Domingo I de Adviento – Ciclo B (Marcos 13, 33-37) – 29 de noviembre de 2020
“Manténganse
ustedes despiertos y vigilantes”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Juanito le preguntó una
vez a su abuela: ¿Que significa el tiempo de Adviento? La abuela le contestó:
Es un tiempo de espera durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y
los oídos más atentos, para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y,
¿qué es eso que esperamos?, preguntó Juanito, con una gran curiosidad. El paso
de Jesús por nuestras vidas, respondió la abuela. Si no estamos muy atentos,
nos puede pasar como le pasó a don Casimiro, un señor muy religioso, que se
perdió la gran oportunidad de ver a Dios frente a frente. Y le contó esta
historia:
"Hace mucho tiempo,
en un país muy lejano, había un hombre muy religioso, que se llamaba Casimiro;
todos los días le pedía a Jesús que le dejara ver su rostro; el hombre creía,
tenía fe, rezaba mucho, pero no quería morir sin haber visto a Jesús frente a
frente. Un buen día, estando en la Iglesia, escuchó una voz que le decía en su
interior: Ha llegado el tiempo en el que me podrás ver: Mañana iré a visitarte
a tu casa. Espérame y me verás. No faltaré. Casimiro volvió a su casa, y se
puso a preparar todo para su encuentro con Jesús. Barrió la casa, puso en la
puerta una bella alfombra nueva, preparó unas galletas y una torta, para
ofrecerle una buena merienda a Jesús.
Al día siguiente,
Casimiro se puso a la puerta de su casa con la torta, las galletas y las
golosinas sobre una mesa. Pasaba el tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó
por allí un niño jugando solo; se quedó mirando la torta y las golosinas y se
fue acercando poco a poco, jugando cada vez más cerca. Estuvo allí un buen rato
hasta que Casimiro lo regañó y le dijo: Vete a jugar lejos de mi casa, porque
estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú te comas
lo que le he preparado para comer. El niño se fue muy triste a jugar en otra
parte.
Un poco más tarde, vio
venir a una viejita pobre que tenía la ropa y los zapatos muy sucios; era una
viejita conocida en el vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro
para pedir una limosna, como acostumbraba, pero éste le prohibió que se
acercara y pisara su alfombra nueva: Me la vas a manchar, le dijo. Vete, que
estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú me
estropees la limpieza de mi casa. La viejita se fue muy triste a pedir una
limosna en otra parte.
Pasaba el tiempo y Jesús no aparecía. Ya por la tarde, vino un vecino
corriendo y le pidió a Casimiro que le ayudara a sacar su carro de un hueco en
el que había caído por accidente; pero Casimiro dijo: No puedo dejar mi casa
sola, porque estoy esperando un visitante muy ilustre, y no estoy dispuesto a que
no me encuentre esperándolo. El vecino se fue muy triste a pedir ayuda en otra
parte. Cayó la noche y Jesús
no apareció. Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a preguntarle a Dios por
qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no cumpliste tu
promesa de ir a verme a mi casa? Hubo un Tiempo de silencio. Dios callaba. De
pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su interior: Fui y no me
reconociste; yo era el niño que esperaba que me dieras un poco de torta y
algunas golosinas para alegrarme la vida. Yo era la anciana pobre que pasó por
delante de tu casa esperando recibir alguna ayuda para vivir. Yo era tu vecino
que te pedía un favor. No quisiste verme. Las tres veces me fui muy triste a
buscar en otra parte. Y Casimiro, salió fuera y lloró amargamente por no haber reconocido
a Jesús”.
Por
eso, tenemos que mantenernos despiertos, porque no sabemos cuándo va a llegar
el señor de la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a
la mañana. No sea que venga de repente y nos encuentre durmiendo, o pensando en
otras cosas, como le pasó a Casimiro. Tenemos que estar siempre atentos para
reconocer el paso de Dios por nuestras vidas.
