Domingo III de Cuaresma – Ciclo B (Juan 2, 13-25) – 7 de marzo de 2021
#microhomilía
HernanQuezadaSJ
Somos templo,
habitado por Dios, llamado a ser morada de él. Si hoy Jesús entra a este templo
que somos ¿Qué encontraría? Esta es una buena pregunta para este tiempo de
Cuaresma, no sea que encuentre un templo ruidoso y desorganizado, lleno de
cambistas y vendedores que han hecho de la morada de Dios una templo de la
avaricia y el descontrol. Pidamos a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, que
entre, nos ayude y desaloje con látigo en mano, todo eso que debe ser echado
fuera, que nos devuelva el silencio y no permita reordenar, para volver a ser
su morada, su templo.
La buena noticia
es que Cristo es experto en reconstrucciones, lo que ha sido destruido, él lo
reconstruye en tres días. ¡Dejémoslo entrar a desalojar y a reconstruir, junto
con nosotros!
#FelizDomingo
“¡No
hagan un mercado de la casa de mi Padre!”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Jesús de Montreal
es una película canadiense, dirigida por Denys Arcand, que ofrece una lectura
de la vida de Jesús desde nuestra realidad actual. Fue rodada en 1989 y
estrenada un año después. En mi concepto, es la mejor realización
cinematográfica de la vida de Jesús. No es una recreación del Jesús de Galilea
en su contexto socio-cultural e histórico, sino una actualización, en el mejor
sentido de la palabra, de la vida del Señor en el mundo de hoy. El protagonista
es un actor de teatro al cual contratan para que renueve una dramatización que
se ofrece a los feligreses desde hace 40 años en los alrededores de la famosa
Basílica de Montreal. El párroco contacta a un actor joven y le manifiesta su
deseo de transformar la anticuada puesta en escena que solía congregar a
grandes multitudes durante la Cuaresma y que se representa al aire libre, en
los parques que rodean la Basílica.
Este joven actor,
que en la película tiene el nombre de Daniel Coloumbe, se dedica durante muchos
días a estudiar los últimos avances de la teología para fundamentar muy bien su
nueva propuesta. Al mismo tiempo, se dedica a buscar a otros actores y actrices
que lo acompañen en el nuevo proyecto. Daniel va haciendo suyas las actitudes
de Jesús al que va conociendo a través de sus lecturas. De alguna manera,
comienza a encarnarlo, no ya sólo para la obra teatral, sino en su vida
cotidiana.
Una de las
actrices que contacta, es una joven que se dedica, por falta de mejores
ofertas, a posar como modelo para comerciales publicitarios. Una actividad que
no la llena en absoluto, pero a la que se ve obligada por la grave situación
económica que vive. Durante el proceso de preparación de la obra teatral,
Daniel acompaña a su amiga a un casting para la publicidad de una cerveza, en
el que tiene que bailar ante un grupo de jueces que califican la actuación y
las condiciones de todas las actrices. Como no lleva traje de baño, le piden
que se quite el saco porque así no podrán apreciar su cuerpo con plena
libertad; ella se excusa diciendo que no lleva nada debajo; sin embargo, los
organizadores insisten que tienen que apreciar su cuerpo para poder participar
en el concurso; de modo que ella toma la decisión de bailar con el torso
desnudo. Pero antes de que se quite el saco, Daniel se levanta de su puesto y
le dice que no tiene por qué hacerlo; que es mejor que se vayan; los miembros
del jurado comienzan a presionar y se quejan de esa escena de amor que les hace
perder su valioso tiempo. De modo que Daniel se enfurece y, lleno de
indignación, comienza a tirar todo por el piso; voltea la mesa en las que
tienen los equipos de filmación y hace un látigo con los cables de los aparatos
y comienza a azotar a todos los presentes y a expulsarlos del teatro donde se
realizaba el casting.
Desde luego, el director de
la película pretende revivir la ira santa de Jesús ante el atropello del que es
objeto el templo de Jerusalén que nos describe el Evangelio de san Juan este
domingo. Pero ya no se trata de un templo de ladrillos que han convertido en
mercado... sino del templo vivo de la persona humillada y maltratada por una
sociedad de consumo que no se detiene ante ningún valor para alcanzar el lucro
y la ganancia. Hoy también Jesús volvería a hacer un látigo para expulsar a
todos los que hacen de su templo una cueva de bandidos.
Fuente “Encuentros con la Palabra”
EL AMOR NO SE COMPRA
José Antonio Pagola
Cuando Jesús entra
en el Templo de Jerusalén no encuentra gentes que buscan a Dios, sino comercio
religioso. Su actuación violenta frente a «vendedores y cambistas» no es sino
la reacción del Profeta que se encuentra con la religión convertida en mercado.
Aquel Templo,
llamado a ser el lugar en que se había de manifestar la gloria de Dios y su
amor fiel, se ha convertido en lugar de engaños y abusos, donde reina el afán
de dinero y el comercio interesado.
Quien conozca a
Jesús no se extrañará de su indignación. Si algo aparece constantemente en el
núcleo mismo de su mensaje es la gratuidad de Dios, que ama a sus hijos e hijas
sin límites y solo quiere ver entre ellos amor fraterno y solidario.
