domingo, 27 de diciembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc.2, 41-52


“Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?”

Sagrada Familia – Ciclo C (Lucas 2, 41-52) 27 de diciembre de 2015


Alguna vez leí en El Tiempo un artículo del Hermano Marista, Andrés Hurtado, conocedor, como el que más, de la geografía y de las riquezas ecológicas de Colombia. Se nota que no sólo conoce los ríos más remotos y las cordilleras más apartadas, sino el corazón humano. El título de su escrito es: Cuando sufrir es bueno. Y comienza contando su encuentro con un matrimonio que viene a ponerle quejas de su hijo adolescente:

"No sabemos qué pasa, es de una rebeldía total, parece incluso que nos odiara a nosotros sus padres, que se lo hemos dado todo’. Sin compasión y tratando de no ser nada elegante pero sí muy sincero, les dije: ‘Ese es el problema: que se lo han dado todo. Para empezar, señora –le dije– deje de llamarlo mi niño o mi bebé, que ya tiene 17 años’. Luego supe que sus padres le han satisfecho todo, hasta los más mínimos caprichos. Y pretenden calmar sus rebeldías y ganar su amor dándole cada vez más cosas, incluso ajustándose el cinturón porque mi niño o mi bebécada vez exige cosas de más valor. Esta es la radiografía de muchos padres modernos, que creen amar a sus hijos y educarlos cediendo a todos sus caprichos, colmándolos de regalos y evitándoles el menor sufrimiento” (...).

“La capacidad de sufrimiento de estos muchachos es nula, porque nada los ha contrariado en la vida y todo lo han tenido a pedir de boca y a velocidad de madre torpe y sobreprotectora. Cuando llegan ciertas contrariedades cuya solución no se encuentra en regalos o cosas materiales, la idea del suicidio ronda y en veces se hace efectiva. (...) Por ahí leí que el hombre es un aprendiz y el dolor es su maestro; que el que no ha sufrido nada sabe. Y podríamos componer un refrán que diga: dime cuánto has sufrido y te diré cuánto vales. Ahora que hemos descubierto que los niños y los hijos también tienen derechos humanos (¡admito que quiero ser sarcástico!), debemos respetar el derecho sumo que tienen a ser bien educados y formados. Y hay que prepararlos también para el sufrimiento (que es parte importante de la vida) y para las dificultades (...)”.

“Amar a los hijos a punta de concesiones y consentimientos es hacer de ellos seres débiles y convertirlos en tiranos de los demás y esclavos de sí mismos. (...) Resumiendo: señores y señoras acariciadores, denle gusto en todo, conviértanlo(a) en un ser inútil y él o ella mañana los maldecirá, con casi todo derecho. O bien, sufran por dentro, coman callados, háganse los fuertes y háganlo(a) fuerte y antes de que llegue el día de mañana él o ella se lo agradecerá y ustedes no habrán vivido en vano. Que así sea”.

El Evangelio de hoy me trajo a la memoria este estupendo artículo. La virgen María y San José le reclamaron a Jesús su comportamiento: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?” Evidentemente, ellos no entendieron la respuesta, pero no se quedaron callados ni aplaudieron su proceder. Se trató de un reclamo tranquilo, pero firme y hecho en un clima de diálogo y comprensión. Hoy, cuando celebramos el día de la Sagrada Familia, pidamos para que en nuestras familias exista un verdadero diálogo y se viva el amor que es capaz de enseñar también el valor del sufrimiento y de la frustración, que forma seres humanos capaces de enfrentar con entereza y generosidad, los difíciles caminos de la vida.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 20 de diciembre de 2015

“¡Dichosa tú por haber creído!”

Domingo IV de Adviento – Ciclo C (Lucas 1, 39-45) 20 de diciembre de 2015


No sé si habrá sido cierto o no, pero cuentan que en un vuelo trasatlántico, un venerable sacerdote, que regresaba de una peregrinación a tierra santa, entabló conversación con su vecino de asiento. La charla estuvo muy animada y duró gran parte del viaje. Cuando el viajero desconocido supo que el sacerdote era el cura párroco de una conocida parroquia  en la ciudad donde él iba a estar unos días de trabajo, le ofreció ir el domingo a cantar en la misa mayor. El cura se excusó diciéndole que tenían un coro muy bien organizado y que no veía conveniente desplazarlo de sus funciones precisamente en la eucaristía más concurrida de toda la semana. Agradeció la gentileza del viajero, pero rechazó la oferta.

Al llegar al aeropuerto de su ciudad, después de haber hecho el proceso de migración y de haber recogido las maletas, el sacerdote salió del aeropuerto y vio a su vecino de asiento respondiendo a una multitud de periodistas con cámaras fotográficas y de televisión y toda clase de micrófonos. Picado por la curiosidad sobre la identidad de su compañero de vuelo, se acercó al primer transeúnte que se le cruzó y le preguntó si por casualidad sabía quién era ese señor que estaban entrevistando; “–Claro que se quién es. Se trata de un famoso tenor que viene a la ciudad a ofrecer una serie de conciertos. Se llama Luciano Pavarotti”.

Poco después de que María dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra”, ella salió “de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea” a visitar a su prima Isabel, que estaba esperando a Juan el Bautista. Este encuentro sencillo de amistad, marcado por la acción de Dios en ambas mujeres, refleja la confianza de la Virgen María en la promesa que había recibido de parte de Dios. Ella creyó en la promesa que se le hizo de que sería la Madre del Salvador: “El ángel le dijo: –María no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como a su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin” (Lucas 1, 30-33).

Una promesa como esta no es fácil de creer. Por eso, su prima Isabel le dijo: “–¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!”.

Pidamos para que en este tiempo de Adviento, crezca en nosotros esa esperanza en que las promesas del Señor se cumplirán. Que el Señor no permita que nos contagiemos de la desconfianza que pulula hoy por todas partes. Las promesas que hemos escuchado en este tiempo son incontables. La pregunta es si las hemos escuchado como promesas electoreras que no entusiasman, o como promesas del Señor que siempre cumple su palabra. Porque nos puede pasar lo que le pasó al sacerdote de la historia, que se queda sin escuchar a Pavarotti por no confiar en lo que le ofrecían.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


Para ver el evangelio completo clic aquí: Lc. 1, 39-45

domingo, 13 de diciembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA



CLIC AQUÍ PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO: Lc. 3, 10-18

domingo, 6 de diciembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


                             PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 3, 1-6

sábado, 5 de diciembre de 2015

“Todo el mundo verá la salvación que Dios envía”

Domingo II de Adviento – Ciclo C (Lucas 3, 1-6) 6 de diciembre de 2015

Hace algunos días un amigo me contaba la historia de su abuela que bordaba unos manteles muy hermosos. “Cuando era niño me quedaba junto a ella las tardes enteras charlando mientras sus hábiles manos danzaban en perfecta armonía con los hilos y las telas. Su estado de ánimo variaba dependiendo del día. A veces estaba alegre y conversadora; otras lucía seria y silenciosa. Y de vez en cuando se quejaba más de la cuenta. Sin embargo siempre, sin importar el día, cosía con la misma mística. Frecuentemente la encontraba en su silla, dormitando, con la cabeza inclinada levemente hacia adelante, pero aferrada con firmeza a su tejido. Durante semanas sus bordados me parecían extraños y confusos, puesto que mezclaba hilos de distintos colores y texturas, que se veían en completo desorden. Cuando le preguntaba qué estaba tejiendo o bordando, sonreía y gentilmente me decía: –Ten paciencia, ya lo verás. Al mostrarme la obra terminada, me percataba que donde había habido hilos de colores oscuros y claros, resplandecía bordada una linda flor o un precioso paisaje. Lo que antes parecía desordenado y sin sentido, se entrelazaba creando una hermosa figura. Me sorprendía y le preguntaba: –Abuela, ¿cómo lo haces? ¿Cómo puedes tener tanta paciencia? –Es como la vida –respondía–. Si te fijas en la tela y los hilos en su estado original, se asemejarán a un caos, sin sentido ni relación, pero si recuerdas lo que estás creando, todo tendrá sentido”.

Cuando leo las circunstancias que describe el Evangelio que nos presenta hoy la liturgia, tengo la impresión de ver un tejido, todavía sin forma, como el de la abuela de mi amigo: “Era el año quince del gobierno del emperador Tiberio, y Poncio Pilato era gobernador de Judea. Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo gobernaba en Iturea y Traconítide, y Lisanias gobernaba en Abilene. Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes”. Pero cada uno de estos hilos, con los que Dios iba tejiendo la historia humana, se iba también tejiendo la historia de nuestra salvación.

Dice san Lucas que “por aquel tiempo, Dios habló en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías, y Juan pasó por todos los lugares junto al río Jordán, diciendo a la gente que ellos debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados”. El oficio de Juan el Bautista ha sido siempre reconocido como el anuncio de la llegada del Mesías; Juan fue quien supo señalar, entre la multitud, al Cordero de Dios que venía a quitar el pecado del mundo. Juan le enseñó a la gente a reconocer, entre los hilos y las telas de una historia confusa, la presencia del Emmanuel, es decir, del Dios con nosotros, que se hizo historia y sangre, pueblo y cultura, súplica y grito de protesta, en el vientre de María, la Virgen fecunda, la llena de gracia y simpatía.

Juan viene a dar cumplimiento a la profecía de Isaías que invitaba a levantar la voz en medio del desierto: “Preparen el camino del Señor; ábranle un camino recto. Todo valle será rellenado, todo cerro y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados, y allanados los caminos disparejos. Todo el mundo verá la salvación que Dios envía”. Que en estos días de adviento, podamos preparar nuestras vidas para que seamos capaces de reconocer, como Juan, o como la abuela de mi amigo, los planes de Dios en medio de los hilos caóticos de nuestra historia personal y colectiva.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 29 de noviembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUI: EVANGELIO

sábado, 28 de noviembre de 2015

“(...) Anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”

Domingo I de Adviento – Ciclo C (Lucas 21, 25-28.34-36) 29 de noviembre de 2015


  
Cuentan la historia de un soldado que se acerca a su jefe inmediato y le dice: “–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”. Haciendo caso omiso de la prohibición, el soldado salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le gritó: –¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgando su propia vida?” Y el soldado moribundo respondió: “–¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!". En estos casos es cuando se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. Los verdaderos amigos no calculan costos, ni están midiendo gota a gota su propia entrega. Un verdadero amigo no sabe de ahorros, ni de moderaciones en la generosidad. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 13), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz.

