sábado, 20 de julio de 2019

“Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas (...)”

Reflexiones  sobre la Palabra

Domingo XVI del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 10, 38-42) – 21 de julio de 2019

José Antonio Pagola  +  Fray Marcos  + Hermann Rodríguez, SJ




José Antonio Pagola - NADA HAY MÁS NECESARIO

El episodio es algo sorprendente. Los discípulos que acompañan a Jesús han desaparecido de la escena. Lázaro, el hermano de Marta y María, está ausente. En la casa de la pequeña aldea de Betania, Jesús se encuentra a solas con dos mujeres que adoptan ante su llegada dos actitudes diferentes.

Marta, que sin duda es la hermana mayor, acoge a Jesús como ama de casa, y se pone totalmente a su servicio. Es natural. Según la mentalidad de la época, la dedicación a las faenas del hogar era tarea exclusiva de la mujer. María, por el contrario, la hermana más joven, se sienta a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Su actitud es sorprendente pues está ocupando el lugar propio de un «discípulo» que solo corresponde a los varones.

En un momento determinado, Marta, absorbida por el trabajo y desbordada por el cansancio, se siente abandonada por su hermana e incomprendida por Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». ¿Por qué no manda a su hermana que se dedique a las tareas propias de toda mujer y deje de ocupar el lugar reservado a los discípulos varones?

La respuesta de Jesús es de gran importancia. Lucas la redacta pensando probablemente en las desavenencias y pequeños conflictos que se producen en las primeras comunidades a la hora de fijar las diversas tareas: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas cuando en realidad solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará».

En ningún momento critica Jesús a Marta su actitud de servicio, tarea fundamental en todo seguimiento a Jesús, pero le invita a no dejarse absorber por su trabajo hasta el punto de perder la paz. Y recuerda que la escucha de su Palabra ha de ser prioritaria para todos, también para las mujeres, y no una especie de privilegio de los varones.

Es urgente hoy entender y organizar la comunidad cristiana como un lugar donde se cuida, antes que nada, la acogida del Evangelio en medio de la sociedad secular y plural de nuestros días. Nada hay más importante. Nada más necesario. Hemos de aprender a reunirnos mujeres y varones, creyentes y menos creyentes, en pequeños grupos para escuchar y compartir juntos las palabras de Jesús.

Esta escucha del Evangelio en pequeñas «células» puede ser hoy la «matriz» desde la que se vaya regenerando el tejido de nuestras parroquias en crisis. Si el pueblo sencillo conoce de primera mano el Evangelio de Jesús, lo disfruta y lo reclama a la jerarquía, nos arrastrará a todos hacia Jesús.

16 Tiempo ordinario - C 
(Lc 11,1-13)
21 de julio 2019

José Antonio Pagola

NI DE MARTA NI DE MARÍA PODEMOS PRESCINDIR
Fray Marcos
Lc 10,38-42

Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lc. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quieren seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos. Lc es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.

No tiene ningún sentido haber sacado, de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto interpretar este evangelio como proclamación del cristianismo a dos velocidades: 1ª los de la vida contemplativa: 2ª los que se dedican a la vida activa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo.

El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: “Anda, haz tú lo mismo”. Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado a tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero serán solo programaciones, que no nos enriquecen espiritualmente. Y puede haber contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión.

Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: “el que escucha estas palabras mías, y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena”. Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos.

Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuenta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: “María ha escogido la parte mejor; lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación.

Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación.

El maestro Eckhart tiene una interpretación desconcertante de este relato. Suponiendo que la primera consecuencia de una escucha de la Palabra sería el servicio y descubriendo que Marta ya está cumpliendo esa tarea, deduce que Marta adelanta a María porque ella ha escuchado y ya está cumpliendo. Viniendo esta reflexión de uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, nada sospechoso de menospreciar la contemplación, debemos tomar muy en serio esta advertencia. La contemplación es lo primero, pero no es más importante.

A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida. Tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: “El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades”. “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”.

La mujer tiene que crecer como ser humano. Tiene que descubrir que humanizarse es más importante que todas las tareas asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le hizo una alabanza: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron". Pero él responde: "Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen". No es el parir el valor fundamental de la mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración.

Esta actitud de Jesús para con la mujer se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroísa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo, después de dos mil años, una ideología machista.

El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús son discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no se habrían cometido tantas barbaridades.

No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no solo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas.

Meditación

No hay parte mejor o peor.
Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes.
En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero.
El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos).
Intenta ser cada día más Marta y más María.
Cada día más enraizado en Cristo. Y más volcado hacia los demás.

Fray Marcos



Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Si no recuerdo mal, hace algunos meses circuló por la Internet una historia de un maestro que llegó al salón de clase con una vasija de cristal muy grande y la llenó de piedras delante de sus alumnos.. Al terminar de llenarla, preguntó a los estudiantes: ¿Creen que esta vasija está llena? Si. Respondieron todos al tiempo. Entonces el maestro sacó del maletín una bolsa con un poco de piedrecitas y las fue dejando caer dentro de la vasija por entre los espacios que dejaban las piedras más grandes. Volvió a preguntar el maestro: ¿Ahora sí creen que esta vasija está llena? Hubo un momento de duda y respuestas encontradas. El maestro sacó entonces una bolsa con arena y la fue depositando lentamente en la vasija. Poco a poco la arena fue llenando los espacios que dejaban las piedras grandes y las pequeñas. Por fin, el maestro preguntó. ¿Esta vez si está llena la vasija? Alguien se atrevió a decir que no. De modo que el maestro sacó una botella con agua y fue regando todo el contenido hasta llenar prácticamente la vasija. No recuerdo si ya con esto quedaba llena del todo la vasija, porque se me ocurre que podría agregarse algo de anilina para pintar el agua, o agregar un poco de sal que siempre está dispuesta a disolverse en el agua.

Al final de la historia el maestro pregunta a los estudiantes, ¿cuáles son las piedras más grandes de sus vidas? Si no las colocamos al comienzo, después no habrá espacio para ellas. Es fundamental definir prioridades y saber qué es lo que no puede dejarse por fuera de nuestros horarios, calendarios, agendas y programaciones. Si nos ocupamos de lo urgente, es muy probable que dejemos lo más importante por fuera de nuestra vida. Algo de esto es lo que le pasa a Marta, en el evangelio de hoy.

“Jesús siguió su camino y llegó a una aldea donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: –Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar”.

No es que Jesús quiera patrocinar la pereza de María. Tampoco quiere despreciar el esfuerzo de Marta en el cumplimiento de los deberes domésticos. Pero Jesús sí quiere señalar unas prioridades y distingue entre lo importante y lo urgente. Lo que estaba haciendo María era ‘escuchar lo que él decía’. Muchas veces nuestro activismo no nos da tiempo para sentarnos a escuchar al maestro en un rato de oración, o para escuchar a los demás. Cuánto tiempo dedicamos a escuchar a los que viven con nosotros. Muchas veces tenemos cosas que decir, pero no las decimos porque no vemos disposición en los demás para sentarse, tranquilamente, a ‘perder’ un poco de tiempo escuchando a los demás o a Dios.

Zenón de Elea, varios siglos antes de Cristo, decía: “Nos han sido dadas dos orejas y una sola boca, para que escuchemos más y hablemos menos”. Recordar esta experiencia de Jesús con Marta y María debería interrogarnos sobre nuestras prioridades y tendríamos que revisar si hemos colocado en su lugar las piedras más importantes, antes que las urgentes...
 


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