II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Juan 1, 35-42) – 17 de enero de 2021
Reflexiones:
#microhomilía
#HernanQuezadaSJ
Dios tiene la iniciativa de
llamarnos, de buscarnos. Pero no siempre lo escuchamos, porque estamos
distraídos, confundidos o porque no somos capaces de ir tras él cuando lo
descubrimos. Entonces, aumentamos el ruido de nuestra voz reclamando su
abandono, nuestra confusión y malestar.
Hoy la Palabra nos invita a
mirar y escuchar, a susurrar con disposición: "Habla Señor; tu siervo te
escucha". Cuándo nos disponemos,
descubrimos la voluntad de Dios, entonces somos capaces de irnos con él, de
quedarnos con él y nunca más estar solos.
¿Cuál será la voluntad de
Dios para tu vida? ¿Qué quiere Dios para
ti y de ti? Dios siempre querrá para nosotros lo nuevo, lo bueno, abrirnos los
oídos y la voz para descubrir y anunciar su ley de amor, sus promesas en medio
de nuestro corazón.
Que Dios nos regale la
gracia de exclamar con autenticidad: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad" y que seamos libres y valientes para realizarla.
#FelizDomingo#HernanQuezadaSJ
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“¿Qué
están buscando?”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Un vecino encontró a don
Simón en cuatro patas en medio del andén, buscando algo en el piso. «¿Qué andas buscando, buen amigo?». Simón, levantando la mirada como
quien pide ayuda, respondió: «Mi llave. La he perdido». De manera que el buen
vecino se arrodilló allí mismo y los dos se pusieron a buscar la llave perdida.
Al cabo de un buen rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?». Don Simón, casi
disculpándose con una voz que salió para adentro, respondió: «En casa».
«¡Santo
Dios! Y, entonces, ¿por qué estamos buscando en plena calle?».
«Porque
aquí hay más luz», fue la respuesta inocente de don Simón (Tomado con algunas
libertades de Anthony de Mello, El Canto del Pájaro).
Es
una verdad bastante obvia, pero estoy convencido de que no sólo es importante
saber qué estamos buscando, sino también tener claro dónde hacerlo; cuando
queremos acercarnos a Dios tenemos que clarificar primero qué es lo que
buscamos, qué es lo que queremos de él; para qué lo invocamos, qué le
pedimos... pero esto no basta; es importante también definir muy bien dónde lo
vamos a buscar; porque puede ser que haya sitios aparentemente iluminados que
nos parecen más idóneos para encontrar a Dios; y, sin embargo, él puede estar
esperándonos en otra parte menos luminosa, como nuestra vida ordinaria y
cotidiana...
Suelo
comenzar la experiencia de los Ejercicios Espirituales proponiéndole a las
personas esta pregunta: «¿Qué están buscando?», porque me parece fundamental
que cada uno establezca su propio encuentro con el Señor aclarándose, para sí
mismo qué es lo que nos lleva a buscarlo. Las motivaciones que se develan ante
nosotros son muy diversas y, muchas veces contradictorias. El milagro que
realiza en esa experiencia es muy sencillo: cuando hemos aclarado lo que
buscamos, cuando decimos que buscamos a Dios, entonces, comienza a concretarse
el lugar en que debemos buscarlo.
Una
pregunta como esta fue la que Jesús le lanzó un día a dos de los discípulos de
Juan el Bautista que lo seguían por el camino: “¿Qué están buscando? Ellos
dijeron: – Maestro, ¿dónde vives?” Una canción de Glenda, una religiosa chilena
que transmite una experiencia muy profunda de Dios a través de su música, tiene
este estribillo que se va repitiendo muchas veces: “Maestro, ¿dónde vives?”
Termina diciendo: “¿Dónde está el Señor? ¿Dónde iré a buscarle? Indícame el
camino”.
