domingo, 31 de agosto de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA "ANIVERSARIO"
CON MOTIVO DEL 3er. ANIVERSARIO DE "LA FRASE DE LA SEMANA" LES COMPARTO UN FOTOVIDEO EN EL QUE ADJUNTE TODAS LAS IMÁGENES PUBLICADAS DURANTE ESTE AÑO
"Ad majorem Dei gloriam"
LA FRASE DE LA SEMANA
AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 16, 21-27
viernes, 29 de agosto de 2014
“¡Apártate de mi Satanás!”
Domingo XXII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 16, 21-27) – 31 de agosto de 2014
¿Quién no quiere realizarse como
persona? ¿Quién no busca, por todos los medios, su plenitud? ¿Quién no aspira a
ser feliz? El carbón o el estaño, el naranjo o la margarita, la vaca o el
ciervo, no necesitan preocuparse por su realización; están programados para
cumplir su meta. Si encuentran las condiciones necesarias, serán lo que tienen
que ser y ya está... Pero nosotros... Nosotros somos otro cuento… La
realización no nos llega automáticamente, sino que tenemos que construirla paso
a paso, escalón tras escalón. El camino de los hombres y las mujeres ‘se hace
al andar’, decía el poeta andaluz y cantaba el juglar catalán… no encontramos
hecho el camino, lo tenemos que hacer.
Pero, ¿cuál es
el camino que nos lleva a desplegar todas nuestras potencialidades? ¿Cómo
llegar a ser auténticamente humanos? ¿Cómo llegar a ser plenamente felices? La
familia, con muy buenas intenciones, pero no siempre de manera acertada, nos
advierte sobre las ventajas y los peligros de una u otra opción profesional,
matrimonial, existencial... Los amigos y amigas nos aconsejan, muchas veces de
acuerdo a su propia experiencia, por dónde debemos seguir... La sociedad, a
través de los medios de comunicación y la publicidad, nos señala senderos de
plenitud y felicidad, que terminan siendo sólo realidad de novela o alegrías de
cartón... Todos quieren ayudarnos a encontrar el secreto de la
felicidad.
Sin embargo, a
casi nadie se le ocurre decirnos que para encontrar la vida, tenemos que
perderla. ¡Qué locura! ¡Cómo se te ocurre! ¡Estás loco! Como Pedro, cuando escuchó
a Jesús diciendo que “tendría que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes
de los sacerdotes y los maestros de la ley lo harían sufrir mucho”, nuestros
seres queridos, nuestros amigos, la sociedad entera nos lleva aparte y nos
reprende: “¡Dios no lo quiera (...)! ¡Esto no puede pasar!”
La reacción de
Jesús es tal vez la expresión más fuerte que haya dirigido a ningún ser humano;
a los fariseos los llamó “raza de víboras”; a los escribas les dijo “sepulcros
blanqueados”; a Pedro le dice: “¡Apártate de mí Satanás, pues eres un tropiezo
para mí! Tu no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres”.
Poco antes Lo había llamado dichoso (...) porque esto no lo conociste por
medios humanos, sino porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo”.
El camino de la
felicidad es el despojo de nosotros mismos y de nuestras seguridades: “Si
alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y
sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la
vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero, si pierde la vida?”
¿En qué
dirección va la búsqueda de nuestra plenitud? ¿Hacia dónde caminamos cuando
aspiramos a realizarnos en la vida? ¿Dónde buscamos la felicidad? Este camino
que nos señala el Señor es el único que nos podrá llevar al desarrollo pleno de
todas nuestras potencialidades. A los otros planes y proyectos, habrá que
decirles con sencillez, pero con decisión: “¡Apártate de mi Satanás!”
Saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 24 de agosto de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
Para ver el evangelio completo clic aquí: Mt. 16, 13-20
Saludos.
sábado, 23 de agosto de 2014
“¿Quién dicen que soy?”
Domingo XXI
Ordinario – Ciclo A (Mateo 16, 13-20) – 24 de agosto de 2014
Llaman al
teléfono a una casa de familia y contesta una vocecita de unos cinco años... La
persona que llama pregunta: – Por favor, ¿está tu mamá? – No, señor, no está. –
¿Y tu papá? – Tampoco. – ¿Estás sola? – No, señor, estoy con mi hermano. El
interlocutor, con la esperanza de poder hablar con algún mayor le pide que le
pase a su hermano. La niña, después de unos minutos de silencio, vuelve a tomar
el teléfono y dice que no puede pasar a su hermano... – ¿Por qué no me puedes
pasar a tu hermano? Pregunta el hombre, ya un poco impacientado. – Es que no
pude sacarlo de la cuna. – Lo siento, dice la niña...