Fuente: “Encuentros
con la Palabra”
SIEMPRE ES POSIBLE REACCIONAR
José Antonio Pagola
No
siempre es la desesperación la que destruye en nosotros la esperanza y el deseo
de seguir caminando día a día llenos de vida. Al contrario, se podría decir que
la esperanza se va diluyendo en nosotros casi siempre de manera silenciosa y
apenas perceptible.
Tal
vez sin darnos cuenta, nuestra vida va perdiendo color e intensidad. Poco a
poco parece que todo empieza a ser pesado y aburrido. Vamos haciendo más o
menos lo que tenemos que hacer, pero la vida no nos «llena».
Un
día comprobamos que la verdadera alegría ha ido desapareciendo de nuestro
corazón. Ya no somos capaces de saborear lo bueno, lo bello y grande que hay en
la existencia.
Poco
a poco todo se nos ha ido complicando. Quizá ya no esperamos gran cosa de la
vida ni de nadie. Ya no creemos ni siquiera en nosotros mismos. Todo nos parece
inútil y sin apenas sentido.
La
amargura y el mal humor se apoderan de nosotros cada vez con más facilidad. Ya
no cantamos. De nuestros labios no salen sino sonrisas forzadas. Hace tiempo
que no acertamos a rezar.
Quizá
comprobamos con tristeza que nuestro corazón se ha ido endureciendo y hoy
apenas queremos de verdad a nadie. Incapaces de acoger y escuchar a quienes
encontramos día a día en nuestro camino, solo sabemos quejarnos, condenar y
descalificar.
Poco
a poco hemos ido cayendo en el escepticismo, la indiferencia o «la pereza
total». Cada vez con menos fuerzas para todo lo que exija verdadero esfuerzo y
superación, ya no queremos correr nuevos riesgos. No merece la pena.
Preocupados por muchas cosas que nos parecían importantes, la vida se nos ha
ido escapando. Hemos envejecido interiormente y algo está a punto de morir
dentro de nosotros. ¿Qué podemos hacer?
Lo
primero es despertar y abrir los ojos. Todos esos síntomas son indicio claro de
que tenemos la vida mal planteada. Ese malestar que sentimos es la llamada de
alarma que ha comenzado a sonar dentro de nosotros.
Nada
está perdido. No podemos de pronto sentirnos bien con nosotros mismos, pero
podemos reaccionar. Hemos de preguntarnos qué es lo que hemos descuidado hasta
ahora, qué es lo que tenemos que cambiar, a qué tenemos que dedicar más
atención y más tiempo. Las palabras de Jesús están dirigidas a todos:
«Vigilad». Tal vez, hoy mismo hemos de tomar alguna decisión.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
EL ADVIENTO ES FICCIÓN, ÉL VIENE EN CADA INSTANTE
Fray Marcos
Estamos
en el primer día del Nuevo Año litúrgico. Comenzamos con el Adviento, que no es
solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida. Se trata de una
actitud vital que tiene que atravesar toda nuestra existencia. No habremos
entendido el mensaje de Jesús si no nos obliga a vivir en constante búsqueda de
lo que ya tenemos. Lo importante no es recordar la primera venida de Jesús; eso
es solo el pretexto para descubrir que ya está aquí. Mucho menos prepararnos
para la última, que solo es una gran metáfora. Lo importante es descubrir que
está viniendo en este instante.
Todo
el AT está atravesado por la promesa y por la espera. Según el relato bíblico,
Dios les va prometiendo lo que ellos en cada momento más ansían. A Abrahám,
descendencia; a los esclavos en Egipto, libertad; a los hambrientos en el
desierto, una tierra que mana leche y miel; cuando han conquistado Canaán, una
nación fuerte y poderosa; cuando están en el Exilio, volver a su tierra; cuando
destruyen el templo, reconstruirlo; etc. En el AT siempre les promete cosas
terrenas porque es lo único que ellos esperan. Jesús promete algo muy distinto.
