“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y
al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando
a cabo la obra que me encomendaste realizar.” Juan 17,3-4
INICIO
Me coloco en mi espacio sagrado, ese donde sé
que me encuentro en paz con lo más profundo, conmigo, con Dios. Hago 5 respiraciones profundas, lentas, con
los ojos cerrados y en concentración. Consciente de que con cada inhalación
estoy adentrándome más en mí y disponiéndome a orar en completo silencio
externo e interno. Después de la respiración me pongo en manos de Dios:
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Señor aquí estoy para hacer tu
voluntad. Con el corazón, la mente y mis
manos abiertas me dispongo a conectarme contigo y escuchar lo que quieres de mí
y me invitas a vivir. Descubrirme en
tí, me lleva a descubrir para lo que fui creado. Mi base, mi plataforma para despegar y actuar.
Ayúdame a orar y vivir este día en tu presencia.”
MEDITACIÓN
Darnos cuenta de Dios, nos hace vivir
eternamente, llena nuestros corazones de alegría y nos impulsa a querer salir a
gritarle al mundo cómo es él y replicar su amor.
Ignacio nos comparte lo que descubrió es el
fin del hombre:
“El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y
servir a Dios nuestro Señor”. [23]
REFLEXIÓN
Medita un poco: ¿De cuántas maneras podemos replicar su
amor?, ¿de qué forma sirvo yo a Dios? ¿Has
descubierto la grandeza de Dios?, ¿cuándo?, ¿cómo fue esa experiencia?, ¿qué te
hizo sentir?... ¿Has sentido esa llama
ardiente en el corazón de querer alabarlo y compartirlo con todos?...
COLOQUIO
Señor, ayúdame a mantener siempre presente mi
principio y fundamento, este fin para el que existo. Ayúdame a seguir
descubriendo y llevando a la acción esas formas cómo yo te sirvo mejor. Y auxíliame a hacerme indiferente de todo lo demás y
utilizarlo tanto cuánto me ayude a alabarte y servirte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario