Quinto Domingo de Pascua – Ciclo A (Juan 14, 1-12) 10 de mayo de 2020
“El que me ha visto
a mi, ha visto al Padre”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Cada vez que nace un niño o una niña, la gente va a visitar a los nuevos
padres, que se alegran de una vida nueva que llega al mundo. El comentario que
no puede faltar nunca en este tipo de visitas es: “Igualito al papá”... “Tiene
la misma nariz de la mamá”... “Cómo se parece al abuelo”... “sacó los mismos
cachetes de la abuela”... Las mujeres son más capaces de encontrar estas
similitudes que, muchas veces, a los hombres nos parecen exageraciones propias
de la sensiblería. No voy a entrar a dirimir quién tiene la razón, pero sí creo
que es “normal” que los hijos y las hijas se parezcan a su papá y a su mamá...
Eso es lo menos que se puede esperar...
Van pasando los años y, efectivamente, los rasgos físicos, la barriga,
las canas, la calvicie, la forma del rostro, la estructura corporal,
absolutamente todo se va revelando más claramente parecido. “De tal palo, tal
astilla”, solemos decir coloquialmente. Y, ¡oh sorpresa!, no sólo terminamos
pareciéndonos en los rasgos físicos, sino que, muchas veces, es sorprendente
reconocer similitudes en los movimientos mismos: cómo menea la cabeza, cómo
camina, cómo mueve las manos, cómo se sonríe... Y, aún más, no es raro que el
hijo o la hija se parezca, o llegue a ser una versión mejorada (o
empeorada) de lo que es su padre o su madre en su carácter, en su humor, en su
personalidad...
Algo parecido pasa entre Jesús y su Padre Dios: “Solamente por mí se
puede llegar al Padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi
Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo”. (...) “El que
me ve a mí, ha visto al Padre” (...) “El Padre, que vive en mí, es el que hace
sus propias obras. Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si
no, crean al menos por las obras mismas”. Jesús hace lo que ve hacer al Padre y
nos revela al Padre con toda su vida. Por eso, cuando Felipe le pide que les
deje ver al Padre, Jesús le responde: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con
ustedes, ¿y todavía no me conoces?”
Así como Jesús fue un reflejo claro del Padre para los suyos, nosotros
estamos invitados a ser también un reflejo de Dios para este mundo.
El testimonio de vida es el mejor canal de evangelización. No se trata tanto de
hacer cosas para dar ejemplo, ni de repetir gestos que nos parecen simpáticos,
ni de copiar actitudes que nos parecen loables. Es algo que debe ir surgiendo
por connaturalidad con el origen de la vida que es Dios. Valdría la pena
preguntarnos hoy: ¿Cuánto nos parecemos nosotros a nuestro Padre Dios? ¿Podemos
decir, como Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”? Porque, como
bien dice Jesús, “Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que
yo hago; y hará otras todavía más grandes”.
Dios permita que nuestra vida sea, como la de Jesús, un reflejo de la
vida de Dios para los que nos rodean. Que aquellos que viven junto a nosotros y
conocen nuestra forma de amar, vivir, trabajar y actuar, puedan decir de
nosotros lo que dicen los que visitan al niño recién nacido: “Es igualito a su
papá”.
Fuente: http://www.religiondigital. org/encuentros_con_la_palabra/
NO SE QUEDEN SIN
JESÚS
José Antonio Pagola
Al final de la última cena, Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya
no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y
sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la
muerte lo arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?
Jesús los ve abatidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe,
enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro
corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios,
pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer
en Dios.
Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer
naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del
Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar
en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin
estarán de nuevo juntos para siempre!
A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su
corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros
nos sucede algo parecido: ¿no es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión
engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido
realista de siempre, solo le hace una pregunta: ¿cómo podemos saber el camino
que conduce al misterio de Dios?
La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la
verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación
tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en
el misterio de un Dios Padre. Él nos puede descubrir el secreto último de la
existencia. Él nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.
Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos
hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado a Dios de manera consciente. Ni
ellos mismos saben si creen o no. Tal vez han dejado la Iglesia porque no han
encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio último
de la vida que los creyentes llamamos «Dios».
Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús.
