sábado, 21 de marzo de 2020

Domingo IV de Cuaresma – Ciclo A


Domingo IV de Cuaresma – Ciclo A (Juan 9, 1-41) 22 de marzo de 2020




“Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre?”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

El diagnóstico que nos acaban de dar es fatal; la enfermedad apareció de repente y no hubo tiempo de prevenirla. Fue un accidente horrible; nadie esperaba que muriera tan joven. En el cruce de balas lo hirieron y quedó parapléjico; le espera una vida entera de sufrimiento. Un joven de 18 años sufre un infarto y después de una semana en coma, muere. La ecografía dice que el niño va a nacer con una deficiencia grave; será una carga pesada de llevar para toda la familia. Noticias como estas no se las desea uno a nadie. Pero llegan muchas veces. Y siempre, sin avisar. El dolor en este mundo es muy grande y toca, más tarde o más temprano, a nuestra puerta, y entra sin pedir permiso.

Cuando le pasan cosas malas a la gente buena” es el título de un libro escrito por un rabino norteamericano que vio nacer a uno de sus hijos con una penosa enfermedad, que lo acompañó hasta su muerte, a los catorce años; murió sin saber por qué él y sus padres, habían tenido que sufrir tanto. Desde luego, este libro no logra explicar del todo el origen del mal en el mundo, pero sí nos ayuda a entender algunas de las situaciones que viven aquellas personas que han sufrido injustamente. Es un buen intento por descurbrir el sentido que tiene el dolor del inocente.

Los discípulos, viendo al ciego de nacimiento, le preguntan a Jesús: “¿Por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio pecado?”. Esta pregunta aparece siempre ante el dolor y el sufrimiento del inocente. Buscamos la culpa en alguien. Buscamos alguna explicación, algún sentido al dolor, porque no nos cabe en la cabeza que no haya una causa que lo explique. Pero siempre, las explicaciones y los razonamientos que hacemos se quedan cortos. El sufrimiento desborda nuestros intentos por entenderlo y explicarlo. Eso ha pasado muchas veces en medio de tragedias que no tienen explicación y sucesos que dejan al descubierto nuestra propia contingencia.

La respuesta que da Jesús puede decirnos algo, aunque hay que reconocer que el misterio sigue allí, sin aclararse plenamente: “Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo”. ¿Qué culpa puede tener el niño al nacer? ¿Por qué iba a cargar el niño con el pecado de sus padres? Sin embargo, esta es la explicación que le damos muchas veces, al dolor. Necesitamos un chivo expiatorio y lo buscamos en otros o en nosotros mismos. Tratamos de descubrir el origen del mal en algún comportamiento nuestro.

El dolor y el sufrimiento no se pueden explicar. Tal vez lo peor que podemos hacer es buscar culpables o culparnos a nosotros mismos. El dolor es una pregunta que nos lanza la vida y que nos abre a lo que Dios puede hacer en nosotros y, a través nuestro, en los demás. El Señor nos invita a ser una luz para aquellos que transitan por el camino del dolor, como lo fue él para aquel ciego que recuperó la vista después de bañarse en el estanque de Siloé. “Después de haber dicho esto, Jesús escupió en el suelo, hizo con la saliva un poco de lodo y se lo untó al ciego en los ojos. Luego le dijo: – Ve a lavarte al estanque de Siloé (que significa ‘enviado’)”.

OJOS NUEVOS - José Antonio Pagola

El relato del ciego de Siloé está estructurado desde la clave de un fuerte contraste. Los fariseos creen saberlo todo. No dudan de nada. Imponen su verdad. Llegan incluso a expulsar de la sinagoga al pobre ciego: «Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios». «Sabemos que ese hombre que te ha curado no guarda el sábado». «Sabemos que es pecador».

Por el contrario, el mendigo curado por Jesús no sabe nada. Solo cuenta su experiencia a quien le quiera escuchar: «Solo sé que yo era ciego y ahora veo». «Ese hombre me trabajó los ojos y empecé a ver». El relato concluye con esta advertencia final de Jesús: «Yo he venido para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».

