martes, 9 de julio de 2013

09 de 31 días con Ignacio



Orar en lugares extraños
por Michelle Francl-Donnay 

           
    He estado viajando esta semana, comiendo,  durmiendo  orando en lugar es extraños. Pasé los últimos días en una conferencia de ciencia, exuberante y deliciosamente caótica. La gente luchaba para capturar lo que estaba pasando, garabateando notas como locos en computadoras y tabletas, tomando fotos y grabando vídeos. Los hilos de conversaciones se tejían un lado a otro, sin tiempo para ver el patrón emergente.
   En el último día, en un lugar vacío del auditorio, me encontraba deseando sentarme, sacar mis notas, y proyectar en la pantalla gigante los Twitters de las conferencias, para en medio del silencio, para tratar de encontrarle algún sentido a todo.
Esa noche, cuando saqué de la bolsa de viaje mi diario de oración y me acomodé en la quietud de mi estudio  para orar, sentí ese mismo deseo anterior. Es un poco más de una semana desde que me embarqué en esta aventura con Dios. ¿Puedo retroceder en el tiempo y ver dónde he estado y buscar patrones que pudieran surgir que ha pasado?
   Bebí un sorbo de té y hojeé los apuntes que había anotado después de cada momento de oración, pidiendo a Dios mirar por encima de mi hombro, conmigo y me ayude a tirar de los hilos de lo que nos pareció que era importante. Hice algunas notas: una par de palabras que surgió una y otra vez, el punto de reflexión con el que luché con toda la semana.
   Hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo desconcertante que me pareció tanto cambio en torno a que estaba haciendo. Había orado en las salas de espera del aeropuerto (dos veces), a la medianoche en el piso 14 de un hotel, en el centro de un tornado, ventanas de cristal temblando en el viento y en el hogar, inundado de luz solar del atardecer. Quería en estas semanas de oración un ritmo cómodo, una disciplina constante de tiempo y lugar, y sin embargo, yo no era capaz de encontrarlo.
     Dios no estaba consternado, apuntandome con cuidado, como los cambios me estaban haciendo más consciente de lo que El era para mí. Mi roca, mi fortaleza, esa voz que me apresuro a escuchar. No sólo en mi espacio de oración, no sólo a las nueve de la noche, pero, como en el salmo 121 canta con tanta claridad, en cada momento: "El Señor te cuidará en el hogar y en el camino ahora y para siempre."
         Nota: Dios nos dice, "cómo están aprendiendo a echar raíces en la oración sin importar dónde o cuándo usted se encuentra, Él siempre esta presente, siempre".


Traducción por Meche (original de LoyolaPress)

1 comentario:

  1. Gracias por recordarnos que para la oración lo único que se requiere es disponibilidad de nuestra parte.

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