viernes, 10 de febrero de 2017

Dificultades y retos para lograr un compromiso socio-político en la CVX México

Dificultades y retos para lograr un compromiso socio-político en la CVX México
Andrés Mayorquín Rios
Junio 2014, Mérida, Yuc., México

“Jesús les contestó: Denles ustedes de comer.”
(Mr  6, 37)

Introducción
¡Denles ustedes de comer!
Esa frase se me ha quedado grabada en lo más profundo de mí ser y cada vez que la leo o escucho surgen en mí fuertes emociones, muchas ideas y cuestionamientos, deseos e impulsos. Seguramente la había escuchado varias veces antes, pero recuerdo bastante bien la Eucaristía donde la escuché y me dejó vibrando. Fue hace unos 8 años, había ido solo a la misa esa noche. Un diácono que hacía buenas homilías era el celebrante. Tuvo tanto impacto que mi esposa y yo elegimos ese Evangelio para nuestra boda, pues simbolizaba que nuestro matrimonio también tenía que responder en algún momento a esa petición de Jesús, de alguna manera teníamos que encontrar el modo de ser solidario con quienes más lo necesitan. Es por esto que para mí la política resulta un espacio importante de acción, donde se pueden lograr muchas grandes transformaciones y en el cual tengo interés de incidir.
El presente ensayo pretende ser una mirada a la experiencia que, como ignaciano y cevequiano, he tenido en los intentos burdos de responder a esta frase imperiosa de mi Dios y cómo sigo buscando la mejor manera de aportar, desde mi espacio y tiempo, soluciones a las grandes necesidades de mi país. En este recorrido abordaré mi percepción de:
1.    Cómo los laicos nos enfrentamos a grandes dificultades, retos, peligros y tentaciones al momento de optar por el lugar donde ejercer nuestro encargo misionero.
2.    De igual manera trataré de identificar los principales factores que afectan  a la comunidad CVX México (particular, local, nacional) cuando sus miembros pretenden promover, responder y vivir el compromiso político y social.
Desarrollo
La política, hoy por hoy en México, tiene el grave prejuicio de ser una vocación sólo para los corruptos, para los inmorales, para los egoístas, para los aprovechados y los tranzas. Se le considera un medio para obtener fama y éxito, dinero y riqueza, poder e influencia. La mayoría de las personas tienen una percepción negativa del político y de su trabajo, pues a lo largo de las últimas décadas se ha acumulado suficiente evidencia de que la mayoría de los funcionarios se aprovechan de sus cargos para beneficiarse o dar beneficio a sus familiares y amigos cercanos, a través de una red de complicidades, de tráfico de influencias, de corruptelas, de acuerdos por fuera de la ley.
Las encuestas de opinión lo confirman. Palazuelos Covarrubias (2012) documenta con mucha claridad esta situación: los partidos políticos son la institución que recibe menos confianza de los ciudadanos en Latinoamérica, con un promedio de 35.8%. En México estamos ligeramente debajo de ese promedio con un 35.3%.
Pero esta percepción no se limita a los políticos y a sus partidos. La idea de que la política no sirve para lo que debería servir, el bien común, ha permeado tanto en el imaginario colectivo, que, como lo describe Jiménez (2013) en un artículo del periódico La Jornada, el apoyo a la democracia mexicana ha pasado del 49% en 1995 a un 37% en el 2013.
Con apenas estos 2 datos, nos damos cuenta perfectamente de que los políticos no han trabajado adecuadamente para lograr satisfacer las necesidades de la población, lo cual ha redundado en una imagen negativa del quehacer político. Esta imagen puede ser un prejuicio, y como tal, promover generalizaciones dramáticas sobre las personas que han decidido buscar el desarrollo de la sociedad en su conjunto de una forma honesta y decidida. Sin embargo, definitivamente es una barrera importante para todo aquél que con buenas intenciones quiere participar en la política, como una respuesta concreta a la experiencia de Dios.
