Domingo I de Adviento – Ciclo B (Marcos
13, 33-37) – 3 de diciembre de 2017
Juanito le preguntó una vez a su abuela:
¿Que significa el tiempo de Adviento? La abuela le contestó: Es un tiempo de
espera durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y los oídos más
atentos, para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y, ¿qué es eso que
esperamos?, preguntó Juanito, con una gran curiosidad. El paso de Jesús por
nuestras vidas, respondió la abuela. Si no estamos muy atentos, nos puede pasar
como le pasó a don Casimiro, un señor muy religioso, que se perdió la gran
oportunidad de ver a Dios frente a frente. Y le contó esta historia:
"Hace mucho tiempo, en un país muy
lejano, había un hombre muy religioso, que se llamaba Casimiro; todos los días
le pedía a Jesús que le dejara ver su rostro; el hombre creía, tenía fe, rezaba
mucho, pero no quería morir sin haber visto a Jesús frente a frente. Un buen
día, estando en la Iglesia, escuchó una voz que le decía en su interior: Ha
llegado el tiempo en el que me podrás ver: Mañana iré a visitarte a tu casa.
Espérame y me verás. No faltaré. Casimiro volvió a su casa, y se puso a
preparar todo para su encuentro con Jesús. Barrió la casa, puso en la puerta
una bella alfombra nueva, preparó unas galletas y una torta, para ofrecerle una
buena merienda a Jesús.
Al día siguiente, Casimiro se puso a la
puerta de su casa con la torta, las galletas y las golosinas sobre una mesa.
Pasaba el tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó por allí un niño jugando
solo; se quedó mirando la torta y las golosinas y se fue acercando poco a poco,
jugando cada vez más cerca. Estuvo allí un buen rato hasta que Casimiro lo
regañó y le dijo: Vete a jugar lejos de mi casa, porque estoy esperando un
visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú te comas lo que le he
preparado para comer. El niño se fue muy triste a jugar en otra parte.
Un poco más tarde, vio venir a una viejita
pobre que tenía la ropa y los zapatos muy sucios; era una viejita conocida en
el vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro para pedir una
limosna, como acostumbraba, pero éste le prohibió que se acercara y pisara su
alfombra nueva: Me la vas a manchar, le dijo. Vete, que estoy esperando un
visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú me estropees la limpieza de
mi casa. La viejita se fue muy triste a pedir una limosna en otra parte.
Pasaba el tiempo y Jesús no aparecía. Ya
por la tarde, vino un vecino corriendo y le pidió a Casimiro que le ayudara a
sacar su carro de un hueco en el que había caído por accidente; pero Casimiro
dijo: No puedo dejar mi casa sola, porque estoy esperando un visitante muy
ilustre, y no estoy dispuesto a que no me encuentre esperándolo. El vecino se
fue muy triste a pedir ayuda en otra parte. Cayó la noche y Jesús no
apareció. Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a preguntarle a Dios por
qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no cumpliste tu
promesa de ir a verme a mi casa? Hubo un Tiempo de silencio. Dios callaba. De
pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su interior: Fui y no me
reconociste; yo era el niño que esperaba que me dieras un poco de torta y algunas
golosinas para alegrarme la vida. Yo era la anciana pobre que pasó por delante
de tu casa esperando recibir alguna ayuda para vivir. Yo era tu vecino que te
pedía un favor. No quisiste verme. Las tres veces me fui muy triste a buscar en
otra parte. Y Casimiro, salió fuera y lloró amargamente por no haber reconocido
a Jesús”.
Por eso, tenemos que mantenernos
despiertos, porque no sabemos cuándo va a llegar el señor de la casa, si al
anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana. No sea que venga
de repente y nos encuentre durmiendo, o pensando en otras cosas, como le pasó a
Casimiro. Tenemos que estar siempre atentos para reconocer el paso de Dios por
nuestras vidas.
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