PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 2, 22-40
domingo, 28 de diciembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY DOMINGO "DIA DE LA SAGRADA FAMILIA" PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA.
“Estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”
La Sagrada Familia – Ciclo B (Lucas 2, 22.39-40) – 28 de diciembre de 2014
Un matrimonio de profesionales jóvenes, con dos hijos pequeños, fue asaltado un día por un familiar cercano con una pregunta que nunca se habían esperado: –¿Estarían ustedes dispuestos a prestarle el carro nuevo a la empleada del servicio durante todo un día? Ellos, sin entender para dónde iba el interrogatorio, respondieron casi al tiempo y sin dudar ni un momento: “Ni de riesgos. ¡Cómo se le ocurre! ¡No faltaba más!” El familiar, dejando escapar una sonrisa de satisfacción al ver cómo habían caído redonditos, les dijo: “Y, entonces, ¿cómo es que dejan todo el día a sus dos hijos en manos de la misma empleada del servicio?”
No se trata de juzgar la forma de ejercer la paternidad o la maternidad en los tiempos modernos. Ni soy yo el más indicado para decir qué está bien y qué está mal en la educación de los hijos, puesto que no los tengo; pero cuando escuché esta historia me conmoví interiormente y pensé mucho en la forma como se van levantando actualmente los hijos de matrimonios conocidos.
La familia es el núcleo primordial en el que crecemos y nos vamos desarrollando como personas. Lo que aprendemos en la casa nos estructura interiormente para afrontar los retos que nos plantea la vida. Lo que no se aprende en el seno del hogar es muy difícil que luego se adquiera en el camino de la vida. Los primeros años de nuestro desarrollo son fundamentales y tal vez a veces lo olvidamos.
Es muy poco lo que los Evangelistas nos cuentan sobre la vida familiar de Jesús, José y María; sin embrago, por lo poco que se sabe, ellos tres constituyeron un hogar lleno de amor y cariño en el que se fue formando el corazón del niño Jesús. Y, a juzgar por los resultados, ciertamente, tenemos que reconocer que debió ser una vida familiar que le permitió al Niño crecer hasta la plenitud de sus capacidades: “Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”.
Que nuestros niños crezcan también fuertes y llenos de sabiduría, gozando del favor de Dios, de tal manera que no tengan que rezar a Dios con las palabras que leí alguna vez en una revista:
"Señor, tu que eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra,
quiero pedirte un gran favor: transfórmame en un televisor.Para que mis padres me cuiden como lo cuidan a él,
para que me miren con el mismo interés
con que mi mamá mira su telenovela preferida o papá el noticiero.
Quiero hablar como algunos animadores que cuando lo hacen,
toda la familia calla para escucharlos con atención y sin interrumpirlos.
Quiero sentir sobre mí la preocupación que tienen mis padres
cuando el televisor se rompe y rápidamente llaman al técnico.
Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres y su héroe favorito.
Señor, por favor, déjame ser televisor aunque sea por un día".
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
domingo, 21 de diciembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 1, 26-38
sábado, 20 de diciembre de 2014
“Para Dios no hay nada imposible”
Domingo IV de Adviento – Ciclo B (Lucas 1, 26-38) – 21 de diciembre de 2014
Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía: «A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas, alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero, por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente me vea, admire a Dios por su grandeza».
Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo del hacha y la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche... El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron ajusticiados varios hombres...
Dice san Lucas, que cuando María recibió el anuncio del ángel, “se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. María, sin salir de su asombro, preguntó: “–¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: –El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder de Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. La respuesta de María fue de total disponibilidad a pesar de que seguramente no entendió completamente el plan de Dios. “Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho”.
No es fácil aceptar los planes de Dios cuando no se acomodan a los nuestros. Siempre que Dios nos llama a realizar un proyecto, tenemos la tentación de pensar que será como nosotros lo hemos programado; pero el Señor tiene sus caminos, que no son los nuestros. Él se encarga de realizar nuestros sueños y nuestros planes, pero a su manera. Lo importante es que encuentre en nosotros la disposición necesaria para dejarnos guiar y conducir por Él a través de las vicisitudes de nuestra vida.