Por otro lado, la mayoría de los políticos mexicanos son abiertamente hombres de fe, muchos de ellos católicos. Es más, un partido político está en el espectro de lo que se conoce como democracia cristiana: el Partido Acción Nacional (PAN). Sus principios son muy similares a los que presenta la Doctrina Social de la Iglesia, porque se nutren y se fundamentan en la filosofía humanista (González Carrillo, A., Magaña Duplancher, A., s.f.). Aún en los partidos de izquierda, en donde las ideas comunistas que promueven el ateísmo tienen gran cabida, existen políticos creyentes.
¿Cómo explicamos entonces esta ruptura entre la ideología partidista de los políticos actuales en México, que aunque con diversidad de propuestas, pregonan la búsqueda del bien común, y la vivencia real de un actuar alejado de dichos valores? ¿Cómo entender que la mayoría de los políticos sean católicos y sin embargo, den muestra que no hay una relación directa entre la fe que se profesa y la actividad a la que se dedican?
Mauricio López (2014) da en el clavo cuando, en su presentación, retoma la frase del Papa Francisco dicha a alumnos y exalumnos de colegios jesuitas: “¿No será que la política está llena de porquería y de corrupción porque no hemos llevado los valores y una ética desde nuestra propia visión del Evangelio a estos espacios?”. Es una pregunta directa y retadora a todo aquel cristiano que opina mal de los políticos, a todo aquél que piensa que de la política, entre más lejos mejor. Es un cuestionamiento crucial para la CVX, la cual pretende ser un elemento clave en la instauración del Reino en la Tierra.
Juan Pablo II (1988), en la exhortación Christifideles Laici menciona los dos graves peligros y tentaciones a las que se enfrentan los laicos católicos : “la tentación de reservar un interés tan marcado por los servicios y las tareas eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación entre fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta en las más diversas realidades temporales y terrenas”.
Ambas tentaciones se relacionan y entrelazan con la problemática planteada. Por un lado está el católico que con buena intención, cree que haciendo solamente servicios dentro de la Iglesia puede realizar la misión de ser obreros en la viña. De esta forma, la política es menospreciada como un espacio auténtico a donde nos manda  el Señor: “Id también vosotros a mi viña”. Nos negamos a reconocer como un espacio de misión y de apostolado precisamente aquél donde hay más urgencia en que se vivan con mayor plenitud los valores del Reino.
No se puede negar que también hay algunos católicos que, comprometidos con su fe, pretenden trabajar de forma recta y honesta en la política para lograr mejoras sustanciales a las condiciones de vida de la población más marginada, más pobre, más excluida. Sin embargo, lo que llamamos “el sistema”, las formas y maneras en que se llevan a cabo las relaciones y las acciones dentro de la vida política, genera barreras, minimiza espacios, excluye de los acuerdos, obstaculiza la participación de estos laicos bien intencionados.
En el otro caso, están aquellos laicos que han optado por trabajar en la política y que tratan de explicar y justificar sus actos incongruentes con los valores cristianos, estableciendo una clara separación entre lo que dicen creer y lo que hacen a diario. “El Estado es laico”, “No se debe mezclar religión con política”, dicen. Para ellos la espiritualidad nada tiene que ver con la forma de actuar en los diversos ambientes de su realidad concreta, no hay correlación entre la fe y la vida. Al final, el resultado del quehacer político de estos laicos se aleja del bien común.
Estos peligros a los que se han hecho referencia son consecuencia de una experiencia espiritual muy deficiente, superficial y, en algunos casos, nula. Muchos laicos han limitado o reducido su espiritualidad al cumplimiento de algunos pocos deberes rituales o litúrgicos; realizan los sacramentos una vez en la vida, como marca el canon social; asisten a misa los domingos; recitan oraciones de memoria; se forman en la fe con las homilías del sacerdote.
