Dificultades
y retos para lograr un compromiso socio-político en la CVX México
Andrés
Mayorquín Rios
Junio 2014, Mérida,
Yuc., México
“Jesús les contestó: Denles ustedes de comer.”
(Mr 6, 37)
Introducción
¡Denles
ustedes de comer!
Esa frase se me ha quedado grabada en lo más
profundo de mí ser y cada vez que la leo o escucho surgen en mí fuertes
emociones, muchas ideas y cuestionamientos, deseos e impulsos. Seguramente la
había escuchado varias veces antes, pero recuerdo bastante bien la Eucaristía
donde la escuché y me dejó vibrando. Fue hace unos 8 años, había ido solo a la
misa esa noche. Un diácono que hacía buenas homilías era el celebrante. Tuvo
tanto impacto que mi esposa y yo elegimos ese Evangelio para nuestra boda, pues
simbolizaba que nuestro matrimonio también tenía que responder en algún momento
a esa petición de Jesús, de alguna manera teníamos que encontrar el modo de ser
solidario con quienes más lo necesitan. Es por esto que para mí la política
resulta un espacio importante de acción, donde se pueden lograr muchas grandes
transformaciones y en el cual tengo interés de incidir.
El presente ensayo pretende ser una mirada a la
experiencia que, como ignaciano y cevequiano, he tenido en los intentos burdos
de responder a esta frase imperiosa de mi Dios y cómo sigo buscando la mejor
manera de aportar, desde mi espacio y tiempo, soluciones a las grandes
necesidades de mi país. En este recorrido abordaré mi percepción de:
1. Cómo
los laicos nos enfrentamos a grandes dificultades, retos, peligros y
tentaciones al momento de optar por el lugar donde ejercer nuestro encargo misionero.
2. De
igual manera trataré de identificar los principales factores que afectan a la comunidad CVX México (particular, local,
nacional) cuando sus miembros pretenden promover, responder y vivir el
compromiso político y social.
Desarrollo
La política, hoy por hoy en México, tiene el grave prejuicio de ser una
vocación sólo para los corruptos, para los inmorales, para los egoístas, para
los aprovechados y los tranzas. Se le considera un medio para obtener fama y
éxito, dinero y riqueza, poder e influencia. La mayoría de las personas tienen
una percepción negativa del político y de su trabajo, pues a lo largo de las
últimas décadas se ha acumulado suficiente evidencia de que la mayoría de los
funcionarios se aprovechan de sus cargos para beneficiarse o dar beneficio a
sus familiares y amigos cercanos, a través de una red de complicidades, de
tráfico de influencias, de corruptelas, de acuerdos por fuera de la ley.
Las encuestas de opinión lo confirman. Palazuelos Covarrubias (2012)
documenta con mucha claridad esta situación: los partidos políticos son la
institución que recibe menos confianza de los ciudadanos en Latinoamérica, con
un promedio de 35.8%. En México estamos ligeramente debajo de ese promedio con un
35.3%.
Pero esta percepción no se limita a los políticos y a sus partidos. La
idea de que la política no sirve para lo que debería servir, el bien común, ha
permeado tanto en el imaginario colectivo, que, como lo describe Jiménez (2013)
en un artículo del periódico La Jornada, el apoyo a la democracia mexicana ha
pasado del 49% en 1995 a un 37% en el 2013.
Con apenas estos 2 datos, nos damos cuenta perfectamente de que los
políticos no han trabajado adecuadamente para lograr satisfacer las necesidades
de la población, lo cual ha redundado en una imagen negativa del quehacer
político. Esta imagen puede ser un prejuicio, y como tal, promover
generalizaciones dramáticas sobre las personas que han decidido buscar el
desarrollo de la sociedad en su conjunto de una forma honesta y decidida. Sin
embargo, definitivamente es una barrera importante para todo aquél que con
buenas intenciones quiere participar en la política, como una respuesta
concreta a la experiencia de Dios.
Por otro lado, la mayoría de los políticos mexicanos son abiertamente
hombres de fe, muchos de ellos católicos. Es más, un partido político está en
el espectro de lo que se conoce como democracia cristiana: el Partido Acción
Nacional (PAN). Sus principios son muy similares a los que presenta la Doctrina
Social de la Iglesia, porque se nutren y se fundamentan en la filosofía
humanista (González Carrillo, A., Magaña Duplancher, A.,
s.f.). Aún en los partidos de izquierda, en donde las ideas comunistas que
promueven el ateísmo tienen gran cabida, existen políticos creyentes.