Que el Señor nos conceda ser dóciles a su voluntad; que nos de fe y perseverancia, de modo que aun cuando no nos toque ser un gran palacio, aceptemos sostener el portal del pesebre que en Belén abre sus puertas al que nos trajo una gran alegría para todo el pueblo.
Aunque no seamos el gran mástil de una hermosa embarcación, aceptemos ser la humilde barca de Pedro, que sirvió de púlpito para que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva. Y aunque no seamos un gran monumento, aceptemos ser la cruz que sirvió de altar para que Dios nos mostrara el amor de Dios que llega hasta el extremo...
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
domingo, 14 de diciembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Jn, 1, 19-28
sábado, 13 de diciembre de 2014
“Abran un camino derecho para el Señor”
Domingo III de Adviento – Ciclo B (Juan 1, 6-8.19-28) – 14 de diciembre de 2014
Cuando visité por primer vez la vereda Taracué, en el municipio de San Pablo, al sur del departamento de Bolívar, viajé montado en la parte de atrás de un viejo camión de estacas, compartiendo el espacio con un buen grupo de niños y niñas, acompañados por sus padres, los bultos de comida, los barriles de gasolina, las gallinas, la carne colgada de las barandas. Muy lentamente fuimos recorriendo los quince o veinte kilómetros que separan la vereda del casco urbano. El camión se balanceaba de un lado para el otro, sobrepasando los huecos más impresionantes y hasta algunas quebradas bastante caudalosas.
Recuerdo que al llegar, nos explicaron que todavía nos faltaba por recorrer a pie un buen trecho, pues la carretera estaba todavía en construcción. Caminamos una hora más hasta la escuela de la vereda, donde nos íbamos a hospedar con mi compañero de misión. Yo estaba recién ordenado y celebré allí mi primera semana santa en medio de una comunidad que iba naciendo entre las plantaciones de coca y los grupos guerrilleros que controlaban la zona.
Algunos meses después, volvimos a Taracué para celebrar la Navidad y nos encontramos con que la carretera había avanzado hasta la orilla de la quebrada, de aguas transparentes, que lleva el mismo nombre de la vereda, donde está la escuela. Los campesinos de la región, a punta de pico y pala, habían abierto la montaña para que los carros pudieran llegar más cerca de sus casas que, de todos modos, seguían estando a dos y tres horas de camino. Tuvieron que romper los cerros, sobrepasar las cimas, construir puentes y rellenar en otros sitios el terreno para tratar de hacer un camino transitable. Los campesinos nos contaban que en un recodo del camino tuvieron que luchar a brazo partido con una enorme roca que les impedía el paso. Sólo cuando consiguieron un poco de dinamita, pudieron sobrepasar aquella dificultad y terminar el trayecto hasta la quebrada. Hoy todavía es una carretera que sólo permite el paso de carros con doble tracción o camiones con mucha fuerza. Y, sobre todo en épocas de lluvia, aunque sigue conservando el nombre, se parece poco a lo que debería ser una carretera como Dios manda.
Juan el Bautista anuncia la llegada del Señor sirviéndose de las palabras del profeta Isaías, que invitaba a su pueblo a abrir “un camino derecho para el Señor”. El texto de Isaías sigue diciendo: “Rellenen todas las cañadas, allanen los cerros y las colinas, conviertan la región quebrada y montañosa en llanura completamente lisa”. Cada uno de nosotros sabrá qué implicaciones tiene esto en nuestras relaciones con los demás y con Dios. Qué cañadas tenemos que rellenar, qué cerros y qué colinas tenemos que allanar, qué puentes tenemos que construir para permitir que el Señor llegue hasta nosotros.
Este tiempo de Adviento es un tiempo propicio para abrir nuestros caminos, arreglarlos, mejorarlos. Así como los campesinos de la vereda Taracué, al sur de Bolívar, tenemos que prepararnos para que el Señor pueda llegar hasta nosotros y regalarnos con sus dones en esta Navidad. Ojalá no sea necesario usar la dinamita...