Por eso, una vida
convertida en mercado, donde todo se compra y se vende -incluso la relación con
el misterio de Dios-, es la perversión más destructora de lo que Jesús quiere
promover. Es cierto que nuestra vida solo es posible desde el intercambio y el
mutuo servicio. Todos vivimos dando y recibiendo. El riesgo está en reducir
nuestras relaciones a comercio interesado, pensando que en la vida todo
consiste en vender y comprar, sacando el máximo provecho a los demás.
Casi sin darnos
cuenta nos podemos convertir en «vendedores y cambistas» que no saben hacer
otra cosa sino negociar. Hombres y mujeres incapacitados para amar, que han
eliminado de su vida todo lo que sea dar.
Es fácil entonces
la tentación de negociar incluso con Dios. Se le obsequia con algún culto para
quedar bien con él, se pagan misas o se hacen promesas para obtener de él algún
beneficio, se cumplen ritos para tenerlo a nuestro favor. Lo grave es olvidar
que Dios es amor, y el amor no se compra. Por algo decía Jesús que Dios «quiere
amor y no sacrificios».
Tal vez, lo
primero que necesitamos escuchar hoy en la Iglesia es el anuncio de la
gratuidad de Dios. En un mundo convertido en mercado, donde todo es exigido,
comprado o ganado, solo lo gratuito puede seguir fascinando y sorprendiendo,
pues es el signo más auténtico del amor.
Los creyentes
hemos de estar más atentos a no desfigurar a un Dios que es amor gratuito,
haciéndolo a nuestra medida: tan triste, egoísta y pequeño como nuestras vidas
mercantilizadas.
Quien conoce «la
sensación de la gracia» y ha experimentado alguna vez el amor sorprendente de Dios,
se siente invitado a irradiar su gratuidad y, probablemente, es quien mejor
puede introducir algo bueno y nuevo en esta sociedad donde tantas personas
mueren de soledad, aburrimiento y falta de amor.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
EL
CULTO QUE NO ME OBLIGA A MEJORAR MIS RELACIONES CON LOS DEMÁS ES IDOLÁTRICO
Fray Marcos
En las tres
primeras lecturas de los domingos que llevamos de cuaresma, se nos ha hablado
de pacto. Después de la alianza con Noe (Dom. 1) y con Abraham (Dom. 2), se nos
narra hoy la tercera alianza, la del Sinaí. La alianza con Noé fue la alianza
cósmica del miedo. La de Abrahán fue la familiar de la promesa. La de Moisés
fue la nacional de la Ley. ¿Cómo debemos entender hoy estos relatos? Noé,
Abrahán y Moisés, son personajes legendarios.
La historia
“sagrada” que narra la vida y milagros de estos personajes se escribió hacia el
s. VII antes de Cristo. Son leyendas míticas que no debemos entender al pie de
la letra. Se trata de experiencias vitales que responden a las categorías
religiosas de cada época. Hoy nadie, en su sano juicio, puede pensar que Dios
le dio a Moisés unas tablas de piedra con los diez mandamientos. No fue Dios
quien utilizó a Moisés para comunicar su Ley, sino Moisés el que utilizó a Dios
para hacer cumplir unas normas que él elaboró sabiamente.
Dios no puede
hacer pactos porque no puede ser “parte”. Una cosa es la experiencia de Dios
que los hombres tienen según su nivel y otra muy distinta lo que Dios es. Jesús
habló del Dios de la “alianza eterna”. Dios actúa de una manera unilateral y
desde el ágape, no desde un "toma y daca" con los hombres. Dios se da
totalmente sin condiciones ni requisitos, porque el darse (el amor) es su
esencia. En el Dios de Jesús no tienen cabida pactos ni alianzas. Lo único que
espera de nosotros es que descubramos el don total de sí mismo.
No se trata
de purificar el templo sino de sustituir. El relato del Templo lo hemos
entendido de una manera demasiado simplista. Siempre interpretamos la Escritura
de manera que nos permita tranquilizar nuestra conciencia echando la culpa a
los demás. Como buen judío, Jesús desarrolló su vida espiritual en torno al
templo, pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se cocía no
era lo que Dios esperaba. Recordemos que cuando se escribió este evangelio, ni
existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia en el
judaísmo. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión que imitó
la manera de dar culto a Dios. Es el culto de ayer y de hoy el que debe ser
purificado.
Es casi
seguro que algo parecido a lo que nos cuentan, sucedió realmente, porque el
relato cumple perfectamente los criterios de historicidad. Por una parte, lo
narran los cuatro evangelios. Por otra es algo que podía interpretarse por los
primeros cristianos, (todos judíos), como desdoro de la persona de Jesús. No es
fácil que nadie se pudiera inventar un relato que critica todo el organigrama
del culto desde una mayor fidelidad a Dios.