¿Cómo explicamos entonces esta ruptura entre la ideología partidista de
los políticos actuales en México, que aunque con diversidad de propuestas,
pregonan la búsqueda del bien común, y la vivencia real de un actuar alejado de
dichos valores? ¿Cómo entender que la mayoría de los políticos sean católicos y
sin embargo, den muestra que no hay una relación directa entre la fe que se
profesa y la actividad a la que se dedican?
Mauricio López (2014) da en el clavo cuando, en
su presentación, retoma la frase del Papa Francisco dicha a alumnos y exalumnos
de colegios jesuitas: “¿No
será que la política está llena de porquería y de corrupción porque no hemos
llevado los valores y una ética desde nuestra propia visión del Evangelio a
estos espacios?”. Es una pregunta directa y retadora a
todo aquel cristiano que opina mal de los políticos, a todo aquél que piensa
que de la política, entre más lejos mejor. Es un cuestionamiento crucial para
la CVX, la cual pretende ser un elemento clave en la instauración del Reino en
la Tierra.
Juan Pablo II (1988), en la exhortación
Christifideles Laici menciona los dos graves peligros y tentaciones a las que se
enfrentan los laicos católicos : “la
tentación de reservar un interés tan marcado por los servicios y las tareas
eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha llegado a una práctica
dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social,
económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida
separación entre fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta
en las más diversas realidades temporales y terrenas”.
Ambas tentaciones se relacionan y entrelazan
con la problemática planteada. Por un lado está el católico que con buena
intención, cree que haciendo solamente servicios dentro de la Iglesia puede
realizar la misión de ser obreros en la viña. De esta forma, la política es
menospreciada como un espacio auténtico a donde nos manda el Señor: “Id también vosotros a mi viña”. Nos
negamos a reconocer como un espacio de misión y de apostolado precisamente
aquél donde hay más urgencia en que se vivan con mayor plenitud los valores del
Reino.
No se puede negar que también hay algunos
católicos que, comprometidos con su fe, pretenden trabajar de forma recta y
honesta en la política para lograr mejoras sustanciales a las condiciones de
vida de la población más marginada, más pobre, más excluida. Sin embargo, lo
que llamamos “el sistema”, las formas y maneras en que se llevan a cabo las
relaciones y las acciones dentro de la vida política, genera barreras, minimiza
espacios, excluye de los acuerdos, obstaculiza la participación de estos laicos
bien intencionados.
En el otro caso, están aquellos laicos que han
optado por trabajar en la política y que tratan de explicar y justificar sus
actos incongruentes con los valores cristianos, estableciendo una clara
separación entre lo que dicen creer y lo que hacen a diario. “El Estado es
laico”, “No se debe mezclar religión con política”, dicen. Para ellos la
espiritualidad nada tiene que ver con la forma de actuar en los diversos
ambientes de su realidad concreta, no hay correlación entre la fe y la vida. Al
final, el resultado del quehacer político de estos laicos se aleja del bien
común.
Estos peligros a los que se han hecho
referencia son consecuencia de una experiencia espiritual muy deficiente,
superficial y, en algunos casos, nula. Muchos laicos han limitado o reducido su
espiritualidad al cumplimiento de algunos pocos deberes rituales o litúrgicos;
realizan los sacramentos una vez en la vida, como marca el canon social;
asisten a misa los domingos; recitan oraciones de memoria; se forman en la fe
con las homilías del sacerdote.
Es claro que, en estas circunstancias,
difícilmente puede surgir un compromiso real y profundo para abordar los
problemas y realidades temporales y ordenarlos según el Evangelio de Jesús. Se
requiere que la vivencia espiritual, la relación con Dios que ama al hombre sea
personal, profunda, íntima, en confianza. Como decía José Luis Caravias (s.f.):
“Hemos de volver a experimentar vitalmente a
Dios. Sentir al Dios vivo. Dejando a un lado, como basura inservible, las
imágenes obscurantistas de Dios, caídas ya por tierra.”
La Iglesia debe encontrar
mecanismos y herramientas que permitan a todos los laicos recuperar esta
experiencia del Dios vivo, del Dios que ama infinitamente, que no se enoja, que
no castiga. Los cristianos tenemos que esforzarnos para experimentar en nuestra
vida el amor del Padre que nos muestra Jesús en la parábola del hijo pródigo,
aquél Padre que está a la espera, atento a nuestro regreso a casa, deseoso de
abrazarnos, porque ya ha perdonado todo en su gran misericordia, que festeja y
celebra nuestro arrepentimiento.