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
viernes, 12 de diciembre de 2014
Mujer de esperanza
(te llevará al portal de pastoralsj)
>>> para conocer sobre el Nican Mopohua (narración de las apariciones de la Virgen de Guadalupe)
lunes, 8 de diciembre de 2014
Prueba...
acceso a una noticia/artículo importante
http://pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1472&catid=24&Itemid=6
http://pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1472&catid=24&Itemid=6
domingo, 7 de diciembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 1, 1-8
sábado, 6 de diciembre de 2014
“Una voz grita en el desierto”
Domingo II de Adviento – Ciclo B (Marcos 1, 1-8) – 7 de diciembre de 2014
En el desierto de Atacama, al norte de Chile, sucede cada cierto tiempo un fenómeno único en el mundo. Esta región, una de las más áridas del planeta, después de varios años de paisaje lúgubre y seco, se transforma, por las lluvias, en lo que se conoce como el Desierto Florido. En las últimas dos décadas este fenómeno se ha repetido en los años 1983, 1987, 1991 y finalmente con la histórica precipitación del 12 de julio de 1997, donde el agua caída registró la cifra récord de 96 mm en tan sólo 15 horas, algo totalmente inusual para el Desierto de Atacama. El paisaje árido se transforma en un espectáculo único y de sorprendente colorido. Inicialmente con un manto de color verde desde el mes de julio y agosto para alcanzar toda esa gama multicolor en el mes de septiembre, donde flores, insectos y otros animales tapizarán grandes extensiones de la Región de Atacama.
Las lluvias hacen que pequeñas semillas y bulbos, que se han mantenido por años enterrados en el desierto, germinen y crezcan dando vida a plantas de variadas características y hermosas flores multicolores. Asociadas a ellas surgen una gran cantidad de insectos, aves, generando un muy especial ecosistema, donde todos los elementos de la naturaleza conviven en armonía durante todo el tiempo que las condiciones climáticas lo permiten, volviendo con los meses a una situación de latencia hasta las próximas nuevas lluvias.
Contemplar este espectáculo, habiendo conocido la realidad del desierto que se adueña de esta región del mundo durante largos años, debe ser una experiencia inolvidable. Es ser testigo de la vida que no se da nunca por vencida. Siempre está esperando el momento propicio para renacer y explotar en destellos de luz y de color. Me vino a la memoria este fenómeno natural cuando leí en el comienzo del Evangelio según san Marcos la frase que encabeza el Encuentro con la Palabra del día de hoy: “Una voz grita en el desierto”. Eso es lo que Juan el Bautista significó para el pueblo de Israel. Lo que estaba anunciando era la llegada del Mesías: “Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias”.
El profeta Juan anunció la vida, pero la vida estaba ya presente... Dentro de cada uno de nosotros está presente el Reino de Dios y está tratando de brotar y germinar para transformar el rostro del mundo. Hace algún tiempo la revista de Teología Pastoral, Sal Terrae, traía un título muy sugestivo que me parece que expresa muy bien lo que trato de decir: “El roble está latente en el fondo de la bellota”, haciendo referencia a la famosa poesía de Ira Progoff. En el fondo de toda realidad, está presente ya la vida de Dios que brotar como una fuente inagotable.
La voz de Juan se escuchó en medio de la aridez de su pueblo para decirles: “que debían volverse a Dios”. Fue como la lluvia que anunció la llegada de la vida al desierto que llevaba muchos años dormido y oculto. Al interior de cada uno de nosotros, en el fondo de nuestro corazón, están presentes siempre las semillas del Reino que necesitan ser regadas por las lluvias generosas para que despierten de su letargo prolongado y vuelvan a reverdecer llenando con su color, con su fragancia y su luz, los paisajes de nuestra vida y la vida de nuestros pueblos.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
domingo, 30 de noviembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
Para ver el evangelio completo clic aquí: Mc. 13, 33-37
sábado, 29 de noviembre de 2014
“Manténganse ustedes despiertos y vigilantes”
Domingo 1o. de Adviento – Ciclo B (Marcos 13, 33-37)
30 de noviembre de 2014
Juanito le preguntó una vez a su abuela: ¿Que significa tiempo de Adviento? La abuela le contestó: Es un tiempo de espera durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y los oídos más atentos, para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y, ¿qué es eso que esperamos?, preguntó Juanito, con una gran curiosidad. El paso de Jesús por nuestras vidas, respondió la abuela. Si no estamos muy atentos, nos puede pasar como le pasó a don Casimiro, un señor muy religioso, que se perdió la gran oportunidad de ver a Dios frente a frente. Y le contó esta historia:
"Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, había un hombre muy religioso, que se llamaba Casimiro; todos los días le pedía a Jesús que le dejara ver su rostro; el hombre creía, tenía fe, rezaba mucho, pero no quería morir sin haber visto a Jesús frente a frente. Un buen día, estando en la Iglesia, escuchó una voz que le decía en su interior: Ha llegado el tiempo en el que me podrás ver: Mañana iré a visitarte a tu casa. Espérame y me verás. No faltaré. Casimiro volvió a su casa, y se puso a preparar todo para su encuentro con Jesús. Barrió la casa, puso en la puerta una bella alfombra nueva, preparó unas galletas y una torta, para ofrecerle una buena merienda a Jesús.
