificultad. Los conocimientos que hoy tenemos nos hacen pensar que la infancia de Jesús fue de lo más normal. Nadie pudo adivinar lo que después iba a manifestar con su vida. Sus padres lo trataron siempre como a un niño normal. La mejor prueba de ello es que, cuando empezó a salirse de la norma, creyeron que estaba loco y quisieron impedírselo.

Solo después de la experiencia pascual, se intentó explicar quién era Jesús, más allá de lo que se podía percibir. El modo en que lo hicieron era lo lógico para ellos. Ni se engañaban ni quisieron engañar. Nos engañamos nosotros al entender literalmente el texto, dando al relato un sentido distinto al que ellos le dieron. En todas las culturas se ha intentado explicar la grandeza de unos personajes contando historias sobre su nacimiento portentoso. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice que han nacido de madre virgen. Esos datos no pretenden afirmar nada sobre sus madres sino sobre los personajes.

Es ridículo tratar de determinar, desde nuestra manera de entender el mundo, si es verdadero o es falso lo que dicen. Todas esas afirmaciones tienen su verdad. En todos los casos se habla de la infancia de esos personajes después de haber constatado que su vida sobrepasó lo que se puede esperar de un ser humano. Si lo que hacen es más que humano, tiene que ser divino. Es una manera de hablar que todos entendían y que no causaba conflicto alguno. Los cristianos, después de descubrir en la experiencia pascual lo que Jesús significaba, razonaron: Si de tantas personas famosas se puede decir que son hijos de dios, de Jesús con mucha más razón.

“María estaba desposada con José”. El matrimonio, constaba de dos partes: el contrato y la boda. Lo importante era el contrato (desposorio). En la boda se celebraba la acogida de la esposa en la casa familiar del novio. Según la ley judía, María y José estaban casados a todos los efectos jurídicos. El anuncio se hace a José. ¿Por qué ha tenido tan poca repercusión en nuestra religión este anuncio, comparado con el que ha tenido la Anunciación de María? Vamos a dar un somero repaso al texto que acabamos de leer.

“Antes de vivir juntos”. Mt quiere transmitirnos el origen divino de Jesús. Por dos veces lo dice sin rodeos. Todo lo que es y significa Jesús, es obra del Espíritu. Pero, ¿creéis que eso queda explicado diciendo que Dios se hizo espermatozoide? El pensar que Dios garantiza su presencia en Jesús por vía biológica es una monstruosidad. Dios no puede manipular la materia biológica. Dios no tiene actos puntuales. En Dios ser y actuar son la misma realidad. La presencia de Dios en Jesús, se manifiesta en lo humano, no desde fuera de ello.

“Por obra del Espíritu Santo”. Dos veces hace Lc referencia al Espíritu. En los dos casos está sin artículo. Al traducirlo con artículo determinado, estamos empujando a entenderlo mal. “Pneumatos Agiou”, hace referencia a Dios Espíritu (viento, aliento vital, fuerza, energía). Sería: “por obra de la fuerza de Dios”. “Agiou” (Santo) tampoco coincide con nuestro concepto de santo; significa, más bien, separado, incontaminado, completamente distinto, y además separador y purificador. Apunta  a una absoluta originalidad. Jesús no es obra de la casualidad, ni de una evolución progresiva, sino que responde a la presencia en él de Dios

José, su esposo que era bueno.” José es el centro del relato. Ni la palabra “bueno” ni la de “justo”, traducen la riqueza del término griego. Significaría un israelita auténtico, temeroso de Dios y cumplidor de la Ley. Simboliza el “resto de Israel” fiel. María, para Mt, simboliza la nueva comunidad. En las dificultades que encuentran estos dos personajes, se está manifestando el conflicto que se vivía en tiempo de Mt, entre el judaísmo fiel al AT y la nueva comunidad. El origen divino simboliza la superioridad del NT. El encargo a José, de recibir a María, está indicando que todo buen israelita debe aceptar la novedad, porque es lo que Dios ha querido.

“El ángel del Señor”, no es una naturaleza angélica como lo concebimos nosotros, sino la presencia misteriosa del mismo Dios. Es Dios mismo el que hace la invitación a dar el salto. Los judíos pueden sentirse seguros al abandonar lo antiguo y hacerse cristianos. “En sueño”, es la manera normal de dirigirse Dios a los hombres en todo el AT. “Hijo de David”. La referencia a David, deja bien clara la pertenencia al pueblo judío. José es el encargado de legitimar la transición. Se trata de deshacer toda posible prevención por parte de los judíos.

“Tú le pondrás por nombre Jesús”. Si conociéramos lo que significaba en todo el AT poner el nombre a una persona, descubriríamos la importancia que toma José en este relato. El nombre es resumen de lo que va a ser una persona. El innombrable va a tener nombre, y la imposición de ese nombre va a depender de otro hombre, José. Recordemos que en relato de Lc el nombre se lo revela a María el ángel y ella será quien se lo imponga.