Es claro que, en estas circunstancias, difícilmente puede surgir un compromiso real y profundo para abordar los problemas y realidades temporales y ordenarlos según el Evangelio de Jesús. Se requiere que la vivencia espiritual, la relación con Dios que ama al hombre sea personal, profunda, íntima, en confianza. Como decía José Luis Caravias (s.f.): Hemos de volver a experimentar vitalmente a Dios. Sentir al Dios vivo. Dejando a un lado, como basura inservible, las imágenes obscurantistas de Dios, caídas ya por tierra.”
La Iglesia debe encontrar mecanismos y herramientas que permitan a todos los laicos recuperar esta experiencia del Dios vivo, del Dios que ama infinitamente, que no se enoja, que no castiga. Los cristianos tenemos que esforzarnos para experimentar en nuestra vida el amor del Padre que nos muestra Jesús en la parábola del hijo pródigo, aquél Padre que está a la espera, atento a nuestro regreso a casa, deseoso de abrazarnos, porque ya ha perdonado todo en su gran misericordia, que festeja y celebra nuestro arrepentimiento.
Pero también los católicos hemos de reconocer, en nuestra relación con Dios, que él es un Dios activo, siempre presente en nuestro espacio y nuestro tiempo, un Dios encarnado. Mauricio (2014) lanzó una cuestión al respecto: “¿creemos o no creemos en ese Cristo que se hace presente, que camina en medio de nosotros y que nos presenta un itinerario que nos obliga a salir de nuestro sitio tranquilo y a buscar hacer algo para transformar la realidad?”
En la CVX México se viven estas mismas dificultades y retos en cuanto al compromiso socio-político. Si bien, los Principios Generales de la CVX (1990) establecen que “la espiritualidad de nuestra Comunidad está centrada en Cristo y en la participación en el Misterio Pascual. Brota de la Sagrada Escritura, de la liturgia, del desarrollo doctrinal de la Iglesia, y de la revelación de la voluntad de Dios a través de los acontecimientos de nuestro tiempo… consideramos los Ejercicios Espirituales de san Ignacio como la fuente específica y el instrumento característico de nuestra espi­ritualidad. Nuestra vocación nos llama a vivir esta espiri­tualidad, que nos abre y nos dispone a cualquier deseo de Dios en cada situación concreta de nuestra vida diaria”, esto no implica que en automático los miembros estén en plena disponibilidad de asumir un compromiso socio-político que los lleve “a trabajar en la reforma de las estructuras de la sociedad tomando parte en los esfuerzos de liberación de quienes son víctimas de toda clase de discriminación y, en particular, en la supresión de diferencias entre ricos y pobres.”
Los cevequianos no estamos exentos de enfrentarnos a estas mismas tentaciones, mencionadas en la exhortación Christifideles Laici a las que se hizo referencia anteriormente. Muchos cevequianos en México han desarrollado con gran compromiso y eficacia servicios dentro de la Iglesia. Como ejemplos claros de este servicio se pueden mencionar la creación en diversas ciudades de los centros ignacianos de espiritualidad o de casas de retiros, el apoyo en las parroquias o capillas asignadas a la Compañía de Jesús, dando catequesis en las parroquias a las que pertenecen, apoyando experiencias misioneras, siendo ministros extraordinarios de la Eucaristía o lectores de la Palabra. Pero, sin que sea una regla, muchos de estos miembros han limitado su apostolado a estos servicios, dejando de lado otros campos de misión a los que también son invitados y requeridos.
En parte, esto también puede ser resultado de que hay un desconocimiento de las opciones de participación política, se cree que los únicos caminos son los partidos políticos y como ya se ha mencionado, estos tienen un gran desprestigio en la sociedad, por lo cual muchos cevequianos deciden no optar por este camino.
Otras situaciones que se presentan en la CVX cuando sus miembros se inclinan por participar de alguna manera en la vida política son las que bien describe David Martínez (2013):
1)    el conflicto se hace presente en la comunidad, generando incomprensión, falta de solidaridad, descalificaciones y hasta rencores;
2)    Existe un falso respeto por las opciones políticas de los demás, hay indiferencia a éstas, y por lo tanto no hay afectación en la vida comunitaria porque no hay verdadera comunidad.
