14 de julio 2019
José Antonio Pagola - NO PASAR DE LARGO
«Sed compasivos como vuestro Padre es
compasivo». Esta es la herencia que Jesús ha dejado a la humanidad. Para
comprender la revolución que quiere introducir en la historia, hemos de leer
con atención su relato del «buen samaritano». En él se nos describe la actitud
que hemos de promover, más allá de nuestras creencias y posiciones ideológicas
o religiosas, para construir un mundo más humano.
En la cuneta de un camino solitario
yace un ser humano, robado, agredido, despojado de todo, medio muerto,
abandonado a su suerte. En este herido sin nombre y sin patria resume Jesús la
situación de tantas víctimas inocentes maltratadas injustamente y abandonadas
en las cunetas de tantos caminos de la historia.
En el horizonte aparecen dos viajeros;
primero un sacerdote, luego un levita. Los dos pertenecen al mundo respetado de
la religión oficial de Jerusalén. Los dos actúan de manera idéntica: «ven al
herido, dan un rodeo y pasan de largo». Los dos cierran sus ojos y su corazón,
aquel hombre no existe para ellos, pasan sin detenerse. Esta es la crítica
radical de Jesús a toda religión incapaz de generar en sus miembros un corazón
compasivo. ¿Qué sentido tiene una religión tan poco humana?
Por el camino viene un tercer
personaje. No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece a la religión del
Templo. Sin embargo, al llegar, ve al herido, se conmueve y se acerca. Luego,
hace por aquel desconocido todo lo que puede para rescatarlo con vida y
restaurar su dignidad. Esta es la dinámica que Jesús quiere introducir en el
mundo.
Lo primero es no cerrar los ojos. Saber
«mirar» de manera atenta y responsable al que sufre. Esta mirada nos puede
liberar del egoísmo y la indiferencia que nos permiten vivir con la conciencia
tranquila y la ilusión de inocencia en medio de tantas víctimas inocentes. Al
mismo tiempo, «conmovernos» y dejar que su sufrimiento nos duela también a
nosotros.
Pero lo decisivo es reaccionar y
«acercarnos» al que sufre, no para preguntarnos si tengo o no alguna obligación
de ayudarle, sino para descubrir que es un ser necesitado que nos necesita
cerca. Nuestra actuación concreta nos revelará nuestra calidad humana.
Todo esto no es teoría. El samaritano
del relato no se siente obligado a cumplir un determinado código religioso o
moral. Sencillamente, responde a la situación del herido inventando toda clase
de gestos prácticos orientados a aliviar su sufrimiento y a restaurar su vida y
su dignidad. Jesús concluye con estas palabras. «Vete y haz tú lo mismo».
15 Tiempo ordinario - C
14 de julio 2019
José Antonio Pagola
SIN PRÓJIMO NO HAY DIOS QUE VALGA
Fray Marcos
Lc 10,25-37
Hoy la primera lectura nos da la clave
para entender el evangelio. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es
una exigencia de nuestro ser. Dios no crea al ser humano y luego le impone unas
obligaciones. Dios no tiene “voluntad”, porque no tiene partes ni cualidades ni
potencias. Es un “ser” simplicísimo. Lo que Dios espera es que despleguemos
esas posibilidades (exigencias) que nacen de nuestro ser más profundo. ¡Cuanto
fundamentalismo se evitaría si tuviéramos en cuenta esta simple verdad!
El jurista sabía la respuesta, luego no
pregunta para aprender, sino para examinar. Jesús se lo hace ver, haciendo que
él mismo responda. Lo que no estaba tan claro era quién era Dios y quién era el
prójimo. Aquí sí que había y sigue habiendo mucho que aclarar... Jesús habla de
superar la Ley como venida de un Dios que desde fuera y desde arriba nos exige
normas de conducta que van en contra de nuestros intereses. Como la primera
lectura de hoy, Jesús habla de una ley no escrita que llevamos todos dentro y
que hay que descubrir.
Solo Lc narra esta maravillosa parábola
del “buen samaritano”. Como todas, no necesita explicación. Lo único que exige
es implicación. El oyente tiene que tomar partido después de oírla. Si no lo
hace, la narración carece de sentido. Se nos invita a descubrir una manera
nueva de ser humanos. No basta ser religioso y tener muy buenas relaciones con
el Dios del templo, aunque sea sacerdote o levita, hay que hacerse prójimo. La
parábola nos propone dejar de considerarse a sí mismo el ombligo del mundo y
poner en el centro al otro.
Cuando pregunto, ¿quién es mi prójimo?,
presupongo que puede haber alguien que no lo es y tendría que amar solo al que
lo es. En algunos casos, en el AT, el prójimo tenía este sentido. La religión
judía nació como un medio de aglutinar un pueblo en torno a un Dios, con unas
obligaciones que le permitían asegurar una cohesión interna capaz de superar el
egoísmo destructor. Para nada pensaban en un amor universal, sino en un amor a
los pertenecientes al pueblo, con la finalidad de defenderse de los que no
pertenecían a él.
La pregunta presupone que el ser o no
ser prójimo depende del otro, o de las circunstancias. Este es el fundamento de
la mentalidad legalista que excluye toda aproximación. La ayuda al miserable
desde el estricto cumplimiento de la Ley no excluye el sentimiento de
superioridad o desprecio. Cumplo lo mandado pero no me involucro en la
situación del otro. Simplemente lo hago “por amor a dios”. Esta es la trampa
donde hemos caído. Lo que hizo el Samaritano está a años luz de esta actitud.