A Jesús le da miedo una religión defendida por escribas seguros y arrogantes, que manejan autoritariamente la Palabra de Dios para imponerla, utilizarla como arma o incluso excomulgar a quienes sienten de manera diferente. Teme a los doctores de la ley, más preocupados por «guardar el sábado» que por «curar» a mendigos enfermos. Le parece una tragedia una religión con «guías ciegos» y lo dice abiertamente: «Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán al hoyo».

Teólogos, predicadores, catequistas y educadores, que pretendemos «guiar» a otros sin tal vez habernos dejado iluminar nosotros mismos por Jesús, ¿no hemos de escuchar su interpelación? ¿Vamos a seguir repitiendo incansablemente nuestras doctrinas sin vivir una experiencia personal de encuentro con Jesús que nos abra los ojos y el corazón?

Nuestra Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras, sino testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio. No necesitamos fanáticos que defiendan «verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.

LA LUZ ESTÁ YA EN TI, DEJA QUE TE INUNDE Y DESBORDE
Fray Marcos

Todo el relato es simbólico, como la Samaritana del domingo pasado y la resurrección de Lázaro del próximo. Se propone un proceso catecumenal que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser plenamente hombre. Jesús acaba de decir: “Yo soy la luz del mundo”. Lo repite y lo va a demostrar con hechos, dando la vista al ciego. Jesús no le consulta, pero no suprime su libertad, le da la oportunidad, pero la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse. Los demás personajes siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres.

Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. De ahí la frase que sigue: le untó su barro en los ojos. El barro, modelado por el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos. Jn usa dos verbos para indicar la aplicación del barro en los ojos: aquí untar-ungir, en relación con el apelativo de Jesús "Mesías". Más adelante dirá sencillamente aplicar.

Aquí está la clave de todo el relato. El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. La duda de la gente sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. El hombre ciego ya era libre pero no lo había descubierto todavía. De ahí que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces, en Jn, utiliza Jesús para identificarse: "Soy yo". Esta fórmula refleja la identidad del hombre transformado por el Espíritu. Descubre la transformación que se ha operado en su persona y quiere que los demás la vean.

El ciego, que hasta entonces era solo carne, se dejó transformar por el Espíritu. Debemos tomar conciencia de que el relato no da ninguna importancia al hecho de la curación física. Lo despacha con media línea. Lo que de verdad importa es que este hombre estaba limitado y carecía de toda libertad antes de encontrarse con Jesús. Su vida era anodina y dependiente de los demás. Ahora está llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no solo en su interior sino ante los fariseos que le acosan.

La piscina de Siloé estaba fuera de los muros de la ciudad. Recogía el agua de la fuente de Guijón que llegaba a ella conducida por un canal-túnel (de ahí el nombre arameo de "siloah"=emisión-envío, agua emitida-enviada). Jn aplica el nombre a Jesús, el enviado. La doble mención de untar-ungir y la de la piscina, término que era utilizado para designar la fuente bautismal, nos muestra que se está construyendo este relato a partir de los ritos de iniciación (bautismo) de la primera comunidad.

Al principio del relato no se había mencionado que era mendigo, incapacitado y dependiente de los demás. El punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la independencia. Le hace un hombre cabal. Tampoco se había mencionado que era sábado. Jesús no tiene en cuenta esa circunstancia a la hora de hacer bien al hombre. Amasar barro estaba explícitamente prohibido por la Ley. El amasar el barro el día séptimo, prolonga el día sexto de la creación. Jesús termina la creación del hombre.

A los fariseos no les importa que un hombre haya sido curado. No se alegran del bien del hombre. Solo les interesa la Ley y creen que a Dios tampoco le importa el hombre. Acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres son gente sometida, en tinieblas. La pregunta es triple: ¿Es vuestro hijo? ¿Nació ciego? ¿Cómo recobró la vista? Los padres responden a las dos primeras preguntas, pero a la tercera, la más importante, no se atreven a responder. El miedo les impide aceptar cualquier complicidad con el hecho. Tienen miedo de ser expulsados de la institución.

Al fallarles la argucia empleada con los padres, intentan confundir al ciego. Quieren, por todos los medios, conseguir la lealtad del ciego aún en contra de la evidencia. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Dios no puede actuar contra el precepto ni siquiera en benefició del hombre. Quieren hacerle ver que la vista de que ahora goza es contraria a la voluntad de Dios.