Desde estas modestas líneas yo os quiero decir algo que bastantes intuís. Jesús
es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos. No
confundáis su evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os
quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que
nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
EN JESÚS PODEMOS
ENCONTRAR AL DIOS-VIDA
Fray Marcos
El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la
cena en el evangelio de Jn. En el capítulo 13 el centro es Jesús. Termina con
la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En este
capítulo 14 el centro es el Padre. El ambiente es de profunda inquietud y
zozobra. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio
de la partida. Todo es terriblemente inquietante. Está justificada la repetida
invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación
de Jesús y la de cada uno de sus discípulos con el Padre.
Aunque Jn pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata
de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de vivencia cristiana.
Lo que se propone como futuro es ya presente para el que escribe y para aquella
comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo
futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la
comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la
presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre. Los tres forman parte de una
Realidad que les acompaña y les transforma.
Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa
creer, en el sentido que damos hoy a esa palabra. Sería “creer” en sentido
bíblico, es decir, poned vuestra confianza en… Jn utiliza esta construcción 30
veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios,
indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y
la confianza en Dios son la misma realidad. Si buscan a Dios, están en el buen
camino, porque están con él. No tienen nada que temer porque Jesús les acercará
al Padre con el que está identificado.
En el hogar de mi Padre hay muchas estancias. Jesús va al Padre para
procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia
entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor
de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podía traducirse:
en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están
llamados a formar parte de la familia del mismo Dios. Jesús está en el seno del
Padre y todos pueden sentirse allí.
Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, no se
puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de
Jesús y a la vez, su permanencia. Aunque la formulación es mítica, el mensaje
sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios.
Esa identificación con Dios es la que tenemos que descubrir y vivirla ya aquí.
En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que
realizar en cada uno.
Yo soy Camino. Yo soy Verdad. Yo soy Vida. Sin artículo ni determinado
ni indeterminado, porque lo que se quiere decir que está más allá de ambos. Se
trata del texto más profundo de todo el evangelio. Camino, Verdad, Vida hacen
referencia al Padre. No se pueden separar los conceptos. La Realidad a la que
se refieren está más allá de tiempo y espacio. Se han dado infinidad de
interpretaciones desde los primeros padres y siguen hoy los exégetas intentando
desentrañar el significado del texto.
Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. En medio está Jesús,
pero no significa espacio ninguno. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún
trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque
recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor
total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese
camino, es decir, ir de Dios que es su origen hasta Dios que es la meta. En el
AT el camino era la Ley. Jesús la sustituye por su persona.
Yo soy verdad, es decir soy lo que tengo que ser. No se trata de la
verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es
auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Es lo que tiene que
ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo
Dios en la zarza. Jn repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede
ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo
que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.
Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía (Dios)
que hace que sea lo que soy. Recordad: "El Padre que vive, me ha enviado y
yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí." Está
hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se
nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida
biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos
encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.
Nadie va al Padre sino por mí. También se podía decir: a nadie viene el
Padre si no es por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo
atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre
no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata.
Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al
discípulo participar de la misma Vida-Dios. Ni el Padre tiene que venir de
ninguna parte ni nosotros que ir. Él está ya en nosotros.
“Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una
vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El
seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el
conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús,
hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una
teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de
Dios, no la presencia misma de Dios.
¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión
pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que
era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el
alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que
Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir:
quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al
Padre porque el Padre es más que yo. Seguimos cayendo en la trampa de querer
ver a Dios de manera rotunda y segura.
“Las exigencias que os propongo no lo hablo por cuenta propia”. “Remata”
no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia realizada y manifestada
a través de la vida. Fíjate que a continuación habla de obras: “el Padre que
permanece en mí, él mismo hace las obras”. Y a continuación: “si no me creéis a
mí, creed a las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en
Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de
su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él. Jesús, a
través de sus obras, realiza el designio creador.
Meditación
Jesús descubrió el camino que le llevo
a su Centro.
Ese Centro fue su Verdad y allí
encontró la Vida,
la misma VIDA de Dios que se le
comunica.
Tengo que encontrar mi propio camino,
que me llevará también al mismo Centro.
En él encontraré mi Verdad, que me dará
la misma Vida.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario