Tu diestra me sostiene.
por Maureen McCann Waldron
Señor, tú me examinas y me conoces:
sabes cuando me siento y me levanto;
desde lejos entiendes mis
pensamientos.
Cuando
leo el salmo, siento la invitación de Dios y el amor intenso y personal de Dios
para nosotros. Parece que Dios está deseando que sepamos lo apreciado que somos
a cada momento de nuestras vidas – e incluso antes.
Recientemente,
tuve una experiencia que dio al Salmo 139 un nuevo poder. Fui con mi hija y mi yerno y ver el
ultrasonido del bebé que esperan a principios de enero.
Observé
mientras el vientre creciente de mi hija era cubierto en gel, y la asistente
Mary, rodaba un dispositivo pequeño a través de él. Algunas imágenes borrosas comenzaron a
aparecer. Pareciendo un radar
meteorológico, inicialmente no se veía muy claro.
"Aquí es la columna vertebral", nos dijo
Mary, apuntando a la cadena de huesecillos blancos.
Todas mis sendas te son conocidas.
No está aún la palabra en mi lengua,
y tú, Señor, ya la conoces.
Mientras
movía el dispositivo, de pronto la sala se llenó con el fuerte sonido de los
latidos de mi nieto. La tan trillada
palabra "asombroso" vino a mi mente, literalmente, lleno de ah. Con ese claro y notorio golpeteo rítmico,
fuimos sacudidos de nuevo al entrar en cuenta de que el bebé es un ser vivo.
Por todas partes me rodeas,
y tus manos me protegen.
Estaba
seguro de las manos de Dios protegiendo a este niño, cuando el bebé tornó hacia
el dispositivo y Mary dijo, "vamos a poner esto en 3D". Repentinamente de las imágenes fantasmales se
pudo apreciar un rostro humano. "Éste tiene cachetes rellenos", dijo riéndose.
Había
la imagen de un rostro real en la pantalla con esas mejillas encantadoras. Me volví a mi yerno y noté que el bebé
ciertamente heredaría sus hoyuelos. Con
esta última imagen entré en cuenta que había dejado la silla donde pretendía
mantenerme sentado tranquilamente, y ahora estaba parado al lado de mi hija,
tomando su brazo, asombrado por lo que todos estábamos viendo.
También ahí me alcanzará tu mano,
y tu diestra me agarrará.
Ella
cambió vistas en pantalla y regresamos a las imágenes menos claras, en tanto Mary
narraba lo que estábamos viendo. Entonces
pudimos apreciar claramente los dedos del bebé en movimiento. Mientras veíamos, este ya amado niño, alcanzó
sus dedos del pie y atrajo su pierna hasta su cabeza. Allí, en la oscuridad del vientre de mi amada
hija con su esposo viendo, su hijo se estaba estirando, bailando, haciendo yoga
o quizá tan sólo sintiendo la gozosa danza de la vida.
Para ti no es oscura la tiniebla,
pues ante ti la noche brilla como el
día.
Traducción por Chártur (artículo original de LoyolaPress)
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