Domingo III de Cuaresma –
Ciclo A (Juan 4, 5-42) 19 de mazo de 2017
En
medio de una noche oscura como la boca de un lobo, el Capitán del barco
reconoció a lo lejos la luz de otra embarcación que venía directamente hacia
ellos. En seguida dio una orden al telegrafista. Ordénele a esa embarcación que
cambie su rumbo diez grados a estribor. Un momento después llega un mensaje a
la cabina del Capitán: “Ustedes deben cambiar su rumbo diez grados a babor”. El Capitán pide que el mensaje esta vez sea más explícito: “Soy el Capitán
Baquero, le ordeno que gire su rumbo diez grados a estribor”. Mientras pasa
todo esto, la luz se va acercando de manera rápida y peligrosa. Se recibe un
nuevo mensaje en la cabina: “Soy el marinero Barragán. Le sugiero que gire su
rumbo diez grados a babor”. El Capitán muy contrariado y viendo que la luz ya
está demasiado cerca envía una última advertencia: “Estoy al mando de un
acorazado. Modifique su rumbo diez grados a estribor o no respondo por lo que
pueda pasar”. La respuesta que llegó los deja a todos estupefactos: “Modifique
su rumbo diez grados a babor. Tampoco respondo por lo que pueda pasar. Estoy al
mando de un faro. Usted verá”.
La
samaritana que llega a mediodía al pozo de Jacob, a las afueras de Sicar, en
busca de agua, se encuentra, sorpresivamente, con que un judío, con rostro
cansado, le pide de beber. “Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo.
Era cerca del mediodía. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de
comer. En eso, una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le
dijo: – Dame un poco de agua”. La sorpresa aumenta cuando este atrevido personaje
le termina ofreciendo agua viva sin tener si quiera un balde y
una soga para sacar una gotas de agua del profundo pozo. “Jesús le contestó: –
Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le
pedirías a él, y él te daría agua viva”. Pero, sin duda, las sorpresas apenas
comenzaban, pues más tarde se sintió confrontada con la verdad de su vida.
“Jesús le dijo: – Ve a llamar a tu marido y vuelve acá. La mujer le contestó: –
No tengo marido. Jesús le dijo: – Bien dices que no tienes marido; porque has
tenido cinco maridos, y el que ahora tienes, no es tu marido. Es cierto lo que
has dicho”.
Muchas
veces salimos al encuentro de los demás revestidos con nuestras armaduras para
defendernos y no dejar entrar a los otros en nuestra vida. Pero es frecuente
que nos tropecemos con la sorpresa de descubrirnos vulnerables y nos vemos
obligados a cambiar nuestro rumbo para abrirnos a nuestra propia verdad. Es lo
que le pasó al capitán del barco con el que comenzamos esta reflexión. Se
sentía seguro y fuerte, pero tuvo que dejar a un lado su propio camino, porque
estaba navegando hacia su propia destrucción. Algo parecido pasa cuando nos
encontramos con la Palabra de Dios; ella nos confronta y nos ayuda a descubrir
nuestra propia verdad. “Porque la Palabra de Dios tiene vida y poder. Es más
cortante que cualquier espada de dos filos y penetra hasta lo más profundo del
alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los
pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4,12).
Este
tiempo de Cuaresma nos invita a revisar nuestros caminos y corregir nuestro
rumbo. Como la samaritana, El encuentro con Jesús pone en evidencia el camino
equivocado que estamos siguiendo, al dejarnos guiar solamente por nuestros
criterios.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
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