Se aproxima, lo cura, lo venda, lo lleva a la posada, etc.
El relato es típico de la literatura
oriental, pero los personajes implicados en él, lo convierten en provocador.
Los oficiales de la religión están demasiado preocupados por la legalidad y la
pureza para preocuparse de los demás. Para el sacerdote y el levita, lo primero
era la Ley. Para el samaritano, lo primero era el hombre. El hereje, el
idólatra, el impuro, odiado precisamente por no ser religioso, no está sujeto a
normas externas, lleva la ley en el corazón. La palabra empleada en griego para
indicar que se conmueve, nos indica que el Samaritano se dejó llevar por su
verdadero ser desde el interior y acabó imitando a Dios.
La parábola, no deja lugar a duda sobre
lo que Jesús entendía por próximo. Prójimo es todo aquel con quien me encuentro
en mi camino. Prójimo es aquel que me necesita. Estamos equivocados al pensar
que el prójimo lo puedo determinar yo. Jesús nos dice que el prójimo se me
impone, aunque yo puedo tomar la decisión de escamotear esa presencia e
ignorarlo. Cuando me niego a verlo, estoy fallando, buscando excusas para
escapar a esa imposición que me saca de mi programación, de mis planes, a veces
tan religiosos ellos.
Estamos equivocados cuando pensamos que
si me acerco a otra persona para ayudarla, estoy haciendo una cosa buena, pero
que si no la ayudo, no pasa nada, porque yo soy libre de ayudarla o de no
ayudarla. No vemos como una necesidad el ayudarla, sino como una posibilidad
que se me ofrece y que yo puedo aprovechar. No, debemos sentir esa ayuda como
una urgencia. Soy capaz de programar un prójimo para una hora determinada, pero
rechazo instintivamente al que se me impone sin mi consentimiento.
Tanto en el AT como en el evangelio, se
entiende a Dios como cosa, es decir como alguien que existe al margen de la
creación. Hoy sabemos que Dios está en las cosas, no al margen de ellas, ni por
encima de ellas. Si pudiéramos ver la creación desde Dios veríamos que no se
diferencia en nada de ella. La creación es la manifestación de Dios. Vista
desde la criatura, sí hay diferencia, pero no por lo que la creación es, sino
por lo que no es; por sus limitaciones. Dios es infinito, la criatura no, ni
por separado ni en conjunto. Si en todas las cosas está Dios, es claro que en
cualquier ser humano se está manifestando su presencia.
Aclaremos esta idea con el ejemplo de
la luz. La luz no se puede ver. Los espacios intersiderales son inmensos vacíos
en absoluta oscuridad, aunque la luz los traviesa. Solo cuando los fotones
encuentran a su paso algo material, puedo descubrir los reflejos de la luz en
ese objeto. Esto pasa con Dios, no se le puede ver más que reflejado. Para cada
uno de nosotros no hay más Dios que el que podemos ver en la creación. La
conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación,
porque sería un ídolo. Por lo tanto, no puede haber dos mandamientos. Amo a
Dios solo en la medida que amo a sus criaturas.
Hay una frase, que empleamos siempre
para justificar nuestro egoísmo, pero que es verdadera: "el amor bien entendido
empieza por uno mismo". Efectivamente, descubriendo la luz que se refleja
en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que
descubro en mí es el mismo que debo descubrir en los demás. Si me doy cuenta de
lo que soy en el Todo, veré al otro insertado en el Todo. Si creo que soy una
mónada aislada, veré al otro algo distinto de mí, que me estorba, y no
encontraré motivos para amarlo.
Cuando tenga claro esto, solucionaré el
problema de mi egoísmo. Es falsa la creencia de que yo soy una individualidad
aislada, que tengo existencia y consistencia propia. Yo, separado del creador y
de las demás criaturas, no soy nada. Lo que constituye mi ser y lo que
constituye el ser de los demás, es la misma Realidad: Dios que está fundamentando
mi propio ser y el de los demás. Por tanto, no puedo ir en contra de los demás
sin ir en contra mía. El día que descubra lo que no soy, habré dado un paso
hacia el verdadero amor.
El prójimo está siempre ahí, a tu vera.
Descubrirlo y aceptarlo depende solo de ti. Siempre que te aproximas a otro
para ayudarle de cualquier forma, lo estás convirtiendo en próximo. Cada vez
que haces a uno prójimo, te estás acercando a ti mismo y te estas acercando a
Dios. Cada vez que superas tu egoísmo y pones al otro en el centro, te acercas
a la plenitud de humanidad. Siempre que das un rodeo para pasar de largo ante
el dolor ajeno, te estás alejando de ti mismo y de Dios. Una religiosidad que
me permite vivir sin verme afectado por los problemas de los demás será siempre
una religiosidad falsa.
Meditación
Prójimo es todo aquel que me necesita
si estoy dispuesto a ayudarlo, a ser
más humano.
No debo pensar solamente en las
necesidades materiales.
Si creo que puedo amar a Dios
desentendiéndome de otro,
es que no he entendido nada del mensaje
de Jesús.
Si no descubro a la persona que me
necesita,
es que no me preocupo de lo que pasa en
mi interior.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
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