III Domingo del Tiempo
Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 14-20) – 24 de enero de 2021
#microhomilia
#HernanQuezadaSJ
Un año atrás, ¿Que estábamos haciendo? ¿qué
planes teníamos? ¿qué compromisos habíamos hecho? ¿como habíamos diseñado
llenos de seguridad y certeza el futuro?
"Este mundo que vemos es pasajero",
Que verdadera nos resulta esta frase cuando experimentamos lo efímero de nuestras
seguridades y certezas. Como dice el Papa Francisco, esta pandemia dejó al
descubierto nuestras falsas seguridades (FT 7), nos damos cuenta de quién
realmente somos. Ante nuestra desnuda realidad, frágil y dependiente de tantas
cosas de las que nos sosteníamos y con que llenábamos vacíos interiores,
podemos permanecer desolados y quejumbrosos por todo lo que no falta, o podemos
darnos cuenta, podemos "repensar el sentido de nuestra existencia"(FT
33).
Dios no irrumpirá en la libertad, que el
mismo construyó, para salvarnos del mal que nosotros nos organizamos; pero sí
nos inspira y llama a ser con él respuesta.
Dios, nos llama: "Síganme", como a
Simón y Andrés.
Es tiempo de ponernos de pie y decir
"Descúbrenos, Señor, tus caminos". Desde la fe somos valientes,
seremos hombres y mujeres nuevos, que tienen a Dios por cierto.
#FelizDomingo
“Después
que metieron a Juan en la cárcel...”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Benjamín González Buelta, un jesuita que
trabaja actualmente en República Dominicana, y cuyos libros me han inspirado
muchas veces, tiene la gracia de percibir en lo cotidiano los brotes germinales
del reino. Cuando lo conocí, usaba unas gafas gruesas de miope perdido, pero
eso no le impedía reconocer las señales de Dios en la vida ordinaria. Al
comienzo de uno de sus libros, dice lo siguiente: “En los campos de la
República Dominicana crece una hierba que los campesinos llaman «junquillo».
Tiene media docena de hojas alargadas. Por debajo de la tierra se van
extendiendo sus raíces en todas las direcciones, de tal manera que, cuando se
arranca una planta, a los pocos días nace otra al lado. Es imposible
eliminarla. Un día vi echar una capa de asfalto en el patio de una casa para
acabar con el junquillo. Pero, algunos días después, unas hojas pequeñas
empezaron a sacar sus cabezas verdes a través del asfalto negro. ¿Cómo unas
hojas tan frágiles pueden atravesar un asfalto tan duro? ¿Cómo se incuba en el
misterio de la tierra esta vida tan fuerte? (...) Dios crea inagotablemente
vida y libertad en el secreto de la tierra fecunda hasta que llegue la hora y brote la justicia” (Benjamín
González Buelta, Bajar al
Encuentro de Dios. Vida de oración entre los pobres).
El impacto que causó la noticia de que el profeta
Juan había sido encarcelado debió ser muy grande en todos aquellos que fueron
desde muy lejos a bautizarse, al otro lado del Jordán. Grandes multitudes que
escuchaban los bramidos de este hombre vestido con pelo de camello y alimentado
con langostas y miel del monte, quedaban profundamente impresionados;
regresaban a sus aldeas convencidos de que Dios estaba hablando por su medio a
todo el pueblo y que su bautismo debía transformar la vida de todos.
La predicación de Juan,
recogida más ampliamente en el Evangelio de san Lucas, era inquietante, aún
para hoy. Cuando la gente le preguntó: “¿Qué debemos hacer? Juan les contestó:
–El que tenga dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga
comida, compártala con el que no la tiene”. A los que cobraban los impuestos
para Roma le decía: “–No cobren más de lo que deben cobrar. También algunos
soldados le preguntaron: –Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Les contestó: –No le
quiten nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho; y
confórmense con su sueldo. (...) De este modo, y con otros muchos consejos,
Juan anunciaba la buena noticia a la gente. Además, reprendió a Herodes, el
gobernante, porque tenía por mujer a Herodías, la esposa de su hermano, y
también por todo lo malo que había hecho; pero Herodes, a todas sus malas
acciones añadió otra: metió a Juan en la cárcel”.
Jesús, que también había ido a bautizarse en el
Jordán, no podía permanecer indiferente ante el encarcelamiento de Juan y se
“fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: ‘Ya se
cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y
acepten con fe sus buenas noticias”. Y comenzó a llamar a sus primeros
discípulos para llevar adelante su misión. Los que encarcelaron a Juan pensaron
que con esto se iba a terminar la fiebre del reino, pero lo que hicieron fue
alborotarla más; porque la vida de Dios, como el junquillo, siempre sigue
buscando salidas, aun atravesando el asfalto implacable de la opresión.
Fuente: “Encuentros
con la Palabra”
EL PROYECTO DEL REINO DE DIOS
José Antonio Pagola
Se han escrito obras muy importantes para definir
dónde está la «esencia del cristianismo». Sin embargo, para conocer el centro
de la fe cristiana no hay que acudir a ninguna teoría teológica. Lo primero es
captar qué fue para Jesús su objetivo, el centro de su vida, la causa a la que
se dedicó en cuerpo y alma.
Nadie duda hoy de que el evangelio de Marcos lo ha
resumido acertadamente con estas palabras: «El reino de Dios está cerca.
Convertíos y creed esta Buena Noticia». El objetivo de Jesús fue introducir en
el mundo lo que él llamaba «el reino de Dios»: una sociedad estructurada de manera
justa y digna para todos, tal como la quiere Dios.
Cuando Dios reina en el mundo, la humanidad progresa
en justicia, solidaridad, compasión, fraternidad y paz. A esto se dedicó Jesús
con verdadera pasión. Por ello fue perseguido, torturado y ejecutado. «El reino
de Dios» fue lo absoluto para él.
La conclusión es evidente: la fuerza, el motor, el
objetivo, la razón y el sentido último del cristianismo es «el reino de Dios»,
no otra cosa. El criterio para medir la identidad de los cristianos, la verdad
de una espiritualidad o la autenticidad de lo que hace la Iglesia es siempre
«el reino de Dios». Un reino que comienza aquí y alcanza su plenitud en la vida
eterna.
La única manera de mirar la vida como la miraba Jesús,
la única forma de sentir las cosas como las sentía él, el único modo de actuar
como él actuaba, es orientar la vida a construir un mundo más humano. Sin
embargo, muchos cristianos no han oído hablar así del «reino de Dios». Y no
pocos teólogos lo hemos tenido que ir descubriendo poco a poco a lo largo de
nuestra vida.
Una de las «herejías» más graves que se ha ido
introduciendo en el cristianismo es hacer de la Iglesia lo absoluto. Pensar que
la Iglesia es lo central, la realidad ante la cual todo lo demás ha de quedar
subordinado; hacer de la Iglesia el «sustitutivo» del reino de Dios; trabajar
por la Iglesia y preocuparnos de sus problemas, olvidando el sufrimiento que
hay en el mundo y la lucha por una organización más justa de la vida.
No es fácil mantener un cristianismo orientado según el
reino de Dios, pero, cuando se trabaja en esa dirección, la fe se transforma,
se hace más creativa y, sobre todo, más evangélica y humana.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
RECTIFICA TU MANERA DE VER Y TODO CAMBIARÁ
Fray Marcos
Seguimos con el evangelio de Marcos que vamos a leer
durante todo este año. Es el primero que se escribió y tiene aún la frescura de
los comienzos. Es el más conciso. No tiene grandes discursos de Jesús ni cuenta
muchas parábolas. Le interesa sobre todo la vida cotidiana de Jesús. Su actitud
vital para con los pobres y oprimidos es la verdadera salvación. Las curaciones
y la expulsión de demonios, entendidos como liberación, son la clave para
comprender el verdadero mensaje de salvación de este evangelio.
Cuando arrestaron a Juan. Quiere resaltar el
evangelista que Jesús va a continuar la tarea del Bautista, pero a la vez deja
clara la diferencia. ¡Recordad!: Los datos cronológicos no tienen importancia
en la elaboración de un “evangelio”. En el evangelio de Juan, después de haber
narrado el seguimiento de los primeros discípulos, después de contarnos la boda
en Caná, la purificación del templo y el encuentro con Nicodemo, nos dice que
Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea y bautizaba allí, a la vez
que Juan estaba bautizando en otro lugar y dice: “esto ocurrió antes de
arrestar a Juan”.
Llegó Jesús a Galilea. Está claro que el evangelista
quiere desligar la predicación de Jesús de toda connotación oficial. Lejos de
las autoridades religiosas, lejos del templo y de todo lo que significaban
ambas instituciones. Galilea era tierra fronteriza y en gran parte habitada por
gentiles. Esto para un judío era, de entrada, una descalificación, pero tenía
la ventaja de menor control oficial y mayores posibilidades de que la gente le
entendiese.
Se puso a proclamar la “buena noticia” de parte de
Dios. Había empezado él su evangelio diciendo que se trataba de exponer los
orígenes de la “buena noticia de Jesús”. Estos textos son los que dieron origen
a la palabra “evangelio”, cuyo género literario se inaugura con el escrito
atribuido a Marcos. No debemos confundir el concepto de buena noticia con el
que hoy tenemos de evangelio (género literario muy concreto). Por extraño que
parezca, “euangelio” no significa “evangelio”. Hemos caído en un monumental
fraude. Hemos confundido el estuche con la joya que debía contener. Aquí
“euangelio” significa esa estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó
de parte de Dios.