Ambas situaciones terminan por generar desaliento y desánimo en estas tareas de participación o involucramiento en política. En la primera, los miembros prefieren no compartir sus deseos y acciones de compromiso político con tal de no iniciar el conflicto, de recibir críticas o rechazo. La política se vuelve tema prohibido, tabú, porque de lo contrario las diferencias pueden ser tan grandes que se genere un rompimiento interno. En la segunda, aunque las aspiraciones políticas  pueden ser compartidas en la comunidad, no se profundiza en ellas ni se apoya el discernimiento personal ni se hace discernimiento comunitario sobre el tema. La política no forma parte de la experiencia espiritual comunitaria ni se desprende y alimenta de ella.
Pero hay una circunstancia no contemplada en estas dos opciones a las que se acaba de hacer referencia: la comunidad en general no se interesa en el compromiso socio-político; son muy pocos los miembros que perciben a la política como un espacio idóneo para desarrollar su misión apostólica; a veces sólo uno de los miembros siente esta inquietud, este llamado a participar activamente en organizaciones civiles o partidistas que trabajen por la transformación de las estructuras de la sociedad. Si la comunidad no ha asumido como práctica común el Discernir, Enviar, Acompañar y Evaluar (DEAE), los miembros que se inclinan por la política como apostolado se sienten realmente aislados, solos en misión, sin el apoyo de sus compañeros de camino.
Los miembros que se enfrentan a estas circunstancias no solo batallan con los retos que la política de natural ofrece, sino además, encuentran poco eco de las propuestas que pudiera hacer al resto de su comunidad. Cuando el miembro comparte a la comunidad sus intereses, sus inquietudes, sus miedos, ésta responde con un “Sí, te apoyamos”, pero que no trasciende más allá de palabras de aliento; cuando propone algún proyecto, alguna idea, alguna vía en la que se requiere que la comunidad asuma una postura o realice alguna acción concreta, la respuesta puede ser un “Mejor no, nos podemos involucrarnos o comprometernos de esa forma” o un “Adelante, lo que tu decidas se hará”, pero dejando toda la responsabilidad del hacer en quien generó la propuesta. Esta situación desmotiva a los miembros e impide que la comunidad sea el espacio ideal donde se podría y debería compartir con sinceridad y confianza los conflictos, las tentaciones a las que se enfrentan las personas cuando se involucran en la política; la comunidad deja de ser el lugar donde se revive y consolida el compromiso con el Reino a través de experiencias espirituales profundas, que confrontan, que motivan.
Hay otro factor que también incide en el compromiso político de las comunidades: la edad de los miembros. En la gran mayoría de las comunidades locales del país el promedio de edad está por arriba de los 50 años, y en algunos casos muy por encima de esta edad. Estas comunidades tienden a preferir otro tipo de apostolados, más del tipo asistencialista. Consideran que el compromiso político demanda demasiado tiempo, o que ya no están en condiciones de involucrarse de ese modo. Si hay comunidades de jóvenes, les dejan este tipo de actividades a ellos. Hay que considerar que si bien el discernimiento de la CVX mundial sobre la importancia del apostolado en la política llevó a que quedara definido en los Principios Generales en 1990 como una opción en la misión, es hasta en los últimos años, en las últimas asambleas mundiales en donde ha adquirido fuerza y ha recibido más promoción hacia adentro de la comunidad. Por lo tanto, las comunidades que ya tienen muchos años de ser CVX (algunas que aún existen se desprendieron de las Congregaciones Marianas) han considerado que esta opción no es para ellas o no se han sentido con la fortaleza de orientarse hacia esa frontera.
