Domingo XXVII
Ordinario – Ciclo A (Mateo 21, 33-43) – 5 de octubre de 2014
Quiero
ofrecerles hoy algunos datos del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), que me parece que pueden ayudar a pensar algunas cosas. En
primer lugar, algunas cifras sobre la manera como ha evolucionado la
distribución de los ingresos en los últimos dos siglos:
En 1820: el 20%
más rico ganaba 3 veces más que el 20% más pobre.
En 1870: el 20%
más rico ganaba 7 veces más que el 20% más pobre.
En 1913: el 20%
más rico ganaba 11 veces más que el 20% más pobre.
En 1960: el 20%
más rico ganaba 30 veces más que el 20% más pobre.
En 1990: el 20%
más rico ganaba 60 veces más que el 20% más pobre.
En 1997: el 20%
más rico ganaba 74 veces más que el 20% más pobre.
En segundo
lugar, alguna información sobre la situación general de los países: De los
5.570 millones que habitamos el planeta, 1.150 millones viven en el norte, en
países industrializados, mientras que 4.620 millones vivimos en el sur en
países pobres, o como eufemísticamente se les llamó durante algunos años,
países en ‘vías de desarrollo’. Se calcula que el 25% de la población mundial,
es decir 1.442 millones de personas viven por debajo de los niveles de pobreza.
1.000 millones son analfabetas y la misma cantidad carece de agua potable.
1.300 millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar diario, de los
cuales 110 millones habitan en América Latina, 970 millones en Asia y 200
millones en África.
Anualmente, se
gastan 35.000 millones de dólares en recreación las empresas japonesas. 50.000
millones de dólares se gastan en cigarrillos y 105.000 millones en bebidas
alcohólicas los europeos. En el mundo se gastan 400.000 millones de dólares en
drogas estupefacientes y 780.000 millones son los gastos militares en el mundo.
Junto a esto, contrastan las tres cifras siguientes para garantizar el acceso
universal a los servicios básicos en todos los países pobres: Bastarían 6.000
millones de dólares para garantizar la enseñanza básica. 9.000 millones para
dar agua potable y saneamiento. 13.000 millones para ofrecer salud y nutrición
básicas.
Aunque la
parábola que nos cuenta Jesús este domingo está dirigida a los jefes de los
sacerdotes, a los que Jesús quería cuestionar sobre su responsabilidad en el
manejo de la obra de Dios, comparándolos con los labradores de una finca que
les había alquilado un señor, estas cifras nos cuestionan como seres humanos,
en la medida en que también a nosotros nos corresponde administrar
correctamente este mundo, según la voluntad del Padre, que quiere que todos sus
hijos tengan vida, y la tengan en abundancia.
En este contexto
de desigualdad creciente, en el que los pobres han dejado de ser importantes
para los dueños de este mundo, levantar la voz para reclamar justicia y
denunciar el desorden establecido es un verdadero peligro.
Como a los enviados por el dueño de la viña, los profetas de ayer y de hoy han
sido asesinados, como fue asesinado el mismo Hijo de Dios. ¿Cuándo le daremos a
Dios la debida cosecha?
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
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