Al día siguiente, Casimiro se puso a la puerta de su casa con la torta, las galletas y las golosinas sobre una mesa. Pasaba el tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó por allí un niño jugando solo; se quedó mirando la torta y las golosinas y se fue acercando poco a poco, jugando cada vez más cerca. Estuvo allí un buen rato hasta que Casimiro lo regañó y le dijo: Vete a jugar lejos de mi casa, porque estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú te comas lo que le he preparado para comer. El niño se fue muy triste a jugar en otra parte.
Un poco más tarde, vio venir a una viejita pobre que tenía la ropa y los zapatos muy sucios; era una viejita conocida en el vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro para pedir una limosna, como acostumbraba, pero éste le prohibió que se acercara y pisara su alfombra nueva: Me la vas a manchar, le dijo. Vete, que estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú me estropees la limpieza de mi casa. La viejita se fue muy triste a pedir una limosna en otra parte.
Pasaba el tiempo y Jesús no aparecía. Ya por la tarde, vino un vecino corriendo y le pidió a Casimiro que le ayudara a sacar su carro de un hueco en el que había caído por accidente; pero Casimiro dijo: No puedo dejar mi casa sola, porque estoy esperando un visitante muy ilustre, y no estoy dispuesto a que no me encuentre esperándolo. El vecino se fue muy triste a pedir ayuda en otra parte. Cayó la noche y Jesús no apareció. Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a preguntarle a Dios por qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no cumpliste tu promesa de ir a verme a mi casa? Hubo un Tiempo de silencio. Dios callaba. De pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su interior: Fui y no me reconociste; yo era el niño que esperaba que me dieras un poco de torta y algunas golosinas para alegrarme la vida. Yo era la anciana pobre que pasó por delante de tu casa esperando recibir alguna ayuda para vivir. Yo era tu vecino que te pedía un favor. No quisiste verme. Las tres veces me fui muy triste a buscar en otra parte. Y Casimiro, salió fuera y lloró amargamente por no haber reconocido a Jesús”.
Por eso, tenemos que mantenernos despiertos, porque no sabemos cuándo va a llegar el señor de la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana. No sea que venga de repente y nos encuentre durmiendo, o pensando en otras cosas, como le pasó a Casimiro. Tenemos que estar siempre atentos para reconocer el paso de Dios por nuestras vidas.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
domingo, 23 de noviembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 25, 31-46
CRISTO REY: “... todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes”
Domingo XXXIV – Cristo Rey – Ciclo A (Mateo 25, 31-46) – 23 de noviembre de 2014
Hace algunos años conocí al P. Joss Van der Rest, un jesuita belga que lleva muchos años dedicado a servir a los más pobres en Chile a través de la obra “El Hogar de Cristo”, fundada por San Alberto Hurtado, S.J., canonizado en el año 2005 por su Santidad Benedicto XVI y patrono de una de las parroquias de Bogotá.
Al hablar de su vocación, el P. Joss siempre recuerda que, siendo joven, prestó servicio militar en su país al final de la II Guerra Mundial. Cuando los aliados vencieron a Hitler, él tuvo que entrar, montado en un enorme tanque de guerra, en una población alemana que había sido prácticamente arrasada por los bombardeos aliados. Desde el visor del poderoso tanque fue descubriendo los destrozos causados por la guerra. Todo le impresionaba a medida que entraba por el pueblo... pero lo que lo marcó para toda su vida fue encontrarse, en un momento de su recorrido, con una estatua del Sagrado Corazón que había perdido sus brazos por las bombas. Alguien había colgado del cuello de la imagen medio destruida, un letrero que decía: “No tengo brazos... tengo sólo tus brazos para hacer justicia en este mundo”. Al regresar a su país, dejó el ejército y decidió entrar a la Compañía de Jesús para hacer lo que esa imagen del Sagrado Corazón no podía hacer por los más abandonados de la sociedad.
Jesús presenta, en este último domingo del tiempo ordinario, una parábola que nos deja siempre delante del juicio definitivo de Dios sobre nosotros: tuve hambre, tuve sed, anduve como forastero, me faltó ropa, estuve enfermo, estuve en la cárcel... Algunos atendieron sus necesidades básicas con generosidad, mientras que otros no hicieron caso y siguieron su camino sin atenderlo. Unos y otros le preguntan al Hijo del hombre: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel?” Y la respuesta fue la misma para los dos grupos: Les aseguro que todo lo que hicieron (o lo que no hicieron) por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron (o no lo hicieron).
Todo lo que hacemos por los que más sufren a nuestro alrededor, lo hacemos al Señor mismo; y todo lo que dejamos de hacer por los más humildes, lo dejamos de hacer al Señor. Leyendo este texto recordé parte de una oración que leí hace muchos años:
CRISTO, no tienes manos,
tienes sólo nuestras manosPara construir un mundo nuevo donde habite la justicia.
Tienes sólo nuestros pies
Para poner en marcha a los oprimidos por el camino de la libertad.
Tienes sólo nuestros labios
Para proclamar a los pobres la Buena Nueva de la libertad.
CRISTO, no tienes pies,
CRISTO, no tienes labios,
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
domingo, 16 de noviembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 25, 14-30
domingo, 9 de noviembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Jn. 2, 13-22
“(...) no saben ni el día ni la hora”
Domingo XXXII
Ordinario – Ciclo A (Mateo
25, 1-13) – 9 de noviembre de 2014
La señora Julia
Morante es una campesina que estará pasando ya los ochenta abriles. Cuando la
conocí, hace unos 20 años, ya viuda y con la mayoría de sus hijos e hijas
casados y organizados, seguía madrugando todos los días del año, con lluvia o
sin ella, festivos o laborales, a ordeñar las vacas de don Noé Mora, uno de los
vecinos ricos de la vereda de Pajarito, en el municipio de Tausa, al norte de
Zipaquirá. Ordeñando vacas fue como levantó a su familia en medio de la pobreza
digna de los campesinos de esta zona del país. Años más tarde, recordaba a doña
Julia cuando le oía decir a un humorista argentino que las vacas no dan leche... se
la sacan...
Cuando
llegábamos los juniores a su casa todos los fines de semana, hervía un poco de
leche y nos brindaba un trozo de pan con una deliciosa taza de leche, todavía
humeante. De ella aprendimos algo que en las cocinas de las ciudades no pasa de
ser un pequeño incidente, desgraciadamente frecuente, pero que en el contexto
de doña Julia era algo muy importante. Según una creencia generalizada entre
los campesinos de estas veredas, cuando la leche hervida se riega sobre la
estufa de carbón de piedra, las ubres de las vacas de cuartean y esto impide su
ordeño adecuado. Por eso, doña Julia estaba muy atenta al momento en que la
lecha comenzaba a subir por los bordes de la olleta que usaba para hervirla.
No hay cosa más
inesperada, ni más frecuente, que la leche que se derrama sobre las estufas de
este país. Si uno se queda mirando la leche, parece que nunca va a hervir. Pero
basta un pequeñísimo descuido y las ubres de las vacas sufren las fatales
consecuencias; además, limpiar una estufa con leche regada por todas partes, es
de lo más incómodo que hay en la cocina.
