Domingo XXVII Ordinario – Ciclo A (Mateo
21, 33-43) – 8 de octubre de 2017
Quiero ofrecerles hoy
algunos datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
que me parece que pueden ayudar a pensar algunas cosas. En primer lugar,
algunas cifras sobre la manera como ha evolucionado la distribución de los
ingresos en los últimos dos siglos:
En 1820: el 20% más rico ganaba 3 veces más que el 20% más pobre.
En 1870: el 20% más rico ganaba 7 veces más que el 20% más pobre.
En 1913: el 20% más rico ganaba 11 veces más que el 20% más pobre.
En 1960: el 20% más rico ganaba 30 veces más que el 20% más pobre.
En 1990: el 20% más rico ganaba 60 veces más que el 20% más pobre.
En 1997: el 20% más rico ganaba 74 veces más que el 20% más pobre.
En un informe del Banco Mundial del 2016,
se afirma que “La aritmética es brutalmente simple. Si menos de 100 personas controlan la
misma cantidad de riqueza que los 3.500 millones más pobres del planeta, el
resultado puede expresarse con una sola palabra: Desigualdad”.
Y podríamos ofrecer alguna información adicional sobre la situación general
de los países: De los 5.570 millones de seres humanos que habitamos el planeta,
1.150 millones viven en el norte, en países industrializados, mientras que
4.620 millones vivimos en el sur en países pobres, o como eufemísticamente se
les llamó durante algunos años, países en ‘vías de desarrollo’. Se calcula que
el 25% de la población mundial, es decir 1.442 millones de personas viven por
debajo de los niveles de pobreza. 1.000 millones son analfabetas y la misma
cantidad carece de agua potable. 1.300 millones de personas sobreviven con
menos de 1 dólar diario, de los cuales 110 millones habitan en América Latina,
970 millones en Asia y 200 millones en África.
Anualmente, las empresas
japonesas gastan 35.000 millones de dólares en recreación. 50.000 millones de
dólares se gastan en cigarrillos y 105.000 millones en bebidas alcohólicas los
europeos. En el mundo se gastan 400.000 millones de dólares en drogas
estupefacientes y 780.000 millones son los gastos militares en el mundo. Junto
a esto, contrastan las tres cifras siguientes para garantizar el acceso
universal a los servicios básicos en todos los países pobres: Bastarían 6.000
millones de dólares para garantizar la enseñanza básica. 9.000 millones para
dar agua potable y saneamiento. 13.000 millones para ofrecer salud y nutrición
básicas.
Aunque la parábola que
nos cuenta Jesús este domingo está dirigida a los jefes de los sacerdotes, a
los que Jesús quería cuestionar sobre su responsabilidad en el manejo de la
obra de Dios, comparándolos con los labradores de una finca que les había
alquilado un señor, estas cifras nos cuestionan como seres humanos, en la
medida en que también a nosotros nos corresponde administrar correctamente este
mundo, según la voluntad del Padre, que quiere que todos sus hijos tengan vida,
y la tengan en abundancia.
En este contexto de
desigualdad creciente, en el que los pobres han dejado de ser importantes para
los dueños de este mundo, levantar la voz para reclamar justicia y denunciar
el desorden establecido es un verdadero peligro. Como a los
enviados por el dueño de la viña, los profetas de ayer y de hoy han sido
asesinados, como fue asesinado el mismo Hijo de Dios. ¿Cuándo le daremos a Dios
la debida cosecha?
Saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
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