El Bautismo del Señor – Ciclo B (Marcos 1, 7-11) – 10 de enero de 2021
“Tu eres mi Hijo amado, a quien he
elegido”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
¡Qué rápido pasamos del
nacimiento de Jesús a su bautismo en el Jordán! Han pasado dos semanas y el
niño nacido en el Pesebre de Belén, ya aparece como un hombre, hecho y derecho
que decide salir de su casa en Nazaret, dejando atrás su vida de familia, su
oficio de artesano, los sembrados de Naím, los paisajes suaves de Galilea, para
ir al encuentro del profeta Juan que está bautizando al otro lado del río
Jordán, al sur del país. ¿Qué arrebato le dio a Jesús para dejar su vida
tranquila para embarcarse en una aventura que lo llevaría en poco tiempo a la
cruz? ¿Qué sueños llevaba este joven entre pecho y espalda para tomar esta
decisión? No he encontrado mejor explicación para esto que una carta escrita
por un sacerdote español, José Luis Cortés, en la que intenta recrear los
sentimientos de Jesús en este momento de su vida. Es una carta dirigida a la
Virgen María, en la que Jesús explica lo que lo mueve a dejar su casa.
“Querida mamá: Cuando te
despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido
bastante y lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mientras te escribo. El
gato me mira como diciendo: ‘¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa
nunca?’. Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en
el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi
vida. Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he
intentado comprender para qué vivían, para qué se levantaban cada mañana y con
qué esperanza se dormían todas las noches. Juan el de las gaseosas, y con él la
mitad de Nazaret, sueñan con hacerse ricos y creen de verdad que cuantas más
cosas tenga más completos van a ser. El alcalde y los otros ponen el sentido de
sus vidas en conseguir más poder, ser obedecidos por más gente, tener capacidad
para disponer del futuro de los otros hombres. El rabino y sus beatas se han
rendido ya de todo lo que signifique esforzarse por crecer y se disculpan
haciéndolo pasar por voluntad de Dios.
(...) A veces, madre,
cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pueblo,
cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que
esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con cualquier
remite, una buena noticia: ¡hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien
les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de
ponerme en medio y gritarles: ‘¡La noticia buena ya ha llegado! ¡El reino de
Dios está dentro de ustedes! ¡Las mejores cartas les van a llegar de dentro!
¿Por qué se repiten que están cojos si resulta que Dios les ha dado piernas de
gacela? Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro
encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias
simples y hermosas que ningún periódico dice nunca [Y si alguien las llega a
decir, lo censuran]. Y quisiera quemar al mundo con esta llama; que en todos
los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia. Ya se que soy un carpintero
sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad del poder abrir los labios en
público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, ‘hacer mi
síntesis teológica...’ (...) Pero... Hay demasiada infelicidad, mamá, como para
que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos... Demasiados ciegos,
demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios.
No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombres mueren y no son
felices... a menos que se esté del lado de los que dan la vida para que todo
eso no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó (...).” (J.L.
Cortés, Un Señor como Dios manda).
Jesús tuvo el valor
necesario para seguir el camino que Dios le señalaba; su vocación fue ser hijo
amado de Dios y hermano de todos los hombres y las mujeres que compartimos su
misma vocación. Eso significó el bautismo de Jesús y eso significa nuestro
propio bautismo.
Fuente: “Encuentros
con la Palabra”
EL CAMINO ABIERTO POR JESÚS
José Antonio Pagola
No pocos cristianos
practicantes entienden su fe solo como una «obligación». Hay un conjunto de
creencias que se «deben» aceptar, aunque uno no conozca su contenido ni sepa el
interés que pueden tener para su vida; hay también un código de leyes que se
«debe» observar, aunque uno no entienda bien tanta exigencia de Dios; hay, por
último, unas prácticas religiosas que se «deben» cumplir, aunque sea de manera
rutinaria.
Esta manera de entender y
vivir la fe genera un tipo de cristiano aburrido, sin deseo de Dios y sin
creatividad ni pasión alguna por contagiar su fe. Basta con «cumplir». Esta
religión no tiene atractivo alguno; se convierte en un peso difícil de
soportar; a no pocos les produce alergia. No andaba descaminada Simone Weil
cuando escribía que «donde falta el deseo de encontrarse con Dios, allí no hay
creyentes, sino pobres caricaturas de personas que se dirigen a Dios por miedo
o por interés».
