PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 22, 34-40
domingo, 26 de octubre de 2014
sábado, 25 de octubre de 2014
“¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley?”
Domingo XXX
Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 34-40) – 26 de octubre de 2014
En la manija
interior de la puerta de mi cuarto, hay una tirita de papel, colgada de un
trozo de lana roja, que tiene escritas dos frases. Por un lado dice “Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y por
el otro dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ya está un poco deteriorada,
pero me ha acompañado por los lugares donde he vivido en los últimos años.
Recordando la
sugerencia del libro del Deuteronomio que decía: “Lleva estos mandamientos
atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los
postes y en las puertas de tu casa” (Dt. 6, 8-9), le propuse, hace algunos
años, a los niños y niñas de Mejorada del Campo, una pequeña población a las
afueras de Madrid, España, que ataran estos lazos de lana con la tirita de
papel en sus muñecas y que luego la colocaran en las puertas de sus cuartos.
Los niños salieron felices de la misa con sus pulseras de lana
y, estoy seguro que compartieron con sus familias lo que habían descubierto en
la Eucaristía ese día.
El sentido del
compartir dominical con estos niños y niñas, que asisten todavía hoy a la
Eucaristía dominical, era que se trataba de dos leyes inseparables. Como la
cara y el sello de una moneda. Es imposible separarlas. Si llevas una, tienes
que llevar la otra; pues, “si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo
odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien
ve, tampoco puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn. 4, 20).
Cuando los
fariseos le preguntan a Jesús, “para
tenderle una trampa”, “¿cuál es el
mandamiento más importante de la ley?”, no se imaginaban que Jesús les iba
a dar un compendio de “toda la ley y de las enseñanzas de los profetas”. Para
Jesús estos dos mandamientos son muy “parecidos”... No son dos, sino uno mismo.
Siempre que
cierro la puerta de mi cuarto, por las noches, antes de descansar, reviso el
día que ha pasado y me detengo en estos dos mandamientos, inseparables, que nos
recuerda Jesús en el Evangelio de este domingo. Revisarnos sobre el amor a Dios
y al prójimo supone dos dinámicas simultáneas que no podemos nunca dividir, tal
como lo expresa Benjamín González Buelta, S.J. en uno de sus poemas:
“Soy la misma relación en todo encuentro.
Si en verdad soy contigo fuego,
con sólo abrir los ojos y dar un paso
no
seré con el hermano hielo”.
Saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 19 de octubre de 2014
domingo, 12 de octubre de 2014
LA FRASE DE LA SEMAMA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: mT. 22, 1-14
“Inviten a la boda a todos los que encuentren”
Domingo XXVIII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 1-14) – 12 de octubre de 2014
Diana, la
condesa de Belflor y Teodoro, son los protagonistas de El perro del
hortelano, comedia de Lope de Vega que Pilar Miró, directora de cine
española, llevó a la pantalla pocos años antes de morir. Lope de Vega recoge en
esta comedia una de las realidades humanas más paradójicas.
Diana se enamora
perdidamente de Teodoro, su secretario, pero sabe que es un amor imposible,
porque los separa una distancia insalvable de cuna: la una, perteneciente a la
alta nobleza, y el otro, un simple plebeyo. La condesa de Belflor no se atreve
a expresar, sino de modo muy sutil, su afecto. Pero cuando ve que Teodoro busca
a una mujer de su estirpe para establecer un hogar, Diana manifiesta, sin
manifestar, sus sentimientos por Teodoro y lo seduce. Sin embargo, cuando ha
logrado que Teodoro abandone a su prometida, y abrigue la esperanza de un amor
que parecía imposible, Diana vuelve a tomar la distancia que le signó su
nobleza. No alargo el cuento, porque la comedia se desarrolla en el ir y venir
de los afectos, que nunca se encuentran. Seducciones y rechazos, atracciones y
distancias.
La parábola que
Jesús cuenta a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, en el templo de
Jerusalén, refleja esta misma realidad humana. Los invitados a la fiesta de
bodas no aceptan la convocatoria y desprecian la invitación a unirse a la
alegría del rey el día del matrimonio de su hijo. Esto es lo que motiva al rey
a ordenar a sus criados que vayan “a las calles principales, e inviten a la
boda a todos los que encuentren”. Dice Jesús que “los criados salieron a las
calles y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y así la sala
se llenó de gente”. Pero, desde luego, es importante estar dispuestos para la
fiesta; esto es lo que explica la reacción del rey con el que no iba vestido
con traje de boda.