El ciego no tiene miedo. Expresa lo que piensa ante los jefes. A las teorías opone los hechos. Puede que se haya quebrantado la Ley, pero lo que ha sucedido es tan positivo para él, que se hace la pregunta: ¿No estará Jesús por encima del sábado? Ha visto el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre y sabe también lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos. Descubre que, en Jesús, está presente Dios. El hombre utiliza una teología admitida por todos. Dios no está de parte de un pecador.

Los fariseos están tan seguros de sí, que dudan de la misma realidad. El ciego no sabe nada, pero le es imposible negar lo que personalmente ha vivido. Por no negar su propia experiencia ni renunciar al bien que ha recibido, lo expulsan. Con su mentira han querido apagar la luz-vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede permanecer dentro del ámbito de la muerte-tiniebla, que es la sinagoga. Lo mismo que Jesús tuvo que salir del templo, el ciego, que ha recibido la luz, tiene que salir de la institución judía.

"Fue a buscarlo". El (euron) griego no significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una búsqueda. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. No le dice, como al inválido de la piscina, que no vuelva a dejarse someter, porque ya se había mantenido firme ante los fariseos. Con su pregunta acaba la obra de iluminación. La acción de Jesús había hecho descubrir al ciego una nueva manera de ser hombre, cuyo modelo era Jesús, "el Hombre". Jesús quiere que tome conciencia de esta realidad.

El relato termina con la plena aceptación de Jesús por parte del ciego. "Se postró" (prosekinesen en griego) es el mismo verbo con que se designa la adoración debida a Dios en (Jn 4,20-24). El gesto de postrarse para adorar a Jesús no es infrecuente en los sinópticos, sobre todo en Mt, pero éste es el único pasaje de Jn en que aparece. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se puede verificar la presencia de Dios. El ciego, expulsado, encuentra en Jesús el verdadero santuario, donde se puede rendir el culto a Dios ‘en espíritu y verdad’, anunciado a la Samaritana.

Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean y los que creen ver se queden ciegos. Era inconcebible que alguien pudiera tener por ciegos a los que estaban encargados de indicar el camino a los demás. Estas no son palabras de Jesús sino de los cristianos de finales del s. I. Clara alusión a los fariseos que se habían erigido en guías del pueblo. ¿También nosotros estamos ciegos? Eran los conocedores y cumplidores de la Ley, que tenían por ciegos a los demás. La respuesta de Jesús deja clara la realidad: Los que más cerca se creen de Dios, son los que menos le conocen.

Meditación

Creer en Jesús es creer en el Hombre.
Él es el modelo de hombre, el hombre acabado según el designio de Dios
Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre.
En su humanidad, se ha hecho presente lo divino.
Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu.
Para ello hay que nacer de nuevo.

Para profundizar
¿En qué grupo me encuentro yo?
¿Soy de los que ven pero no ven
O de los que no ven pero ven?
Si está leyendo esto, es que algo ves
Sé consciente de que tienes que aclararte algo más
El relato se propone como un proceso
Empieza con una experiencia personal
Y termina postrándose ante Jesús.
Conocimiento y experiencia inseparables.
Jesús es la luz del mundo porque vio la Luz dentro de él
No me va a iluminar desde fuera
Sino ayudándome a descubrir mi propia Luz
La luz-vida ya está en el fondo de mi ser
Si miro hacia fuera, nunca la descubriré
Vivir mi verdadero ser me hará libre
Pero lo esencial de mí, no se ve con los ojos
Solo desde la verdad que soy, seré hombre cabal
Ninguna de mis limitaciones me impedirá ser yo
Debo procurar superar toda limitación
Pero lo que soy no dependerá nunca de ellas
Solo el ciego ve lo que hay que ver
No se trata de una curación médica y fisiológica
La curación es solo el pretexto para hablar de otra visión
La verdadera visión del ciego está más allá de la vista
Mi error será dejarme llevar por lo que ven los ojos
También yo estaré ciego, mientras no me deje iluminar desde dentro
Toda la Luz del mundo está ya en mí

Fray Marcos

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