Lo que realmente hace novedosa nuestra fe, con respecto a otras religiones, es que nuestro Dios se encarnó, se hizo hombre, compartió nuestra condición humana, menos en el pecado, asumiendo todas las consecuencias de la encarnación. No nos dejó abandonados al poder de nuestras limitaciones, sino que vino a rescatarnos de nuestras miserias personales y sociales. Esta es la esperanza que nos anima y por la cual tenemos que estar despiertos para saber reconocerla y recibirla el día que se acerque: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre”.

Estas advertencias que nos presenta el evangelio de hoy, pueden ser leídas con temor y temblor, porque anuncian acontecimientos extraordinarios: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Sin embargo, san Lucas está invitando precisamente a lo contrario; no a sentir miedo, sino a llenarse de alegría por lo que va a suceder: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.

Cuando nos sintamos hundidos en medio de las dificultades personales o sociales, y parezca imposible levantar la cabeza por la vergüenza y la desesperación; cuando ya no haya luces que iluminen nuestro camino en medio de la noche cerrada, podemos estar seguros, como el soldado aquel con el que comenzamos, que Dios no nos dejará abandonados en medio del campo de batalla. Podremos decirle a Dios: “¡Estaba seguro que vendrías!”, porque nuestro Dios vendrá, con toda certeza, a nuestro encuentro.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Adviento del Año de la Misericordia: Todo sobre y para el Adviento 2015



 1.- LA SÍNTESIS DEL ADVIENTO EN UN DECÁLOGO
1.- Adviento es una palabra de etimología latina, que significa “venida”.
2.- Adviento es el tiempo litúrgico compuesto por las cuatro semanas que preceden a la Navidad como tiempo para la preparación al Nacimiento del Señor.
3.- El adviento tiene como color litúrgico al morado que significa penitencia y conversión, en este caso, transidas de esperanza ante la inminente venida del Señor.
4.- El adviento es un periodo de tiempo privilegiado para los cristianos ya se nos invita a recordar el pasado, vivir el presente y preparar el futuro.
5.- El adviento es memoria del misterio de gracia del nacimiento de Jesucristo. Es memoria de la encarnación. Es memoria de las maravillas que Dios hace en favor de los hombres. Es memoria de la primera venida del Señor. El adviento es historia viva.
6.- El adviento es llamada vivir el presente de nuestra vida cristiana comprometida y a experimentar y testimoniar la presencia de Jesucristo entre nosotros, con nosotros, por nosotros. El adviento nos interpela a vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor en el justicia y en el amor. El adviento es presencia encarnada del cristiano, que cada vez que hace el bien, reactualiza la encarnación y la natividad de Jesucristo.
7.- El adviento prepara y anticipa el futuro. Es una invitación a preparar la segunda y definitiva venida de Jesucristo, ya en la “majestad de su gloria”. Vendrá como Señor y como Juez. El adviento nos hace proclamar la fe en su venida gloriosa y nos ayuda a prepararnos a ella. El adviento es vida futura, es Reino, es escatología.
8.- El adviento es tiempo para la revisión de la propia vida a la luz de vida de Jesucristo, a la luz de las promesas bíblicas y mesiánicas. El adviento es tiempo para el examen de conciencia continuado, arrepentido y agradecido.
9.- El adviento es proyección de vida nueva, de conversión permanente, del cielo nuevo y de la tierra nueva, que sólo se logran con el esfuerzo nuestro -mío y de cada uno de las personas- de cada día y de cada afán.
10.- El adviento es el tiempo de María de Nazaret que esperó, que confío en la palabra de Dios, que se dejó acampar por El y en quien floreció y alumbró el Salvador de mundo.

2.- NOCIÓN DEL ADVIENTO

“El adviento es un tiempo de preparación para la navidad, donde se recuerda a los hombres la primera venida del Hijo de Dios… Es un tiempo en el que se dirigen las mentes, mediante este recuerdo y esta espera a la segunda venida de Cristo, que tendrá lugar al final de los tiempos” (Misal Romano, Nº 39) ...  continuar leyendo

domingo, 22 de noviembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


                                            Para ver el evangelio completo clic aquí: Jn. 18, 33-37

sábado, 21 de noviembre de 2015

“Mi reino no es de este mundo”

Solemnidad de Cristo Rey – Ciclo B (Juan 18, 33b-37) – 22 de noviembre de 2015



Hace varios años en un pueblo de la Guajira, zona apartada y semidesértica del norte colombiano, un compañero jesuita en formación vivió una situación que todavía me causa escalofrío cuando la recuerdo. Resulta que había varios jesuitas trabajando en la región y en una Semana Santa fuimos a colaborar en varios caseríos y pueblos de una de las parroquias que estaban a cargo de los jesuitas. Cada uno de los estudiantes de filosofía fuimos enviados a sitios distintos. Todos encontramos comunidades más o menos acogedoras y dispuestas a celebrar los días santos con más o menos entusiasmo. Sin embargo, en uno de los pueblos, la apatía se sentía en el ambiente y era fácil predecir que no habría mucha asistencia a las celebraciones, sobre todo porque no iban a contar con sacerdotes sino con seminaristas inexpertos que venían del interior del país.