Los dueños de la
religión y de la fe, en la época de Jesús, ni aceptaban ellos mismos la oferta
de la salvación, ni dejaban que otros la aceptaran; en lugar de ser mediadores
entre Dios y los hombres, se convertían en obstáculos para este encuentro. Por
eso Dios se ve obligado a extender su invitación a todos los pueblos, a todas
las gentes que quieran acoger este llamado, malos y buenos.
Tal vez hoy
también nos pase un poco de lo mismo. Somos invitados por Dios al banquete del
reino, pero muchas veces tenemos excelentes disculpas para no participar de la
fiesta de Dios; y fácilmente nos podemos convertir en obstáculos para que otros
se encuentren con Dios. No nos contentamos con despreciar la invitación, sino
que, además, impedimos que otros vayan a la fiesta. Mejor dicho, nos pasa como
al perro del hortelano, que ni come, ni deja comer...
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 5 de octubre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUI: Mt. 21, 33-43
sábado, 4 de octubre de 2014
“¿Qué creen ustedes que hará con esos labradores?”
Domingo XXVII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 21, 33-43) – 5 de octubre de 2014
Quiero
ofrecerles hoy algunos datos del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), que me parece que pueden ayudar a pensar algunas cosas. En
primer lugar, algunas cifras sobre la manera como ha evolucionado la
distribución de los ingresos en los últimos dos siglos:
En 1820: el 20%
más rico ganaba 3 veces más que el 20% más pobre.
En 1870: el 20%
más rico ganaba 7 veces más que el 20% más pobre.
En 1913: el 20%
más rico ganaba 11 veces más que el 20% más pobre.
En 1960: el 20%
más rico ganaba 30 veces más que el 20% más pobre.
En 1990: el 20%
más rico ganaba 60 veces más que el 20% más pobre.
En 1997: el 20%
más rico ganaba 74 veces más que el 20% más pobre.
En segundo
lugar, alguna información sobre la situación general de los países: De los
5.570 millones que habitamos el planeta, 1.150 millones viven en el norte, en
países industrializados, mientras que 4.620 millones vivimos en el sur en
países pobres, o como eufemísticamente se les llamó durante algunos años,
países en ‘vías de desarrollo’. Se calcula que el 25% de la población mundial,
es decir 1.442 millones de personas viven por debajo de los niveles de pobreza.
1.000 millones son analfabetas y la misma cantidad carece de agua potable.
1.300 millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar diario, de los
cuales 110 millones habitan en América Latina, 970 millones en Asia y 200
millones en África.
Anualmente, se
gastan 35.000 millones de dólares en recreación las empresas japonesas. 50.000
millones de dólares se gastan en cigarrillos y 105.000 millones en bebidas
alcohólicas los europeos. En el mundo se gastan 400.000 millones de dólares en
drogas estupefacientes y 780.000 millones son los gastos militares en el mundo.
Junto a esto, contrastan las tres cifras siguientes para garantizar el acceso
universal a los servicios básicos en todos los países pobres: Bastarían 6.000
millones de dólares para garantizar la enseñanza básica. 9.000 millones para
dar agua potable y saneamiento. 13.000 millones para ofrecer salud y nutrición
básicas.
Aunque la
parábola que nos cuenta Jesús este domingo está dirigida a los jefes de los
sacerdotes, a los que Jesús quería cuestionar sobre su responsabilidad en el
manejo de la obra de Dios, comparándolos con los labradores de una finca que
les había alquilado un señor, estas cifras nos cuestionan como seres humanos,
en la medida en que también a nosotros nos corresponde administrar
correctamente este mundo, según la voluntad del Padre, que quiere que todos sus
hijos tengan vida, y la tengan en abundancia.
En este contexto
de desigualdad creciente, en el que los pobres han dejado de ser importantes
para los dueños de este mundo, levantar la voz para reclamar justicia y
denunciar el desorden establecido es un verdadero peligro.
Como a los enviados por el dueño de la viña, los profetas de ayer y de hoy han
sido asesinados, como fue asesinado el mismo Hijo de Dios. ¿Cuándo le daremos a
Dios la debida cosecha?
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
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