Domingo de la
Pasión del Señor o de Ramos – Ciclo A (Mateo 26, 14 – 27, 66) 13 de abril de
2014
Hace algunos
años, decía el titular de un periódico: “Ministro de defensa pide aumentar el
gasto militar y bajar la inversión social”. Algunos siguen viviendo una especie
de euforia guerrerista. Nos cuesta creer en la salida negociada a los
conflictos sociales, grupales, interpersonales, e incluso personales. Vemos los
embates de la violencia en todo el mundo; baste mencionar la guerra que parece
eterna entre Israel y Palestina o las múltiples guerras africanas que apenas encuentran
espacios en los titulares de los grandes medios de comunicación. Por todas
partes parece imponerse, la Ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente,
como si la violencia se pudiera combatir con la violencia. Como si sobre una
derrota militar del enemigo se pudiera construir la única paz posible... Sin
embargo, la historia nos ha demostrado más de una vez que la paz no se
construye con la guerra: “Todos los que pelean con la espada, también a espada
morirán”, decía bien Jesús en Getsemaní cuando fue arrestado. No fue fácil para
Jesús dar este paso ni es fácil hoy levantar esta bandera en un contexto en el
que hay tantos entusiasmados con la guerra. Erasmo de Rotterdam decía que la
guerra era dulce sólo para el que no la ha probado… Hoy diríamos que también es
dulce para el que vive de ella…
Leyendo la
Pasión del Señor según San Mateo, ha vuelto a rechinar en mi interior una pieza
que no acaba nunca de ajustarse en todo el engranaje de la vida de Jesús: ¿Por
qué no huyó ante la inminencia de la muerte? “Después del beso de Judas Jesús
le contestó: –Amigo, adelante con tus planes”. ¿Por qué no se defendió con la
fuerza? Después de que “uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y le
cortó una oreja al criado del sumo sacerdote, Jesús le dijo: –Guarda tu espada
en su lugar” ¿Por qué no se defendió ante Caifás? “Entonces el sumo sacerdote
se levantó y preguntó a Jesús: –¿No contestas nada? ¿Qué es esto que están
diciendo contra ti? Pero Jesús se quedó callado”. ¿Por qué no se defendió ante
Pilato? “Mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo escuchaban,
Jesús no respondió nada. Por eso Pilato le preguntó: –¿No oyes todo lo que
están diciendo contra ti? Pero Jesús no le contestó ni una sola palabra”.
El silencio
de Jesús, la actitud paciente frente a la burla, la
difamación, el insulto, los golpes, la tortura, la muerte violenta, todavía nos
escandalizan. Con razón él decía: “Todos ustedes van a perder su fe en mi esta
noche”. ¿Quién no? Lo que hace Jesús sobrepasa nuestras posibilidades. ¿Quién
está preparado para seguir esta propuesta hoy? ¿No será mejor hacerle caso al
Ministro de defensa y a todos los guerreristas de este país y del mundo y
aumentar el gasto militar disminuyendo la inversión social?
¡En lugar de
invertir en educación, enriquezcamos más a los constructores de armas de los
países del primer mundo! ¡En lugar de invertir en planes de salud o de
vivienda, destruyamos la vida y las casas de más seres humanos! ¡En lugar de
invertir en infraestructura para posibilitar el trabajo, destruyamos lo que
tenemos con más bombas! ¡Definitivamente, estamos locos! Cualquiera entiende
hoy ese versículo de Mateo al final del arresto de Jesús: “En aquel momento,
todos los discípulos dejaron solo a Jesús y huyeron”. Ojalá pudiéramos tener la
dicha de no escandalizarnos de la Pasión del Señor y nos concediera Dios la
gracia que le regaló al capitán romano que fue testigo de esta tragedia, para
poder decir con él: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
Un saludo cordial.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
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