La respuesta del Señor fue
“– Vengan a verlo. Fueron, pues, y vieron dónde vivía, y pasaron con él el
resto del día, porque eran como las cuatro de la tarde”. La Iglesia nos propone
este texto del Evangelio porque quiere suscitar en nosotros el hambre del
encuentro con el Señor y el deseo de saber más de él. Pidámosle en este
comienzo del tiempo ordinario que el Señor quiera mostrarnos dónde vive, de
manera que lo vayamos conociendo cada vez más, para que más le amemos y le
sigamos en nuestras vidas. Lo importante es que no terminemos como don Simón,
buscándolo en otra parte.
Fuente: “Encuentros
con la Palabra”
HACERNOS
MÁS CRISTIANOS
José Antonio Pagola
¿Esto
que vivo yo es fe?, ¿cómo se hace uno más creyente?, ¿qué pasos hay que dar?
Son preguntas que escucho con frecuencia a personas que desean hacer un
recorrido interior hacia Jesucristo, pero no saben qué camino seguir. Cada uno
ha de escuchar su propia llamada, pero a todos nos puede hacer bien recordar
cosas esenciales.
Creer
en Jesucristo no es tener una opinión sobre él. Me han hablado muchas veces de
él; tal vez he leído algo sobre su vida; me atrae su personalidad; tengo una
idea de su mensaje. No basta. Si quiero vivir una nueva experiencia de lo que
es creer en Cristo, tengo que movilizar todo mi mundo interior.
Es
muy importante no pensar en Cristo como alguien ausente y lejano. No quedarnos
en el «Niño de Belén», el «Maestro de Galilea» o el «Crucificado del Calvario».
No reducirlo tampoco a una idea o un concepto. Cristo es una «presencia viva»,
alguien que está en nuestra vida y con quien podemos comunicarnos en la
aventura de cada día.
No
pretendas imitarle rápidamente. Antes es mejor penetrar en una comprensión más
íntima de su persona. Dejarnos seducir por su misterio. Captar el Espíritu que
le hace vivir de una manera tan humana. Intuir la fuerza de su amor al ser
humano, su pasión por la vida, su ternura hacia el débil, su confianza total en
la salvación de Dios.
Un
paso decisivo puede ser leer los evangelios para buscar personalmente la verdad
de Jesús. No hace falta saber mucho para entender su mensaje. No es necesario
dominar las técnicas más modernas de interpretación. Lo decisivo es ir al fondo
de esa vida desde mi propia experiencia. Guardar sus palabras dentro del
corazón. Alimentar el gusto de la vida con su fuego.
Leer
el evangelio no es exactamente encontrar «recetas» para vivir. Es otra cosa. Es
experimentar que, viviendo como él, se puede vivir de manera diferente, con
libertad y alegría interiores. Los primeros cristianos vivían con esta idea:
ser cristiano es «revestirse de Cristo», reproducir en nosotros su vida. Esto
es lo esencial. Por eso, cuando dos discípulos preguntan a Jesús: «Maestro,
¿dónde vives?», ¿qué es para ti vivir? Él les responde: «Venid y lo veréis».
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
SOLO
SERÁ CRISTIANO EL QUE VIVA LO QUE VIVIÓ JESÚS
Fray Marcos
Este
2º domingo del tiempo ordinario sigue hablando del comienzo. Juan acaba de
presentar a Jesús como el ‘Cordero de Dios’ que quita el pecado del mundo e
‘Hijo de Dios’. Lo que hemos leído, sigue refiriendo otros títulos: ‘Rabí’,
‘Mesías’. En los que siguen y no vamos a leer, se refiriere a aquel de quien
han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el
‘Hijo de Dios’, tú eres el ‘Rey de Israel’. Por fin, el mismo Jesús habla del
‘Hijo de Hombre’. Juan hace un despliegue de títulos cristológicos al principio
de su evangelio, para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es
una reflexión de una comunidad de finales del s. I. Nada que ver con el
llamamiento de los primeros discípulos en los sinópticos.