En medio de este contexto, mi compañero se pasó los primeros días motivando a la población para la participación en las fiestas de la Semana Mayor. Aparentemente iría poca gente, pero él estaba seguro que algunos asistirían. Lo cierto fue que el Viernes santo, a las diez de la mañana, cuando se supone que comenzaba el Via Crucis, no llegó nadie. El día anterior había encargados para cada una de las catorce estaciones y los niños habían prometido que asistirían. Diez y media, y no llegaba nadie. Ni siquiera el sacristán apareció por ninguna parte... Ya desesperado, mi compañero decidió salir él solo, cargando con la cruz que habían preparado para que fuera llevada por grupos de una estación a otra. A las once y media de la mañana, cuando ya estaba saliendo con el alba puesta y la cruz a cuestas, llegó el sacristán completamente borracho, dispuesto a acompañar al padrecito en la procesión por todo el pueblo. En medio de un silencio canicular, como el sol que caía sobre las calles polvorientas de este pueblo perdido de nuestra geografía, mi compañero fue recorriendo todas y cada una de las estaciones del Via Crucis, escoltado por un borracho que apenas se sostenía en su vaivén embriagado...

Cuenta mi compañero que cuando pasaba por el frente de las tiendas o de las casas de familia donde estaban los pobladores esperando que fuera la hora del almuerzo, todos se quedaban mirándolo completamente absortos por el espectáculo tan ridículo que estaban presenciando. Creo que si García Márquez se hubiera enterado de esta historia, hubiera escrito una novela más de su colección de realismo mágico que no es superado sino por la realidad cotidiana de estos queridos pueblos de nuestra querida Colombia.

Imagino a Jesús, fatigado y demacrado, después de una noche de torturas e interrogatorios, delante del Gobernador romano en todo su esplendor, discutiendo si él era el Rey de los judíos y si venía en nombre propio o en nombre de Dios a decir la verdad. Jesús tiene que dejarle claro a Pilato: “– Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Jesús sabe que es rey, pero su reinado consiste en decir la verdad: “Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan”. Al celebrar esta Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos comprometemos con la verdad que él representa, aunque hagamos el ridículo, como mi compañero en aquel pueblo perdido de la Guajira colombiana.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 15 de noviembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 13, 24-32

jueves, 12 de noviembre de 2015

¡Atrévete...!

Les compartimos la Conferencia:

"Atrévete, Propuesta Hereje contra la Violencia en México", por la Dra Sara Sefchovich, 
del 11 de Novoviembre, 




¿Qué te parece? ¿Qué pudieras hacer al respecto? ¿A quién le puedes compartir esto?

domingo, 8 de noviembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA



PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 12,38-44

“(...) ella, en su pobreza ha dado todo lo que tenía para vivir”

Domingo XXXII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 12, 38-44) – 8 de noviembre de 2015


En la revista Vida Nueva – España, se publicó hace algunos años, una historia parecida a la siguiente: Ocurrió en un restaurante de autoservicio de Suiza. Una señora de unos 75 años coge un tazón y le pide al camarero que se lo llene de caldo. A continuación se sienta en una de las mesas del local. Apenas sentada se da cuenta que ha olvidado el pan. Se levanta, se dirige a coger un pan para comerlo con el caldo y vuelve a su sitio. ¡Sorpresa! Delante del tazón de caldo se encuentra, sin inmutarse, un hombre de color. Un negro comiendo tranquilamente.

"¡Esto es el colmo, –  piensa la señora –, pero no me dejaré robar!" Dicho y hecho. Se sienta al lado del negro, parte el pan en pedazos, los mete en el tazón que está delante del negro y coloca la cuchara en el recipiente. El negro, complaciente, sonríe. Toman una cucharada cada uno hasta terminar la sopa, todo ello en silencio. Terminada la sopa, el hombre de color se levanta, se acerca a la barra y vuelve poco después con un abundante plato de espagueti y... dos tenedores. Comen los dos del mismo plato, en silencio, turnándose. Al final se despiden. "¡Hasta la vista!", dice el hombre, reflejando una sonrisa en sus ojos. Parece satisfecho por haber realizado una buena acción. "¡Hasta la vista!", responde la mujer, mientras ve que el hombre se aleja.

La mujer le sigue con una mirada reflexiva. "¡Qué situación más rara! El hombre no se inmutó". Una vez vencido su estupor, busca con su mano el bolso que había colgado en el respaldo de la silla. Pero, ¡sorpresa!, el bolso ha desaparecido. Entonces... aquel negro... Iba a gritar "¡Al ladrón!" cuando, al mirar hacia atrás, para pedir ayuda, ve su bolso colgado de una silla, dos mesas más allá de donde estaba ella. Y, sobre la mesa, una bandeja con un tazón de caldo ya frío...

Cuántas veces hemos juzgado mal a personas que consideramos peligrosas. Este hombre no tuvo ningún reparo en compartir su alimento con una señora mayor que se empeñó en que ese era su tazón de caldo. Y no sólo compartió con ella el caldo, sino también el plato de espagueti. A lo mejor era ‘todo lo que tenía para vivir’ y sin embargo, lo comparte con toda naturalidad, convencido de que la señora está pasando un mal momento y no tiene nada para comer.

