La Sagrada Familia – Ciclo A (Mateo 2, 13-15. 19-23) 29 de diciembre de
2019
Reflexiones:
Hermann Rodríguez
Osorio, S.J. - “Levántate, toma al
niño y a su madre, y huye a Egipto”
Leí alguna vez una carta que un niño dirigió a todos los padres del
mundo. Creo que en este día, en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia
de Jesús, María y José, nos puede ayudar mucho escuchar lo que este niño
escribía:
“No
me des todo lo que pido. A veces solo pido para ver hasta cuánto puedo coger.
No me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Además, me enseñas a gritar a
mi también y no quiero hacerlo. No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenar
me pides las cosas, yo las haré más rápido y con más gusto. Cumple las promesas
que me hagas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también
hazlo si es un castigo. No me compares con nadie, especialmente con mis
hermanos. Si me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me
haces lucir peor, seré yo quien sufra. No cambies de opinión tan a menudo sobre
lo que debes hacer... decide y mantén esa decisión. Déjame valer por mí mismo.
Si haces todo por mi, yo nunca podré aprender”.
“No digas mentiras delante de
mi, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un aprieto. Me
haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices. Cuando hago algo malo no me
exijas que te diga por qué lo hice.. A veces, ni yo mismo lo sé. Cuando estés
equivocado en algo, admítelo. Crecerá la opinión que tengo de ti y me enseñarás
a admitir también mis errores. Trátame con la misma amabilidad y cortesía con
que tratas a tus amigos. Que sea tu hijo no quiere decir que no podamos ser
amigos ni que tengas derecho a tratarme bruscamente. No me exijas que haga lo
que tu no haces. Siempre haré lo que tu haces, aunque no lo digas. Pero nunca
haré lo que tu digas y no hagas. Enséñame a amar y a conocer a Dios. No importa
si en el colegio me enseñan; de nada vale si veo que tu ni conoces ni amas a
Dios. Cuando te cuente un problema no me digas ‘no tengo tiempo para boberías’
o ‘eso no tiene importancia’. Trata de comprenderme y ayudarme. Quiéreme y
dímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque no lo creas necesario”.
José recibió en sueños la instrucción de proteger al Niño Jesús y a su
madre, María: “Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se le
apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre, y
huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar
al niño para matarlo”. Más tarde, estando ya en Egipto, volvió a recibir otra
orden del Señor: “Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor se le
apareció en sueños a José, en Egipto, y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al
niño y a su madre, y regresa a Israel, porque ya han muerto los que querían
matar al niño”. En ambas ocasiones, José cumplió fielmente lo que el Señor le
pedía para proteger la vida del niño Jesús y de su madre.
Los padres son responsables de la vida de sus hijos e hijas, y Dios les
va indicando en cada momento lo que deben hacer para protegerlos y ayudarlos a
crecer. En la carta que encabeza este sencillo escrito, hay una serie de
recomendaciones que un niño hace a su papá y a su mamá. Tal vez, la voz de Dios
no nos llegue hoy en sueños, como le llegó a José, sino desde las palabras de
este niño que pide respeto y amor. Escuchemos esta invitación como venida
directamente del Señor para cada uno de nosotros.
José Antonio Pagola -
CONSTRUIR EN EL MUNDO UNA GRAN FAMILIA HUMANA
Los relatos evangélicos no ofrecen duda alguna. Según Jesús, Dios tiene un gran proyecto: construir en el mundo
una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos
sientan a Dios como Padre y todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el
camino que conduce a la salvación del género humano.
Para algunos, la familia actual se está
arruinando porque se ha perdido el ideal tradicional de «familia cristiana».
Para otros, cualquier novedad es un progreso hacia una sociedad nueva.
Pero ¿cómo es una familia abierta al proyecto
humanizador de Dios? ¿Qué rasgos podríamos destacar?
Amor entre los esposos. Es lo primero. El hogar está vivo cuando los padres saben quererse,
apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse, dialogar y confiar
el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar cuando crece el
egoísmo, las discusiones y malentendidos.
Relación entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e hijos viven
enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se hace imposible,
la alegría desaparece, todos sufren. La familia necesita un clima de confianza
mutua para pensar en el bien de todos.
Atención a los más frágiles. Todos han de encontrar en su hogar
acogida, apoyo y comprensión. Pero la familia se hace más humana, sobre todo,
cuando en ella se cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere
con respeto y paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los
enfermos o discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.
Apertura a los
necesitados. Una familia trabaja
por un mundo más humano, cuando no se encierra en sus problemas e intereses,
sino que vive abierta a las necesidades de otras familias: hogares rotos que
viven situaciones conflictivas y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión;
familias sin trabajo ni ingreso alguno, que necesitan ayuda material; familias
de inmigrantes que piden acogida y amistad.
Crecimiento de la fe. En la familia se aprende a vivir las
cosas más importantes. Por eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese
Dios bueno, Padre de todos; para conocer el estilo de vida de Jesús; para
descubrir su Buena Noticia; para rezar juntos en torno a la mesa; para tomar
parte en la vida de la comunidad de seguidores de Jesús. Estas familias
cristianas contribuyen a construir ese mundo más justo, digno y dichoso querido
por Dios. Son una bendición para la sociedad.
Fray Marcos
- TODA FAMILIA ES SAGRADA
El tipo de familia
de Nazaret que se nos ha propuesto, es muy probable que no haya existido nunca.
Los evangelios no nos dicen nada sobre el tema. Lo razonable es pensar que fue
una familia normal. Mientras más nos alejemos de lo normal, se convertirá en
más improbable. El modelo de familia del tiempo de Jesús era el patriarcal. La
familia molecular (padres e hijos) era inviable, tanto social como
económicamente. Cuando nos dice que José recibió a María en su casa. Quiere
decir que María dejó de pertenecer a la familia de su padre y pasó a integrarse
en la familia de José. El relato de la pérdida del Niño es impensable en una
familia de tres.
El
valor supremo de la familia era el honor. En la honorabilidad estaban basadas
todas las relaciones sociales, desde las económicas hasta las religiosas. Si
una persona no pertenecía a un clan respetado, no era nadie. En consecuencia,
el primer deber de todo miembro de la familia era el mantener y aumentar su
honorabilidad. Esto explica las escenas evangélicas donde se dice que su madre
y sus hermanos vinieron a llevarse a Jesús, porque decían que estaba loco.
Querían evitar a toda costa el peligro del deshonor de la familia. Lo que pasó
confirmó sus temores.
Las
instituciones son entes de razón, son medios que el hombre utiliza para regular
sus relaciones sociales. Son imprescindibles para su desarrollo como persona
humana. Como todo instrumento, ni son buenas ni son malas en sí mismas. La
bondad o malicia depende de su utilidad para conseguir el fin. Todas las
instituciones pueden ser mal utilizadas, con lo cual, en vez de ayudar al ser
humano a perfeccionarse, le impiden progresar en humanidad. La familia también
puede ser utilizada para oprimir y someter. La familia debe estar al servicio
de cada persona y no al revés.
En
los evangelios no encontramos ningún modelo especial de familia. Se dio siempre
por bueno el ya existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía
muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal, era muy avanzado. No sólo
se adoptó sino que se vendió después como cristiano, sin hacer la más mínima
crítica a los defectos que conllevaba. Voy a señalar sólo tres:
No
contaba para nada el amor. El contrato era firmado por la familia según sus
conveniencias materiales o sociales. Una vez firmado por las partes, no había
más remedio que cumplirlo, sin tener en cuenta para nada a los contrayentes.
La
mujer quedaba anulada como sujeto de derechos y deberes jurídicos. De un
plumazo se reducían a la mitad los posibles conflictos legales. Esto ha tenido
vigencia prácticamente hasta hoy. Hasta hace unos años, la mujer no podía abrir
una cuenta corriente sin permiso del marido.
El
fin del matrimonio era tener hijos. Al imperio romano lo único
que le importaba es que nacieran muchos hijos para nutrir las legiones romanas
que eran diezmadas en las fronteras. Hoy se sigue defendiendo esta ideología en
nombre del evangelio. El número de hijos no tiene por qué afectar a la calidad
de una paternidad; siempre que la ausencia de hijos no sea fruto del egoísmo.