Nos han dicho
que lo que hizo Jesús en el templo fue purificarlo. Esto no tiene fundamento,
puesto que lo que estaban haciendo allí los vendedores era imprescindible para
el desarrollo de la actividad del templo. Se vendían bueyes, ovejas y palomas,
que eran la base de los sacrificios. Los animales vendidos estaban controlados
por los sacerdotes y así se garantizaba que cumplían todos los requisitos de
pureza legal. También eran imprescindibles los cambistas, porque el templo solo
podía recibir dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de
Pascua, llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo y a la hora de hacer
la ofrenda no tenían más remedio que cambiar su dinero romano o griego por el
del templo.
Jesús quiso
manifestar con un acto profético, que aquella manera de dar culto a Dios no era
la correcta. En esos días de fiesta podía haber en el atrio del templo 8.000
personas. Es impensable que un solo hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del
templo a tanta gente. El templo tenía su propia guardia, que se encargaba de
mantener el orden. Además, en una esquina del templo se levantaba la torre
Antonia, con una guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar
siempre durante las fiestas. Eran momentos de alerta máxima. Cualquier desorden
hubiera sido sofocado en unos minutos.
Las citas son
la clave para interpretar el hecho. Para citar la Biblia se recordaba una frase
y con ella se hacía alusión a todo el contexto. Los sinópticos citan a (Is
56,3-7): "mi casa será casa de oración para todos los pueblos”; y a (Jer
7,8-11): "pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos".
Is hace referencia a los extranjeros y a los eunucos, excluidos del templo, y
dice: “yo los traeré a mi monte santo y los alojaré en mi casa de oración. Sus
sacrificios y holocaustos serán gratos sobre mi altar, porque mi casa será
llamada casa de oración para todos los pueblos”. Dice que, en los tiempos
mesiánicos, los eunucos y los extranjeros podrán dar culto a Dios. Ahora, no
podían pasar del patio de los gentiles.
El texto de
(Jer 7,8-11) dice así: "No podéis robar, matar, adulterar, jurar en falso,
incensar a Baal, correr tras otros dioses y luego venir a presentaros ante mí,
en este templo consagrado a mi nombre, diciendo: Estamos seguros, para seguir
cometiendo los mismos crímenes. ¿Acaso tenéis este templo por una cueva de
bandidos?”. Los bandidos no son los que venden palomas y ovejas, sino los que
hacen las ofrendas sin una actitud mínima de conversión. Son bandidos, no por
ir a rezar, sino porque solo buscaban seguridad. Lo que Jesús critica es que,
con los sacrificios, se intente comprar a Dios. Como los bandidos se esconden
en las cuevas, están seguros hasta que llegue la hora de volver a robar y
matar.
Juan cita un
texto de (Zac 14,20) que en aquel día se leerá en los cascabeles de los
caballos: "consagrado a Yahvé", y “serán las ollas de la casa del
Yahvé como copas de aspersión delante de mi altar”; y “toda olla de Jerusalén y
de Judá estará consagrada a Yahvé y los que vengan a ofrecer, comerán de ellas
y en ellas cocerán; y ya no habrá comerciantes en la casa de Yahvé en aquel
día". Esa inscripción "consagrado a Yahvé" la llevaban los
cascabeles de las sandalias de los sacerdotes y las ollas donde se cocía la
carne consagrada. Quiere decir que, en los tiempos mesiánicos, no habrá
distinción entre cosa sagrada y cosa profana.
Los
vendedores interpelados (los judíos), le exigen un prodigio que avale su
misión. No reconocen a Jesús ningún derecho para actuar así. Ellos son los
dueños y Jesús un rival que se ha entrometido. Ellos están acreditados por la
institución misma y quieren saber quién le acredita a él. No les interesa la
verdad de la denuncia, sino la legalidad de la situación, que les favorece.
Pero Jesús les hace ver que sus credenciales han caducado. Las credenciales de
Jesús serán: hacer presente la gloria de Dios a través de su amor.
Suprimid este
santuario y en tres días lo levantaré. Aquí encontramos la razón por la que
leemos el texto de Jn y no el de Mc. Esta alusión a su resurrección da sentido
al texto en medio de la cuaresma. Le piden una señal y contesta haciendo
alusión a su muerte. Su muerte hará de él el santuario definitivo. La razón
para matarlo será que se ha convertido en un peligro para el templo. El fin de
los tiempos, en Jn está ligado a la muerte de Jesús.
Si dejásemos
de creer en un Dios “que está en el cielo”, no le iríamos a buscar en la
iglesia (edificio), donde nos encontramos tan a gusto. Si de verdad creyésemos
en un Dios que está presente en todas y cada una de sus criaturas, trataríamos
a todas con el mismo cuidado y cariño que si fuera él mismo. Nos seguimos
refugiando en lo sagrado, porque seguimos pensando que hay realidades que no
son sagradas. El evangelio está sin estrenar.
Meditación
Mis
relaciones con Dios siguen siendo un “toma y daca”,
sin ninguna
repercusión en mis relaciones con los demás.
Dios se me ha
dado totalmente para que yo haga lo mismo.
Mi tarea
consiste en tomar conciencia de ese don total.
Mi entrega a
los demás corresponderá entonces a esa realidad.
Fray Marcos
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