Al nacer, los
seres humanos somos las criaturas más indefensas de la naturaleza. No podemos
nada, no sabemos nada, no somos capaces de valernos por nosotros mismos para
sobrevivir ni un solo día. Nuestra dependencia es total. Necesitamos del
cuidado de nuestros padres o de otras personas que suplen las limitaciones y
carencias que nos acompañan al nacer. Otros escogen lo que debemos vestir, cómo
debemos alimentarnos, a dónde podemos ir... Alguien escoge por nosotros la fe
en la que iremos creciendo, el colegio en el que aprenderemos las primeras
letras, el barrio en el que viviremos... Todo nos llega, en cierto modo, hecho o decidido y
el campo de nuestra elección está casi totalmente cerrado. Solamente, poco a
poco, y muy lentamente, vamos ganando en autonomía y libertad.
Tienen que pasar
muchos años para que seamos capaces de elegir cómo queremos transitar nuestro
camino. Este proceso, que comenzó en la indefensión más absoluta, tiene su
término, que a su vez vuelve a ser un nuevo nacimiento, cuando declaramos
nuestra independencia frente a nuestros progenitores. Muchas veces este proceso
es más demorado o incluso no llega nunca a darse plenamente. Podemos seguir la
vida entera queriendo, haciendo, diciendo, actuando y creyendo lo que otros
determinan. Este camino hacia la libertad es lo más típicamente humano, tanto
en el ámbito personal, como social.
La fe no escapa
a esta realidad. Jesús era consciente de ello cuando pregunta primero a sus
discípulos “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Es, como hemos
visto, una etapa necesaria e inevitable de nuestra evolución como personas
creyentes. Por allí comienza nuestra primera profesión de fe: “Algunos dicen
que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros dicen...”
La pregunta que
debe quedar flotando en nuestro interior este domingo es si todavía seguimos
repitiendo lo que ‘otros’ dicen de Jesús o, efectivamente, podemos responder a
la pregunta del Señor desde nuestra propia experiencia de encuentro con aquél
que es la Palabra y el sentido último de nuestra vida. Mejor dicho, la pregunta
es si somos capaces de pasar al teléfono cuando él nos llama o si todavía
dependemos de alguien para responder a su llamada...
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 17 de agosto de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
Aquí esta la frase correspondiente al evangelio de hoy para reflexionar toda la semana
para ver el Evangelio completo clic aquí: Mt. 15, 21-28
Saludos.
“¡Mujer, qué grande es tu fe!”
Domingo XX
Ordinario – Ciclo A (Mateo 15, 21-28) – 17 de agosto de 2014
El jesuita brasileño João Batista
Libânio, quien murió hace poco, en un libro publicado hace varios años, decía
que las condiciones del cambio eran la sospecha y la experiencia
de lo diferente. Cuando funcionamos según nuestros prejuicios, no somos
capaces de abrirnos a lo diferente y mucho menos nos atrevemos a sospechar que
nuestras posiciones puedan estar equivocadas. Y, desgraciadamente, vivimos
llenos de prejuicios políticos, culturales, sociales, raciales, religiosos...
Cuentan que una vez le preguntaron a
un ciudadano estadounidense si era demócrata o republicano, a lo que el hombre
respondió: “Soy demócrata”. Le preguntaron, entonces: “¿Por qué es usted demócrata?”
“–Soy demócrata, dijo el hombre, porque mi papá era demócrata, mi abuelo era
demócrata, toda mi familia ha sido siempre demócrata. Por eso soy demócrata”.
“Vamos a ver, inquirió el entrevistador, si su papá hubiera sido un ladrón, su
abuelo un ladrón y toda su familia fuera de ladrones, ¿sería usted también
ladrón?” “Desde luego que no, respondió el hombre. En ese caso sería
republicano”.
Este pequeño ejemplo de prejuicio
político es apenas una muestra de lo que funciona dentro de nuestra cabeza. Muy
rápidamente sacamos conclusiones respecto de la gente que conocemos todos los
días. Cada uno podría hacer un ejercicio de reconocimiento de los propios
prejuicios pensando: ¿Cómo le parece que sea una persona que tiene una cuenta
bancaria sustanciosa o alguien que esté desempleado? ¿Qué pensamos de una
persona nacida en Pasto o en la Costa? ¿Qué respuesta le daríamos a alguien que
viene a decirnos que acaba de llegar de una zona de reconocida influencia
guerrillera o paramilitar? Y así, se podrían seguir dando muchos ejemplos.
Caminando Jesús
por una región apartada, se encuentra con una mujer extranjera. La primera
actitud del Señor fue pasar de largo y no contestar nada a los gritos de la
mujer, que pedía que le curara a su hija. Los discípulos, entonces, le ruegan
que le diga a la mujer que se vaya o que la atienda, “porque viene gritando
detrás de nosotros”. Jesús respondió: “Dios me ha enviado solamente a las
ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer siguió insistiendo: “Fue a
arrodillarse delante de él, diciendo: –¡Señor, ayúdame!” Y Jesús le
contestó: “–No está bien quitarle el pan a los hijos y dárselo a los perros”.
Solemos decir que el perro es el mejor amigo del hombre, pero a nadie le dicen
perro como piropo... Sin embargo, la mujer es capaz de sobrepasar el insulto y
decirle a Jesús: “–Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen
de la mesa de sus amos”. Jesús, entonces, vencido por la mujer, termina
diciendo: “–¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres. Y desde ese mismo
momento su hija quedó sana”.
Es evidente que
Mateo quiere dar una lección a su comunidad judeocristiana, para que acojan a
los extranjeros como legítimos beneficiarios de los dones del Reino anunciado
por Jesús. Para ello, no duda en presentar a un Jesús que fue capaz de abrirse
al encuentro con esta mujer extranjera y dejarse vencer por la fortaleza de su
fe y su perseverancia. Algunos autores insisten en afirmar que Jesús estaba
poniendo a prueba la fe de esta mujer, pero a mi no me cabe en la cabeza que
Jesús fuera capaz de insultar a alguien si no es porque estaba, convencido de
lo que estaba diciendo.
Si queremos sospechar de
nuestras posiciones ya tomadas, deberíamos ser capaces de abrirnos al encuentro
con lo diferente de nosotros mismos y dejar que este contacto con lo
distinto nos cuestione y nos ayude a cambiar nuestro comportamiento habitual
frente a los demás, especialmente, frente a aquellos que descalificamos de
entrada por nuestros prejuicios.
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
miércoles, 13 de agosto de 2014
POR NUESTROS HERMANOS DE GAZA LEVANTAMOS NUESTRA VOZ:
Ante los desgarradores
acontecimientos que ocurren en la Franja de Gaza, donde la barbarie del ataque militar ha
causado miles de desplazados y al menos mil muertes, queremos levantar nuestra
voz para decir:
¡ALTO AL APOYO DE LAS
ACCIONES GUBERNAMENTALES QUE FAVORECEN ESTE GENOCIDIO!
¡ALTO AL ASESINATO
VIL DE TANTOS INOCENTES!
¡ALTO A LA
DESTRUCCIÓN DE LA FRANJA DE GAZA!
Comunidad de Vida Cristiana, México
Agosto del 2014.
Agosto del 2014.
domingo, 10 de agosto de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
AQUÍ ESTA LA FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
Para ver el evangelio completo clic aquí: Mt. 14, 22-33
Saludos
“¡Tengan valor, soy yo, no tengan miedo!”
Domingo XIX Ordinario – Ciclo A
(Mateo 14, 22-33) – 10 de agosto de 2014
Es frecuente que sólo nos acordemos
de Dios en tiempos de crisis y dificultad. Cuando navegamos por aguas
tranquilas y nuestra vida transcurre sin particulares sobresaltos, podemos ir
perdiendo la referencia fundamental al Señor. Podríamos decir, utilizando el
lenguaje de san Ignacio de Loyola para referirse a los estados del alma, que en
tiempos de desolación buscamos con más insistencia a Dios; y que en tiempos de
consolación nos olvidamos de él, como la fuente de toda gracia.
Juan Casiano (ca. 360-435), uno de
los padres de la Iglesia, cuyos escritos marcaron definitivamente el monaquismo
de Occidente, nos presenta, en una de sus obras, algunas causas por las cuales
las personas vivimos momentos de desolación. En primer lugar, dice Casiano,
"de nuestro descuido procede, cuando andando nosotros indiferentes, tibios
y empleados en pensamientos inútiles y vanos, nos dejamos llevar de la pereza,
y con esto somos ocasión de que la tierra de nuestro corazón produzca abrojos y
espinas, y creciendo éstas, claro está que habemos de hallarnos estériles,
indevotos, sin oración y sin frutos espirituales" (Conlationes IV,3).
La segunda causa por la cual Dios
permite que tengamos estas experiencias de abandono, según Casiano, es “para
que desamparados un poco de la mano del Señor (...) comprendamos que aquello
fue don de Dios, y que la quietud, que puestos en esta tribulación le pedimos,
únicamente la podemos esperar de su divina gracia, por cuyo medio habíamos
alcanzado aquel primer estado de paz, de que ahora nos sentimos privados”
(Conlationes IV,4).
Ignacio de Loyola, en el siglo XVI,
explicará esto mismo diciendo que Dios permite que vivamos momentos de
desolación “por darnos vera noticia y conocimiento para que internamente
sintamos que no es de nosotros traer o tener devoción crecida, amor intenso,
lágrimas ni otra alguna consolación espiritual, mas que todo es don y gracia de
Dios nuestro Señor; y porque en cosa ajena no pongamos nido, alzando nuestro
entendimiento en alguna soberbia o gloria vana, atribuyendo a nosotros la
devoción o las otras partes de la espiritual consolación” (EE, 322).
