15
de diciembre de 2019
REFLEXIONES
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J. – “Vayan y díganle a
Juan lo que están viendo y oyendo”
Un niño
estaba dibujando un retrato, y su profesor se le acercó y le dijo: – Ese es un
retrato interesante. Dime algo de él. El niño le respondió: – Es un retrato de
Dios. Entonces, el profesor le dijo: – Pero nadie sabe cómo es Dios. – Lo
sabrán cuando haya terminado, dijo el niño... Esta historia me trajo a la
memoria una anécdota que escuché en estos días. Dicen que un hombre que escuchó
una conferencia de la Madre Teresa de Calcuta en las Naciones Unidas se acercó
a la anciana religiosa y le dijo: “Hermana, le cuento que yo no creo en Dios.
Soy ateo. Pero le aseguro que, si Dios existe, debe ser muy parecido a usted”.
Estando Juan
el Bautista en la cárcel, oyó hablar de Jesús y envió a algunos de sus
seguidores para que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o
si debían esperar a otro. La respuesta fue muy clara: “Vayan y díganle a Juan
lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos
vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso
aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!” Jesús no da explicaciones ni
fundamenta su autoridad en teorías o doctrinas de ningún tipo. Lo único que
pide es que se fijen en su comportamiento. Las señales son evidentes y
cualquiera que tenga los ojos abiertos y los oídos atentos, podrá reconocer que
él es el Mesías de Dios.
Cuando los
discípulos de Juan volvieron a la cárcel a contar lo que habían visto y oído,
Jesús comenzó a exaltar la misión del Bautista: “¿Qué salieron ustedes a ver al
desierto? ¿Un hombre vestido lujosamente? Ustedes saben que los que se visten
lujosamente están en las casas de los reyes. En fin, ¿a qué salieron? ¿A ver un
profeta? Sí, de veras, y a uno que es mucho más que profeta. Juan es aquel de
quien dice la Escritura: ‘Yo te envío mi mensajero delante de ti, para que te
prepare el camino”. Esa fue la misión de Juan y es la misión de los profetas de
hoy: Preparar los caminos de Jesús y señalar su presencia entre nosotros.
Jesús es el rostro de Dios para nosotros y los que nos decimos sus
seguidores debemos ser el retrato de Dios para el mundo. Un niño es capaz de
saber cómo es Dios y un ateo es capaz de reconocer sus rasgos en una persona
como la Madre Teresa de Calcuta. La pregunta que nos puede asaltar hoy es si
los que nos ven hacer lo que hacemos y nos oyen decir lo que decimos, son
capaces de reconocer los rasgos de Dios en nosotros. Muchas personas no podrán
leer otro evangelio distinto a nuestras vidas. Por eso, tenemos la
responsabilidad de transparentar a Dios y abrirle un espacio para que vuelva a
encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad. Precisamente,
prepararnos para que eso pueda suceder es lo que busca el tiempo de Adviento
que estamos viviendo.
José
Antonio Pagola – LA IDENTIDAD DE JESÚS
Hasta la prisión de Maqueronte, donde está encerrado por Antipas, le
llegan al Bautista noticias de Jesús. Lo que oye le deja desconcertado. No
responde a sus expectativas. Él espera un Mesías que se imponga con la fuerza
terrible del juicio de Dios, salvando a quienes han acogido su bautismo y
condenando a quienes lo han rechazado. ¿Quién es Jesús?
Para salir de dudas, encarga a dos
discípulos que pregunten a Jesús sobre su verdadera identidad: «¿Eres
tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». La pregunta era
decisiva en los primeros momentos del cristianismo.
La respuesta de Jesús no es teórica,
sino muy concreta y precisa: comunicadle a Juan «lo que estáis viendo y
oyendo». Le preguntan por su identidad, y Jesús les responde con su
actuación curadora al servicio de los enfermos, los pobres y desgraciados que
encuentra por las aldeas de Galilea, sin recursos ni esperanza para una vida
mejor: «Los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia
la Buena Noticia».
Para conocer a Jesús, lo mejor es ver a
quiénes se acerca y a qué se dedica. Para captar bien su identidad no basta
confesar teóricamente que es el Mesías, Hijo de Dios. Es necesario sintonizar
con su modo de ser Mesías, que no es otro sino el de aliviar el sufrimiento,
curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús sabe que su respuesta puede
decepcionar a quienes sueñan con un Mesías poderoso. Por eso añade: «Dichoso
el que no se sienta defraudado por mí». Que nadie espere otro Mesías que
realice otro tipo de «obras»; que nadie invente otro Cristo más a su gusto,
pues el Hijo ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa para todos,
hasta alcanzar su plenitud en la fiesta final del Padre.
¿A qué Mesías seguimos hoy los
cristianos? ¿Nos dedicamos a hacer «las obras» que hacía Jesús? Y si no las
hacemos, ¿qué estamos haciendo en medio del mundo? ¿Qué está «viendo y oyendo»
la gente en la Iglesia de Jesús? ¿Qué ve en nuestras vidas? ¿Qué escucha en
nuestras palabras?
Fuente: www.gruposdejesus.com
Fray
Marcos - TE SENTIRÁS DEFRAUDADO SI CONFÍAS EN LO EXTERNO
Después de haber hablado de la vida pública de Jesús durante ocho
capítulos, el evangelio de Mt vuelve a hablar de Juan de una manera
sorprendente. Mt ya nos ha dicho quién es Jesús, pero Juan desde la cárcel no
las tiene todas consigo. La pregunta de los enviados es muy concreta, pero él
responde a dos cuestiones muy distintas. De sí mismo responde de manera
indirecta con lo que dice Isaías del Mesías. De Juan responde por su cuenta y
riesgo, de una manera también sorprendente. El relato que nos propone el
evangelio de hoy es desconcertante. El Precursor dudando que el anunciado sea
auténtico.
¡Cómo que Juan no sabía quién era
Jesús! ¿No había dicho que no era digno de llevarle las sandalias? ¿No había
dicho que su bautismo era solo de agua, que él bautizaría con Espíritu Santo?
¿No había dicho que él era el que tenía que ser bautizado por Jesús? ¿No había
visto al Espíritu bajar sobre él? ¿No había oído la voz del cielo: Este es mi
Hijo amado? ¿A qué viene ahora la pregunta ingenua de, si es o no es, el que ha
de venir? Podría reflejar la duda por no responder a las expectativas que había
sobre el mesías.
Una vez más recordamos que los
evangelios no son crónicas de sucesos. Aunque algunas veces puedan hacer
referencia a hechos que sucedieron, la intención al relatarlos es aclarar
problemas teológicos. El tema que se propone hoy fue muy difícil de resolver
para los primeros cristianos, que eran judíos. Su mensaje y su manera de
comportarse, nada tenía que ver con lo que los judíos de su tiempo esperaban
del Mesías. No se trata de hablar de Juan, cuanto de intentar que todos se den
cuenta del significado de Jesús.
Los evangelios nacen en una cultura
oriental, completamente distinta de la cultura grecorromana donde se desplegó
más tarde el cristianismo. En aquella cultura, la manera de comunicar verdades
era el relato. Contando una historia, se le dice al interlocutor lo que se le
quiere comunicar. Nada que ver con la cultura grecorromana, que había
desarrollado un lenguaje lógico, discursivo, racional, que por medio de
silogismos accedía y comunicaba la verdad. Sigue siendo una catástrofe para la
interpretación del evangelio que nos empeñemos en mirarlo como lenguaje lógico.
Da verdadera pena oír hablar de los
relatos de la infancia de Lc y Mt como si fueran historia, cuyo objetivo es
comunicarnos lo que pasó. Y todo, sin hacer puñetero caso a los exégetas que
llevan más de dos siglos diciendo que esa no es la manera adecuada de
entenderlos. No sólo distorsionamos los textos, haciéndoles decir lo que no
dicen; sino que nos quedamos sin el verdadero y profundo mensaje, y esto es
mucho más grave. Podéis imaginar lo que yo siento cuando veo a una persona
salirse de la iglesia por oírme decir que esos relatos no son historia. No hay
manera de superar los prejuicios.
Contadle a Juan lo que estáis
viendo. No les está diciendo que su misión es curar a los inválidos. Lo que
hace Jesús es recordar la manera de hablar de Isaías, para que Juan asociara lo
visto con los tiempos mesiánicos anunciados. Ni todos los leprosos van a quedar
limpios, ni todos los sordos van a oír, (en realidad no llegan a una docena los
milagros que nos cuentan los evangelios). También nos dice Isaías que el lobo
habitará con el cordero y la pantera se tumbará con el cabrito, que el desierto
y el yermo se regocijarán, que se alegrarán el páramo y la estepa. Estas
imágenes no tenemos más remedio que entenderlas como símbolos. ¿Por qué
esperamos que las otras no lo sean?