“Para que se cumpliera la Escritura”. Mt hace especial hincapié en el cumplimiento de lo anunciado por el AT. En el párrafo de Isaías citado, la palabra hebrea `almâ’, que significa joven, fue traducida de manera incorrecta por “párthenos” que significa (célibe, soltera, doncella, virgen). En hebreo hay una palabra (betûâ) que significa de manera precisa virgen, pero no fue la usada en el pasaje. El malentendido lo denunció ya Trifón (s II). El relato bíblico se refiere a la joven esposa del rey Acaz que va a tener su primer hijo, y que iba a suponer la salvación para el reino. Jesús será salvador, como aquel hijo.

“Enmanuel (Dios-con-nosotros)”. La ausencia de Dios era la causa de todos los males para Judá. Su presencia garantizaba que las cosas iban a ir bien. Jesús no será un enviado más de Dios. No podía tener padre humano, porque sería a quien tenía que imitar en la tierra y no podía ser Dios su único modelo. Su modelo será exclusivamente Dios. Será Hijo porque en todo imitará al Padre. Para nosotros, es un lenguaje extraño, pero en aquella época, la referencia de un hijo al padre no se medía por lo biológico, sino por la capacidad del hijo para imitar al padre.

Meditación

Tengo que nacer del agua y del Espíritu.
Nadie puede hacerlo por mí; ni siquiera el mismo Dios.
El Espíritu ya está dentro de mí.
Mi tarea es darle a luz; es decir, tomar conciencia de esa realidad
y manifestarla en mi vida, para que la descubran los demás.
Ese proceso me llevará a la plenitud humana.

Fray Marcos

domingo, 15 de diciembre de 2019

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


 PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Mt 11, 2-22

sábado, 14 de diciembre de 2019

Domingo III de Adviento – Ciclo A


Domingo III de Adviento – Ciclo A (Mateo 11, 2-11)
15 de diciembre de 2019
REFLEXIONES




Hermann Rodríguez Osorio, S.J. Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo”

Un niño estaba dibujando un retrato, y su profesor se le acercó y le dijo: – Ese es un retrato interesante. Dime algo de él. El niño le respondió: – Es un retrato de Dios. Entonces, el profesor le dijo: – Pero nadie sabe cómo es Dios. – Lo sabrán cuando haya terminado, dijo el niño... Esta historia me trajo a la memoria una anécdota que escuché en estos días. Dicen que un hombre que escuchó una conferencia de la Madre Teresa de Calcuta en las Naciones Unidas se acercó a la anciana religiosa y le dijo: “Hermana, le cuento que yo no creo en Dios. Soy ateo. Pero le aseguro que, si Dios existe, debe ser muy parecido a usted”.

Estando Juan el Bautista en la cárcel, oyó hablar de Jesús y envió a algunos de sus seguidores para que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o si debían esperar a otro. La respuesta fue muy clara: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!” Jesús no da explicaciones ni fundamenta su autoridad en teorías o doctrinas de ningún tipo. Lo único que pide es que se fijen en su comportamiento. Las señales son evidentes y cualquiera que tenga los ojos abiertos y los oídos atentos, podrá reconocer que él es el Mesías de Dios.

Cuando los discípulos de Juan volvieron a la cárcel a contar lo que habían visto y oído, Jesús comenzó a exaltar la misión del Bautista: “¿Qué salieron ustedes a ver al desierto? ¿Un hombre vestido lujosamente? Ustedes saben que los que se visten lujosamente están en las casas de los reyes. En fin, ¿a qué salieron? ¿A ver un profeta? Sí, de veras, y a uno que es mucho más que profeta. Juan es aquel de quien dice la Escritura: ‘Yo te envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino”. Esa fue la misión de Juan y es la misión de los profetas de hoy: Preparar los caminos de Jesús y señalar su presencia entre nosotros.

Jesús es el rostro de Dios para nosotros y los que nos decimos sus seguidores debemos ser el retrato de Dios para el mundo. Un niño es capaz de saber cómo es Dios y un ateo es capaz de reconocer sus rasgos en una persona como la Madre Teresa de Calcuta. La pregunta que nos puede asaltar hoy es si los que nos ven hacer lo que hacemos y nos oyen decir lo que decimos, son capaces de reconocer los rasgos de Dios en nosotros. Muchas personas no podrán leer otro evangelio distinto a nuestras vidas. Por eso, tenemos la responsabilidad de transparentar a Dios y abrirle un espacio para que vuelva a encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad. Precisamente, prepararnos para que eso pueda suceder es lo que busca el tiempo de Adviento que estamos viviendo.