Pero también los
católicos hemos de reconocer, en nuestra relación con Dios, que él es un Dios
activo, siempre presente en nuestro espacio y nuestro tiempo, un Dios
encarnado. Mauricio (2014) lanzó una cuestión al respecto: “¿creemos o no creemos en ese Cristo que se
hace presente, que camina en medio de nosotros y que nos presenta un itinerario
que nos obliga a salir de nuestro sitio tranquilo y a buscar hacer algo para
transformar la realidad?”
En la CVX México se viven estas mismas
dificultades y retos en cuanto al compromiso socio-político. Si bien, los
Principios Generales de la CVX (1990) establecen que “la espiritualidad de nuestra Comunidad está
centrada en Cristo y en la participación en el Misterio Pascual. Brota de la
Sagrada Escritura, de la liturgia, del desarrollo doctrinal de la Iglesia, y de
la revelación de la voluntad de Dios a través de los acontecimientos de nuestro
tiempo… consideramos los Ejercicios Espirituales de san Ignacio como la fuente
específica y el instrumento característico de nuestra espiritualidad. Nuestra
vocación nos llama a vivir esta espiritualidad, que nos abre y nos dispone a
cualquier deseo de Dios en cada situación concreta de nuestra vida diaria”, esto no implica que en automático los miembros estén en plena
disponibilidad de asumir un compromiso socio-político que los lleve “a trabajar en la reforma de las estructuras
de la sociedad tomando parte en los esfuerzos de liberación de quienes son
víctimas de toda clase de discriminación y, en particular, en la supresión de
diferencias entre ricos y pobres.”
Los cevequianos no estamos exentos de
enfrentarnos a estas mismas tentaciones, mencionadas en la exhortación
Christifideles Laici a las que se hizo referencia anteriormente. Muchos cevequianos en México han desarrollado con gran compromiso y
eficacia servicios dentro de la Iglesia. Como ejemplos claros de este servicio
se pueden mencionar la creación en diversas ciudades de los centros ignacianos
de espiritualidad o de casas de retiros, el apoyo en las parroquias o capillas
asignadas a la Compañía de Jesús, dando catequesis en las parroquias a las que
pertenecen, apoyando experiencias misioneras, siendo ministros extraordinarios
de la Eucaristía o lectores de la Palabra. Pero, sin que sea una regla, muchos
de estos miembros han limitado su apostolado a estos servicios, dejando de lado
otros campos de misión a los que también son invitados y requeridos.
En parte, esto también
puede ser resultado de que hay un desconocimiento de las opciones de
participación política, se cree que los únicos caminos son los partidos
políticos y como ya se ha mencionado, estos tienen un gran desprestigio en la
sociedad, por lo cual muchos cevequianos deciden no optar por este camino.
Otras situaciones que se
presentan en la CVX cuando sus miembros se inclinan por participar de alguna
manera en la vida política son las que bien describe David Martínez (2013):
1)
el conflicto se hace
presente en la comunidad, generando incomprensión, falta de solidaridad,
descalificaciones y hasta rencores;
2)
Existe un falso respeto
por las opciones políticas de los demás, hay indiferencia a éstas, y por lo
tanto no hay afectación en la vida comunitaria porque no hay verdadera
comunidad.
Ambas situaciones
terminan por generar desaliento y desánimo en estas tareas de participación o
involucramiento en política. En la primera, los miembros prefieren no compartir
sus deseos y acciones de compromiso político con tal de no iniciar el
conflicto, de recibir críticas o rechazo. La política se vuelve tema prohibido,
tabú, porque de lo contrario las diferencias pueden ser tan grandes que se
genere un rompimiento interno. En la segunda, aunque las aspiraciones
políticas pueden ser compartidas en la
comunidad, no se profundiza en ellas ni se apoya el discernimiento personal ni
se hace discernimiento comunitario sobre el tema. La política no forma parte de
la experiencia espiritual comunitaria ni se desprende y alimenta de ella.
Pero hay una
circunstancia no contemplada en estas dos opciones a las que se acaba de hacer
referencia: la comunidad en general no se interesa en el compromiso
socio-político; son muy pocos los miembros que perciben a la política como un
espacio idóneo para desarrollar su misión apostólica; a veces sólo uno de los
miembros siente esta inquietud, este llamado a participar activamente en
organizaciones civiles o partidistas que trabajen por la transformación de las
estructuras de la sociedad. Si la comunidad no ha asumido como práctica común
el Discernir, Enviar, Acompañar y Evaluar (DEAE), los miembros que se inclinan
por la política como apostolado se sienten realmente aislados, solos en misión,
sin el apoyo de sus compañeros de camino.