No
tiene sentido que nos preguntemos si los primeros discípulos fueron “Andrés y
otro” que siguieron a Jesús en Judea o si Pedro y su hermano fueron llamados
por él junto al lago de Galilea. No me cansaré de repetir que los evangelios no
se proponen decirnos lo que pasó sino comunicarnos verdades teológicas que nos
cuentan con ‘historias’ que pueden hacer referencia a hechos reales o pueden
ser inventadas en su totalidad. En este caso lo importante es que desde el
principio un pequeño grupo siguió a Jesús más o menos de cerca.
Este
es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni
expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la
liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con
nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia, la esclavitud.
No viene a impedir que se cometan, sino a evitar que el que la sufra, sea
anulado como persona. En el evangelio de Juan, el único pecado es la opresión.
No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se
deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos
predicado el conformismo y la sumisión. Nadie te puede oprimir si no te dejas.
La
frase del Bautista no es suficiente para justificar la decisión de los dos
discípulos. Para entenderlo tenemos que presuponer un conocimiento más profundo
de lo que Jesús es. Si Juan lo conocía es probable que sus discípulos también
hubieran tenido una estrecha relación con él. Antes había dicho que Jesús venía
hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba... Nos está indicando que le
adelanta, que pasa por delante de él. “El que viene detrás de mí...”
Siguieron
a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a
su dueño. “Seguirle” es un término técnico en el evangelio de Juan. Significa
el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es
decir, que quiere vivir como él vive. “Quiero que también ellos estén conmigo
donde estoy yo” (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es
eso lo que él les invita a descubrir.
¿Qué
buscáis? Una relación más profunda solo puede comenzar cuando Jesús se da la
vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Juan quiere dejar claro
que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas. La pregunta “¿dónde
vives?” aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde
habita Jesús, sino la actitud vital de éste. La pregunta podría ser: ¿En qué
marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito.
Jesús está en la zona de la Vida, en la esfera de lo divino.
No
le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso,
sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder
con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde
moras? Es la pregunta fundamental. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca
será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e
irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e
irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que yo busque en Jesús.
Venid
y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: “Vieron dónde (cómo)
vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él” (como él). No tiene mucho sentido
la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba
terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen
nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la
esfera donde está Jesús.
Serían
las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor
importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es
la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos
está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a
punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de
Dios que permite la realización cabal del hombre. Es el modelo del itinerario
que debe seguir todo discípulo de Jesús.
Lo
que vieron es tan importante para ellos, que les obliga a comunicarlo a los
demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo. Hablándole
del Mesías (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia del Espíritu
sobre Jesús en el bautismo. Unos versículos después, Felipe encuentra a
Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones tan simples nos
están diciendo cómo se fue formando la nueva comunidad de seguidores.
Fijando
la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una
visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se
trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara
esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va hacer honor al
apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convertirá en
fortaleza, una vez que se convenza.
En
la Biblia se describen distintas vocaciones llamativas de personajes famosos.
Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay
vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no cómo actúa Dios
sino cómo respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene
idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama,
pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos
buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran.
Dios
no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi
propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por
Dios para ser lo que mi verdadero ser exige. En lo hondo de mi ser, tengo que
buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en
primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No
somos más por hacer esto o aquello sino por cómo lo hacemos.
El
haber restringido la “vocación” a la vida religiosa es un reduccionismo
inaceptable. Cuando definimos ese camino como “camino de perfección” estamos
distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos
y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca y
nunca existirá. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias.
Los “consagrados” constituyen un tanto por ciento mínimo de la Iglesia, pero
son el noventa y nueve por ciento de los declarados “santos”. Algo no funciona.
Meditación
El primer paso en la vida espiritual será la búsqueda.
Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar,
tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir.
Debes conocer cómo se desplegó en Jesús lo humano y lo divino,
cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre.
Lo que es Jesús solo lo descubrirás viviendo lo que él vivió.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
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