Punto:
LOS PRIMEROS AÑOS DE
LA VIDA MATRIMONIAL
Frase:
“Cada matrimonio es una «historia de salvación», y esto
supone que se parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una
respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez más sólida
y preciosa “
Contexto:
El matrimonio es una cuestión de amor, en la
que la decisión debe ser libre y con conocimiento, pensada y valorada. Es una
experiencia enfocada en el amor y el servicio entre dos personas que se aman y
que quieren construir juntos una vida. Al unirse, los esposos se convierten en
protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que
llevar adelante. Por eso es muy importante que los primeros años de vida
matrimonial los esposos consoliden la relación que han iniciado en el noviazgo
y pongan los elementos adecuados para que el matrimonio perdure, a pesar de que
no todo sea miel sobre hojuelas.
La Encuesta Nacional de la Dinámica
Demográfica (ENADID) 2014 indica que en el país, 42.3% de la población de 15
años y más está casada. Para el año 2014 se registraron en México 577 mil 713
matrimonios, sin embargo hay una tendencia a la baja para este indicador. Por
otro lado, según el INEGI, en México ha ido en aumento el número de divorcios
por cada 100 matrimonios. En 1980 por cada 100 matrimonios había 4 divorcios;
en 1990 y 2000 esta cifra se elevó a poco más de 7 divorcios, para 2010 el
número de divorcios por cada 100 matrimonios fue de 15 y al 2013 se registraron
108,727 divorcios, es decir, casi 19 divorcios por cada 100 matrimonios. Cabe
señalar que en promedio, la duración social[1]
del matrimonio es de 13.5 años [2 y 3], lo cual nos indica que las crisis
más fuertes del matrimonio se dan durante los primeros años.
Existen muchos factores que influyen en la
separación, entre ellos el ritmo frenético de la sociedad, los tiempos que
imponen los compromisos laborales o el que no se pasa tiempo de calidad juntos,
la falta de diálogo y diferencias en los objetivos y formas de conducirse en la
vida [4]. Pero algo que no se puede perder de vista es que el ritmo y las
tendencias actuales están conduciendo a la población a nuevas expresiones y
apropiaciones del yo y de la convivencia humana.
En la última Encuesta Nacional del Uso del
Tiempo (INEGI, 2014), se observa que del total de las horas que una persona
utiliza para esparcimiento, solo un 27% son dedicadas a convivencia familiar,
mientras que el 57% se enfoca en la utilización de medios masivos de
comunicación [5]. Al contrario de lo que pudiera parecer, el estar conectado y
en aparente comunicación con el mundo puede conllevar a las personas a un
aislamiento, a la falta de establecimiento de relaciones sanas y profundas
entre los integrantes de una familia y en definitiva a un ambiente no propicio
para el desarrollo de lazos afectivos reales entre sus integrantes. Para una
pareja recién casada o en las primeras etapas de matrimonio puede representar
una fuerte barrera para el entendimiento, para el diálogo, para el crecimiento.
La preparación para el sacramento del
matrimonio actualmente varía desde unas sesiones de 2 o 4 horas hasta sesiones
durante 2 o 3 fines de semana. Es claro que difícilmente este tiempo permitirá
a los novios ya comprometidos (con fecha de boda y banquete) a profundizar en
los objetivos de su futuro juntos, y cómo este se vuelve el proyecto de Dios
para ellos.
Experiencia:
El noviazgo es la oportunidad de conocer a
nuestra pareja, con virtudes y con defectos, con detalles y con vicios; sin
embargo en la actualidad la vida tan agitada, las amplias jornadas laborales,
la tecnología, los compromisos sociales, cumplir con el estándar que nos impone
la sociedad, hace que se pierda el verdadero sentido del noviazgo y esto genera
que un gran porcentaje de las parejas que optan por el matrimonio sufran desde
el inicio un choque entre la idea romántica de vivir casados y la “cruda” realidad.
Esta realidad es una construcción que
realizan las dos personas, que inició durante el noviazgo y que continúa
durante el matrimonio. El acto de unión matrimonial es un evento de un momento,
unas horas, pero representa las esperanzas e ilusiones de dos personas que
deciden juntar sus vidas, dejar de lado el yo para construir el nosotros, con
valentía, día a día, con decisiones pensadas, dialogadas, con conciencia,
generosidad, pero sobre todo llenas de amor. Dicho entonces, el matrimonio es
una cuestión de amor, solo deberían casarse los que se aman y que libremente
eligen compartirse día a día hasta el fin de sus días. Pero es muy importante
recordar que el matrimonio no es algo acabado, no es perfecto. Es un proceso
continuo de mutuo crecimiento.
Cuando un noviazgo no es llevado como esa
oportunidad y se llega a vivir en matrimonio, los retos a vencer generalmente
crecen exponencialmente, por lo que los desafíos para consolidar una verdadera
relación matrimonial y familiar son mayores. Además, el matrimonio tiene retos
que nunca se han vivido, ni siquiera en el noviazgo: ¿Cómo compaginar los
tiempos laborales y los deseos de superación profesional con la vida familiar?
¿Cuál será la mejor manera de administrar los bienes y cómo se organizarán las
finanzas de la familia a corto, mediano y largo plazo? ¿Cómo vivir una
sexualidad plena con mi cónyuge y hablar de estos temas, que muchas veces resultan
bochornosos y tabúes? ¿Cómo decidir qué método de planificación familiar se
usará? ¿Cuándo será el momento adecuado para tener hijos y cómo decidir
cuántos? ¿Cómo enfrentar los conflictos que se tienen? ¿Cómo perdonar? ¿Estoy
casado también con la familia de mi cónyuge? ¿Cómo tener la experiencia de una
vida espiritual común? ¿Cuál es el mejor apostolado que podemos hacer ahora que
somos matrimonio? ¿Cómo vivo ahora los tiempos de fiesta y festejo?
Con tantas interrogantes que van surgiendo
durante los primeros años de matrimonio, es de gran ayuda en este tiempo contar
con algún tipo de respaldo, que con amor haga conscientes de que se está “comenzando” un proyecto de vida conjunto,
que enriquezca el espíritu y ayude a profundizar sobre la decisión consiente y
libre que se ha tomado de compartir la vida.
Al día de hoy existen muchas y muy variadas
alternativas de acompañamiento, que permiten prestar atención a un rango más
amplio de matrimonios: dirección espiritual con sacerdotes o religiosos,
comunidades de vida, retiros de matrimonios, charlas de especialistas, talleres
de formación de padres, entre muchos otros. Lo importante es estar en
movimiento, en una constante búsqueda de una mejor versión de uno mismo, una
mejor versión de la pareja y una mejor versión del propio matrimonio.
Parece fácil, sin embargo la realidad es
mucho más demandante, se requiere de mucha paciencia, comprensión, tolerancia,
generosidad y sobre todo de un amor sin límites. Siempre habrá altibajos,
discusiones, crisis, pero la maduración del amor implica aprender a negociar y
renegociar constantemente como un ejercicio del amor mutuo. Estos momentos
difíciles son nuevas oportunidades de encuentro, de recíprocas ofrendas de amor
y de algunas renuncias enfocadas en el bien de la familia.
Hoy más que nunca, es difícil convivir, en
una sociedad que no fomenta la unión y la equidad, una sociedad acostumbrada a
dejar de luchar por el otro, y que no quiere salir de su zona de confort, por
lo que una herramienta poderosa es la oración, que nos ayudará a conectarnos
con Dios y con nuestra pareja y con nuestro yo interno; más aún nos ayudará a
dejar de lado las barreras que debilitan el matrimonio y la familia.
Reflexión:
Los primeros años de vida matrimonial son el
inicio de un proyecto de vida, en constante construcción, un viaje que comienza
del cual son protagonistas; que deberá servir para ir creciendo juntos, en
constante comunicación, con paciencia, comprensión, tolerancia, generosidad,
perdón, y por qué no, también con alegría, emoción, diversión, creatividad, con
asombro y todo aquello que contribuya a llevar hacia delante ese maravilloso
viaje que emprendieron juntos, por decisión propia, el cual no está exento de desafíos.
En estos tiempos donde pareciera que el
individualismo debiera primar al bien común y de la solidaridad, donde nuestras
generaciones están inmersas en una dinámica que busca satisfacer el “Yo” a
merced de la mercadotecnia y las tecnologías, donde pareciera que estar unido a alguien, es meramente un
negocio o una inversión, es necesario ir construyendo día a día, con la gracia
de Dios y el esfuerzo compartido que permite acercar a las personas y que
conlleva a distinguir lo que es real y valioso de lo que no lo es: el amor
y el servicio por sobre el egoísmo, la
competencia, la crítica destructiva.
