Democracia participativa en México: reto ciudadano.
Andrés
Mayorquín Rios
Septiembre, 2014. Mérida,
Yucatán, México
“México
necesita buenos gobernantes, pero necesita más, mejores ciudadanos”
Introducción
Si
bien en México se acepta que la democracia como sistema de gobierno ha tenido
avances sustanciales tanto en la parte legislativa como en la práctica, es una
realidad aún queda una gran brecha para lograr una democracia que vuelva
realidad el disfrute de todos los derechos.
A
lo largo de este ensayo se revisarán los últimos avances democráticos que se
han conseguido en México, las principales herramientas disponibles para la
participación ciudadana así como los principales retos que deben superar los
ciudadanos para hacer efectivo el sistema democrático.
De
igual manera se presentarán algunas propuestas que pueden implementarse para
promover una mayor conciencia e integración ciudadana que lleve a una mayor
participación política de las personas.
Desarrollo
La
democracia mexicana ha estado en constante evolución desde que se instauró como
sistema de gobierno. En la Constitución de 1917 se consagró que “la soberanía
nacional reside esencial y originariamente en el pueblo” (Art. 39
constitucional) y que es “voluntad del pueblo mexicano constituirse en una
República representativa, democrática, laica y federal” (Art. 40
constitucional).
Sin
embargo, la realidad es que nuestra República ha transitado por etapas durante
las cuales, a pesar de lo establecido en las leyes, el pueblo ha dejado de
ejercer la soberanía, perdiendo totalmente la capacidad de elegir libremente a
los poderes públicos y en consecuencia, también se ha perdido la
representatividad: los servidores públicos “electos” se han alejado cada vez
más de ser la voz de los electores.
Una
muestra clara de ello fue la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) durante las últimas 7 décadas del siglo pasado, donde la voluntad popular
expresada en las urnas no siempre terminaba reflejándose en los resultados
oficiales. El verdadero poder residía en la Presidencia de la República y la
división de poderes era letra muerta.
Sin
embargo, el PRI tuvo que ir haciendo cada vez más concesiones a la oposición,
que terminaron volviéndose reformas legales que permitieron estructurar un
sistema electoral más confiable y ponerlo en manos ciudadanas, lo cual culminó
con la famosa transición política en el año 2000, cuando el Partido Acción Nacional
(PAN) logró ganar la Presidencia.
Actualmente,
si bien todavía se discute sobre la confiabilidad de las instituciones
electorales (estatales y federales) y sobre la oportunidad que tienen los
partidos de cometer fraudes que violenten la voluntad real del pueblo, no puede
negarse que los avances logrados en la materia son importantes y
significativos, con respecto al tipo de elecciones que veíamos hace 4 o 5
décadas. Debemos reconocer que esta discusión sigue rindiendo frutos, pues las
leyes electorales mexicanas han sufrido modificaciones importantes en la última
década.
Por
otro lado, no debemos omitir en esta rápida revisión que la operación política
de los partidos durante las elecciones, la facilidad con que se compra o
coacciona el voto, el mal uso de los programas estatales, la partidización de
las autoridades electorales y la dificultad para comprobar delitos electorales
sigue generando un nivel de incertidumbre sobre las elecciones mexicanas, por
lo cual hay muchos observadores y analistas que manifiestan que a pesar de las
reformas, hemos regresado a las peores épocas de los fraudes electorales.
Adicionalmente,
nuestro país tiene graves problemas ligados a la pobreza y a la desigualdad. La
cantidad de personas en nivel de pobreza ha aumentado en los últimos años. La
economía no termina de despegar, con crecimientos muy por debajo de lo
necesario para poder emplear a todas las personas en edad productiva y el
sector informal va a la alza. Los salarios están perdiendo consistentemente
poder adquisitivo, mientras que los grandes empresarios se vuelven cada vez más
ricos. El problema de la inseguridad y la violencia se extiende prácticamente
en todo el país, con algunas excepciones. El acceso y disfrute de derechos
básicos como alimentación, salud, educación y vivienda todavía no se da en los
hechos. Y no puede dejarse de lado la gran corrupción, la impunidad y la ausencia
de un estado de derecho, en donde todos estemos obligados a cumplir la ley, o
de lo contrario, sufrir la sanción respectiva.
Todas
estas circunstancias, que las personas relacionamos directamente con el
desempeño de nuestros gobernantes y servidores públicos, nos han llevado
francamente a una crisis de representatividad y credibilidad. Los ciudadanos
nos sentimos cada vez menos representados por aquellas personas a las que
elegimos en las urnas. Los políticos defienden intereses de grupo y toman decisiones
que muchas veces distan de ser en beneficio de la mayoría. Cada vez les creemos
menos.
Conclusión:
la democracia electoral no basta. Y menos bastará si las elecciones siguen
siendo controversiales. Es por eso que necesitamos una ciudadanía activa, que
esté alerta a lo que hacen sus servidores públicos y que exija resultados
reales y positivos.
En
este punto es pertinente recordar lo que escribe José Woldenberg (2014),
citando a Colin Crouch: existe “la ciudadanía positiva, en la que grupos y
organizaciones desarrollan identidades colectivas, perciben los intereses de
estas identidades y formulan de manera autónoma demandas basadas en ellos que
después transmiten al sistema político. Por otra parte estaría el activismo
negativo de la culpa y la queja, en el que el objetivo principal de la
controversia política es ver a los políticos llamados a rendir cuentas, sus
cabezas puestas en la picota y su integridad tanto pública como privada sujeta
a una rigurosa vigilancia.”
Considero
que en este momento en México se requiere que los ciudadanos cumplan ambos
roles, aunque se debe pensar en que se tendrán cada vez más logros actuando con
activismo positivo.
Vale
la pena preguntar entonces: ¿Cómo puede ejercer el ciudadano estos dos roles de
activismo positivo y negativo? ¿Qué opciones tiene el ciudadano para lograr
reducir la brecha que existen entre lo que espera que hagan sus gobiernos
electos y lo que realmente hacen? ¿Existen instrumentos actualmente para lograr
una efectiva representación del pueblo mandante por parte de las autoridades
que son mandatarias? ¿Qué puede hacer un ciudadano común y corriente para que
su voz pueda escucharse y convertirse en acciones de gobierno? ¿Hay alguna
forma de transitar de una democracia electoral a una democracia participativa?
Cuando
un ciudadano empieza a hacer conciencia de la realidad política, social y
económica de México y observa la magnitud de los problemas a los que quiere
enfrentar, es casi un hecho que se sentirá abrumado y con poco que aportar para
lograr un cambio. Sin embargo, debemos mantener el ánimo firme y comenzar a
explorar las opciones que tenemos disponibles para actuar. Existen en este
momento herramientas formales e informales que, si las usamos adecuadamente en
conjunto, y de forma colectiva, iremos asegurando que la incidencia política
del ciudadano común sea exitosa. De forma individual, he ido analizando algunas
de esas opciones que ahora comparto.
1.
Nos quejamos de muchas cosas
que suceden en nuestro país y casi siempre creemos que es culpa del Presidente
de la República o del Gobernador del Estado o del Presidente Municipal. Casi
nunca nos fijamos en que muchas cosas se originan en el Congreso de la Unión o
en los Congresos locales. Por eso una de las primeras cosas que tenemos que
saber es el nombre de nuestro diputado federal, de nuestros senadores y de
nuestro diputado local. Podemos empezar siguiéndolos en redes sociales, para
ver qué publican sobre su trabajo legislativo. Luego podemos empezar a
cuestionarles sobre el sentido de su voto, las propuestas que generan o las
gestiones que hacen. Vincularnos con ellos, para asegurarnos que su voto
representa a nuestra voz. Acercarnos a pedir información o explicaciones sobre
alguna ley aprobada, sobre sus ausencias en las votaciones o su poca
productividad. También es bueno saber si tiene casa de enlace y hasta
presentarle iniciativas de ley. Hay que reconocer que ninguna de estas acciones
obliga al legislador a actuar como nosotros proponemos.
En relación al punto anterior, en los
últimos años se ha desarrollado en otros países un concepto llamado democracia
líquida, en la cual, los ciudadanos, haciendo uso de tecnologías de la
información, pueden establecer un sistema de votación sobre temas que se
discuten en el Congreso y hacerle llegar su opinión de forma directa, o a
través de un representante virtual, a su legislador, esperando que el
legislador tome la postura que la mayoría haya votado. Creo que esta es un área
de oportunidad en México, que puede rendir buenos frutos.
2.
Una segunda forma de ir
construyendo una democracia participativa es conocer y saber utilizar la
información que generan todas las instituciones públicas. Todas ellas están
obligadas por las leyes de Transparencia y Acceso a la Información pública a
poner al alcance del ciudadano la información que disponen y archivan. Los
datos como el presupuesto asignado, el marco normativo que las regula o los sueldos
de los servidores públicos son obligaciones de transparencia de las
instituciones públicas y que podemos consultar en sus páginas web; el resto de
la información también es pública, pero sólo podemos acceder a ella a través de
una solicitud de información, el cual es un trámite sencillo que puede
generarse en un sitio web (aunque no es la única forma). Es cierto que nuestros
servidores públicos se resisten a entregar información que los pueda
comprometer. En ciertos casos, se puede recurrir a otras instancias como el Instituto
Nacional de Acceso a la Información (INAI) a nivel federal o los institutos
locales de acceso a la información pública, que son los responsables de hacer
cumplir las leyes en la materia.
3.
La asociación de los
ciudadanos resulta fundamental para equilibrar el poder del Estado y encausar
sus decisiones para lograr el beneficio de las mayorías. Por eso es importante
la promoción de una Sociedad Civil organizada mediante organizaciones no
gubernamentales (ONG’s), como pueden ser: asociaciones civiles, fundaciones,
instituciones de asistencia privada (estas 3 de carácter jurídico) o
simplemente como movimientos sociales. Un ciudadano que quiera incidir en la
política tendrá mejores resultados si logra organizarse junto con otros ciudadanos
para defender y promover sus derechos. Estas organizaciones permiten distribuir
las tareas o responsabilidades e incrementan las posibilidades de éxito en
cuanto al objetivo de la misma; también ayuda a mantener una motivación, a
evitar el desánimo o los sentimientos de impotencia frente a las estructuras
del sistema político-social. Adherirse a algunas de las muchas causas que
enarbolan este tipo de asociaciones es una buena forma de irse apropiando del
espacio público y reconocer que es necesario involucrarse activamente para
lograr mejoras sustanciales en el nivel de bienestar.
4.
Existen otras herramientas
formales y legales que permiten que los ciudadanos participen de manera más
directa en las decisiones de gobierno: la consulta popular (que puede dividirse
en referéndum y en plebiscito) y la iniciativa popular. Estas herramientas, a
nivel federal, fueron aprobadas en las reformas constitucionales del 2012 y
todo indica que al menos la consulta popular se estrenará en las elecciones del
2015. En el estado de Yucatán, la Ley de Participación Ciudadana está vigente
desde el año 2007, pero hasta ahora prácticamente es desconocida por la mayoría
de los yucatecos y su uso se ha limitado a la realización de 3 plebiscitos, 0
referéndum y a la presentación (no necesariamente aprobación) de 3 iniciativas
de ley.
La principal dificultad a la que nos
enfrentamos los ciudadanos al querer hacer uso de la consulta popular es la
cantidad de firmas de electores que hay que recolectar (la cantidad es
proporcional a la cantidad de votantes que viven la región geográfica afectada
por la acción de gobierno o ley en cuestión), lo cual hace bastante complicada
y limitada su aplicación. Por ejemplo, sería prácticamente imposible que un
solo individuo promueva y gestione la realización de una consulta popular a
nivel nacional; se requiere que alguna asociación o grupo de asociaciones con
presencia en todo el país haga la recolección de firmas. Por eso estamos viendo
que los partidos están usando esta herramienta, pero claramente con fines
electorales, lo cual desvirtúa en gran medida el espíritu de la misma.
5.
Por otro lado, la iniciativa
popular es una forma de acercar el proceso legislativo a los ciudadanos. Cuando
vemos que nuestros legisladores no proponen o promueven leyes que a la
población le interesan, entonces podemos nosotros ser generadores de propuestas
concretas mediante esta opción de participación. Nuevamente, para presentar una
iniciativa de ley se requiere recabar una cantidad de firmas (menor que en el
caso de la consulta popular). Sin embargo, a nivel federal, aunque la
iniciativa popular se aprobó constitucionalmente desde agosto del 2012, hasta
la fecha no se ha emitido la ley reglamentaria, y en los hechos, no es posible
hacer uso de esta herramienta. Una forma de forzar a esto sería presentar la
iniciativa, junto con las firmas correspondientes y frente a la negativa, poder
tramitar un amparo. Este procedimiento legal y judicial es muy engorroso y
obviamente desanima a los ciudadanos. En Yucatán, ya se han presentado 3
iniciativas populares. Sin embargo, no se conoce si dichas iniciativas fueron
aprobadas o desechadas. Considero que esta herramienta podría ser muy eficaz
para lograr el paso de la democracia electoral a la democracia participativa.
6.
Un recurso más para hacer esta
transición a la que ya hemos hecho mención es hacer uso de la figura de
candidatos independientes. Como ya se ha mencionado, hay una crisis de
credibilidad y representatividad con respecto a nuestros políticos actuales, lo
cual hace necesaria una renovación de las personas que participan actualmente
en los diferentes poderes y niveles de gobierno. La opción de las candidaturas
ciudadanas está abierta para las elecciones del 2015, aunque en el medio
ciudadano, entre las organizaciones civiles aún hay resistencia para hacer uso
de estas figuras, porque los trámites legales que el procedimiento impone junto
con la recolección de firmas necesarias para que se apruebe la candidatura
requieren una cantidad de recursos que difícilmente un ciudadano bien
intencionado podrá reunir. Además, la búsqueda de candidatos idóneos para los
cargos de responsabilidad que serán electos no es sencilla, pues se pretende
que sean personas honestas pero además preparadas para ejercer dicho cargo.
Además, cuando se piensa que hay una persona que cubre estos requisitos, falta
lograr que acepte ser postulado, pues normalmente eso implica mucho tiempo para
dedicar a las campañas, el cual no siempre se dispone, si se tiene un trabajo
actualmente. Frente a estas dificultades, veo que muchos ciudadanos se sienten
hartos de la crisis política actual, por lo que es muy probable que cada vez
haya más personas que se animen a tomar las riendas del gobierno en sus manos.
Para
lograr que estas herramientas o formas de generar participación ciudadana en el
sistema político de México sean funcionales y su uso sea más generalizado se
requiere primero de que los ciudadanos sean conscientes de su
corresponsabilidad en las decisiones de gobierno, que su responsabilidad no
queda limitada a la acción del voto cada 3 o 6 años, que se requiere un
seguimiento y acompañamiento a las funciones desempeñadas por los funcionarios
electos.
En
segundo término, se necesita que los ciudadanos conozcan las diferentes maneras
de involucrarse en la política, evitando claramente el prejuicio de que todo el
que participa en política es corrupto o termina corrompido o simplemente está
buscando lo que coloquialmente llamamos “hueso”. Por eso es importante que haya
una mayor difusión de las herramientas arriba mencionadas. Es aquí donde los
miembros de la CVX México pueden tener
impacto real, logrando ser impulsores de este conocimiento y tal vez agrupando
y asesorando algunas causas que requieran hacer uso de alguna de estas
herramientas.
Muchas
personas que conocen mi interés sobre temas político-sociales, me han
compartido que sienten inquietud por saber más sobre estos temas para poder
asumir alguna postura más informada y hasta poder realizar alguna acción
concreta sobre algunas de las situaciones del país. Sin embargo, la ignorancia
sobre los mismos hace que eviten involucrarse, dejando pasar oportunidades
valiosas para ir transformando poco a poco nuestra realidad. Con base en esas
inquietudes compartidas, la CVX Mérida, junto con el Centro Loyola han
promovido de forma esporádica algunas conferencias y talleres relacionados con
esto, teniendo una respuesta significativa.
Por
lo tanto, una propuesta concreta es desarrollar a nivel nacional un Taller o
Diplomado de Formación Cívica o de Participación Ciudadana que incluya temas
como la estructura y funcionamiento de nuestro gobierno, así como las
herramientas disponibles para el ciudadano que le permitan tener una mayor
participación en la democracia. Este taller, una vez estructurado y
desarrollado, puede replicarse en las diferentes ciudades donde la CVX tiene
presencia.
En
este mismo sentido, creo que la CVX México tiene una gran oportunidad, y por lo
tanto, una responsabilidad importante, en lograr que los Centros de
Espiritualidad Ignacianos donde tiene participación o algún nivel de autoridad,
puedan también ser una fuente de propuestas de participación ciudadana, de
crecimiento y maduración comunitaria en aspectos políticos, sociales y
económicos y no sólo de desarrollo humano a nivel individual.
Por
último, creo que muchos ciudadanos nos sentimos profundamente ofendidos y
dañados por la actuación de nuestros políticos. Ver, escuchar o leer las
noticias nos genera indignación. Hay una ruptura en la relación confianza que
debería existir entre autoridad y ciudadanía. Por eso es importante reconocer
que a pesar de todo lo negativo que podamos hablar sobre la política y los
políticos, hay muchas personas que se dedican a esto y lo hacen bien, con
espíritu de servicio, y con sincera intención de beneficiar a la sociedad en
general. Y también es necesario tomar en cuenta que la clase política actual no
va a desaparecer de la noche a la mañana y que será complicado que se
“ciudadanice” todo el sistema político.
Por
lo tanto, tenemos que lograr superar esa crisis de credibilidad. Necesitamos un
reencuentro entre ciudadanos y políticos, generado por un ambiente de
fraternidad, de estar entre iguales, de reconocer con humildad los daños
generados, de buena voluntad para corregir el rumbo. También se requiere un
reencuentro entre grupos políticos en este momento antagónicos, para que dejen
de pintar el sistema político en blanco y negro, utilizando un falso
maniqueísmo, de tal forma que puedan lograrse acuerdos para los que se
requieren consensos o amplias mayorías.
En
este sentido considero que las propuestas que genera la Cultura del Perdón y la
Reconciliación pueden ser un camino, una opción que ayude a este necesario
reencuentro. Esta opción, necesaria de alguna forma, no implica, desde mi punto
de vista, dejar de lado que algunas conductas de ciertos servidores públicos
requieren ser sancionadas conforme a lo que marca la ley. Hecha esta
aclaración, debemos continuar con la difusión y la promoción de las ESPERE en
México, procurando llevarlas, no sólo a individuos que buscan superar una
herida, sino a instituciones gubernamentales y organizaciones de la sociedad
civil, que puedan ser motores de una nueva forma de relación entre sociedad y
gobierno.
Conclusión
Nuestro
sistema democrático ha evolucionado para tratar de llegar a un sistema
electoral confiable. Sin embargo, la democracia actualmente, como sistema de
gobierno ha dejado todavía muchos sinsabores en la ciudadanía, pues los
gobiernos emanados de esta democracia aún no logran que México supere sus altos
niveles de pobreza y desigualdad, ni se ha alcanzado un crecimiento económico
sostenido y sustentable. Actualmente se vive una crisis de derechos humanos en
el país, que nuevamente ponen en tela de juicio las acciones gubernamentales de
todos los niveles.
Todo
lo anterior ha generado una crisis de nuestro sistema político, el cual ha
perdido mucha credibilidad frente a la población, que demanda resultados
inmediatos. Pero para lograr obtener esos resultados, se requiere una
ciudadanía mucho más participativa, que se involucre activamente en las
decisiones de gobierno, haciendo uso de todos los mecanismos a su alcance.
En
este ensayo se revisaron algunas de las herramientas que dispone el ciudadano
para transitar hacia una democracia participativa, tratando de identificar los
beneficios, así como también las dificultades actuales para hacer uso de ellas.
Es necesario que los ciudadanos conozcan estas opciones y se arriesguen, con
valentía, a usarlas. Sólo de esta manera podremos presionar a nuestros
gobernantes a que regresen a ser verdaderos representantes populares.
Me
atrevo a decir, que de lo contrario, de no lograr la transición de una
democracia electoral a una participativa, la crispación y el enojo social irán
en aumento, a tal grado que los ciudadanos se inclinarán por el uso de la
violencia como el único medio que resultará en un significativo cambio del
sistema. Por este motivo, es de gran relevancia la promoción de la Cultura del
Perdón y la Reconciliación.
Bibliografía
- · Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917. Título Segundo. Capítulo I. De la soberanía Nacional y de la forma de Gobierno. (2014). Recuperado de http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/htm/1.htm
- · Democracia líquida. (2014). ¿Qué es la democracia líquida? www.democracialíquida.org. Recuperado de http://www.democracialiquida.org/sect/es_ES/4002/C%C3%B3mo+conseguirla%3F.html
- · Woldenberg, J. (2014). Aproximaciones y reintegros: la democracia tensionada. Revista Nexos. Recuperado de http://josewoldenberg.nexos.com.mx/?p=213
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