Los miembros que se
enfrentan a estas circunstancias no solo batallan con los retos que la política
de natural ofrece, sino además, encuentran poco eco de las propuestas que
pudiera hacer al resto de su comunidad. Cuando el miembro comparte a la
comunidad sus intereses, sus inquietudes, sus miedos, ésta responde con un “Sí,
te apoyamos”, pero que no trasciende más allá de palabras de aliento; cuando
propone algún proyecto, alguna idea, alguna vía en la que se requiere que la
comunidad asuma una postura o realice alguna acción concreta, la respuesta
puede ser un “Mejor no, nos podemos involucrarnos o comprometernos de esa
forma” o un “Adelante, lo que tu decidas se hará”, pero dejando toda la
responsabilidad del hacer en quien generó la propuesta. Esta situación desmotiva
a los miembros e impide que la comunidad sea el espacio ideal donde se podría y
debería compartir con sinceridad y confianza los conflictos, las tentaciones a
las que se enfrentan las personas cuando se involucran en la política; la
comunidad deja de ser el lugar donde se revive y consolida el compromiso con el
Reino a través de experiencias espirituales profundas, que confrontan, que
motivan.
Hay otro factor que
también incide en el compromiso político de las comunidades: la edad de los
miembros. En la gran mayoría de las comunidades locales del país el promedio de
edad está por arriba de los 50 años, y en algunos casos muy por encima de esta
edad. Estas comunidades tienden a preferir otro tipo de apostolados, más del
tipo asistencialista. Consideran que el compromiso político demanda demasiado
tiempo, o que ya no están en condiciones de involucrarse de ese modo. Si hay
comunidades de jóvenes, les dejan este tipo de actividades a ellos. Hay que
considerar que si bien el discernimiento de la CVX mundial sobre la importancia
del apostolado en la política llevó a que quedara definido en los Principios
Generales en 1990 como una opción en la misión, es hasta en los últimos años,
en las últimas asambleas mundiales en donde ha adquirido fuerza y ha recibido
más promoción hacia adentro de la comunidad. Por lo tanto, las comunidades que
ya tienen muchos años de ser CVX (algunas que aún existen se desprendieron de
las Congregaciones Marianas) han considerado que esta opción no es para ellas o
no se han sentido con la fortaleza de orientarse hacia esa frontera.
Se dijo también que los
Ejercicios de San Ignacio son la fuente y el instrumento de la espiritualidad
cevequiana. Se requiere un proceso constante de formación en el estilo de vida
cevequiano, fundamentado en la experiencia de los Ejercicios Espirituales para
poder comprender la necesidad de un compromiso socio-político. Sólo aquellos
miembros que perseveran en la práctica de los Ejercicios pueden ordenar su vida
y poco a poco sentir el deseo de participar más activamente en ordenar las
realidades temporales. Es por eso que también las comunidades tienen dificultad
de consolidar el compromiso político, ya que hay desfases en los procesos
personales de los miembros en este tipo de experiencia. En las comunidades de
adultos jóvenes que se han formado en lo últimos años en México, hay muchos miembros
que no han vivido los Ejercicios Espirituales mientras que otros de la misma
comunidad los han tomado en varias ocasiones, lo que lleva a que haya
diferentes grados de compromiso.
Un gran reto que debe
superar la CVX México es la falta de relaciones y comunicación entre los
miembros de diferentes comunidades particulares y locales, para lograr
establecer redes de apoyo y grupos de acción cuando las personas tiene intereses
similares. Si bien las Asambleas nacionales son una gran oportunidad de conocer
miembros de otras comunidades, escuchar experiencias previas, recibir
propuestas, estas reuniones se limitan a muy pocos asistentes de cada comunidad
local y con poco tiempo para hablar sobre los apostolados y las diversas formas
en que estos se están viviendo en cada comunidad. No existen formalmente los
medios ni las herramientas para que se establezcan relaciones entre miembros
que puedan generar proyectos y propuestas relacionadas con política.
Conclusiones
La CVX México enfrenta
muchos retos en cuanto a la consolidación del compromiso socio-político de sus
miembros. Algunos de estos retos están relacionados más con la calidad de
laicos católicos, como son el preferir aportar sólo en servicios a la Iglesia o
vivir un rompimiento o separación entre la espiritualidad y la vida cotidiana
de la persona.