¿Por qué habla de ciegos, sordos,
cojos, inválidos, leprosos, y muchos otros colectivos que siguen siendo objeto
de marginación? El texto quiere decir que la llegada del Reino tendrá
consecuencias para todos, pero sobre todo para los más desfavorecidos. Quiere
decir que el que acoja el Reino, saldrá de la dinámica de la opresión y entrará
en la del servicio. Por cierto, entre los signos de la presencia del Mesías no
hay ni un solo signo religioso. Esto tenía que hacernos pensar. Los cristianos
nos olvidamos con frecuencia que, para Jesús, lo primero es el hombre; incluso
antes que el culto (Dios).
La buena noticia, que se anuncia a los
pobres, es que Dios es Abba para todos. La noticia de que la salvación viene de
Dios y ya se la ha concedido a todos. La noticia de que Dios no va a pedirnos
cuenta de nuestros pecados, sino que nos ha liberado ya de todos ellos. La
noticia de que no son los sabios y entendidos los que descubrirán ese Dios sino
los sencillos. La noticia de que no son los que detentan el poder, sea civil o
religioso, los que están más cerca de Dios, sino los que lo sufren y padecen.
La noticia de que no son lo “buenos” los que encontrarán a Dios de cara, sino
las prostitutas y los pecadores.
Ni Juan ni los apóstoles estaban
capacitados para entender a Jesús. Su figura no se ajusta al Mesías que ellos
esperaban. Jesús rompe todos los moldes, desbarata todas las expectativas. Lo
que aporta va en la dirección contraria de lo que esperaban. No viene a imponer
nada, sino a proponer una dinámica de servicio. Su actitud de no-violencia, de
no defenderse de los enemigos, de no destruir al adversario, escandaliza a
todos, incluido a Pedro. No sólo no viene a imponer “justicia” sino que acepta
la injusticia en su propia carne. De ahí la frase final de Jesús: “y dichoso el
que no se escandalice de mí”.
El Reino no lo hacen presentes los
ciegos o sordos o cojos curados, sino el que se preocupa de ellos. Por no tener
esto en cuenta, creemos que lo importante es librar al pobre de sus carencias.
El objetivo primero debe ser librarme yo de mi inhumanidad. Incluso para un
ciego, más importante que ver, es recuperar su humanidad machacada por el que
le desprecia. Que esa disponibilidad sea para con un rico o para con un pobre,
no tiene ninguna importancia; lo que importa es la actitud. Tampoco importa que
al necesitado se le dé un millón o sólo una sonrisa; en ambos casos allí está
Dios.
Esa advertencia sirve también para
nosotros. Seguimos escandalizándonos porque la salvación que Jesús nos trajo no
responde a la que nosotros seguimos esperando. Seguimos sin enterarnos de que
el amor que predica Jesús es absolutamente eficaz solo si se hace vida, pero es
inútil si se queda en teoría. El amor nunca se pondrá al servicio de nuestro
ego para alcanzar provecho personal. El amor va siempre en dirección a los
demás y se olvida de sí. Nos empujará siempre a desprendernos de nuestro ego.
El amor compasivo es nuestra verdadera naturaleza. El egoísmo es nuestra
destrucción.
La inmensa mayoría de las miserias
humanas no están a la vista. Todos estamos rodeados de carencias, más
importantes que las estrictamente vitales como pueden ser alimento y vestido.
La falta de alimento me puede matar biológicamente, pero la falta de amor me
mata como ser humano. Todos necesitamos ayuda de los demás en mil aspectos, que
ni siquiera queremos reconocer. Pero también yo puedo ayudar a todos los seres
humanos que encuentro en mi camino. Cada uno necesitará algo distinto, pero
puedo estar seguro de que todos esperan algo de mí. Entraré en la dinámica del
Adviento cuando haga presente el Reino, no defraudando al que espera algo de mí.
Meditación
Todos nos sentimos de
una u otra manera defraudados.
La realidad no se presenta como nosotros la queremos.
Seguimos esperando que Dios arregle el mundo.
La preocupación inmediata por nuestro ser biológico
puede impedir el descubrimiento de nuestro ser más profundo
y arruinar nuestras posibilidades como seres humanos.
La realidad no se presenta como nosotros la queremos.
Seguimos esperando que Dios arregle el mundo.
La preocupación inmediata por nuestro ser biológico
puede impedir el descubrimiento de nuestro ser más profundo
y arruinar nuestras posibilidades como seres humanos.
Fray Marcos
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