domingo, 28 de diciembre de 2014

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY DOMINGO "DIA DE LA SAGRADA FAMILIA" PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA.


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 2, 22-40

“Estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”

La Sagrada Familia – Ciclo B (Lucas 2, 22.39-40) – 28 de diciembre de 2014
Un matrimonio de profesionales jóvenes, con dos hijos pequeños, fue asaltado un día por un familiar cercano con una pregunta que nunca se habían esperado: –¿Estarían ustedes dispuestos a prestarle el carro nuevo a la empleada del servicio durante todo un día? Ellos, sin entender para dónde iba el interrogatorio, respondieron casi al tiempo y sin dudar ni un momento: “Ni de riesgos. ¡Cómo se le ocurre! ¡No faltaba más!” El familiar, dejando escapar una sonrisa de satisfacción al ver cómo habían caído redonditos, les dijo: “Y, entonces, ¿cómo es que dejan todo el día a sus dos hijos en manos de la misma empleada del servicio?”
No se trata de juzgar la forma de ejercer la paternidad o la maternidad en los tiempos modernos. Ni soy yo el más indicado para decir qué está bien y qué está mal en la educación de los hijos, puesto que no los tengo; pero cuando escuché esta historia me conmoví interiormente y pensé mucho en la forma como se van levantando actualmente los hijos de matrimonios conocidos.
La familia es el núcleo primordial en el que crecemos y nos vamos desarrollando como personas. Lo que aprendemos en la casa nos estructura interiormente para afrontar los retos que nos plantea la vida. Lo que no se aprende en el seno del hogar es muy difícil que luego se adquiera en el camino de la vida. Los primeros años de nuestro desarrollo son fundamentales y tal vez a veces lo olvidamos.
Es muy poco lo que los Evangelistas nos cuentan sobre la vida familiar de Jesús, José y María; sin embrago, por lo poco que se sabe, ellos tres constituyeron un hogar lleno de amor y cariño en el que se fue formando el corazón del niño Jesús. Y, a juzgar por los resultados, ciertamente, tenemos que reconocer que debió ser una vida familiar que le permitió al Niño crecer hasta la plenitud de sus capacidades: “Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”.
Que nuestros niños crezcan también fuertes y llenos de sabiduría, gozando del favor de Dios, de tal manera que no tengan que rezar a Dios con las palabras que leí alguna vez en una revista:
"Señor, tu que eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra,
quiero pedirte un gran favor: transfórmame en un televisor.
Para que mis padres me cuiden como lo cuidan a él,
para que me miren con el mismo interés
con que mi mamá mira su telenovela preferida o papá el noticiero.
Quiero hablar como algunos animadores que cuando lo hacen,
toda la familia calla para escucharlos con atención y sin interrumpirlos.
Quiero sentir sobre mí la preocupación que tienen mis padres
cuando el televisor se rompe y rápidamente llaman al técnico.
Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres y su héroe favorito.
Señor, por favor, déjame ser televisor aunque sea por un día".

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 21 de diciembre de 2014

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 1, 26-38


sábado, 20 de diciembre de 2014

“Para Dios no hay nada imposible”

Domingo IV de Adviento – Ciclo B (Lucas 1, 26-38) – 21 de diciembre de 2014
Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía: «A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas, alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero, por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente me vea, admire a Dios por su grandeza».
Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo del hacha y la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche... El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron ajusticiados varios hombres...
Dice san Lucas, que cuando María recibió el anuncio del ángel, “se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. María, sin salir de su asombro, preguntó: “–¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: –El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder de Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. La respuesta de María fue de total disponibilidad a pesar de que seguramente no entendió completamente el plan de Dios. “Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho”.
No es fácil aceptar los planes de Dios cuando no se acomodan a los nuestros. Siempre que Dios nos llama a realizar un proyecto, tenemos la tentación de pensar que será como nosotros lo hemos programado; pero el Señor tiene sus caminos, que no son los nuestros. Él se encarga de realizar nuestros sueños y nuestros planes, pero a su manera. Lo importante es que encuentre en nosotros la disposición necesaria para dejarnos guiar y conducir por Él a través de las vicisitudes de nuestra vida.
Que el Señor nos conceda ser dóciles a su voluntad; que nos de fe y perseverancia, de modo que aun cuando no nos toque ser un gran palacio, aceptemos sostener el portal del pesebre que en Belén abre sus puertas al que nos trajo una gran alegría para todo el pueblo.
Aunque no seamos el gran mástil de una hermosa embarcación, aceptemos ser la humilde barca de Pedro, que sirvió de púlpito para que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva. Y aunque no seamos un gran monumento, aceptemos ser la cruz que sirvió de altar para que Dios nos mostrara el amor de Dios que llega hasta el extremo...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 14 de diciembre de 2014