"He venido para que tengan Vida y la tengan abundante."
Según
el AT Dios les puso la zanahoria delante de las narices o el palo en el trasero
para hacerles caminar según su voluntad. Tomado al pie de la letra sería
ridículo. Dios no hace promesas para el futuro, porque ni tiene nada que dar ni
tiene futuro. Las promesas de Dios son hechas por los profetas, como una
estratagema, para ayudar al pueblo a soportar momentos de adversidad, que ellos
interpretaban como castigo por sus pecados. Nada de lo que anunciaron los
profetas se cumplió en Jesús. Gracias a Dios, porque todos los textos están
encaminados hacia una salvación de seguridades materiales. Hoy podemos entender
aquellas imágenes como metáforas de la verdadera salvación.
La
clave del relato evangélico está en la actitud de los criados. Nos quiere decir
que Dios está siempre viniendo. Él es “el que viene”. La humanidad vive un
constante adviento, pero no por culpa de un Dios cicatero que se complace en hacer
rabiar a la gente obligándola a infinitas esperas antes de darle lo que ansía.
Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o soñando con logros
superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad la existencia. Todo
lo que espero de Dios, lo tengo ya dentro de mí.
Vigilad.
Para ver no solo se necesita tener los ojos abiertos, se necesita también luz.
No se trata de contrarrestar el repentino y nefasto ataque de un ladrón. Se
trata de estar despierto para afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se
trata de vivir a tope una vida que puede transcurrir sin pena ni gloria. Si
consumes tu vida dormido, no pasa nada. Esto es lo que tenía que aterrarte; que
pueda transcurrir tu existencia sin desplegar las posibilidades de plenitud que
te han dado. La alternativa no es salvación o condenación. Nadie te va a
condenar. La alternativa es o plenitud humana o simple animalidad.
Pues
no sabéis cuándo es el ‘momento’. En griego hay dos palabras que traducimos al
castellano por “tiempo”: “kairos” y “chronos”. Chonos significa el tiempo
astronómico, relacionado con el movimiento de los cuerpos celestes. Kairos
sería el tiempo psicológico, el momento oportuno para tomar una decisión. Por
no tener en cuenta esta sencilla distinción, se han hecho interpretaciones
descabelladas. En el evangelio que acabamos de leer, se habla de kairos.
Naturalmente que el hombre, como criatura se encuentra siempre en el chronos,
pero lo verdaderamente importante para él es vivir el kairos.
El
punto clave de nuestra reflexión debe ser: ¿Esperamos nosotros esa misma
salvación que esperaban los judíos? Si es así, también nosotros hemos caído en
la trampa. Jesús no puede ser nuestro salvador. La mejor prueba de que los
primeros cristianos, verdaderos judíos, no estaban en la auténtica dinámica
para entender a Jesús, es que no respondió a sus expectativas y creyeron
necesaria una nueva venida. Esta vez sí, nos salvará de verdad, porque vendrá
con “poder y gloria”. ¿No os parece un poco ridículo? La médula de su mensaje
es que la salvación, que Dios nos ofrece, está en la entrega y el don total.
Las
primeras comunidades oraban: “Maranatha” (ven Señor). Vivieron la contradicción
de una escatología realizada y otra futura. “Ya, pero todavía no”. “Ya” por
parte de Dios, que nos ha dado ya la salvación. “Todavía no” porque seguimos
esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto la verdadera
salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido del Adviento. Porque
“todavía no” ha llegado la verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar
el “ya”. Eso no lo conseguiremos, si seguimos dormimos.
Luchar
por un mayor consumismo y creyendo que en él está la verdadera salvación sería
una trampa. Descubrir ese engaño sería estar despiertos. El ser humano sigue
esperando una salvación que le venga de fuera, sea material, sea espiritual.
