Domingo XVII del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas
11, 1-13) –24 de julio de 2016
El Señor nos ha
dicho que no debemos insistir en nuestras peticiones porque el Padre sabe lo
necesitamos antes de pedírselo (Cfr. Mateo 6,8). Sin embargo, no deja de
insistir que debemos pedir, como puede comprobarse en el texto que nos presenta
hoy la liturgia de la Palabra. Lo más típico de la
oración de Jesús, por lo que registran los evangelistas, parece ser la oración
de petición. Jesús no sólo pide en su oración, sino que nos enseña a pedir. Lo
que hemos llamado la Oración del Señor o elPadrenuestro,
es una cadena de siete peticiones que se van desprendiendo del 'Padre
nuestro'. La petición nos hace tomar conciencia de nuestra
radical dependencia de Dios; nos recuerda nuestro límite y la generosa
misericordia de Dios que se nos revela en Jesús. Esto aparece aún más claro
cuando la petición más repetida de Jesús en los textos evangélicos es "que
no se haga mi voluntad sino la tuya", o el "hágase tu voluntad
así en la tierra como en el cielo".
Por eso, la
pregunta que tendríamos que hacernos no es si pedimos, sino qué pedimos en
nuestra oración, porque por allí suele estar el problema. Muchas veces no
pedimos que se haga su voluntad, o que nos conceda lo que más nos conviene en
una situación determinada, sino que pedimos lo que nosotros creemos que más
necesitamos. Cuando el Señor dice que pidamos con insistencia, nos recuerda que
lo que tendríamos que pedir sería el Espíritu Santo: “¿Acaso alguno de ustedes,
que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide
pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes que son
malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará
el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”
Entonces,
recordemos siempre lo que nos dice el Señor: “Pidan, y Dios les dará; busquen,
y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe;
y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre”. La oración
de petición nos pondrá en contacto con nuestros límites y hará que nos
relacionemos con el Señor desde nuestra pequeñez. No dejemos de pedir, ni
pensemos que la oración de petición es de inferior calidad a otras formas de encuentro
con Dios. Pero no olvidemos pedir el Espíritu Santo, para que nos ayude a
entender los planes de Dios y a ponerlos en práctica.
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
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