domingo, 28 de octubre de 2018

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Mc. 10, 46-52

domingo, 21 de octubre de 2018

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Mc 10, 35-45

Evangelio del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario - Ciclo B - 21oct18



Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,35-45):

Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
El les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;
pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan.
Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Palabra de Dios.

domingo, 14 de octubre de 2018

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


                                     PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Mc 10, 17-30

sábado, 13 de octubre de 2018

“¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”

Domingo XXVIII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 17-30) – 14 de octubre de 2018



Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

San Antonio Abad nació en Egipto en el año 251, y murió el 17 de enero del año 356, día en que celebramos su memoria litúrgica actualmente. Fue el iniciador de un amplio movimiento espiritual. Se le consideró el Abad, es decir, el padre de los ermitaños, que a partir de mediados del siglo III abandonan las ciudades, en número cada vez mayor, para retirarse al desierto, en Egipto o en cualquier otro lugar, buscando un estilo de vida que les permitiera vivir más radicalmente las exigencias del Evangelio.

Su primera biografía fue escrita por el obispo San Atanasio. En ella, nos cuenta que San Antonio quedó huérfano de padre y madre a los veinte años, heredando una gran fortuna. Poco después, al entrar a una iglesia, oyó leer aquellas palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme". Salió de allí y vendió las 300 fanegadas de buenas tierras que sus padres le habían dejado en herencia, y repartió el dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con sus casas y mobiliarios. Sólo dejó una pequeña cantidad para vivir él y su hermana.

Pero luego oyó leer en un templo aquella frase del Señor: "No se preocupen por el día de mañana", y vendió el resto de los bienes que le quedaban. Aseguró en un convento de monjas la educación y el futuro de su hermana y repartió todo lo demás entre la gente más pobre, quedando en la más absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se fue al desierto, donde vivía de su propio trabajo en completa soledad. Pero su fama de santidad fue creciendo y atrajo a muchos jóvenes a quienes orientó en este estilo de vida que se constituyó en una especie de protesta contra una sociedad opulenta que iba perdiendo los valores del Evangelio en medio de una cultura de la abundancia.

Así como San Antonio, muchos cristianos y cristianas a lo largo de la historia han respondido con mucha generosidad a las palabras que Jesús le dirigió a este hombre que nos presenta hoy el evangelio. Tal vez esta es una de las páginas más radicales de la Escritura. Las frases que Jesús dirige a sus discípulos después de que este hombre “se fue triste, porque era muy rico”, son de una contundencia implacable: “¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino de Dios! (...) Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios”. Frases tan exigentes hicieron que los discípulos, asombrados se preguntaran: “¿Y quién podrá salvarse?” A lo que Jesús respondió “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible”.

Este Encuentro con la Palabra nos pude dejar una sensación de frustración. No sé cuántos, al oír el domingo estas palabras de Jesús, salgan de la Iglesia y vayan a vender todo lo que tienen para dárselo a los pobres. Supongo que no muchos. Pero no podemos perder de vista que para Dios no hay nada imposible. Así como San Antonio recibió la fuerza de Dios para dar este salto que cambió la historia del mundo antiguo, Dios puede mover nuestros corazones para descubrir la respuesta que podemos darle al Señor en una sociedad como la nuestra. Dejemos que él tome la iniciativa.

domingo, 7 de octubre de 2018

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


                                     PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Mc. 10, 2-16

“Los dos serán como una sola persona”

Domingo XXVII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 2-16) – 7 de octubre de 2018

“Los dos serán como una sola persona”


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

El P. Javier Gafo, S.J., gran bioeticista español muy conocido, fallecido hace varios años, cita en uno de sus libros una bella historia india. Un matrimonio muy pobre iba a celebrar el aniversario de su matrimonio. Él daba vueltas y más vueltas a su cabeza, sin éxito, pensando cómo conseguir unas pocas rupias para hacer un regalo a la mujer que tanto amaba y que lo había acompañado durante casi toda su vida. Hasta que le vino una idea que le produjo escalofrío: podría vender la pipa, con la que todas las tardes se sentaba a fumar a la puerta de su casa. Con el dinero, podría regalar a su mujer un peine para que pudiese peinar su bello y largo cabello, que cuidaba con mucho esmero. Finalmente, con el corazón dolorido y alegre al mismo tiempo, aquel hombre vendió su pipa y se acercó a su casa, llevando envuelto en un pobre papel el peine que había comprado. Allí le esperaba su mujer..., que había vendido su hermoso cabello negro para regalar a su marido el mejor tabaco para su pipa.

El amor cristiano se caracteriza porque supone entrega, don de sí, desprendimiento y aún sacrificio del uno por el otro. Cuando Ignacio de Loyola habla del amor, al final de sus famosos Ejercicios Espirituales, dice que hay que advertir en dos cosas: “La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” (EE 230); la segunda es que “el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro” (EE 231). ‘Obras son amores y no buenas razones’, dice la sabiduría popular. Y, por otra parte, la comunicación entre las partes, que dan y se dan lo que son y tienen para hacer crecer y enriquecer a la otra parte. No se puede amar sin entregar lo mejor de nosotros en la relación.

La Carta a los Efesios se refiere a la relación matrimonial comparándola con la relación que existe entre Cristo y a la Iglesia. Cuando he presenciado matrimonios y hemos hecho esta lectura, se nota una satisfacción en el rostro de los novios cuando se lee la primera parte del texto: “Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor” (Efesios 5, 22). Pero cuando se explica la segunda parte, las novias son las que parecen más satisfechas: “Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y dio su vida por ella” (Efesios 5, 25), porque de lo que se trata es sencillamente de un amor que está dispuesto a la entrega hasta la muerte, y muerte en cruz...

Este amor oblativo, sólo será posible si marido y mujer se hacen una sola persona, que es lo que Jesús propone para la relación matrimonial: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido”. Conviene, pues, alimentar constantemente esta decisión de amor mutuo que, combinando el dolor y la alegría, se hace capaz de una entrega generosa en el día a día de la relación. Amor que se traduce en obras y amor que está dispuesto a dar y recibir en una permanente comunicación. Amor que está dispuesto a vender su pipa o su hermoso cabello para encontrarse con el otro, desde lo mejor de sí mismo.