Tema:
El amor en el matrimonio
Frase:
“El Amor puede ir más allá de la
justicia y desbordarse gratis, “sin esperar nada a cambio” a, hasta llegar al amor más grande, que
es “dar la vida por los demás” b.”[1]
Contexto:
La relación de pareja entre hombre y
mujer y el matrimonio que en ella se funda están atravesando un periodo de
transformación e, inevitablemente de crisis. Y las heridas y los sufrimientos
que produce esta crisis no son pocos ni pequeños. La sabiduría que la experiencia cristiana
obtiene de la Escritura y de su historia bi-milenaria puede y debe ser puesta a
disposición de quienes no se resignan a sufrir pasivamente. Pero no bajo la
forma de un moralismo gruñón y amenazador, sino compartiendo un don de
sabiduría que justamente puede hacer que se eviten sufrimientos inútiles y
puede abrir las puertas a alegrías más profundas y sólidas. [2]
La relación de pareja suscita dos
interrogantes molestos. El primero se refiere a la persona, y el segundo al
proyecto. Tanto en el hombre como la mujer existe el miedo de que la relación
de pareja la cambie o la limite, pareciera que se deberían sacrificar en alguno
de sus compromisos individuales o en alguna de sus potencialidades originales
para convivir con la otra persona. Se tiene la impresión de que los dos
sujetos, al casarse, tienen que limitarse para que la pareja pueda vivir. La
libertad parece comprometida por la relación conyugal. En relación con el
proyecto de vida se hacen éstas preguntas: ¿Puede una persona casarse y seguir
pensando en su proyecto de vida? ¿No tendrá que redimensionarlo en contacto con
el proyecto del otro? O, mejor aún, ¿no
tendrán que ceder dos proyectos individuales para que nazca un proyecto de
pareja? [3]
Experiencia:
La pareja se compromete y llega al
matrimonio “idealizando” al otro, al
paso del tiempo cuando afloran las primeras diferencias y se dan cuenta que ese
“ideal” no es tal, surgen las
dificultades. Se exige de la pareja lo que se esperaba de ella y no se acepta
como es en realidad, con sus defectos y limitaciones. Hay reproches, críticas y
con ello un alejamiento cada vez mayor. La falta de un diálogo fecundo en el que pudiera haber acuerdos para
ayudarse a crecer y en el que se “reconozcan y admiren” como son en realidad, va
haciendo que cada vez haya una distancia mayor entre ellos hasta que se convierten
en unos completos “desconocidos”, que
no se dieron cuenta cuando su proyecto de “amarse y respetarse hasta que la muerte los separe”,
se terminó.
Reflexión:
El amor y el matrimonio son una gran
realidad humana y cristiana. En Cristo, la pareja humana establece una relación
fundamental con el Padre.
La vida conyugal es un gran quehacer: “construir
el amor”. Dios en ello toma parte pero no hace nada sin el
consentimiento de los esposos y su esfuerzo continuado.
El amor se realiza en la vida de los esposos
en la misma medida en que cada uno renuncia a su egoísmo y se entrega al amor
del otro. Por eso amar es conocer, preferir al otro, tomarlo a su cargo y darle
cuanto cada uno tiene.
Sin embargo, el esfuerzo por captar la
presencia del otro debe durar toda la vida. Si un hombre cree haber comprendido
del todo a su mujer (o viceversa) está equivocado. Nunca terminará de descubrir
cuanta riqueza ha puesto Dios en el otro ni lo que va haciendo en él día a día.
La costumbre de vivir juntos, la
monotonía de los días y sobre todo el egoísmo, que hace que uno se repliegue
sobre sí mismo y no se abra, impiden descubrir los valores y las riquezas del
otro. [2]
La ayuda mutua no es solamente un
servicio aislado que de vez en cuando se hace, es sobre todo la disponibilidad
puesta al servicio del otro. El amor es oblativo. El que ama está siempre al
servicio del ser amado. “Jesús estaba con los apóstoles como El que sirve”.
Disponibilidad para escuchar al otro
cuando necesite expresarse, disponibilidad para agradar al otro, disponibilidad
para tener en consideración los deseo y gustos del otro en toda la vida del
hogar. Jesús dijo “existe más alegría en
dar que en recibir”.
En el andar del matrimonio, aunque cada uno esté muy atento a descubrir
las virtudes del otro, también va descubriendo inevitablemente sus defectos y
limitaciones. Ha llegado entonces el momento en que cada uno siente la
necesidad de ser aceptado y querido tal como es.
Esto representa una prueba y a la vez
también es una de las etapas más interesantes a superar en lo que llamamos la
creación constante del amor, que nunca está definitivamente concluido. Se trata
de aceptar al otro tal como es, así, sin engaños; y de ser amado tal como es
uno es en la realidad, sin intentar
ocultarlo. Esto es amarse de verdad, ya que el amor auténtico siempre es
esencialmente gratuito.
La delicadeza es necesaria a la hora
de aceptar al otro tal como es, de ser paciente y de perdonarle. Existen
aceptaciones que rozan el desprecio, paciencias que resultan paternalistas y
perdones condescendientes. La delicadeza lo arregla todo y gracias a ella se
puede uno realizar en la alegría de amar y de ser amado. [4]
Acción:
Saber que los miembros de la pareja
son personas diferentes pero que los
“une un querer lo mismo”, saber
aceptarse en la diferencia, admirarse y ayudarse a crecer. Dialogar con respeto
e inteligencia en la presencia de Dios, no olvidar que Él es el socio principal
en ésta “empresa/institución
matrimonio”.
Evaluación:
Lo expresado por el Papa Francisco, en
la Exhortación Amoris Laetitia, invita a vivir el matrimonio con el mismo amor,
compromiso y entrega que Jesús tiene por su Iglesia. El amor, disculpa todo, cree todo, espera
todo, soporta todo. Ver el rostro de Jesús en la pareja, hace que se pueda
encontrar siempre bondad en el otro. Ese amor que se tiene que reflejar es
justamente el Amor que Cristo nos ha enseñado y regalado, es la misión de: “Ser uno, como tu Padre en mí y yo en ti
somos uno”.
Bibliografía,
referencias/ fuentes:
[1] Amoris a (Lc 6,35) b (Jn 15,13)
[2] Battista Borsato. El Amor
inteligente en la vida de pareja. Sal Terrae. 2001
[3 y 1] Documentos de los Equipos de
Nuestra Señora, Amarse en el Matrimonio y Ayuda Mutua.
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