Se ha cumplido (colmado) el kairos. En la fiesta de
Año Nuevo, hablamos del significado de “Cronos” y “Kairos”. Aquí el texto dice
kairos, es decir, se trata del tiempo oportuno para hacer algo definitivo. No
es que algún cronos sea especial. Cualquier cronos lo podemos convertir en
kairos si nuestra actitud vital es adecuada. El texto nos está recordando que
todos los kairos se han concentrado en el que ahora está presente.
Está despuntando el Reino de Dios. Esta expresión es
la clave. No se trata de que Dios reine. Se trata de que Dios se haga presente entre
nosotros, gracias a las actitudes de los seres humanos. Jesús hace presente ese
Reino, que es Dios, porque sus relaciones con los demás, basadas en el amor y
la entrega, hacen surgir en cada instante a Dios. Dios es amor, de modo que
está allí donde exista una verdadera empatía y compasión. Ese Reino está ya
presente en Jesús porque fue capaz de eliminar toda injusticia.
¡Cambiad de mentalidad! “Convertíos”, no expresa bien
el sentido del texto griego. ‘metanoeite’ no significa hacer penitencia ni arrepentirse
sino cambiar de mentalidad, pensar de otra manera y afrontar la vida desde otra
perspectiva. Lo que pide Jesús es una manera nueva de ver la realidad que no
tiene por qué partir de una situación depravada. El cambio se exige como
actitud que no de debe abandonarse nunca.
La llamada de los discípulos a continuación les obliga
a hacer su personal cambio de rumbo (metanoya): “Dejan la barca y a su padre y
le siguieron”. Aquí debemos hacer todos un serio examen de conciencia. ¿Cuántas
veces hemos descubierto nuestros fallos y nos hemos conformado con ir a
confesarlos, pero no hemos cambiado el rumbo? ¿De qué puede servir toda esa
parafernalia si continuamos con la misma actitud?
Tened confianza en la buena noticia. La traducción
oficial del griego “pisteuete” nos puede llevar a engaño. No se trata de creer
la noticia sino de confiar en que es buena noticia para nosotros. Tanto en el
AT como en el nuevo, la fe no es el asentimiento a unas verdades, sino la
confianza en una persona. Si la buena noticia que Jesús predica viene de parte
de Dios, podemos tener confianza plena en que es buena.
A la llamada de Jesús que acabamos de comentar,
corresponden las primeras respuestas personales, de parte de unos simples
pescadores sin preparación alguna, que se fiaron y fueron detrás de Jesús. Es
muy significativo que el primer instante de su andadura pública, Jesús cuenta
con personas que le siguen de cerca y están dispuestas a compartir con él su
manera de entender la vida. La comunidad, por muy reducida que sea, es clave
para poder emprender una vida cristiana.
Darse cuenta de que hemos emprendido un camino
equivocado es la única manera de evitarlo. Cada vez que rechazamos un camino
falso, nos estamos acercando al verdadero. Convertirse es rectificar la
dirección para apuntar mejor a la meta. Pecado en el AT era errar el blanco. Da
por supuesto que intentas dar en el blanco, pero te has desviado. Somos flechas
disparadas que tienden a desviase del blanco y que constantemente tienen que
estar contrarrestando esas fuerzas que nos distorsionan.
Convertirse no es abandonar el mal por el bien, porque
el mal y el bien en el ser humano no se pueden separar nunca del todo. Para el
maniqueísmo está todo demasiado claro: Son realidades distintas que deben estar
separadas. Nunca hemos superado esa tentación. La realidad es muy distinta: ni
el bien ni el mal se pueden dar químicamente puros. Siempre que trazamos una
línea divisoria entre el bien y el mal, nos estamos equivocando. Lo que
llamamos mal no tiene entidad propia, es solo ausencia de bien.
El mal (ausencia de perfección) no es un accidente,
sino que pertenece a la misma estructura del hombre. Sin esa limitación, que
hace posible el error, pero que también hace posible el crecimiento, no habría
persona humana. La hondura del misterio del mal está precisamente ahí. Del
mismo mal surge el bien y el mal acompaña siempre al bien. El afán maniqueo de
eliminar el mal a toda costa no tiene nada de evangélico. Dice un proverbio
oriental: si te empeñas en eliminar todos los errores dejarás fuera la verdad.
Con frecuencia necesitamos la advertencia de alguien
que nos saque del error en el que estamos. Aún con la mejor voluntad podemos
estar equivocados. Las mayores barbaridades de la historia de la humanidad se
hicieron en nombre de Dios. Aún con la mejor intención de caminar hacia la
meta, siempre estaremos necesitados de rectificar. Tenemos que aprender de los
errores. Los humanos no tenemos otra manera de crecer.
Meditación
Lo que Jesús nos ha dicho es increíble,
pero cierto.
Dios es amor, don total, absoluto y eterno.
Jesús me invita a experimentar esta
realidad.
Seguirle es entrar en su misma relación con
Dios.
Esa relación hará cambiar mi existencia
y empezaré al verlo todo de otra manera.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
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