Según la
parábola que Jesús nos cuenta este domingo, esta es una más de las
características del reino de Dios: llega sin avisar. Hay que estar preparados,
porque no sabemos ni el día ni la hora. Las cinco muchachas previsoras van
a esperar al novio, en medio de la noche, aperadas con suficiente aceite para
las lámparas. En cambio, las cinco muchachas despreocupadas no
llevaban aceite para llenar las lámparas por segunda vez. Por eso, a
medianoche, cuando llegó por fin el novio, las primeras entraron a la boda,
mientras que las segundas tuvieron que ir a comprar más aceite para sus
lámparas. Cuando volvieron diciendo, “¡Señor, señor, ábrenos!”, no fueron
aceptadas en la fiesta. Podríamos decir que ya no valió llorar sobre la leche
derramada... Por eso, tenemos que estar despiertos y atentos delante de la olla
de nuestra vida, como doña Julia, “porque no sabemos ni el día ni la hora”.
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 2 de noviembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 25, 31-46
domingo, 26 de octubre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 22, 34-40
sábado, 25 de octubre de 2014
“¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley?”
Domingo XXX
Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 34-40) – 26 de octubre de 2014
En la manija
interior de la puerta de mi cuarto, hay una tirita de papel, colgada de un
trozo de lana roja, que tiene escritas dos frases. Por un lado dice “Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y por
el otro dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ya está un poco deteriorada,
pero me ha acompañado por los lugares donde he vivido en los últimos años.
El sentido del
compartir dominical con estos niños y niñas, que asisten todavía hoy a la
Eucaristía dominical, era que se trataba de dos leyes inseparables. Como la
cara y el sello de una moneda. Es imposible separarlas. Si llevas una, tienes
que llevar la otra; pues, “si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo
odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien
ve, tampoco puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn. 4, 20).
Cuando los
fariseos le preguntan a Jesús, “para
tenderle una trampa”, “¿cuál es el
mandamiento más importante de la ley?”, no se imaginaban que Jesús les iba
a dar un compendio de “toda la ley y de las enseñanzas de los profetas”. Para
Jesús estos dos mandamientos son muy “parecidos”... No son dos, sino uno mismo.
Siempre que
cierro la puerta de mi cuarto, por las noches, antes de descansar, reviso el
día que ha pasado y me detengo en estos dos mandamientos, inseparables, que nos
recuerda Jesús en el Evangelio de este domingo. Revisarnos sobre el amor a Dios
y al prójimo supone dos dinámicas simultáneas que no podemos nunca dividir, tal
como lo expresa Benjamín González Buelta, S.J. en uno de sus poemas:
“Soy la misma relación en todo encuentro.
Si en verdad soy contigo fuego,
con sólo abrir los ojos y dar un paso
no
seré con el hermano hielo”.
Saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 19 de octubre de 2014
domingo, 12 de octubre de 2014
LA FRASE DE LA SEMAMA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: mT. 22, 1-14
“Inviten a la boda a todos los que encuentren”
Domingo XXVIII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 1-14) – 12 de octubre de 2014
Diana, la
condesa de Belflor y Teodoro, son los protagonistas de El perro del
hortelano, comedia de Lope de Vega que Pilar Miró, directora de cine
española, llevó a la pantalla pocos años antes de morir. Lope de Vega recoge en
esta comedia una de las realidades humanas más paradójicas.
Diana se enamora
perdidamente de Teodoro, su secretario, pero sabe que es un amor imposible,
porque los separa una distancia insalvable de cuna: la una, perteneciente a la
alta nobleza, y el otro, un simple plebeyo. La condesa de Belflor no se atreve
a expresar, sino de modo muy sutil, su afecto. Pero cuando ve que Teodoro busca
a una mujer de su estirpe para establecer un hogar, Diana manifiesta, sin
manifestar, sus sentimientos por Teodoro y lo seduce. Sin embargo, cuando ha
logrado que Teodoro abandone a su prometida, y abrigue la esperanza de un amor
que parecía imposible, Diana vuelve a tomar la distancia que le signó su
nobleza. No alargo el cuento, porque la comedia se desarrolla en el ir y venir
de los afectos, que nunca se encuentran. Seducciones y rechazos, atracciones y
distancias.
