Domingo III de
Cuaresma – Ciclo A (Juan 4, 5-42) 23 de marzo de 2014
En medio de una noche
oscura como la boca de un lobo, el Capitán del barco reconoció a lo lejos la
luz de otra embarcación que venía directamente hacia ellos. En seguida dio una
orden al telegrafista. Ordénele a esa embarcación que cambie su rumbo diez grados
a estribor. Un momento después llega un mensaje a la cabina del Capitán:
“Ustedes deben cambiar su rumbo diez grados a babor”. El Capitán pide que el
mensaje esta vez sea más explícito: “Soy el Capitán Baquero, le ordeno que gire
su rumbo diez grados a estribor”. Mientras pasa todo esto, la luz se va
acercando de manera rápida y peligrosa. Se recibe un nuevo mensaje en la
cabina: “Soy el marinero Barragán. Le sugiero que gire su rumbo diez grados a
babor”. El Capitán muy contrariado y viendo que la luz ya está demasiado cerca
envía una última advertencia: “Estoy al mando de un buque de guerra. Modifique
su rumbo diez grados a estribor o no respondo por lo que pueda pasar”. La
respuesta que llega los deja a todos estupefactos: “Modifique su rumbo diez grados
a babor. Tampoco respondo por lo que pueda pasar. Estoy al mando de un faro.
Usted verá”.
La samaritana que llega a
mediodía al pozo de Jacob, a las afueras de Sicar, en busca de agua, se
encuentra, sorpresivamente, con que un judío, con rostro cansado, le pide de
beber. “Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del
mediodía. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de comer. En eso,
una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le dijo: – Dame un
poco de agua”. La sorpresa aumenta cuando este atrevido personaje
le termina ofreciendo agua viva sin tener si quiera un balde y
una soga para sacar una gotas de agua del profundo pozo. “Jesús le contestó: –
Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le
pedirías a él, y él te daría agua viva”. Pero, sin duda, las sorpresas apenas
comenzaban, pues más tarde se sintió confrontada con la verdad de su vida.
“Jesús le dijo: – Ve a llamar a tu marido y vuelve acá. La mujer le contestó: –
No tengo marido. Jesús le dijo: – Bien dices que no tienes marido; porque has
tenido cinco maridos, y el que ahora tienes, no es tu marido. Es cierto lo que
has dicho”.
Muchas veces salimos al
encuentro de los demás revestidos con nuestras armaduras para defendernos y no
dejar entrar a los otros en nuestra vida. Pero es frecuente que nos tropecemos
con la sorpresa de descubrirnos vulnerables y nos veamos obligados a cambiar
nuestro rumbo para abrirnos a nuestra propia verdad. Es lo que le pasó al
capitán del barco con el que comenzamos esta reflexión. Se sentía seguro y
fuerte, pero tuvo que dejar a un lado su propio camino, porque estaba navegando
hacia su propia destrucción. Algo parecido pasa cuando nos encontramos con la
Palabra de Dios; ella nos confronta y nos ayuda a descubrir nuestra propia
verdad. “Porque la Palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que
cualquier espada de dos filos y penetra hasta lo más profundo del alma y del
espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos
y las intenciones del corazón” (Hebreos 4,12).
Este tiempo de Cuaresma nos
invita a revisar nuestros caminos y corregir nuestro rumbo. Como la samaritana,
El encuentro con Jesús pone en evidencia el camino equivocado que estamos
siguiendo, al dejarnos guiar solamente por nuestros criterios.
Saludo cordial…
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Decano Académico
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
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