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Jn, 1, 19-28


sábado, 13 de diciembre de 2014

“Abran un camino derecho para el Señor”

Domingo III de Adviento – Ciclo B (Juan 1, 6-8.19-28) – 14 de diciembre de 2014

Cuando visité por primer vez la vereda Taracué, en el municipio de San Pablo, al sur del departamento de Bolívar, viajé montado en la parte de atrás de un viejo camión de estacas, compartiendo el espacio con un buen grupo de niños y niñas, acompañados por sus padres, los bultos de comida, los barriles de gasolina, las gallinas, la carne colgada de las barandas. Muy lentamente fuimos recorriendo los quince o veinte kilómetros que separan la vereda del casco urbano. El camión se balanceaba de un lado para el otro, sobrepasando los huecos más impresionantes y hasta algunas quebradas bastante caudalosas.
Recuerdo que al llegar, nos explicaron que todavía nos faltaba por recorrer a pie un buen trecho, pues la carretera estaba todavía en construcción. Caminamos una hora más hasta la escuela de la vereda, donde nos íbamos a hospedar con mi compañero de misión. Yo estaba recién ordenado y celebré allí mi primera semana santa en medio de una comunidad que iba naciendo entre las plantaciones de coca y los grupos guerrilleros que controlaban la zona.
Algunos meses después, volvimos a Taracué para celebrar la Navidad y nos encontramos con que la carretera había avanzado hasta la orilla de la quebrada, de aguas transparentes, que lleva el mismo nombre de la vereda, donde está la escuela. Los campesinos de la región, a punta de pico y pala, habían abierto la montaña para que los carros pudieran llegar más cerca de sus casas que, de todos modos, seguían estando a dos y tres horas de camino. Tuvieron que romper los cerros, sobrepasar las cimas, construir puentes y rellenar en otros sitios el terreno para tratar de hacer un camino transitable. Los campesinos nos contaban que en un recodo del camino tuvieron que luchar a brazo partido con una enorme roca que les impedía el paso. Sólo cuando consiguieron un poco de dinamita, pudieron sobrepasar aquella dificultad y terminar el trayecto hasta la quebrada. Hoy todavía es una carretera que sólo permite el paso de carros con doble tracción o camiones con mucha fuerza. Y, sobre todo en épocas de lluvia, aunque sigue conservando el nombre, se parece poco a lo que debería ser una carretera como Dios manda.
Juan el Bautista anuncia la llegada del Señor sirviéndose de las palabras del profeta Isaías, que invitaba a su pueblo a abrir “un camino derecho para el Señor”. El texto de Isaías sigue diciendo: “Rellenen todas las cañadas, allanen los cerros y las colinas, conviertan la región quebrada y montañosa en llanura completamente lisa”. Cada uno de nosotros sabrá qué implicaciones tiene esto en nuestras relaciones con los demás y con Dios. Qué cañadas tenemos que rellenar, qué cerros y qué colinas tenemos que allanar, qué puentes tenemos que construir para permitir que el Señor llegue hasta nosotros.
Este tiempo de Adviento es un tiempo propicio para abrir nuestros caminos, arreglarlos, mejorarlos. Así como los campesinos de la vereda Taracué, al sur de Bolívar, tenemos que prepararnos para que el Señor pueda llegar hasta nosotros y regalarnos con sus dones en esta Navidad. Ojalá no sea necesario usar la dinamita...
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Mujer de esperanza