En las primeras comunidades
cristianas se vivieron las cosas de otra manera. La fe cristiana no era
entendida como un «sistema religioso». Lo llamaban «camino» y lo proponían como
la vía más acertada para vivir con sentido y esperanza. Se dice que es un
«camino nuevo y vivo» que «ha sido inaugurado por Jesús para nosotros», un
camino que se recorre «con los ojos fijos en él» (Hebreos 10,20; 12,2).
Es de gran importancia
tomar conciencia de que la fe es un recorrido y no un sistema religioso. Y en
un recorrido hay de todo: marcha gozosa y momentos de búsqueda, pruebas que hay
que superar y retrocesos, decisiones ineludibles, dudas e interrogantes. Todo
es parte del camino: también las dudas, que pueden ser más estimulantes que no
pocas certezas y seguridades poseídas de forma rutinaria y simplista.
Cada uno ha de hacer su
propio recorrido. Cada uno es responsable de la «aventura» de su vida. Cada uno
tiene su propio ritmo. No hay que forzar nada. En el camino cristiano hay
etapas: las personas pueden vivir momentos y situaciones diferentes. Lo
importante es «caminar», no detenerse, escuchar la llamada que a todos se nos
hace de vivir de manera más digna y dichosa. Este puede ser el mejor modo de
«preparar el camino del Señor».
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
JESÚS NACE DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU
Fray Marcos
Estamos en el primer domingo
del “tiempo ordinario”, pero no se trata de un cambio radical en la liturgia.
Celebramos hoy una de las tres manifestaciones de Jesús que estuvieron durante
los primeros siglos integradas en la fiesta de la Epifanía. Las dos lecturas
nos preparan para entender el evangelio. Para Marcos, es el comienzo. El relato
es la clave para comprender todo su evangelio. Hay pocas dudas sobre la
historicidad del hecho. Lo narran los tres sinópticos, y Jn, más contundente,
lo da por supuesto.
El bautismo de Jesús es el
primer dato que se puede constatar históricamente por fuentes extra bíblicas.
Es un relato que ningún cristiano se hubiera atrevido a inventar, porque
compromete el altísimo concepto que tuvieron de su maestro. Si no hubieran
creído en su importancia, seguramente se les hubiera olvidado. De ahí también
la necesidad de dejar clara, en todos los relatos, la diferencia entre Jesús y
Juan.
El mensaje teológico que se
quiere trasmitir con el relato del bautismo de Jesús es de los más importantes
de todo el NT. No fue un acto de humildad ni una comedia ante los demás, sino
una actitud de búsqueda de su identidad. Resume toda su vida. Para aceptar este
punto de vista, tenemos que admitir que fue verdadero hombre. Esto no es tan
fácil, a pesar de que un concilio lo definió como dogma de fe. Un hombre al que
hicieron tantas “judiadas” y murió como murió, tiene que obligarnos a aceptar
que fue un hombre.
Los humanos no podemos
aceptar racionalmente que una realidad sea, a la vez, dos cosas contradictorias
entre sí. Desde nuestra racionalidad, no podemos pensar en un ser que es a al
vez hombre y Dios, porque tenemos una idea equivocada de lo que es Dios. Como
no podemos pensar en una bola de billar que sea a la vez, blanca y negra. El
listo de turno nos puede decir que podemos poner la mitad de pigmento blanco y
la mitad negro; pero entonces resultaría una bola gris... Esto es lo que hemos
hecho con Jesús.
A través de la historia del
cristianismo, nos hemos visto “obligados” a pensar a Jesús como hombre,
olvidándonos de lo divino o pensarlo como Dios, olvidándonos de lo humano. En
una palabra, parece que no podemos hacer cristología sin caer en la herejía. Lo
mismo que no podemos hacer teología sin hacernos un ídolo. Tenemos dos salidas:
a) repetir las formulaciones, aceptándolas sin entender ni palabra. b) aparcar
la razón y buscar la vivencia para superara la contradicción: Lo divino y lo
humano ni se mezclan ni se excluyen. En Jesús está la plenitud de la humanidad
y la plenitud de la divinidad.
Si aceptamos que Jesús es
un ser humano, tendremos que admitir una trayectoria humana como sucede en
cualquier hombre. No fue un extraterrestre, sino que tuvo que desarrollarse
hasta alcanzar su plenitud. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que
sería para Jesús descubrir a Juan Bautista. Hacía cientos de años que no
aparecían profetas en Israel; es natural que se sintiera atraído por esta
figura y que intentara aprender de él. El hecho de que se bautizara nos lleva
mucho más allá de un encuentro fortuito. Jesús aceptó la predicación de Juan y
se comprometió con ella.