José Antonio Pagola – LA IDENTIDAD DE JESÚS
Hasta la prisión de Maqueronte, donde está encerrado por Antipas, le llegan al Bautista noticias de Jesús. Lo que oye le deja desconcertado. No responde a sus expectativas. Él espera un Mesías que se imponga con la fuerza terrible del juicio de Dios, salvando a quienes han acogido su bautismo y condenando a quienes lo han rechazado. ¿Quién es Jesús?
Para salir de dudas, encarga a dos discípulos que pregunten a Jesús sobre su verdadera identidad: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». La pregunta era decisiva en los primeros momentos del cristianismo.
La respuesta de Jesús no es teórica, sino muy concreta y precisa: comunicadle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Le preguntan por su identidad, y Jesús les responde con su actuación curadora al servicio de los enfermos, los pobres y desgraciados que encuentra por las aldeas de Galilea, sin recursos ni esperanza para una vida mejor: «Los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia».
Para conocer a Jesús, lo mejor es ver a quiénes se acerca y a qué se dedica. Para captar bien su identidad no basta confesar teóricamente que es el Mesías, Hijo de Dios. Es necesario sintonizar con su modo de ser Mesías, que no es otro sino el de aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús sabe que su respuesta puede decepcionar a quienes sueñan con un Mesías poderoso. Por eso añade: «Dichoso el que no se sienta defraudado por mí». Que nadie espere otro Mesías que realice otro tipo de «obras»; que nadie invente otro Cristo más a su gusto, pues el Hijo ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa para todos, hasta alcanzar su plenitud en la fiesta final del Padre.
¿A qué Mesías seguimos hoy los cristianos? ¿Nos dedicamos a hacer «las obras» que hacía Jesús? Y si no las hacemos, ¿qué estamos haciendo en medio del mundo? ¿Qué está «viendo y oyendo» la gente en la Iglesia de Jesús? ¿Qué ve en nuestras vidas? ¿Qué escucha en nuestras palabras?