La Virgen María, reflexión:


(te llevará al portal de pastoralsj)

>>> para conocer sobre el Nican Mopohua (narración de las apariciones de la Virgen de Guadalupe)

lunes, 8 de diciembre de 2014

Prueba...

acceso a una noticia/artículo importante

http://pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1472&catid=24&Itemid=6

domingo, 7 de diciembre de 2014

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 1, 1-8

sábado, 6 de diciembre de 2014

“Una voz grita en el desierto”

Domingo II de Adviento – Ciclo B (Marcos 1, 1-8) – 7 de diciembre de 2014
En el desierto de Atacama, al norte de Chile, sucede cada cierto tiempo un fenómeno único en el mundo. Esta región, una de las más áridas del planeta, después de varios años de paisaje lúgubre y seco, se transforma, por las lluvias, en lo que se conoce como el Desierto Florido. En las últimas dos décadas este fenómeno se ha repetido en los años 1983, 1987, 1991 y finalmente con la histórica precipitación del 12 de julio de 1997, donde el agua caída registró la cifra récord de 96 mm en tan sólo 15 horas, algo totalmente inusual para el Desierto de Atacama. El paisaje árido se transforma en un espectáculo único y de sorprendente colorido. Inicialmente con un manto de color verde desde el mes de julio y agosto para alcanzar toda esa gama multicolor en el mes de septiembre, donde flores, insectos y otros animales tapizarán grandes extensiones de la Región de Atacama.
Las lluvias hacen que pequeñas semillas y bulbos, que se han mantenido por años enterrados en el desierto, germinen y crezcan dando vida a plantas de variadas características y hermosas flores multicolores. Asociadas a ellas surgen una gran cantidad de insectos, aves, generando un muy especial ecosistema, donde todos los elementos de la naturaleza conviven en armonía durante todo el tiempo que las condiciones climáticas lo permiten, volviendo con los meses a una situación de latencia hasta las próximas nuevas lluvias.
Contemplar este espectáculo, habiendo conocido la realidad del desierto que se adueña de esta región del mundo durante largos años, debe ser una experiencia inolvidable. Es ser testigo de la vida que no se da nunca por vencida. Siempre está esperando el momento propicio para renacer y explotar en destellos de luz y de color. Me vino a la memoria este fenómeno natural cuando leí en el comienzo del Evangelio según san Marcos la frase que encabeza el Encuentro con la Palabra del día de hoy: “Una voz grita en el desierto”. Eso es lo que Juan el Bautista significó para el pueblo de Israel. Lo que estaba anunciando era la llegada del Mesías: “Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias”.
El profeta Juan anunció la vida, pero la vida estaba ya presente... Dentro de cada uno de nosotros está presente el Reino de Dios y está tratando de brotar y germinar para transformar el rostro del mundo. Hace algún tiempo la revista de Teología Pastoral, Sal Terrae, traía un título muy sugestivo que me parece que expresa muy bien lo que trato de decir: “El roble está latente en el fondo de la bellota”, haciendo referencia a la famosa poesía de Ira Progoff. En el fondo de toda realidad, está presente ya la vida de Dios que brotar como una fuente inagotable.
La voz de Juan se escuchó en medio de la aridez de su pueblo para decirles: “que debían volverse a Dios”. Fue como la lluvia que anunció la llegada de la vida al desierto que llevaba muchos años dormido y oculto. Al interior de cada uno de nosotros, en el fondo de nuestro corazón, están presentes siempre las semillas del Reino que necesitan ser regadas por las lluvias generosas para que despierten de su letargo prolongado y vuelvan a reverdecer llenando con su color, con su fragancia y su luz, los paisajes de nuestra vida y la vida de nuestros pueblos.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.