Pero resulta que la verdadera salvación está dentro de cada uno. En realidad,
Jesús nos dijo que no teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya
dentro de nosotros. En este mismo instante está viniendo. Si estamos dormidos,
seguiremos esperando.
La
falta de encuentro se debe a que nuestras expectativas van en una dirección
equivocada. Esperamos un Dios que llegue desde fuera. Esperamos actuaciones
espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda
como un salvoconducto, y eso no puede funcionar. Da lo mismo que la espere aquí
o para el más allá. Lo que depende de mí no lo puede hacer Jesús ni lo puede
hacer Dios. Esta es la causa de nuestro fracaso. Seguimos esperando que otro
haga lo que solo yo puedo hacer.
La
religión me ofrece salvación, pero solo me salva de los lazos que ella misma me
ha colocado. Dios es la salvación y ya está en mí. Lo que de Dios hay en mí es
mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada en mi auténtico
ser, simplemente tengo que despertar y dejar de potenciar mi falso yo. Tengo
que dejar de creer que soy lo que no soy. Esta vivencia me descentrará de mí
mismo y me proyectará hacia los demás. Me identificaré con todo y con todos. Mi
falso ser, mi individualidad, será disuelta.
El
verdadero problema está en la división que encontramos en nuestro ser. En cada
uno de nosotros hay dos fieras luchando a muerte: Una es mi verdadero ser que
es amor, armonía y paz; otra es mi falso yo que es egoísmo, soberbia, odio y
venganza. ¿Cual de los dos vencerá? Muy sencillo y lógico. Vencerá aquella a
quien tú mismo alimentes.
Como los judíos, seguimos esperando una tierra que mane leche y miel; es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más... Seguimos pegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. No necesitamos para nada, la verdadera salvación o, a lo máximo, para un más allá. Si no sientes necesidad no habrá verdadero deseo, y sin deseo no hay esperanza. Hoy ni los creyentes ni los ateos esperamos nada más allá de los bienes materiales. También Dios sigue esperando.
Meditación
Para ver se necesita tener los ojos abiertos,
pero también se necesita la luz.
Para nosotros la luz es Jesús.
Despertar solo depende de mí.
Puedo pasarme la vida entera dormido,
pero entonces no podré culpar a nadie.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
#microhomilía
#HernanQuezadaSJ
Quizás
como nunca en nuestra historia experimentamos la necesidad del
"Adviento", este tiempo litúrgico que comienza hoy. Todo los templos
se visten de color morado porque es el signo de que estamos
"esperando", de que sabemos que Dios viene, de que Dios "será
con nosotros" de nuevo. Este es un tiempo para reconocer cómo estamos,
diagnosticar lo que se ha marchitado en nuestras vidas, comenzar a juntar los
"trapos sucios y asquerosos" con los que hemos ido limpiando "la
casa". Se trata de darnos cuenta de cuánto se nos pudo haber endurecido el
corazón. Quizás de darnos reconocer que nos hemos quedo dormidos, se nos
cerraron los ojos vencidos por esta realidad tan complicada. Hoy somos llamados
a Despertar, a abrir los ojos, volver a estar alertas y comenzar a prepararnos
porque Dios nacerá de nuevo en nuestras sociedades, en nuestras familias, en
nuestros corazones.
RECONOCER,
DISPONER Y ESPERAR son tres llamadas que hay que comenzar a practicar hoy.
¿Qué
reconoces en tu vida, cómo estás?
¿Cómo
te preparas?¿qué hay que remover?¿qué trapos hay que tirar?¿cómo acogerás lo
nuevo?
Para
poder esperar, nos ayuda recordar que DIOS ES FIEL, él nos ha dado dones, somos
su barro y Él el alfarero; sólo nos toca
permanecer, despertar; que la desesperanza no cierre nuestros párpados.
#FelizDomingo
#adviento #reconocer #prepararse #esperar
No hay comentarios:
Publicar un comentario