Segundo Domingo
de Pascua – Ciclo C (Juan 20, 19-31) – 3 de abril de 2016
Monseñor Francisco Múnera, obispo de San Vicente del Caguán y Puerto
Leguízamo contó alguna vez que durante los años en que el gobierno colombiano
despejó una inmensa zona del país para favorecer el diálogo con la guerrilla,
vivió una de las grandes enseñanzas de su vida. Iba saliendo de San Vicente del
Caguán, cuando lo detuvo un grupo de guerrilleros para hacer una requisa del
vehículo e identificar a los que viajaban con él. Mientras lo interrogaban, uno
de los guerrilleros se le acercó y le preguntó: «¿Sabe usted, padre, qué
es lo único que hay en el cielo hecho por manos humanas?» Monseñor Múnera
no supo responder. Quedó con la pregunta clavada en su alma durante todo el
tiempo que duró el retén guerrillero. Ya a punto de reemprender el camino, el
guerrillero se le acercó al obispo y le dijo al oído: «Lo único que hay en
el cielo hecho por manos humanas son las heridas de Nuestro Señor Jesucristo.
Eso debería saberlo usted que ha estudiado tanto, padrecito».
Las heridas de Nuestro Señor Jesucristo, lo único que hay en el cielo
hecho por manos humanas, según este joven guerrillero, fue lo que Tomás exigió
ver antes de doblegar su terquedad ante la evidencia de la experiencia de la
resurrección de sus hermanos. “Si no veo en sus manos las heridas de los clavos,
y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer”. Eso
parece que tenían en mente los realizadores de la película sobre laPasión de
Jesucristo. Aun cuando se ha señalado que ha sido hecha ajustándose a los
evangelios mismos, encuentro que la mirada que se de a una realidad, determina
lo que se quiere acentuar en una experiencia. Es decir, considero que la mirada
de los realizadores de esta película, que guían y determinan nuestra propia
mirada sobre la vida y la Pasión del Señor, enfocan elementos que modifican los
relatos que conocemos por los cuatro evangelios.
La pregunta que cabe hacer a la película en mención es si la atención a
las heridas, a la flagelación –recogida con tanto detalle–, a los infinitos
golpes que recibe el Señor, siendo reales e incuestionables, no son objeto de
una exagerada atención. En cambio, el resto de la vida de Jesús, que aparece
sólo en cortos recuerdos a lo largo del Camino de la Cruz, queda desdibujada y
perdida en los recuerdos difuminados de un condenado a muerte. No parece
suficiente el contraste entre lo uno y lo otro. Los evangelistas no se quedan
en la Pasión del Señor... No se quedan en las heridas del
Señor... Los evangelios contextualizan y enmarcan la Pasión en una historia de
vida que no puede ser olvidada ni puesta en un segundo plano.
Cuando San
Ignacio de Loyola, habla de la resurrección, en sus Ejercicios Espirituales,
dice que en ella “la divinidad aparece y se muestra ahora tan milagrosamente en
la santísima resurrección, por los verdaderos y santísimos efectos de ella”. Es
decir, que la resurrección, es perceptible por sus efectos en la vida de las
personas. La pregunta que nos puede ayudar a vivir esta Pascua resucitada este
año es si nuestras vidas muestran sólo las heridas del Señor, o son también
manifestación de su resurrección gloriosa a través de los efectos que produce.
La vida de Jesús no fue sólo herida, también fue una interminable lista de
obras de misericordia que fue repartiendo entre todos los que se cruzaban en su
camino. La vida entera de Jesús hace parte de lo que Dios quiso decirnos en la
persona de su amado Hijo. Eso también hace parte de lo que está en el cielo,
hecho por manos humanas.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J
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