Domingo II de Adviento – Ciclo B (Marcos 1, 1-8) – 6 de diciembre de 2020
#microhomilía
HernanQuezadaSJ
El Covid vino a hacer más
notorio en nuestros corazones, familias, comunidades y naciones, una enfermedad
aún más letal, capaz de matarnos silenciosa y lentamente: la enfermedad
espiritual, su síntoma más grave es la desesperanza. Se acompaña de disminución
crónica de la fe y la caridad, de esa capacidad de amar gratuitamente. Y su
origen tiene que ver con ir siendo infectados del virus del miedo, el
narcisismo y el peor de todos: la soberbia. El covid agudizó nuestros miedos y
nuestras soledades, acrecentó la dificultad para tener esperanza. Llega el
adviento (Gracias a Dios) y nos llama a sanar, a prepararnos y a preparar, a
ser camino y hacer caminos. ¿Cómo? Primero recordando que Dios es fiel y nos
tiene mucha paciencia, que Dios es nuestro consuelo y no llama a la misión de
consolar; nos grita en este adviento el Señor que ya terminó el tiempo de vivir
esclavizados, nos llama a enderezar y liberar nuestras vidas, no llama a ser
anuncio de alegría. ¡Es el tiempo para reconocer, enderezar y dejar que con Él
y en Él seamos algo nuevo!
¿Te descubres con síntomas
de enfermedad espiritual? ¿Estás dispuesto, dispuesta a sanar? Pidamos a Dios
sus dones, sus virtudes teologales que decienden de Él: la fe, la esperanza y
la caridad, diciendo con fe, junto al salmista: "Muéstrame, Señor, tu
misericordia y dame tu salvación". Hay que disponernos para recibir.
#FelizDomingo
Fuente: https://twitter.com/hernan_quezada
“Una
voz grita en el desierto”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
En el desierto de Atacama, al norte de Chile, sucede cada cierto tiempo un fenómeno único en el mundo. Esta región, una de las más áridas del planeta, después de varios años de paisaje lúgubre y seco, se transforma, por las lluvias, en lo que se conoce como el Desierto Florido. En las últimas dos décadas del siglo XX, este fenómeno se repitió en los años 1983, 1987, 1991 y finalmente con la histórica precipitación del 12 de julio de 1997, donde el agua caída registró la cifra récord de 96 mm en tan sólo 15 horas, algo totalmente inusual para el Desierto de Atacama. El paisaje árido se transforma en un espectáculo único y de sorprendente colorido. Inicialmente con un manto de color verde desde el mes de julio y agosto para alcanzar toda esa gama multicolor en el mes de septiembre, donde flores, insectos y otros animales tapizarán grandes extensiones de la Región de Atacama.
Las lluvias hacen que pequeñas semillas y bulbos, que se han mantenido por años enterrados en el desierto, germinen y crezcan dando vida a plantas de variadas características y hermosas flores multicolores. Asociadas a ellas surgen una gran cantidad de insectos, aves, generando un muy especial ecosistema, donde todos los elementos de la naturaleza conviven en armonía durante todo el tiempo que las condiciones climáticas lo permiten, volviendo con los meses a una situación de latencia hasta las próximas nuevas lluvias.
Contemplar este espectáculo, habiendo conocido la realidad del desierto que se adueña de esta región del mundo durante largos años, debe ser una experiencia inolvidable. Es ser testigo de la vida que no se da nunca por vencida. Siempre está esperando el momento propicio para renacer y explotar en destellos de luz y de color. Me vino a la memoria este fenómeno natural cuando leí en el comienzo del Evangelio según san Marcos la frase que encabeza el Encuentro con la Palabra del día de hoy: “Una voz grita en el desierto”. Eso es lo que Juan el Bautista significó para el pueblo de Israel. Lo que estaba anunciando era la llegada del Mesías: “Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias”.
El profeta Juan anunció la vida, pero la vida estaba ya presente... Dentro de cada uno de nosotros está presente el Reino de Dios y está tratando de brotar y germinar para transformar el rostro del mundo. Hace algún tiempo la revista de Teología Pastoral, Sal Terrae, traía un título muy sugestivo que me parece que expresa muy bien lo que trato de decir: “El roble está latente en el fondo de la bellota”, haciendo referencia a la famosa poesía de Ira Progoff. En el fondo de toda realidad, está presente ya la vida de Dios que brota como una fuente inagotable.