Aunque
esos fallos no están superados del todo, hoy son otros los problemas que
plantea la familia. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e
ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas.
No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio indisoluble,
indisoluble, aunque la estadística nos diga que el 50 % se separan.
Dos
razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia.
Antes, las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más
amplio. Hoy, al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad
de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor
duración de esa relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta u ochenta
años juntos. En un tiempo tan prolongado, es más fácil que en algún momento
surjan diferencias insuperables.
Como
cristianos, tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el
modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no
determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús
predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que debían
tener los seres humanos. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse
con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad
de Dios. Cualquier tipo de institución que favorezca esta actitud humana, es
válido y cristiano.
Es
verdad que la familia está en crisis, pero las crisis no tienen por qué ser
negativas. Todos los cambios profundos en la evolución de la humanidad vienen
precedidos de una crisis. La familia no está en peligro, porque es algo
completamente natural e instintivo. Como cristianos tenemos la obligación de
colaborar con todos lo hombres en la búsqueda de soluciones que ayuden a todos
a conseguir mayores cuotas de humanidad. Tenemos que demostrar con hechos, que
el evangelio es el mejor instrumento para conseguir una humanidad más justa,
más solidaria, más humana.
Si
tenemos en cuenta que todo progreso verdaderamente humano es consecuencia de
las relaciones con los demás, descubriremos el verdadero valor de la familia.
En efecto, la familia es el marco en que se pueden desarrollar las más
profundas relaciones humanas. No hay ningún otro ámbito o institución que
permita una mayor proximidad entre las personas. En ninguna otra institución
podemos encontrar mayor estabilidad, que es una de las condiciones
indispensables para que una relación se profundice.
Podemos
estar seguros que las primeras lecciones de humanidad las recibió Jesús en el
entorno familiar. Este entorno no se redujo a José y a María; comprendía
también a sus hermanos (si los tuvo) a sus primos, a sus tíos y abuelos (sobre
todo paternos). En una familia auténticamente israelita, la base de todo
conocimiento y de todo obrar era la Biblia. Sin este trasfondo sería impensable
el despliegue de la figura del hombre Jesús. Jesús fue mucho más allá que el AT
en el conocimiento de Dios y del hombre, pero allí encontró las orientaciones
que le permitieron descubrir al verdadero Dios.
Debemos
olvidarnos de espectacularidades externas y descubrir su infancia como la cosa
más normal del mundo. Fue una familia completamente normal. Nada de privilegios
ni protecciones especiales, ni su familia ni sus vecinos pudieron enterarse de
lo que ese niño iba a ser, porque también él fue completamente normal. Es en
esa absoluta normalidad donde tenemos que ver lo extraordinario, su vida
interior y su cercanía a Dios, que era lo que les mantenía unidos y entregados
unos a otros, como soporte de la convivencia.
Jesús
fue un ser humano, aunque en esa humanidad se estaba manifestando la plenitud
de la divinidad. Es Dios el que se hace hombre, no Jesús el que se hace Dios.
Si a Jesús le hacemos Dios, nosotros quedamos al margen de ese acontecimiento.
Si descubrimos que Dios se hace hombre, podré experimentar que se está haciendo
en mí. Este es el verdadero mensaje del evangelio. Esta es la buena noticia que
nos aportó Jesús.
Meditación
La familia es el marco más íntimo de
relaciones humanas.
Es, por tanto, el marco privilegiado de humanización.
Ahí debe manifestarse y potenciarse nuestra plenitud humana.
Dentro de mí, en lo hondo de mi ser, debo descubrir esa necesidad de amar.
Los lazos familiares me ayudan a salir de mí e ir al otro.
La familia es el mejor campo de entrenamiento para hacerme más humano.
Es, por tanto, el marco privilegiado de humanización.
Ahí debe manifestarse y potenciarse nuestra plenitud humana.
Dentro de mí, en lo hondo de mi ser, debo descubrir esa necesidad de amar.
Los lazos familiares me ayudan a salir de mí e ir al otro.
La familia es el mejor campo de entrenamiento para hacerme más humano.
Fray Marcos