Quinto
Domingo de Cuaresma – Ciclo C (Juan 8, 1-11) – 7 de abril de 2019
Hermann Rodríguez Osorio,
S.J.
Cuentan que una vez un sacerdote con cierta
experiencia pastoral se iba de paseo un fin de semana y encargó todos los
detalles al joven vicario parroquial: “–Tenga en cuenta que el sábado hay dos
misas; la de seis y la de siete en la que habrá un matrimonio. El domingo
recuerde tocar las campanas, aunque los vecinos se quejen. No se olvide de la
misa de niños a las once. Por la tarde, deje las limosnas sobre el
escritorio...” Y así, el párroco se fue tranquilo a su paseo.
Al regresar, el lunes por la tarde, recibió un
completo informe de lo sucedido el fin de semana. Aparentemente, no hubo nada
raro. Pero llegando al final del relato, el joven vicario dijo: “–¡Ah, se me
olvidaba comentarle! Resulta que el sábado vino mucha gente al matrimonio.
Llegó más gente que a la misa de las seis”. “–Hasta ahí, nada raro”, replicó el
párroco. El vicario continuó: “–Pues resulta que vino una señora evangélica.
Todo el mundo sabe que ella es evangélica; yo mismo la he visto entrar en un
templo que hay cerca de aquí. Es muy amiga de la novia y por eso estaba
allí”. “–Hasta ahí, nada raro”, continuó el párroco, ya un
poco molesto por los rodeos. “–Pues lo raro fue que en el momento de la
comunión la señora se puso en la fila y yo no sabía qué hacer. Mientras iba
repartiendo la comunión a los fieles, me iba preguntando interiormente: ¿qué
hago, Señor? ¡Ilumíname! Cuando llegó frente a mí, lo único que se me ocurrió
preguntarme fue: ¿Qué hubiera hecho Jesús en un caso como este?” Entonces, el
párroco, casi gritando, dijo: “¡No me diga que hizo eso! Hoy mismo hablaré con
el obispo para que lo sancione por lo que ha hecho. Habrá una ceremonia de
desagravio en la que estén presentes los feligreses de la parroquia”.
No sé qué final le ha puesto cada uno de los
lectores a esta historia. Propiamente, la historia no cuenta lo que hizo el
vicario. Lo único que deja claro es que pensó el joven sacerdote que hubiera
hecho Jesús, escandalizó al párroco. Pero ni siquiera éste supo qué hizo el
vicario. Se supone que hizo lo que Jesús hubiera hecho en un caso similar. No
conozco una mejor forma de explicar lo que es el discernimiento espiritual. La
gente se imagina que el discernimiento es una técnica determinada para buscar
la voluntad de Dios. Desde luego, hay técnicas que nos pueden ayudar a
adelantar un proceso de discernimiento personal o comunitario. Pero,
estrictamente hablando, estas técnicas no son el discernimiento. Por eso,
prefiero decir que el discernimiento espiritual es una forma de vida que, sin
mayores complicaciones, se hace cada día y ante cada situación particular y
cotidiana, la pregunta del vicario parroquial: ¿Qué hubiera hecho Jesús en un
caso como este? Y no sólo se hace la pregunta, sino que acierta en la respuesta
y la realiza sin titubeos. Si nos hemos impregnado de la manera de obrar de
Jesús, no debería ser tan complicado saber cómo obraría él en una determinada
situación. Lo complicado, normalmente, no es saber qué haría el
Señor. Lo difícil es hacerlo... Sobre todo, porque las consecuencias para
la propia vida son impredecibles, como fue impredecible la reacción del párroco
de la historia, que se escandalizó, no de lo que hizo el vicario, sino de lo
que él mismo pensó que hubiera hecho Jesús ante una situación como esa...
La escena que nos presenta el evangelio de san
Juan este domingo también debió escandalizar a más de uno en su momento.
Incluso hoy, no faltará quien piense que Jesús se pasó de bueno, porque una
cosa es tener misericordia y otra dejar pasar estos pecados tan monumentales
sin una sanción ejemplar para todos los creyentes. Jesús no condena a una mujer
sorprendida en flagrante adulterio. Una persona sensata, con criterios
morales, no habría tenido la menor duda de que a esta mujer había que
apedrearla, como lo mandaba la ley de Moisés. Pero Jesús no dejará nunca de
sorprendernos con su bendita forma de pensar y sobre todo con su más bendita
forma de actuar. Lo primero es salvar a la persona humana... a cada ser humano
en particular. Y este es el criterio fundamental para discernir su voluntad hoy.
Ese fue el criterio del vicario de la historia, y ese debería ser el criterio
que nos guíe hoy en nuestros propios discernimientos.
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