Primer Domingo de
Cuaresma – Ciclo C (Lucas 4, 1-13) 14 de febrero de 2016
A
nadie se le ocurre que una foto de una persona pueda equipararse a esa misma
persona de carne y hueso. La foto nos muestra un momento fijo, quieto, inmóvil
de esa persona. Incluso, si la foto quedamovida nos parece que
quedó mala. Sabemos que la foto no es la persona, porque no está, como la vida
misma, en movimiento. Sin embargo, a través de ella podemos conocer algunos
rasgos de esa persona. Evidentemente, estos rasgos no son toda la persona, pero
sí nos dan algunas pistas para saber cómo es. Incluso, sirviéndonos de la foto,
podríamos llegar a reconocerla.
El
texto evangélico de las tentaciones que nos presenta hoy san Lucas, es como una
foto; inmóvil, quieta, fija, pero reveladora de un aspecto muy importante de la
vida de Jesús. Nos muestra algunos rasgos de su rostro humano y divino, aunque
no logra comunicarnos el movimiento de la vida real de Jesús de Nazaret, con
respecto a las tentaciones. En general hay acuerdo entre los estudiosos de la
Biblia que los pasajes evangélicos que hablan de las tentaciones, no se
refieren a un momento aislado y separado de la existencia de Jesús. Se trata
más bien de mostrar que Jesús sintió la experiencia de la tentación,
compartiendo con esto nuestra condición humana, desde que tuvo conciencia,
hasta el momento definitivo de su muerte en la cruz.
Niko
Kazantzakis, novelista griego, escribió hace algunos años un libro que tituló La
última tentación, novela que fue llevada a la pantalla en 1988 por el
famoso director cinematográfico, Martín Scorsese, con el título de La
última tentación de Cristo. Tanto la novela, como la película, muy
polémica, por cierto, presentan a Jesús siendo tentado a lo largo de toda su
vida, haciendo énfasis en la última tentación, que propiamente no fue casarse
con María Magdalena, como casi todo el mundo interpreta de una manera
superficial, sino negarse a morir en la cruz. En este sentido, podemos decir
que la oración en el huerto de Getsemaní, tal como nos la presentan los
evangelistas, fue un momento crucial de tentación, casi a las puertas de su
pasión: “Padre mío, para ti todo es posible: líbrame de este trago amargo; pero
que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu” (Marcos 14, 36). Por
otra parte, no podemos negar que algunas de las Siete Palabras que
Jesús pronunció desde la cruz y que recordamos de manara particular en la
Semana Santa, son reflejo de esta realidad que atravesó toda su vida. Es lo que
el mismo Lucas expresa al final de este pasaje con esta afirmación: “Cuando ya
el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a Jesús, se alejó de él por
algún tiempo”.
Todo
esto significa que Jesús fue tentado muchas veces y de muy diversas formas; san
Lucas nos presenta aquí los deseos de aprovechar sus capacidades para su propio
beneficio: “Si de veras eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se
convierta en pan”; deseos de tener poder: “Yo te daré todo este poder y la
grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera
dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo”; y, por último, deseos
de tener fama, haciendo cosas espectaculares para llamar la atención: “Si de
veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque la Escritura dice:
‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus
manos, para que no tropiece con piedra alguna”.
Llama la atención el uso que hace
Jesús de la Escritura para defenderse de la tentación; tanto es así, que el
tentador recurre a la autoridad del Salmo 91 (versículo 12) para presentar la
última tentación de esta serie. Pero Jesús vuelve a defenderse citando otro
texto de la misma Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”
(Deuteronomio 6, 16). Nuestra vida, como la de Jesús, no es una fotografía. Las
tentaciones del egoísmo, del poder y de la fama, están siempre presentes, para
no señalar sino las que aparecen aquí mencionadas. El Señor nos invita a
recurrir a su Palabra para contrarrestar la fuerza del mal en nuestro interior.
Sabiendo, por lo demás, que se trata de una realidad que no ocupa solo un
momento de nuestra vida, sino que la atraviesa de principio a fin.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
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