Fray Marcos - TE SENTIRÁS DEFRAUDADO SI CONFÍAS EN LO EXTERNO

Después de haber hablado de la vida pública de Jesús durante ocho capítulos, el evangelio de Mt vuelve a hablar de Juan de una manera sorprendente. Mt ya nos ha dicho quién es Jesús, pero Juan desde la cárcel no las tiene todas consigo. La pregunta de los enviados es muy concreta, pero él responde a dos cuestiones muy distintas. De sí mismo responde de manera indirecta con lo que dice Isaías del Mesías. De Juan responde por su cuenta y riesgo, de una manera también sorprendente. El relato que nos propone el evangelio de hoy es desconcertante. El Precursor dudando que el anunciado sea auténtico.
¡Cómo que Juan no sabía quién era Jesús! ¿No había dicho que no era digno de llevarle las sandalias? ¿No había dicho que su bautismo era solo de agua, que él bautizaría con Espíritu Santo? ¿No había dicho que él era el que tenía que ser bautizado por Jesús? ¿No había visto al Espíritu bajar sobre él? ¿No había oído la voz del cielo: Este es mi Hijo amado? ¿A qué viene ahora la pregunta ingenua de, si es o no es, el que ha de venir? Podría reflejar la duda por no responder a las expectativas que había sobre el mesías.
Una vez más recordamos que los evangelios no son crónicas de sucesos. Aunque algunas veces puedan hacer referencia a hechos que sucedieron, la intención al relatarlos es aclarar problemas teológicos. El tema que se propone hoy fue muy difícil de resolver para los primeros cristianos, que eran judíos. Su mensaje y su manera de comportarse, nada tenía que ver con lo que los judíos de su tiempo esperaban del Mesías. No se trata de hablar de Juan, cuanto de intentar que todos se den cuenta del significado de Jesús.
Los evangelios nacen en una cultura oriental, completamente distinta de la cultura grecorromana donde se desplegó más tarde el cristianismo. En aquella cultura, la manera de comunicar verdades era el relato. Contando una historia, se le dice al interlocutor lo que se le quiere comunicar. Nada que ver con la cultura grecorromana, que había desarrollado un lenguaje lógico, discursivo, racional, que por medio de silogismos accedía y comunicaba la verdad. Sigue siendo una catástrofe para la interpretación del evangelio que nos empeñemos en mirarlo como lenguaje lógico.
Da verdadera pena oír hablar de los relatos de la infancia de Lc y Mt como si fueran historia, cuyo objetivo es comunicarnos lo que pasó. Y todo, sin hacer puñetero caso a los exégetas que llevan más de dos siglos diciendo que esa no es la manera adecuada de entenderlos. No sólo distorsionamos los textos, haciéndoles decir lo que no dicen; sino que nos quedamos sin el verdadero y profundo mensaje, y esto es mucho más grave. Podéis imaginar lo que yo siento cuando veo a una persona salirse de la iglesia por oírme decir que esos relatos no son historia. No hay manera de superar los prejuicios.
Contadle a Juan lo que estáis viendo. No les está diciendo que su misión es curar a los inválidos. Lo que hace Jesús es recordar la manera de hablar de Isaías, para que Juan asociara lo visto con los tiempos mesiánicos anunciados. Ni todos los leprosos van a quedar limpios, ni todos los sordos van a oír, (en realidad no llegan a una docena los milagros que nos cuentan los evangelios). También nos dice Isaías que el lobo habitará con el cordero y la pantera se tumbará con el cabrito, que el desierto y el yermo se regocijarán, que se alegrarán el páramo y la estepa. Estas imágenes no tenemos más remedio que entenderlas como símbolos. ¿Por qué esperamos que las otras no lo sean?
¿Por qué habla de ciegos, sordos, cojos, inválidos, leprosos, y muchos otros colectivos que siguen siendo objeto de marginación? El texto quiere decir que la llegada del Reino tendrá consecuencias para todos, pero sobre todo para los más desfavorecidos. Quiere decir que el que acoja el Reino, saldrá de la dinámica de la opresión y entrará en la del servicio. Por cierto, entre los signos de la presencia del Mesías no hay ni un solo signo religioso. Esto tenía que hacernos pensar. Los cristianos nos olvidamos con frecuencia que, para Jesús, lo primero es el hombre; incluso antes que el culto (Dios).
La buena noticia, que se anuncia a los pobres, es que Dios es Abba para todos. La noticia de que la salvación viene de Dios y ya se la ha concedido a todos. La noticia de que Dios no va a pedirnos cuenta de nuestros pecados, sino que nos ha liberado ya de todos ellos. La noticia de que no son los sabios y entendidos los que descubrirán ese Dios sino los sencillos. La noticia de que no son los que detentan el poder, sea civil o religioso, los que están más cerca de Dios, sino los que lo sufren y padecen. La noticia de que no son lo “buenos” los que encontrarán a Dios de cara, sino las prostitutas y los pecadores.
Ni Juan ni los apóstoles estaban capacitados para entender a Jesús. Su figura no se ajusta al Mesías que ellos esperaban. Jesús rompe todos los moldes, desbarata todas las expectativas. Lo que aporta va en la dirección contraria de lo que esperaban. No viene a imponer nada, sino a proponer una dinámica de servicio. Su actitud de no-violencia, de no defenderse de los enemigos, de no destruir al adversario, escandaliza a todos, incluido a Pedro. No sólo no viene a imponer “justicia” sino que acepta la injusticia en su propia carne. De ahí la frase final de Jesús: “y dichoso el que no se escandalice de mí”.
El Reino no lo hacen presentes los ciegos o sordos o cojos curados, sino el que se preocupa de ellos. Por no tener esto en cuenta, creemos que lo importante es librar al pobre de sus carencias. El objetivo primero debe ser librarme yo de mi inhumanidad. Incluso para un ciego, más importante que ver, es recuperar su humanidad machacada por el que le desprecia. Que esa disponibilidad sea para con un rico o para con un pobre, no tiene ninguna importancia; lo que importa es la actitud. Tampoco importa que al necesitado se le dé un millón o sólo una sonrisa; en ambos casos allí está Dios.
Esa advertencia sirve también para nosotros. Seguimos escandalizándonos porque la salvación que Jesús nos trajo no responde a la que nosotros seguimos esperando. Seguimos sin enterarnos de que el amor que predica Jesús es absolutamente eficaz solo si se hace vida, pero es inútil si se queda en teoría. El amor nunca se pondrá al servicio de nuestro ego para alcanzar provecho personal. El amor va siempre en dirección a los demás y se olvida de sí. Nos empujará siempre a desprendernos de nuestro ego. El amor compasivo es nuestra verdadera naturaleza. El egoísmo es nuestra destrucción.
La inmensa mayoría de las miserias humanas no están a la vista. Todos estamos rodeados de carencias, más importantes que las estrictamente vitales como pueden ser alimento y vestido. La falta de alimento me puede matar biológicamente, pero la falta de amor me mata como ser humano. Todos necesitamos ayuda de los demás en mil aspectos, que ni siquiera queremos reconocer. Pero también yo puedo ayudar a todos los seres humanos que encuentro en mi camino. Cada uno necesitará algo distinto, pero puedo estar seguro de que todos esperan algo de mí. Entraré en la dinámica del Adviento cuando haga presente el Reino, no defraudando al que espera algo de mí.

Meditación
Todos nos sentimos de una u otra manera defraudados.
La realidad no se presenta como nosotros la queremos.
Seguimos esperando que Dios arregle el mundo.
La preocupación inmediata por nuestro ser biológico
puede impedir el descubrimiento de nuestro ser más profundo
y arruinar nuestras posibilidades como seres humanos.

Fray Marcos