Se dijo también que los Ejercicios de San Ignacio son la fuente y el instrumento de la espiritualidad cevequiana. Se requiere un proceso constante de formación en el estilo de vida cevequiano, fundamentado en la experiencia de los Ejercicios Espirituales para poder comprender la necesidad de un compromiso socio-político. Sólo aquellos miembros que perseveran en la práctica de los Ejercicios pueden ordenar su vida y poco a poco sentir el deseo de participar más activamente en ordenar las realidades temporales. Es por eso que también las comunidades tienen dificultad de consolidar el compromiso político, ya que hay desfases en los procesos personales de los miembros en este tipo de experiencia. En las comunidades de adultos jóvenes que se han formado en lo últimos años en México, hay muchos miembros que no han vivido los Ejercicios Espirituales mientras que otros de la misma comunidad los han tomado en varias ocasiones, lo que lleva a que haya diferentes grados de compromiso.
Un gran reto que debe superar la CVX México es la falta de relaciones y comunicación entre los miembros de diferentes comunidades particulares y locales, para lograr establecer redes de apoyo y grupos de acción cuando las personas tiene intereses similares. Si bien las Asambleas nacionales son una gran oportunidad de conocer miembros de otras comunidades, escuchar experiencias previas, recibir propuestas, estas reuniones se limitan a muy pocos asistentes de cada comunidad local y con poco tiempo para hablar sobre los apostolados y las diversas formas en que estos se están viviendo en cada comunidad. No existen formalmente los medios ni las herramientas para que se establezcan relaciones entre miembros que puedan generar proyectos y propuestas relacionadas con política.
Conclusiones
La CVX México enfrenta muchos retos en cuanto a la consolidación del compromiso socio-político de sus miembros. Algunos de estos retos están relacionados más con la calidad de laicos católicos, como son el preferir aportar sólo en servicios a la Iglesia o vivir un rompimiento o separación entre la espiritualidad y la vida cotidiana de la persona.
Pero hay otras muchas dificultades que las comunidades cevequianas tienen que superar: el desconocimiento de opciones de participación política; mejorar la formación de los miembros en estos temas; la polarización de las comunidades cuando los miembros tienen ideologías políticas diferentes; la superficialidad con la que se abordan estos temas y se hace discernimiento; la edad y los intereses de los miembros; la falta de experiencias en Ejercicios Espirituales y la ausencia de redes de comunicación que no sean a través de los órganos directivos, entre otros.
Se requiere que la comunidad nacional de México establezca metas claras que permitan que cada vez más miembros asuman y compartan el compromiso político, de forma que puedan minimizarse las dificultades a las que ya se han hecho mención. Se ha caminado en este sentido, con el impulso que se desprende del discernimiento comunitario que se hace en la comunidad mundial, pero es necesario que este mismo discernimiento se haga en la comunidad nacional para adaptarlo a nuestros propios modos y cultura, así como entenderlo en el contexto de la política mexicana.
Es importante que la CVX México promueva la formación de grupos intercomunidades que pudieran tener inquietudes apostólicas similares, de tal forma que se conviertan también en espacios de discernimiento personal y comunitario. Considero importante que durante las asambleas nacionales se dedique un tiempo suficiente al trabajo que impulse la elección de apostolados socio-políticos. También se requiere que se profundice en el DEAE, de tal manera que se convierta en una herramienta catalizadora de este tipo de apostolados.
En las comunidades regionales se vuelve indispensable que compartan los procesos nacionales y mundiales respecto a los apostolados y que los miembros de las mesas de servicio sean intermediarios eficaces entre la comunidad nacional con las comunidades particulares. También redundará en buenos resultados en el compromiso socio-político la creación de nuevas comunidades de personas jóvenes. En los procesos formativos recomendados por la comunidad local se debe incluir una sección de conocimiento y profundización de la realidad social, de formación política y la identificación de oportunidades  de participación de manera organizada.
Se debe poder replicar el DEAE en las comunidades particulares, pero también es importante que se consolide el sentimiento de pertenencia a la comunidad mundial. Cada miembro debe hacer un esfuerzo por dedicar un tiempo a la realización de Ejercicios Espirituales, ya sean en retiro o en la vida diaria. También debe procurarse que todos los miembros conozcan las fronteras definidas en la comunidad mundial y que hagan discernimiento para encontrar a cuál se sienten llamados a participar.



Bibliografía
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