Como saber que una elección es correcta
por William A. Barry, SJ
Había una regla implícita de discernimiento en la
Iglesia antes de Vaticano II, donde la más desagradable de dos opciones era por
la que había que inclinarse, ya que era la más probable acorde con la voluntad
de Dios. La idea de esperar sentir felicidad en esta
vida parece exagerada, ¿no?
Y sin embargo, en las reglas de discernimiento de
espíritus propuesta por Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales,
podemos leer que para aquellos "que van intensamente limpiando sus almas
del pecado y de bien en mejor subiendo en el servicio de Dios"
"es propio del buen espíritu dar
ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y paz, facilitando y
quitando todos los impedimentos, para que siga adelante en el bien obrar"
(EE.EE. 315).
Ignacio espera que aquellos que conocen lo que agrada
a Dios y actúan en consecuencia serán bendecidos. E Ignacio está hablando por experiencia—la
propia y la de otros— no por teoría.
Según él, si estamos tratando de vivir una vida según
la voluntad de Dios, el mejor criterio para decidir si una experiencia o una
opción o una forma de actuar es de Dios o no, es preguntar si nos encontramos
"bendecidos", en el sentido de tener "ánimo y fuerzas, consolaciones,
lágrimas, inspiraciones y paz".
Esta regla hace eco de las palabras de Pablo a los Gálatas, basada en sus propias experiencias: "los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, generosidad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo" (5:22–23). De hecho, en la misma regla Ignacio señala que "es propio del mal espíritu morder (con escrúpulos), entristecer y poner obstáculos, inquietando con falsas razones que perturban el alma".
Esta regla hace eco de las palabras de Pablo a los Gálatas, basada en sus propias experiencias: "los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, generosidad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo" (5:22–23). De hecho, en la misma regla Ignacio señala que "es propio del mal espíritu morder (con escrúpulos), entristecer y poner obstáculos, inquietando con falsas razones que perturban el alma".
Traducción por Chártur ( artículo original de LoyolaPress)
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