viernes, 5 de julio de 2013

06 de 31 días con Ignacio

Orar con la Imaginación

Por David L. Fleming, SJ


imagination-rock    Ignacio nunca habría pensado en sí mismo como un intelectual académico. Tenía un grado avanzado de la Universidad de Paris, la mejor universidad de Europa en ese momento. Estaba bien informado de las ideas de los filósofos y de los teólogos. Era un excelente pensador analítico.
    Pero la cualidad mental de pensamiento que condujo su vida espiritual era su extraordinaria imaginación. Su imaginación juega un papel central en su conversión. A través de sus muchos años de dirigir a otros, descubrió la utilidad que la imaginación podría ser para fomentar una relación más profunda con Dios. La oración imaginativa es reconocida como uno de los sellos distintivos de la espiritualidad ignaciana .
     Ignacio primeramente comprendió la importancia de la imaginación durante su larga convalecencia por las heridas de batalla. Su idea clave acerca de Dios vino através de su imaginación. Con las notas que tomó mientras leía acerca de la vida de Cristo, llenó un cuaderno de 300 páginas, que atesoró para el resto de su vida. La vida de los santos le inspiró con pensamientos nobles de lo que podría hacer con su vida. Se dijo: "Santo Domingo hizo esto, por lo tanto, tengo que hacerlo. San Francisco hizo esto, por lo tanto, tengo que hacerlo". Ignacio entonces soñaba con hazañas de valor caballeresco y aventuras románticas. Sus fantasías ociosas alternan entre los dos.
      Pero estos sueños no estaban ociosos en absoluto. Sus sueños románticos le  dejaban inquieto y descontento; sus pensamientos de imitar a los santos le dejaban alegre y satisfecho. Poco a poco comprendió que las fuerzas espirituales están detrás de sus diferentes sentimientos. Él escribió de sí mismo: "Llego a reconocer la diferencia entre los dos espíritus que me mueven, uno del mal espíritu y el otro de Dios" Este avance en la comprensión de la fuente de sus sentimientos es la base del proceso de discernimiento ignaciano . Fue una idea que llegó con su imaginación.
      Él continuó haciendo uso libre de la imaginación e integrandola en la oración imaginativa (contemplativa), con en el enfoque de la vida espiritual que se describe en los Ejercicios Espirituales. En sus manos, la imaginación se convierte en una herramienta para ayudarnos a conocer y amar a Dios.
      Ignacio presenta dos maneras de imaginar en los Ejercicios Espirituales. La primera forma se muestra en la meditación sobre el misterio de la Encarnación, en la segunda semana de los ejercicios.  Él nos pide  "entrar en la visión de Dios." Dios está mirando nuestro mundo turbulento. Nos imaginamos la preocupación de Dios para con el mundo. Vemos a Dios intervenir enviando a Jesús en la vorágine de la vida. Este tipo de imaginación nos ayuda a ver las cosas desde la perspectiva de Dios y tomar en las cualidades de su amor: la compasión y la comprensión.
      El segundo método de imaginar es ponernos totalmente dentro de una historia de los Evangelios. Nos convertimos en contempladores-participantes, para dar rienda suelta a nuestra imaginación. Jesús está hablando a un hombre ciego en la orilla del camino, sentimos el caliente sol del Mediterráneo, olemos el polvo levantado por los transeúntes. Sentimos la ropa que pica, el sudor rodando por nuestra frente, un estruendo de hambre. Vemos la desesperación en el rostro del hombre ciego y escuchamos sus palabras de de esperanza. Tomamos nota de la irritación de los discípulos y sobre todo, vemos a Jesús, su forma de caminar, sus gestos, la mirada, la expresión de su rostro. Lo escuchamos hablar de las palabras que están escritas en el Evangelio. Vamos a imaginar otras palabras y otros hechos que podría haber hecho.
      El ejemplo más conocido de este uso de la imaginación en los Ejercicios Espirituales es la contemplación del nacimiento de Jesús, en la segunda semana. Ignacio sugiere que nos imaginemos "el viaje a Belén, la búsqueda de hospedaje, la pobreza, la sed, el hambre, el frío, los insultos que cumplen con la llegada del Dios-con-nosotros." En el curso de los Ejercicios, Ignacio propone muchas de esas escenas de los Evangelios para la contemplación imaginativa, escoge escenas de Jesús actuando, enseñando o diciendo parábolas. Él quiere que nosotros vemos a Jesús interactuar con los demás, Jesús toma de decisiones, Jesús moviéndose, Jesús predicando. Él no quiere que pensemos acerca de Jesús. Él quiere que lo experimentamos. Él quiere que Jesús llene nuestros sentidos. Él quiere que le conozcamos.
      Seguir a Jesús es el negocio de nuestras vidas. Para seguirle le debemos saber, y llegar a conocerlo a través de nuestra imaginación. La oración contemplativa ignaciana nos enseña cosas acerca de Jesús que no íbamos a aprender a través de estudio de las Escrituras o de la reflexión teológica. Permite a la persona de Cristo penetrar en los lugares que el intelecto no toca. Trae a Jesús en nuestros corazones. Se dedica a nuestros sentimientos. Nos inflama con los ideales de servicio generoso.
      La oración contemplativa ignaciana hace al Jesús de los Evangelios,  nuestro Jesús. Esto nos ayuda a desarrollar una relación única y personal con él. Vemos el rostro de Jesús. Escuchamos la forma en que habla. Nos damos cuenta de cómo la gente le responde. Estos detalles imaginativos nos llevan a conocer a Jesús como algo más que un nombre o una figura histórica en un libro. Él es una persona que vive. Decimos lo que los habitantes del pueblo en el Evangelio de Juan dicen a la mujer samaritana: "Hemos venido a conocerlo por nosotros mismos, y no sólo de su informe."

Extracto de ¿Qué es la espiritualidad ignaciana? por David L. Fleming, SJ. (LoyolaPress)

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