Pero hay otras muchas
dificultades que las comunidades cevequianas tienen que superar: el
desconocimiento de opciones de participación política; mejorar la formación de
los miembros en estos temas; la polarización de las comunidades cuando los
miembros tienen ideologías políticas diferentes; la superficialidad con la que
se abordan estos temas y se hace discernimiento; la edad y los intereses de los
miembros; la falta de experiencias en Ejercicios Espirituales y la ausencia de
redes de comunicación que no sean a través de los órganos directivos, entre
otros.
Se requiere que la
comunidad nacional de México establezca metas claras que permitan que cada vez
más miembros asuman y compartan el compromiso político, de forma que puedan
minimizarse las dificultades a las que ya se han hecho mención. Se ha caminado
en este sentido, con el impulso que se desprende del discernimiento comunitario
que se hace en la comunidad mundial, pero es necesario que este mismo
discernimiento se haga en la comunidad nacional para adaptarlo a nuestros
propios modos y cultura, así como entenderlo en el contexto de la política
mexicana.
Es importante que la CVX México
promueva la formación de grupos intercomunidades que pudieran tener inquietudes
apostólicas similares, de tal forma que se conviertan también en espacios de
discernimiento personal y comunitario. Considero importante que durante las
asambleas nacionales se dedique un tiempo suficiente al trabajo que impulse la
elección de apostolados socio-políticos. También se requiere que se profundice en
el DEAE, de tal manera que se convierta en una herramienta catalizadora de este
tipo de apostolados.
En las comunidades
regionales se vuelve indispensable que compartan los procesos nacionales y
mundiales respecto a los apostolados y que los miembros de las mesas de
servicio sean intermediarios eficaces entre la comunidad nacional con las
comunidades particulares. También redundará en buenos resultados en el
compromiso socio-político la creación de nuevas comunidades de personas
jóvenes. En los procesos formativos recomendados por la comunidad local se debe
incluir una sección de conocimiento y profundización de la realidad social, de
formación política y la identificación de oportunidades de participación de manera organizada.
Se debe poder replicar el
DEAE en las comunidades particulares, pero también es importante que se consolide
el sentimiento de pertenencia a la comunidad mundial. Cada miembro debe hacer
un esfuerzo por dedicar un tiempo a la realización de Ejercicios Espirituales, ya
sean en retiro o en la vida diaria. También debe procurarse que todos los
miembros conozcan las fronteras definidas en la comunidad mundial y que hagan
discernimiento para encontrar a cuál se sienten llamados a participar.
Bibliografía
Caravias, J.L. (s.f.). Fe y cultura
emergente. Recuperado de www.mercaba.org/ARTICULOS/F/Fe_y_cultura_emergente.htm
Comunidad de Vida Cristiana (1990).
Principios Generales de la Comunidad de Vida Cristiana. Recuperado de http://www.cvx-clc.net/l-sp/documents.html
González Carrillo, A. & Magaña
Duplancher, A. (s.f.). El PAN y el movimiento internacional humanista. La
Nación. 2290, 42-42. Recuperado de http://adrianagonzalez.org.mx/nuevo2/facsimilares/mov_inter_nacion_junio.pdf
Jiménez, A. (2013, 23 de diciembre). La
democracia, en duda por la crisis de los partidos políticos. La Jornada. Recuperado de http://www.jornada.unam.mx/2013/12/23/politica/006n1pol
Juan Pablo II (1988). Exhortación
Apostólica Post Sinodal Christifideles Laici. Recuperado de http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles-laici_sp.html
López Oropeza, M. (2014). ¿Por qué el
imperativo del compromiso socio-político de la CVX como cuerpo? Curso
“Dimensión política del compromiso social de la CVX-LA”. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=fxXmX-PgndE&feature=youtu.be
Martínez Mendizabal, D. (2013). Ensayo “El
necesario compromiso político desde la CVX: Fe, justicia y compromiso político
en laicos y laicas ignacianos”. En Martinez Mendizabal, D. & Lopez Oropeza,
M. (2013). Participación socio-política
del laicado cristiano (pp 15-28). Bogotá. Comunidad de Vida Cristiana.
Palazuelos Covarrubias, I. (2012). La
desconfianza en los partidos políticos y la percepción ciudadana de desempeño
gubernamental: México ante América Latina. Revista Mexicana de Análisis
Político y Administración Pública. Vol
I (1), 79-107. Recuperado de http://www.remap.ugto.mx/index.php/remap/article/view/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario