IV Domingo del Tiempo
Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 21-28) – 31 de enero de 2021
#Microhomilia
Hernán Quesada SJ
“¡Enseña
de una manera nueva, y con plena autoridad!”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Dicen que un
hombre se lanzó de un avión en su paracaídas y al llegar a tierra quedó colgado
de un árbol, sin poder bajarse. Cuando pasó alguien por allí, el hombre que
pendía del árbol preguntó: “– ¿Podría usted decirme dónde estoy?” “– Desde
luego. Usted está colgado de un árbol”, respondió el transeúnte. El hombre que
colgaba del paracaídas preguntó entonces: “– ¿Es usted sacerdote?” “– Si –
respondió el transeúnte. – ¿Cómo lo supo?” “– Porque lo que usted dice es
verdad, pero no sirve para nada...”.
Esta historia
refleja un tipo de enseñanza contraria a la de Jesús, que enseñaba de una
manera nueva, “con plena autoridad y no como los maestros de la ley”. Enseñar
con autoridad es enseñar de tal manera que se ayude a los demás a encontrar
solución a sus problemas y sentido a sus vidas. No se trata sólo de cosas útiles
y prácticas, sino de un tipo de enseñanza que ayuda a las personas a ser
‘autores/as’ de sus vidas. Esto es lo que significa ‘autoridad’. Por tanto, una
persona que enseña con autoridad no sólo ofrece información sobre los temas que
trata, sino que ayuda a vivir más plenamente la vida, encontrando su sentido
más profundo.
Todos hemos
conocido, a lo largo de nuestra formación, profesores y profesoras que nos han
enseñado cosas de interés e importancia para nuestro crecimiento intelectual, y
los hemos considerado buenos y necesarios. Pero, seguramente, también hemos
tenido algunos maestros y maestras que nos han enseñado a vivir con sentido.
Estos son indispensables. Desgraciadamente, son más escasos y podemos decir que
encontrar un verdadero maestro o una verdadera maestra, es una de las
bendiciones más grandes que Dios nos puede conceder para nuestro crecimiento
como seres humanos. Sin ellos, la vida sería mucho más difícil y los caminos de
este mundo, menos amables.
De igual forma,
podríamos preguntarnos por nuestro papel como docentes. Lo que enseñamos a los
que nos rodean, se parece más al tipo de enseñanza de Jesús, o a la manera de
enseñar del sacerdote de la historia con la que comenzamos. Podemos comunicar
cosas que son verdad, pero que no sirven para nada, o enseñamos haciendo vida
lo que decimos: “Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole: – ¡Cállate y
deja a este hombre! El espíritu impuro hizo que el hombre le diera un ataque, y
gritando con gran fuerza salió de él. Todos se asustaron, y se preguntaban unos
a otros: – ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, y con plena autoridad!
¡Incluso a los espíritus impuros da órdenes, y lo obedecen!”
Pidamos para que
nuestra forma de enseñar sea como la de Jesús. Llena de autoridad para ayudar a
las personas que tenemos cerca, a crecer y vivir más plenamente, de manera que,
si alguien que cuelga de un árbol en el que se ha enredado su paracaídas, nos
pregunta dónde está, podamos ofrecerle no sólo la información que ya tiene,
sino las coordenadas de su ubicación, de manera que pueda encontrar el rumbo
hacia su propia casa.
Fuente: “Encuentros
con la Palabra”
LOS
MÁS DESVALIDOS ANTE EL MAL
José Antonio Pagola
Unos están
recluidos definitivamente en un centro. Otros deambulan por nuestras calles. La
inmensa mayoría vive con su familia. Están entre nosotros, pero apenas suscitan
el interés de nadie. Son los enfermos mentales.
No resulta fácil
penetrar en su mundo de dolor y soledad. Privados, en algún grado, de vida
consciente y afectiva sana, no les resulta fácil convivir. Muchos de ellos son
seres débiles y vulnerables, o viven atormentados por el miedo en una sociedad
que los teme o se desentiende de ellos.
Desde tiempo
inmemorial, un conjunto de prejuicios, miedos y recelos ha ido levantando una
especie de muro invisible entre ese mundo de oscuridad y dolor, y la vida de
quienes nos consideramos «sanos». El enfermo psíquico crea inseguridad, y su
presencia parece siempre peligrosa. Lo más prudente es defender nuestra
«normalidad», recluyéndolos o distanciándolos de nuestro entorno.
Hoy se habla de
la inserción social de estos enfermos y del apoyo terapéutico que puede
significar su integración en la convivencia. Pero todo ello no deja de ser una
bella teoría si no se produce un cambio de actitud ante el enfermo psíquico y
no se ayuda de forma más eficaz a tantas familias que se sienten solas o con
poco apoyo para hacer frente a los problemas que se les vienen encima con la
enfermedad de uno de sus miembros.
Hay familias que
saben cuidar a su ser querido con amor y paciencia, colaborando positivamente
con los médicos. Pero también hay hogares en los que el enfermo resulta una
carga difícil de sobrellevar. Poco a poco, la convivencia se deteriora y toda
la familia va quedando afectada negativamente, favoreciendo a su vez el
empeoramiento del enfermo.
Es una ironía
entonces seguir defendiendo teóricamente la mejor calidad de vida para el
enfermo psíquico, su integración social o el derecho a una atención adecuada a
sus necesidades afectivas, familiares y sociales. Todo esto ha de ser así, pero
para ello es necesaria una ayuda más real a las familias y una colaboración más
estrecha entre los médicos que atienden al enfermo y personas que sepan estar
junto a él desde una relación humana y amistosa.
¿Qué lugar
ocupan estos enfermos en nuestras comunidades cristianas? ¿No son los grandes
olvidados? El evangelio de Marcos subraya de manera especial la atención de
Jesús a «los poseídos por espíritus malignos». Su cercanía a las personas más
indefensas y desvalidas ante el mal siempre será para nosotros una llamada
interpeladora.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
LAS
ENSEÑANZAS DE JESÚS LIBERADO NOS MARCAN EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN
Fray Marcos
Marcos nos narra
el primer día de actividad de Jesús. Como veremos entre este domingo y el
siguiente, fue un día de plena actividad. Naturalmente es un montaje perfecto
para manifestar las intenciones de Jesús al comenzar su vida pública. Su primer
contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga, emplazamiento donde se
desenvolvían las relaciones humanas en aquella época. A la sinagoga se iba para
comunicarse con Dios a través de la Ley y la oración. Es un signo de que la
primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo. Tanto la
relación con Dios como la relación con las autoridades religiosas no liberaban,
sino que esclavizaban.
Por dos veces en
el relato se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de
lo que enseña. El domingo pasado había dejado claro que enseñaba la buena
noticia de parte de Dios. No va solo a enseñar, sino a liberar de toda opresión
por medio de su enseñanza. La institución no da la libertad, sino que somete a
la gente por una interpretación de la Ley literal. Se habla de sus obras. Lo
que Jesús hace es liberar a un hombre de un poder opresor. Jesús libera cuando
actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación de la fuerza
opresora de la Ley. Su intención en este relato es que la gente se haga la
pregunta clave: ¿Quién es este hombre? Todo lo que irá desarrollando a lo largo
del evangelio será la respuesta.
Enseñaba como
quien tiene autoridad. La palabra clave es “exousia”. No es nada fácil penetrar
en el verdadero significado de este término. Debemos distinguirlo de “dynamis”.
Esta distinción es relativamente fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se
impone a otra fuerza física. “Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el
orden jurídico, político, social o moral, siempre en un ámbito interpersonal.
La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo,
libertad para obrar de una manera determinada. Otra característica de la
“exousía” es que la persona la puede tener por sí misma o recibirla de otro que
se la otorga.
¿Qué quiere
decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa “autoridad”? Se trata de una
autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de
una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma
autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna
de ellas. El concepto de Dios “Todopoderoso” que exige un sometimiento
absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia
del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla.
Jesús no va a
potenciar la autoridad de la Ley sino a enseñar con su propia autoridad. No se
limita a interpretar lo dicho por otros sino a decir algo nuevo. Jesús enseñaba
con autoridad, porque no hablaba de oídas, sino de su experiencia interior. Trataba
de comunicar a los demás sus descubrimientos sobre Dios y sobre el hombre. Los
letrados del tiempo de Jesús, (y los de todo tiempo) enseñaban lo que habían
aprendido en la Torá. De ella tenían un conocimiento perfecto, y tenían
explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no
el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir los
preceptos era que le dieran gloria a Él, no al hombre.
Les llamó la
atención ver que Jesús hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios, tal
como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería era el
bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía
al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y
la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los
problemas que tuvo Jesús con las autoridades religiosas se debieron a esto.
Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con
la autoridad jerárquica responden al mismo planteamiento.
Cállate y sal de
él. Jesús despierta la voz de los sometidos que antes estaban en silencio. La
expulsión del “espíritu inmundo” refleja el planteamiento del evangelio como
una lucha entre el bien y el mal. “Mal” es toda clase de esclavitud que impide
al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en
aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta
Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo
estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación. Lo que acaban de ver
les suscita la pregunta: ¿Qué es esto?
Hablar con
autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo
único que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas
normas morales, que después repetimos como papagayos. Eso no puede funcionar.
En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se transmite
por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea
hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la
hemos vaciado de todo contenido vivencial. Esta es la razón también de que los
jóvenes no nos hagan puñetero caso cuando les hablamos de Dios.
Espíritu inmundo
sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás.
Para los rabinos, impuro es el que no cumple la Ley, para Jesús impuro es el
que está oprimido. Fijaos hasta qué punto estamos todos poseídos por un
espíritu inhumano. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como
en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas
de salvación. Una de las tareas más acuciantes del ser humano es descubrir sus
propios demonios; porque solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se
estará en condiciones de vencerla. Muchas de las fuerzas que actúan en nombre
de Dios también oprimen, reprimen, comprimen y deprimen al ser humano.
Una importante
tarea en el culto sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos
de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que
debiéramos ser. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que tratan por todos los
medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la
manipulación para que no consiga alcanzar la libertad que le permitiría lograr
su plena humanidad. En el lugar más sagrado para los judíos, Jesús descubre la
impureza. No en el mercado, no en las plazas púbicas. Es muy clara la intención
del evangelista al poner de manifiesto la realidad de la religión.
Nuestra vida
debía ser no un acopio de poder sino de autoridad para ayudar al hombre al
liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno
sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como
Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que
desplegó Jesús sino la que nos permite creernos superiores a los demás. Si
utilizamos esa autoridad para someterlos a nuestro capricho, aunque sea bajo
pretexto de hacer la voluntad de Dios o de buscar el bien de los demás, estamos
en la antípoda del evangelio.
Todos los seres
humanos necesitamos ayuda para superar nuestros demonios, y todos podemos
ayudar a los demás a superarlos. Es verdad que existe mucho dolor que no
podemos evitar, pero debíamos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que
ese dolor puede infligir. Soportar el dolor antes de que alcance la categoría
de sufrimiento sería la tarea decisiva de cada ser humano. Aquí tenemos un margen
increíble para la maduración personal, pero también para desplegar cauces de
ayuda a los demás. Estoy seguro de que las curaciones de Jesús fueron
encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.
Meditación
Toda autoridad
que se ejerce desde el poder viene del diablo.
Solo la
autoridad que da el servicio viene de Dios.
Tu tarea primera
como ser hum ano
es liberarte de
todo lo que te impide ser tú.
La segunda, es
ayudar a los demás a liberarse.
La liberación
nunca está realizada del todo. Si crees que eres libre y no buscas la libertad
es que no tienes conciencia de tus ataduras y vives engañado. Dar por supuesto
que Jesús nos salvó por su muerte en la cruz es engañarnos.
El hombre
siempre será limitación, finitud y carencia. Es en esa perspectiva donde tiene
que desarrollar su existencia. Ni Jesús ni Dios pueden curarnos de nuestra
finitud. Es en ella y a pesar de ella donde tenemos de desplegar nuestra
libertad.
La salvación que
Jesús nos ofrece no es una receta mágica que nos cura de todo mal, sino una
energía que nos ayuda a afrontar la vida desde una perspectiva realista.
Jesús nos libra
de Dios, de la religión de toda idolatría que nos lleve a esperar una
liberación material y exterior de nuestras limitaciones.
Jesús nos libera
de todo mesianismo materialista que pueda saciar nuestra necesidad de
seguridades. Jesús no nos libra de nada, sino que nos invita a liberarnos, no a
ser objetos pasivos de una liberación.
Antes que Marx,
Jesús advirtió que una religión mal entendida era el opio del pueblo.
Fuente: http://feadulta.com/
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