La parábola que
Jesús cuenta a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, en el templo de
Jerusalén, refleja esta misma realidad humana. Los invitados a la fiesta de
bodas no aceptan la convocatoria y desprecian la invitación a unirse a la
alegría del rey el día del matrimonio de su hijo. Esto es lo que motiva al rey
a ordenar a sus criados que vayan “a las calles principales, e inviten a la
boda a todos los que encuentren”. Dice Jesús que “los criados salieron a las
calles y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y así la sala
se llenó de gente”. Pero, desde luego, es importante estar dispuestos para la
fiesta; esto es lo que explica la reacción del rey con el que no iba vestido
con traje de boda.
Los dueños de la
religión y de la fe, en la época de Jesús, ni aceptaban ellos mismos la oferta
de la salvación, ni dejaban que otros la aceptaran; en lugar de ser mediadores
entre Dios y los hombres, se convertían en obstáculos para este encuentro. Por
eso Dios se ve obligado a extender su invitación a todos los pueblos, a todas
las gentes que quieran acoger este llamado, malos y buenos.
Tal vez hoy
también nos pase un poco de lo mismo. Somos invitados por Dios al banquete del
reino, pero muchas veces tenemos excelentes disculpas para no participar de la
fiesta de Dios; y fácilmente nos podemos convertir en obstáculos para que otros
se encuentren con Dios. No nos contentamos con despreciar la invitación, sino
que, además, impedimos que otros vayan a la fiesta. Mejor dicho, nos pasa como
al perro del hortelano, que ni come, ni deja comer...
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
domingo, 5 de octubre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA
PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUI: Mt. 21, 33-43
sábado, 4 de octubre de 2014
“¿Qué creen ustedes que hará con esos labradores?”
Domingo XXVII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 21, 33-43) – 5 de octubre de 2014
Quiero
ofrecerles hoy algunos datos del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), que me parece que pueden ayudar a pensar algunas cosas. En
primer lugar, algunas cifras sobre la manera como ha evolucionado la
distribución de los ingresos en los últimos dos siglos:
En 1820: el 20%
más rico ganaba 3 veces más que el 20% más pobre.
En 1870: el 20%
más rico ganaba 7 veces más que el 20% más pobre.
En 1913: el 20%
más rico ganaba 11 veces más que el 20% más pobre.
En 1960: el 20%
más rico ganaba 30 veces más que el 20% más pobre.
En 1990: el 20%
más rico ganaba 60 veces más que el 20% más pobre.
En 1997: el 20%
más rico ganaba 74 veces más que el 20% más pobre.
En segundo
lugar, alguna información sobre la situación general de los países: De los
5.570 millones que habitamos el planeta, 1.150 millones viven en el norte, en
países industrializados, mientras que 4.620 millones vivimos en el sur en
países pobres, o como eufemísticamente se les llamó durante algunos años,
países en ‘vías de desarrollo’. Se calcula que el 25% de la población mundial,
es decir 1.442 millones de personas viven por debajo de los niveles de pobreza.
1.000 millones son analfabetas y la misma cantidad carece de agua potable.
1.300 millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar diario, de los
cuales 110 millones habitan en América Latina, 970 millones en Asia y 200
millones en África.
Aunque la
parábola que nos cuenta Jesús este domingo está dirigida a los jefes de los
sacerdotes, a los que Jesús quería cuestionar sobre su responsabilidad en el
manejo de la obra de Dios, comparándolos con los labradores de una finca que
les había alquilado un señor, estas cifras nos cuestionan como seres humanos,
en la medida en que también a nosotros nos corresponde administrar
correctamente este mundo, según la voluntad del Padre, que quiere que todos sus
hijos tengan vida, y la tengan en abundancia.
En este contexto
de desigualdad creciente, en el que los pobres han dejado de ser importantes
para los dueños de este mundo, levantar la voz para reclamar justicia y
denunciar el desorden establecido es un verdadero peligro.