Lo importante no es que
narren lo que pasó, sino el cómo nos lo dicen para que descubramos el sentido
espiritual del relato. La liturgia de hoy lo pone bien de manifiesto. Las tres
lecturas nos hablan del Espíritu. El evangelio, para hablar del Espíritu, tiene
que emplear una imagen sensible: “como una paloma”. No significa que vio una
paloma que bajaba sobre él, como normalmente se entiende y reflejan pinturas
que representan la escena. Oseas 8,1, dice: Como un águila cae el mal sobre la
casa de Israel... Quiere decir que el Espíritu cayó sobre Jesús como un ave se
lanza “en picado” desde lo alto. Recordemos que en la Biblia se dice que el
Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas.
El Espíritu transforma
interiormente a Jesús, y le capacita para llevar a cabo la difícil tarea que le
esperaba. En el AT se ungía al rey para que el Espíritu lo capacitara para su
misión. Nos están hablando del nuevo nacimiento “del agua y del Espíritu”. Lo
que Jesús pide más tarde a Nicodemo lo vivió primero él mismo. “Lo que nace de
la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. No se puede concebir
a Jesús sin el Espíritu... Porque nacer de la carne es menos importante que
nacer del Espíritu, lo que estamos celebrando hoy es más importante que lo que
acabamos de celebrar el día de Navidad.
No debemos caer en la
tentación de pensar en fenómenos aparatosos. La manera de narrar el hecho puede
ser una trampa. Ni Espíritu visible, ni voz audible, ni cielo rasgado. Todos
estos fenómenos no son más que imágenes para comunicarnos verdades teológicas
que nos lleven a la comprensión de Jesús. El Espíritu actúa siempre de la misma
manera, silenciosamente, desde dentro, sin ruidos, sin aspavientos, sin
violentar la naturaleza porque actúa siempre de acuerdo con ella. "No
gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará,
la mecha humeante no la apagará". (Isaías)
Aunque no tenemos datos
suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no
dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación que
desbordó todo lo conocido. Se atreve a llamarle “Abba” (papá); cosa inusitada
en su época. Hace su voluntad: Le escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se
reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su misión fue
que nosotros lleguemos a esa misma experiencia. Toda esa relación de Jesús con
Dios era con un Dios que es Espíritu. En el diálogo con la Samaritana lo dejó
claro. Dios es Espíritu…
Tú eres mi Hijo amado. La
experiencia de ser amado es la base del verdadero amor. La comunicación de
Jesús con su "Abba" fue a través de su ser profundo. Solo a través de
la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lucas,
dice: “y mientras oraba...” El descubrimiento de esa presencia nace
sencillamente de su conciencia de hombre. Dios como creador está en la base de
todo ser, constituyéndolo en ser. Yo soy yo, porque soy de Dios. Todo lo que
tengo de positivo me lo está dando Él. Mi verdadero ser, es el mismo ser de
Dios. Una cosa me diferencia de Dios: mis limitaciones.
El cielo rasgado recuerda
unas palabras de Is: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”. El cielo se había
cerrado. Hacía siglos que Dios no se dejaba oír a través de sus profetas; ahora
se abre. La comunicación entre el cielo y la tierra queda abierta para siempre
por medio de este ser humano que se siente identificado con Dios. Marcos está
transmitiendo el descubrimiento de la vocación de Jesús y su conciencia de
enviado del Padre.
Pedro nos ofrece el modelo:
Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo porque Dios
estaba con él. Dios también está contigo, solo falta que tú respondas como
respondió él. La más importante tarea de tu vida es desplegar tus posibilidades
de ser. Si despliegas solamente tus posibilidades biológicas, habrás
desarrollado solo una parte de ti. Eres también Espíritu y si quieres alcanzar
tu plenitud, tienes que desplegar el Espíritu.
Meditación
El Espíritu no
tiene que venir de ninguna parte.
Ya estaba en él
desde siempre,
como está en
cada uno de nosotros.
Descubrir esa
presencia es nacer del Espíritu.
Lo que nació de
la carne, seguirá siendo carne.
Una vez nacido
del Espíritu, la carne significará muy poco.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
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