Llama la atención en este texto del evangelio de san Marcos, que Jesús tiene una mirada contemplativa sobre la realidad, y de la entraña de esta misma realidad, va extrayendo su sabiduría. No está en otra parte el saber de Dios. “Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos”. San Marcos no dice que Jesús pasaba por allí o que estaba orando y vio esta escena... Dice explícitamente que Jesús estaba allí mirando cómo la gente echaba dinero en los cofres de las ofrendas. Seguramente ninguno de nosotros ha hecho esto nunca. Y buena falta que nos haría. Mirar la vida, mirar lo que pasa a nuestro alrededor, sería la mejor manera de aprender sobre los secretos del reino que están ocultos para los sabios y entendidos, pero se revelan, de una manera sorprendente, a los de corazón sencillo.

Por eso el Señor advertía contra las enseñanzas de los sabios de su tiempo: “Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; y despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Ellos recibirán mayor castigo”. La sabiduría del Señor era completamente distinta. No para recibir honores y alabanzas de la gente, sino para desentrañar los secretos del reino que están escondidos entre la vida de la gente sencilla. Pidamos al Señor que sepamos descubrir sus secretos en medio de la vida de los pobres que son capaces de compartir aún lo poco que tienen para vivir.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 1 de noviembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


 PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUI: Mt. 5,1-12

“Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo”

Domingo XXXI del tiempo ordinario – Ciclo B (Mateo 5, 1-12ª) – 1 de diciembre de 2015

Para celebrar la fiesta de todos los santos, la Iglesia nos propone la meditación de las Bienaventuranzas que nos ofrece el Señor a través del evangelio de san Mateo. Todo un programa de santidad que nos desborda, pero nos mantiene en movimiento hacia Dios. En un documento del Papa Juan Pablo II sobre la Iglesia en América, encontramos una definición de la santidad que me parece que nos puede iluminar hoy:

“En el camino de la santidad, Jesucristo es el punto de referencia y el modelo a imitar: Él es «el Santo de Dios y fue reconocido como tal (cf. Mc 2, 24). El mismo nos enseña que el corazón de la santidad es el amor, que conduce incluso a dar la vida por los otros (cf. Jn 15, 13). Por ello, imitar la santidad de Dios, tal y como se ha manifestado en Jesucristo, su Hijo, no es otra cosa que prolongar su amor en la historia, especialmente con respecto a los pobres, enfermos e indigentes (cf. Lc 10, 25ss)» (Ecclesia in America, No. 30)

El corazón de la santidad es el amor, que conduce a dar la vida por los demás, como el mismo Cristo dio su vida por nosotros. Esto significa, prolongar su amor en la historia, especialmente hacia los más desfavorecidos de nuestra sociedad. Esta es la santidad a la que nos llama hoy la Iglesia. No una santidad de encierro ni de un sacrificio estéril, sino capaz de engendrar vida a su alrededor. Los santos que reconocemos hoy están atravesados de heridas, pero no por el resultado de la autoflagelación, sino porque en el dinamismo que los lleva a salir de sí mismos, se van haciendo flecos por amor.

En este sentido, la frase del evangelio que encabeza esta reflexión, no es una excusa barata para resignarnos a los padecimientos de esta vida, con la esperanza de alcanzar un premio en la otra, como muchas veces se ha utilizado de una forma alienante. El gran premio del cielo comienza aquí en esta tierra. Tiene que comenzar, porque el reino les pertenece, porque recibirán consuelo, porque recibirán la tierra que Dios les ha prometido, porque quedarán saciados, porque alcanzarán misericordia, porque verán a Dios, porque serán llamados hijos de Dios... En una palabra, porque serán santos, como Dios mismo es santo.

La pregunta que nos debería asaltar en esta festividad, es si ya estamos comenzando a participar de esta experiencia de despojo y, por tanto, de santidad, con la que Dios quiere bautizar a todos sus hijos e hijas. Preguntarnos si estamos convencidos de lo que repetimos en la primera plegaria eucarística sobre la reconciliación: “Oh Dios que desde el principio del mundo haces cuanto nos conviene para que seamos santos como tu mismo eres santo...”. Dios está haciéndonos santos cada día y a cada instante. Por eso, terminamos pidiendo, con la plegaria citada: “Ayúdanos a preparar la venida de tu reino, hasta la hora en que nos presentemos ante ti, santos entre los santos del cielo...”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

sábado, 31 de octubre de 2015

Jesuitas por la PAZ

Como parte de la preparación a la próxima L Asamblea, cuyo tema es sobre la Frontera de la Familia, compartimos con ustedes la plática ofrecida por Jorge Atilano González, sj. sobre el proyecto de la Provincia Mexicana de la Compañía acerca de como están trabajando sobre el tema de la reconstrucción del tejido social, para lograr la PAZ en el país.

Parte 01 (32')


Parte 02 (11´)

Parte 03 (55')


¿Te interesa la metodología presentada? ¿Quisieras colaborar en el proyecto? ¿Qué pudieras hacer al respecto? ... Te invitamos a dejar tus comentarios y propuestas.

domingo, 25 de octubre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 10, 46-52

sábado, 24 de octubre de 2015

“Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más (...)”

Domingo XXX del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 46-52) – 25 de octubre de 2015

 

Un buen amigo me envío hace unos días esta historia: Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente, un derrumbe los dejó aislados, sellando la salida. En silencio, cada uno miró a los demás en medio de la penumbra pobremente iluminada por sus lámparas de gas. De un vistazo calcularon su situación. Con su experiencia, se dieron cuenta de que el gran problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien, les quedaban unas tres horas de aire. ¿Podrían encontrarlos antes de que fuera tarde? Decidieron ahorrar todo el oxígeno posible. Apagaron las lámparas y se tendieron en silencio en el suelo. Enmudecidos por la situación e inmóviles en la oscuridad, era difícil calcular el paso del tiempo. Sólo uno de ellos llevaba un reloj que podía iluminarse para ver la hora. Hacia él iban todas las preguntas. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? La desesperación ante cada respuesta, agravaba la tensión. El capataz se dio cuenta de que la ansiedad, los haría respirar más rápidamente y esto los podría matar. Entonces ordenó al que tenía el reloj, que solamente él controlara el paso del tiempo. Él avisaría a todos cada media hora.

Ante el aviso: “Ha pasado media hora", hubo un murmullo y una angustia que se palpaba en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que cada vez iba a ser más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morirse sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora, en realidad habían pasado 45 minutos... Nadie desconfió. Apoyado en el éxito del engaño, la tercera información, la dio una hora después... Todos pensaron en lo largo que se hacía el tiempo en esa situación. La cuadrilla apuraba la tarea de rescate. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos. Encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente uno había muerto de asfixia... El que tenía el reloj.

Cuando creemos y confiamos en que se puede seguir adelante, nuestras posibilidades de avanzar se multiplican. No es que la actitud positiva por sí misma sea capaz de conjurar la fatalidad o de evitar las tragedias pero, ciertamente, las posibilidades de encontrar una salida dentro de lo humanamente posible crece considerablemente. El deseo de vivir de este grupo de mineros, acompañado por la confianza en el oxígeno que les daba el tiempo dilatado por el ingenio de un compañero, hizo posible lo que parecía improbable.

Cuando Jesús salía de Jericó, “seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: –¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía: – ¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y lo mandó llamar. “El ciego arrojó su capa y de un salto se acercó a Jesús, que le preguntó: – ¿Qué quieres que haga por ti?” Bartimeo, efectivamente, estaba lleno de deseos de ser curado por el profeta de Galilea; y estos deseos lo llevaron a perseverar en sus gritos y a responder con prontitud a la invitación de Jesús. Por eso, mereció escuchar esas bellas palabras que Jesús solía decir a la gente herida que encontraba a su paso: “Puedes irte; por tu fe has sido sanado”. De estar ciego y sentado “junto al camino”, pasó a recobrar la vista y a seguir “a Jesús por el camino”. Que nuestra fe sea como la de Bartimeo, o como el minero ingenioso del reloj.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 18 de octubre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA

                                                                                   
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sábado, 17 de octubre de 2015

“¿Qué quieren que haga por ustedes?”

Domingo XXIX del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 35-45) – 18 de octubre de 2015


Quién no ha recomendado alguna vez a alguien para obtener un trabajo, para conseguir un cupo en un colegio o para ganarse una beca en una universidad. Quién no ha buscado algún apoyo en personas que tienen cierto influjo social o económico, para alcanzar una determinada meta en su camino. Quién no ha aceptado una sugerencia de alguien que intercede por un ser querido o una persona conocida en un determinado proceso de selección. En el lenguaje cotidiano llamamospalanca a las ayudas que, más o menos legítimamente, se pueden buscar en determinadas situaciones humanas. Normalmente son aceptadas estas prácticas, con la condición de que no busquen, directa o indirectamente, el beneficio de los patrocinadores. Creo que es condenable, incluso penalmente, cuando se exigen contraprestaciones para los padrinos de una determinada persona, sean éstos políticos o personas que ejercen algún tipo de poder.

Es menos común la práctica de autorecomendarse para determinados cargos políticos, militares o eclesiásticos. Tal vez en los casos de elección popular, cuando los candidatos a un determinado cargo no escatiman esfuerzos por convencer a los electores de su idoneidad para desempeñar ciertas responsabilidades, esta proclamación de las propias virtudes, es legítima y permitida. Pero en otros ámbitos sociales esta forma de proceder, no sólo sería criticable, sino que generaría una reacción contraria. Pensemos en un empleado medio de una gran empresa que se acerca al Presidente de la Compañía para ofrecerse como Gerente General de una sucursal en una ciudad importante... Lo más seguro es que, en lugar de conseguir el ascenso, termine liquidado antes de lo previsto.

En general, no son bien vistas las prácticas de autopromoción para alcanzar cargos de poder o de influjo. No se imagina uno a un párroco haciendo lobby para conseguir una mitra, o a un obispo buscando, a través de palancas y recomendaciones, un capelo cardenalicio. No parece común que un Coronel esté intrigando para conseguir un ascenso a General, o que un Comandante de Brigada esté maquinando para que lo trasladen a una ciudad más importante. Claro que, como solemos decir a propósito de las brujas, estas formas de proceder no deberían darse, pero que las hay, las hay...

“Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: (...) –Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Desde luego, esta petición produjo malestar entre los demás discípulos; por eso, Jesús les recordó: “–Como ustedes saben, entre los paganos hay jefes que se creen con derecho a gobernar con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así”. Alguien, con mucha ironía, afirmaba que este texto explicaba la razón por la que Santiago es el patrono de España... Entre las muchas cosas que heredamos de la Madre Patria, también está esta forma de proceder tan característica, aunque no exclusiva, de nuestra sangre hispana. Dios, con nuestra ayuda, no permita que nuestra Iglesia, nuestras comunidades, nuestras empresas y nuestras sociedades se dejen invadir por esta plaga que busca el poder para oprimir y no para servir, como lo pretendía el Señor entre sus discípulos más cercanos.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 11 de octubre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


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sábado, 10 de octubre de 2015

“¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”

Domingo XXVIII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 17-30) – 11 de octubre de 2015

 

San Antonio Abad nació en Egipto en el año 251, y murió el 17 de enero del año 356, día en que celebramos su memoria litúrgica actualmente. Fue el iniciador de un amplio movimiento espiritual. Se le consideró el Abad, es decir, el padre de los ermitaños, que a partir de mediados del siglo III abandonan las ciudades, en número cada vez mayor, para retirarse al desierto, en Egipto o en cualquier otro lugar, buscando un estilo de vida que les permitiera vivir más radicalmente las exigencias del Evangelio.

Su primera biografía fue escrita por el obispo San Atanasio. En ella, nos cuenta que San Antonio quedó huérfano de padre y madre a los veinte años, heredando una gran fortuna. Poco después, al entrar a una iglesia, oyó leer aquellas palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme". Salió de allí y vendió las 300 fanegadas de buenas tierras que sus padres le habían dejado en herencia, y repartió el dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con sus casas y mobiliarios. Sólo dejó una pequeña cantidad para vivir él y su hermana.

Pero luego oyó leer en un templo aquella frase del Señor: "No se preocupen por el día de mañana", y vendió el resto de los bienes que le quedaban. Aseguró en un convento de monjas la educación y el futuro de su hermana y repartió todo lo demás entre la gente más pobre, quedando en la más absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se fue al desierto, donde vivía de su propio trabajo en completa soledad. Pero su fama de santidad fue creciendo y atrajo a muchos jóvenes a quienes orientó en este estilo de vida que se constituyó en una especie de protesta contra una sociedad opulenta que iba perdiendo los valores del Evangelio en medio de una cultura de la abundancia.

Así como San Antonio, muchos cristianos y cristianas a lo largo de la historia han respondido con mucha generosidad a las palabras que Jesús le dirigió a este hombre que nos presenta hoy el evangelio. Tal vez esta es una de las páginas más radicales de la Escritura. Las frases que Jesús dirige a sus discípulos después de que este hombre “se fue triste, porque era muy rico”, son de una contundencia implacable: “¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino de Dios! (...) Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios”. Frases tan exigentes hicieron que los discípulos, asombrados se preguntaran: “¿Y quién podrá salvarse?” A lo que Jesús respondió “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible”.

Este Encuentro con la Palabra nos pude dejar una sensación de frustración. No sé cuántos, al oír el domingo estas palabras de Jesús, salgan de la Iglesia y vayan a vender todo lo que tienen para dárselo a los pobres. Supongo que no muchos. Pero no podemos perder de vista que para Dios no hay nada imposible. Así como San Antonio recibió la fuerza de Dios para dar este salto que cambió la historia del mundo antiguo, Dios puede mover nuestros corazones para descubrir la respuesta que podemos darle al Señor en una sociedad como la nuestra. Dejemos que él tome la iniciativa.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 4 de octubre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 10, 2-16

Sínodo Extraordinario sobre la Familia 2015

XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos 

[4-25 de octubre de 2015]




Para estar informados y dar seguimiento al Sínodo:

sábado, 3 de octubre de 2015

“Los dos serán como una sola persona”

Domingo XXVII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 2-16) – 4 de octubre de 2015

El P. Javier Gafo, S.J., gran bioeticista español muy conocido, fallecido hace algunos años, cita en uno de sus libros una bella historia india. Un matrimonio muy pobre iba a celebrar el aniversario de su matrimonio. Él daba vueltas y más vueltas a su cabeza, sin éxito, pensando cómo conseguir unas pocas rupias para hacer un regalo a la mujer que tanto amaba y que lo había acompañado durante casi toda su vida. Hasta que le vino una idea que le produjo escalofrío: podría vender la pipa, con la que todas las tardes se sentaba a fumar a la puerta de su casa. Con el dinero, podría regalar a su mujer un peine para que pudiese peinar su bello y largo cabello, que cuidaba con mucho esmero. Finalmente, con el corazón dolorido y alegre al mismo tiempo, aquel hombre vendió su pipa y se acercó a su casa, llevando envuelto en un pobre papel el peine que había comprado. Allí le esperaba su mujer..., que había vendido su hermoso cabello negro para regalar a su marido el mejor tabaco para su pipa.