La voz de Juan se escuchó en medio de la aridez de su pueblo para decirles: “que debían volverse a Dios”. Fue como la lluvia que anunció la llegada de la vida al desierto que llevaba muchos años dormido y oculto. Al interior de cada uno de nosotros, en el fondo de nuestro corazón, están presentes siempre las semillas del Reino que necesitan ser regadas por las lluvias generosas para que despierten de su letargo prolongado y vuelvan a reverdecer llenando con su color, con su fragancia y su luz, los paisajes de nuestra vida y la vida de nuestros pueblos.
Fuente “Encuentros
con la Palabra”
RENDIJAS
José Antonio Pagola
Son bastantes las personas
que ya no aciertan a creer en Dios. No es que lo rechacen. Es que no saben qué
camino seguir para encontrarse con él. Y, sin embargo, Dios no está lejos.
Oculto en el interior mismo de la vida, Dios sigue nuestros pasos, muchas veces
errados o desesperanzados, con amor respetuoso y discreto. ¿Cómo percibir su
presencia?
Marcos nos recuerda el grito
del profeta en medio del desierto: «Preparadle el camino al Señor, allanad sus
senderos». ¿Dónde y cómo abrir caminos a Dios en nuestras vidas? No hemos de
pensar en vías espléndidas y despejadas por donde llegue un Dios espectacular.
El teólogo catalán J. M. Rovira nos ha recordado que Dios se acerca a nosotros
buscando la rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno,
a lo bello, a lo humano. Son esos resquicios de la vida a los que hemos de
atender para abrir caminos a Dios.
Para algunos, la vida se ha
convertido en un laberinto. Ocupados en mil cosas, se mueven y agitan sin
cesar, pero no saben de dónde vienen ni a dónde van. Se abre en ellos una
rendija hacia Dios cuando se detienen para encontrarse con lo mejor de sí
mismos.
Hay quienes viven una vida
«descafeinada», plana e intrascendente en la que lo único importante es estar
entretenido. Solo podrán vislumbrar a Dios si empiezan a atender el misterio
que late en el fondo de la vida.
Otros viven sumergidos en «la
espuma de las apariencias». Solo se preocupan de su imagen, de lo aparente y
externo. Se encontrarán más cerca de Dios si buscan sencillamente la verdad.
Quienes viven fragmentados
en mil trozos por el ruido, la retórica, las ambiciones o la prisa darán pasos
hacia Dios si se esfuerzan por encontrar un hilo conductor que humanice sus
vidas.
Muchos se irán encontrando
con Dios si saben pasar de una actitud defensiva ante él a una postura de
acogida; del tono arrogante a la oración humilde; del miedo al amor; de la
autocondena a la acogida de su perdón. Y todos haremos más sitio a Dios en
nuestra vida si lo buscamos con corazón sencillo.
Fuente:
http://www.gruposdejesus.com
JUAN
CONSTRUYÓ SU PROPIO CAMINO, JESÚS LO RECORRIÓ Y CONTINUÓ
Fray Marcos
El evangelio del domingo
pasado nos hablaba de estar despierto. Hoy hablan los que han despertado, los
centinelas, los profetas. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco se
trata de un ser humano separado y elegido por Dios, que le va indicando lo que
tiene que decir a los demás. Profeta es todo aquel que está despierto. La
principal característica de los profetas es precisamente su inserción en el
pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Su principal
objetivo ha sido denunciar la injusticia.
Verdadero profeta sería el
que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a ella, ayuda a
los demás a descubrir el camino de lo humano. Falso sería el que conduce al
hombre a mayor egoísmo. El problema está en que lo “humano” solo se puede
valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo
verdadero mientras no se tenga una mínima experiencia de humanidad.
No debemos extrañarnos de
encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico. Lo que el
segundo Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había
acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los
laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con
Dios ni para con los demás. Las denuncias de todos los profetas advertían de
que no se puede confiar en Dios mientras se practican toda clase de atropellos
e injusticias.
La primera palabra del
evangelio de Mc es “arje”, que en griego designa el comienzo de un texto, pero
también algo mucho más profundo. El evangelio de Jn comienza también con esta
palabra y lo traducimos: “en el principio” = origen. “Arje” significa origen y
fundamento; es decir, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja. La
Vulgata lo tradujo por “Initium” que también significa “origen”. El texto se
debía traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido, el
Hijo de Dios”.
Tampoco “euanggelion”
debemos traducirlo por evangelio, que es un concepto muy elaborado, sino por
buena noticia. Quiere decir que comienza el evangelio y que es todo él una
buena noticia. Lo mismo tenemos que decir de “Jesous” y “Christos” que en
griego están separados y significan simplemente, Jesús el ungido. Con el tiempo
los cristianos unieron el nombre con el adjetivo y confesaron al Jesucristo que
ha llegado hasta nosotros. Este texto es un resumen de todo lo que en él se va
a proponer.
Este evangelio, a pesar de
ser el primero que se escribió, no sabe nada de la infancia de Jesús. Esto es
muy interesante a la hora de interpretar los textos de Lc y Mt, que vamos a
leer en todo el tiempo de Navidad. Estos relatos se fueron elaborando a través
de los primeros años de cristianismo y no tienen nada que ver con la historia.
Son relatos míticos y leyendas casi todas anteriores al cristianismo que se han
cristianizado para darnos un mensaje teológico, no para informarnos de lo que
pasó.
Mc pasa directamente a
hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El
Bautista es uno de los personajes claves en el tiempo de Adviento, porque se
trata del último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi
trescientos años que no se había conocido un verdadero profeta. Todos los
evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al
pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo), donde
empieza Jesús a manifestar lo que realmente era.
No podemos asegurar que este
relato responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre la
relación de Jesús con Juan. De todos modos, es cierto que el primer dato
histórico sobre Jesús, que encontramos en fuentes extra-bíblicas, es su
bautismo por parte de Juan. No es descabellado suponer que Jesús, un buscador
incansable, le llamara la atención un personaje como Juan, que ya era famoso
cuando él empezó su vida pública. A Juan, como a Jesús, no le gustaba el cariz
que había tomado la religión judía.
Los primeros cristianos
dieron al Bautista un papel relevante en la aparición del cristianismo; seguramente
mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que, en un momento
determinado, vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para
dejar claro quién era el más importante. Seguramente esa relevancia se deba más
a la necesidad de justificar una figura tan desconcertante como la de Jesús,
conectándole con el profetismo del AT, que a una real influencia de Juan en la
doctrina de Jesús
Preparadle el camino al
Señor. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Pero fijaros que
fuerza el sentido del texto, que habla de prepararle un camino a Yahvé,
mientras Mc habla de preparar un camino a Jesús. El texto está insinuando que
si Dios no llega a nosotros es porque se lo impedimos con nuestra actitud
vital, que orienta su preocupación en otras direcciones. Él viene, pero
nosotros nos vamos.
Yo bautizo con agua, pero él
bautizará con Espíritu Santo. Es la clave del relato y marca la diferencia
abismal entre Jesús y Juan. Las primeras comunidades tenían muy clara la
originalidad de Jesús frente a los personajes del pasado. Toda la relación con
Dios, hasta la fecha, era consideraba como externa al hombre y en relación
desigual. Dios era el soberano y el ser humano el súbdito. Jesús manifiesta una
relación con Dios distinta. Él está empapado del Espíritu y nos sumerge
(bautiza) a todos en ese mismo Espíritu.
Los textos de este domingo
nos hablan de utopía. Isaías dice: “Aquí está vuestro Dios”. Pedro: “Nosotros
esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia” El salmo:
“La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”.
Mc: “Él bautizará con Espíritu Santo”. En un mundo tan poco propicio al
optimismo, encontrarnos con esta oferta puede ser impactante. Pero tampoco
tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son estrategias
extremas que utiliza el yo para fortalecerse.
Hoy, la necesidad de estar
alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humano
más caminos falsos de salvación. Hay toda una gama de productos disponibles en
el mercado, desde las drogas hasta los gurús a medida. Por eso necesitamos más
que nunca de la figura del profeta. Seres humanos que por su experiencia
personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan
y que la inmensa mayoría son sendas perdidas que no llevan a ninguna parte.
Podemos volcarnos sobre lo
sensible, buscando el placer inmediato o descubrir las posibilidades de
plenitud que todos tenemos. El no tomar una decisión es ya tomar partido por lo
que nos pide el cuerpo. No despertar es seguir dormidos. Decidirse por lo más
difícil solo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más
allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un
camino que ni siquiera sé a donde me va a llevar, pero estoy convencido que me
hará más humano.
Meditación
La experiencia
del bautismo es la clave para entender a Jesús.
Después de esa
experiencia personal, dice a Nicodemo:
“Hay que nacer
del agua y del Espíritu”.
El único camino
hacia lo humano es el que Jesús recorrió.
Tenemos que
sumergirnos en lo sagrado.
Tenemos que
dejarnos inundar por lo divino.
Fray Marcos
Fuente:
http://feadulta.com/
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