Pedro, junto con los demás
discípulos, vive un momento de crisis profunda, cuando en medio de la noche, y
sintiendo que “las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra”,
ve a Jesús caminando sobre las aguas; dice san Mateo que los discípulos “se
asustaron, y gritaron llenos de miedo: – ¡Es un fantasma!”. La respuesta de
Jesús los tranquilizó: “– ¡Tengan valor, soy yo, no tengan miedo!”
Pedro, entonces, con la seguridad que
le daban estas palabras, dice: “– Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta
ti sobre el agua”. A lo que Jesús, ni corto ni perezoso, le respondió: “¬–
Ven”. Entonces, “Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en
dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como
comenzaba a hundirse, gritó: – ¡Sálvame, Señor! Al momento, Jesús lo tomó de la
mano y le dijo: – ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?”
Como Pedro, cuando caminamos sobre
aguas tranquilas guiados y conducidos por el Señor, tenemos la tentación de
sentirnos dueños de lo que hacemos y nos olvidamos de aquel que hace posible
nuestra existencia. De manera que, “para que en cosa ajena no pongamos nido”,
es precisamente en las crisis y en los momentos de turbulencia, cuando
reconocemos la verdadera fuente de nuestra seguridad y, como los discípulos,
después de la tormenta, nos postramos en tierra para decirle al Señor: “–¡En
verdad tú eres el Hijo de Dios!”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 3 de agosto de 2014
“... denles ustedes de comer”
Domingo XVIII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 14,13-21) – 3 de agosto de 2014
Anthony de Mello, cuenta en su libro, El
Canto del Pájaro, la historia de un hombre que paseando por el bosque vio
un zorro que había perdido sus patas; el hombre se preguntaba cómo podría
sobrevivir el pobre zorro mutilado. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba
una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne
para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del
mismo tigre. De modo que el hombre quedó maravillado de la inmensa bondad de
Dios y se dijo: «Voy a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor,
y éste me dará cuanto necesito». Así lo hizo durante varios días; pero no
sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando
oyó una Voz que le decía: «¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre
tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre
zorro mutilado».
Es frecuente
que, cuando nos encontramos con situaciones dolorosas, reaccionemos ante Dios
pidiéndole que haga algo por nosotros, que nos ayude a solucionar nuestros
problemas. Y, ciertamente, Dios hace algo, pero nos invita a colaborar con él
en su obra. Cuánta gente, cuando constata las miserias y sufrimientos de
nuestros pueblos, no le reclama de Dios una respuesta frente a tanto dolor. La
pregunta que muchas veces asoma a nuestros labios es: “¿Por qué permites estas
cosas? ¿Por qué no haces nada?” La respuesta que nos da Dios es: “Ciertamente
que he hecho algo. Te he hecho a ti”.
El texto
evangélico de este domingo nos presenta la reacción de Jesús ante el asesinato
de Juan el Bautista. “Cuando Jesús recibió la noticia, se fue de allí él solo,
en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos
para seguirlo por tierra. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió
compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban”. Jesús no se deja aplastar por
su dolor ante el crimen que había acabado de cometer Herodes contra su amigo,
el profeta Juan. Siente compasión y no pude cerrar los ojos ante el sufrimiento
de aquellos que lo siguen hasta ese lugar apartado.
Los discípulos,
viendo que se hacía tarde, y que la gente no tenía dónde encontrar comida, le
sugieren a Jesús que los despida para que vayan a las aldeas a
comprar comida. Pero Jesús les dice: “No es necesario que se vayan; denles
ustedes de comer”. La reacción de sorpresa no se deja esperar: “No tenemos aquí
más que cinco panes y dos pescados”. Esto no alcanzará para alimentar a tantos.
Jesús, entonces, toma los pocos panes y peces, manda que la multitud se siente
sobre la hierba y “mirando al cielo, pronunció la bendición y partió los panes,
los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente”. Jesús parte y
los discípulos re-parten lo poco que tenían con una multitud.
Y “todos comieron hasta quedar satisfechos”. No podemos seguir imitando al
zorro mutilado. Tenemos que imitar más bien al tigre, que alimenta todos los
días al que no puede buscar su alimento. Sólo así seremos discípulos de Aquel
que no evadía el hambre de su pueblo, sino que partía y repartía con ellos todo
lo que tenía.
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
viernes, 1 de agosto de 2014
EVALUACIÓN de los #31DíasconIgnacio
Favor de contestar esta encuesta, para evaluar la iniciativa de REDCORDAR, VIVIR y COMPARTIR la fuente de nuestra espiritualidad ignaciana: los Ejercicios Espirituales.
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