Como a los enviados por el dueño de la viña, los profetas de ayer y de hoy han
sido asesinados, como fue asesinado el mismo Hijo de Dios. ¿Cuándo le daremos a
Dios la debida cosecha?
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
lunes, 29 de septiembre de 2014
Celebraciones por la restitución de la Compañia (200 años) en Roma y en varias regiones de la República Mexicana.
Desde Roma:
En la Catedral de Guadalajara, CVX presente. Cortesía Roberto Nuñez.
En la Catedral de Guadalajara, CVX presente. Cortesía Roberto Nuñez.
CVX presente en las celebraciones comentadas, ahora en el Templo del Jesús en Mérida.
domingo, 28 de septiembre de 2014
LA FRASE DE LA SEMANA
FRASE CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA

PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ Mt. 21, 28-32
:
sábado, 27 de septiembre de 2014
“¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería?”
Domingo XXVI
Ordinario – Ciclo A (Mateo 21, 28-32) – 28 de septiembre de 2014
Una caricatura
de Justo y Franco, dos personajes de las tiras cómicas publicadas en un
periódico colombiano, traía alguna vez cinco escenas que me impactaron. En el
primer cuadro aparecen dos hombres de las cavernas en lo alto de un barranco
tallando una enorme rueda de piedra. El segundo cuadro muestra cómo, en medio
de su trabajo, se les suelta la rueda, que cae al vacío; al fondo del barranco
hay otro hombre que va saliendo de una de las cavernas, justo debajo del
barranco por donde cae la enorme rueda de piedra. En el tercer cuadro la piedra
cae encima del hombre que salía de la caverna. Los dos personajes contemplan la
escena desde lo alto del barranco. El cuarto cuadro muestra cómo el hombre que
es golpeado insulta a los dos cavernícolas que están en lo alto del barranco
contemplando el daño que han hecho sin querer... Por último, en el cuadro
final, mientras la víctima aleja, mientras sigue insultando a sus agresores,
los dos hombres en lo alto comentan: “Esta moda del idioma es una linda
invención, pero las palabras nunca reemplazarán a los palos y las rocas”.
Efectivamente, esta
moda del idioma, como llaman estos cavernícolas a los insultos del afectado
por el accidente de trabajo, nunca reemplazarán la contundencia de
las acciones. Comúnmente se dice que las palabras lo aguantan todo, y es
verdad. Hablar, prometer, jurar, asegurar, y aún orar, si no se traducen en
acciones muy concretas que sirvan de autenticación de lo que
se ha hablado, prometido, jurado, asegurado o, incluso, orado, nos quedamos a
la mitad del camino.
Conozco a muchas
personas a quienes les gusta conversar sobre sus dificultades para vivir la fe;
tienen serias dudas sobre muchos de los dogmas de nuestro credo, no comparten
muchas de las orientaciones disciplinarias de la Iglesia, les cuesta mucho
vivir una práctica ritual sin acabar de entender del todo su contenido... Sin
embargo, viven con bastante coherencia su propia existencia. Tratan de ser
fieles a su propia conciencia que les va indicando el camino que deben tomar en
circunstancias complejas y confusas. Conozco también, y sobre todo
porque me conozco a mi, a personas que afirman todos y cada uno de los dogmas,
hacen gala de seguir milimétricamente las orientaciones disciplinarias de la
Iglesia y se ufanan de ser fieles a los ritos y prácticas religiosas a los que
obliga la fe; sin embargo, a la hora de las definiciones, nos quedamos cortos
en nuestra respuesta generosa y entregada.
“¿Cuál de los
dos hizo lo que su padre quería?” Es la pregunta que Jesús le lanza a los Jefes
de los sacerdotes y a los ancianos de los judíos en pleno templo de Jerusalén,
después de contarles la parábola de los dos hijos; uno que dice “¡No quiero ir!
Pero después cambió de parecer, y fue”. Y el otro que dice “Si, señor, yo iré.
Pero no fue”. Desde luego, sus interlocutores no podían quedar tranquilos. De
alguna forma se explica la pasión y muerte del Señor. Porque decirle a los Jefes que
“los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de
Dios” es una manera de utilizar esa moda del idioma de la que
se burlaban los cavernícolas de la tira cómica.
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
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