El amor cristiano se caracteriza porque supone entrega, don de sí, desprendimiento y aún sacrificio del uno por el otro. Cuando Ignacio de Loyola habla del amor, al final de sus famososEjercicios Espirituales, dice que hay que advertir en dos cosas: “La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” (EE 230); la segunda es que “el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro” (EE 231). ‘Obras son amores y no buenas razones’, dice la sabiduría popular. Y, por otra parte, la comunicación entre las partes, que dan y se dan lo que son y tienen para hacer crecer y enriquecer a la otra parte. No se puede amar sin entregar lo mejor de nosotros en la relación.

La Carta a los Efesios se refiere a la relación matrimonial comparándola con la relación que existe entre Cristo y a la Iglesia. Cuando he presenciado matrimonios y hemos hecho esta lectura, se nota una satisfacción en el rostro de los novios cuando se lee la primera parte del texto: “Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor” (Efesios 5, 22). Pero cuando se explica la segunda parte, las novias son las que parecen más satisfechas: “Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y dio su vida por ella” (Efesios 5, 25), porque de lo que se trata es sencillamente de un amor que está dispuesto a la entrega hasta la muerte, y muerte en cruz...

Este amor oblativo, sólo será posible si marido y mujer se hacen una sola persona, que es lo que Jesús propone para la relación matrimonial: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido”. Conviene, pues, alimentar constantemente esta decisión de amor mutuo que, combinando el dolor y la alegría, se hace capaz de una entrega generosa en el día a día de la relación. Amor que se traduce en obras y amor que está dispuesto a dar y recibir en una permanente comunicación. Amor que está dispuesto a vender su pipa o su hermoso cabello para encontrarse con el otro, desde lo mejor de sí mismo.

*
Un saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 27 de septiembre de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 9, 38-48

sábado, 26 de septiembre de 2015

“El que no está contra nosotros, está a nuestro favor”

Domingo XXVI del tiempo ordinario – Ciclo B (Mc. 9, 38-43.45.47-48) – 27 de septiembre de 2015



Alguna vez le oí a Monseñor Oscar Urbina, actual Arzobispo de Villavicencio, hablando de los grupos evangélicos que van invadiendo nuestros barrios, la siguiente afirmación tomada de la Escritura: “(...) si este asunto es cosa de los hombres, pasará; pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes vencerlos. Tengan cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios” (Hechos de los Apóstoles 5, 38-39).

Los discípulos eran perseguidos por anunciar la resurrección del Señor y las autoridades judías les habían prohibido terminantemente que enseñaran nada sobre Jesús. Cuando les reclaman no haber hecho caso a las órdenes emanadas de la Sinagoga, “Pedro y los demás apóstoles contestaron: –Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien ustedes mataron colgándolo de la cruz. Dios lo ha levantado y lo ha puesto a su derecha y lo ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel vuelva a Dios y reciba el perdón de sus pecados. De esto somos testigos nosotros y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen” (Hechos 5, 29-32).

La respuesta de los discípulos hizo que las autoridades judías reaccionaran con fuerza: “Cuando oyeron esto, se enfurecieron y quisieron matarlos. Pero entre aquellas autoridades había un fariseo llamado Gamalilel, que era un maestro de la ley muy respetado por el pueblo. Este se puso de pie y mandó que por un momento sacaran de allí a los apóstoles. Luego dijo a las demás autoridades: –Israelitas, tengan cuidado con lo que va a ha hacer con estos hombres. Recuerden que hace algún tiempo se levantó Teudas, alegando ser un hombre importante, y unos cuatrocientos hombres lo siguieron. Pero a este lo mataron, y sus seguidores se dispersaron, y allí se acabó todo. Más tarde, en los días del censo, se levantó Judas, el de Galilea, y logró que algunos lo siguieran; pero también lo mataron, y todos sus seguidores se dispersaron. En este caso, yo les aconsejo que dejen a estos hombres y que no se metan con ellos. Porque si este asunto es cosa de los hombres, pasará; pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes vencerlos. Tengan cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios” (Hechos 5, 33-39).

Cuando Juan le dice a Jesús que han visto a uno que expulsaba demonios en su nombre y se lo habían tratado de impedir “porque no es de los nuestros”, Jesús le contestó: “–No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a nuestro favor. Cualquiera que les dé a ustedes un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio”. Esta afirmación de Jesús, recogida en el evangelio según san Marcos, el más antiguo y el más breve, que hemos venido leyendo este año, parece ir en contravía con aquella otra, citada por Mateo y Lucas en sus evangelios, que dice: “El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12, 30 y Lucas 11, 23). Esta frase aparece en el contexto de las acusaciones que le hacen los fariseos a Jesús de hacer milagros con el poder de Belcebú, el jefe de los demonios.

La frase de Marcos que nos presenta el evangelio de hoy pone el énfasis en los que no están contra nosotros, que están a nuestro favor... Mateo y Lucas insisten más en los que no están a nuestro favor, que están en contra nuestra... Parece un trabalenguas, pero no lo es. Todo el que hace el bien, aunque no lo haga en nombre nuestro, no está contra nosotros, está a nuestro favor. Y los que están en contra nuestra, son los que no obran el bien y, por tanto, no están a nuestro favor. Monseñor Urbina, siguiendo a Gamaliel y, sobre todo, al buen Jesús, nos da una auténtica lección de tolerancia, tan necesaria en estos días, cuando disentir y opinar distinto se pueden convertir en algo peligroso.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.