Es en estas primeras etapas del matrimonio donde es necesario llevar un
acompañamiento espiritual, alentar la comunicación, la oración. Somos seres inacabados,
llamados a crecer, en proceso; por lo que se requiere una donación generosa de
amor, de tiempo para construirse mutuamente, familiarmente. Hace falta tiempo
para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para
escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación [4].
Este problema no se limita a los matrimonios;
es un duro golpe a todo nivel social que afecta directamente a las bases
humanas que nos fragmenta; empujando a las personas a buscar refugio, amor y aceptación en los
lugares equivocados. Hablando del matrimonio, cuando no se sabe qué hacer con
el tiempo compartido, en muchos de los casos uno u otro de los cónyuges
terminará refugiándose en la tecnología, inventará otros compromisos, buscará
otros brazos, o escapará de una intimidad incómoda, una intimidad que involucra
el develar la pequeñez de nuestra humanidad para dar paso al conocimiento, a la
expresión del ser, la aceptación mutua, y al crecimiento espiritual y moral
[4].
Esta situación nos debe invitar a realizar un
cambio interno proveniente de un discernimiento así como a vivir el matrimonio de una manera diferente,
representar lo mejor de cada uno, a generar espacios y experiencias que nos
puedan ayudar a vivir nuestra vida matrimonial.
En estos tiempos es necesario que desde los primeros años de matrimonio
se finquen las bases que permitan el crecimiento amoroso y espiritual de los
integrantes de la familia, no perder la capacidad de celebrar juntos, de
alegrarse y de festejar las experiencias, de renovar la energía del amor y
llenar de color y de esperanza la rutina diaria [4].
Acción:
Buscar entre mi familia, amigos o conocidos
alguna pareja que tenga poco tiempo de casados. Evaluar si es posible dar un
consejo, apoyar a hacer frente a alguna dificultad, o acompañar durante un
tiempo para que vivan plenamente estos primeros años. Hacerles ver a ellos y a
quienes les rodean algo que has notado que hacen bien como pareja.
En mis diferentes ambientes, hablar bien de
la vida matrimonial y de cómo en ella uno encuentra plenitud y felicidad.
Celebro con mi pareja de alguna manera
significativa los años que llevamos juntos.
Evaluación:
¿Cómo convivo con mi esposo/esposa? ¿Cuánto
tiempo dedico a mi formación y crecimiento espiritual? ¿Cómo distribuyo mi
tiempo entre las personas y espacios importantes y valiosos en mi vida como la
familia, la pareja? ¿Qué tanta importancia le doy a los medios masivos de
comunicación?
¿Guardo una relación equitativa y de diálogo
con mi pareja o veo sólo por mis necesidades e intereses llegando incluso a
“utilizar” al otro?
¿Estoy viviendo mi Principio y Fundamento en
mi matrimonio?
Bibliografía,
referencias/ fuentes.
[1] INEGI. ENADID. Encuesta Nacional
de la Dinámica Demográfica, 2014. Base de datos.
[2] INEGI. “Estadísticas a propósito
del… 14 de febrero, matrimonios y divorcios en México”, 2016.
[3] INEGI. Estadística/Base de
datos/Consulta interactiva de datos/Registros Administrativos/Divorcios.
[4] Amoris laetitia- Exhortación
Apostólica Postsinodal 2016, numerales 217 - 230.
[5] INEGI. ENUT. Encuesta Nacional de
Uso del Tiempo, 2014. Base de datos.
[1]
Duración social se refiere al tiempo transcurrido entre la fecha de matrimonio
y la fecha en que se levanta la demanda de divorcio. Inegi, 2014.
sin lugar a dudas que el matrimonio es el mayor reto que todo individuo afronta en la vida, pero también la etapa en que nos formamos y maduramos como personas responsables, y nos permite sentirnos mas importantes en la sociedad, pues en el matrimonio se viven y educan las mejores personas para formar la sociedad que queramos formar, por lo tanto sobreviven los que se preparan para amar a su pareja mediante el servicio como donación de uno hacia otro, con una inspiración espiritual de poner a cristo en medio de ellos, para entender el verdadero amor de entrega sin egoísmos ni egocentrismo, olvidándose de uno para servir al otro......
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