Epifanía
del Señor – Ciclo C (Mateo 2, 1-12) 6 de enero de 2019
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
El 6 de enero de
1995, el P. Peter-Hans Kolvenbach,
S.J., en ese tiempo, Superior General de la Compañía de Jesús, tuvo unaAlocución
a la Congregación General 34ª, reunida en Roma, en la que afirmó lo siguiente:
"Nuestro hermano Pedro Teilhard de Chardin manifestó repetidas
veces su deseo de que la solemnidad hoy celebrada cambiara de nombre, o al
menos de prefijo. Para resaltar que festejamos el día en que Nuestro Señor
deviene transparente desde el fondo de todos y de todo como fuente y como meta,
como alfa y como omega, esta solemnidad debería denominarse 'dia-fanía' en
lugar de 'epi-fanía'. Porque no se trata propiamente de una repentina irrupción
en la historia de Quien es su Creador y Salvador, sino más bien de una
misteriosa y silenciosa 'dia-fanía' mediante la que Cristo alumbra el verdadero
fondo de todo ser, obrando en todo y por todo para conducir todo hacia la
plenitud, hasta que Dios sea todo en todos, en la realidad total (1 Cor.
15,28). Teilhard declara que no lee la historia de los magos como una 'verdad
fotográfica', sino como una verdad luminosamente indicativa de Quien llena el
universo con su presencia dinámica, del Único que da sentido a nuestra
historia, del Dios siempre mayor en todo y para todos".
La fiesta que celebramos hoy nos recuerda que la voluntad de Dios es
manifestarse a todos los pueblos a través de su hijo hecho hombre. Reconocer al
Hijo de Dios en este niño es un acto profundo de fe que nos compromete a
reconocerlo en toda la humanidad y en toda la creación, presente y actuante:
“Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y
arrodillándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y
mirra. Después, advertidos en sueños de que no debían volver a donde estaba
Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.
El encuentro con el Señor, nuevamente encarnado en
medio de nuestra historia, nos invita a volver a nuestra tierra por
otro camino. El año que comienza debe ser un momento para recomenzar
nuestra caminada hacia la plenitud que Dios nos invita a vivir con él,
cambiando aquello que nos impide reconocer la manifestación de Dios en medio de
su pueblo. Volver por otro camino es descubrir aquellos
aspectos de nuestra vida que deben cambiar, que deben dejarse transformar por
el amor que Dios nos muestra, por la paz que nos trae su enviado, por la vida
que nos regala a través del Niño Jesús, nacido en un pesebre para nuestra
salvación.
Que nuestro Buen Dios,
dueño y Señor de la historia, nos regale sus bendiciones en este año, para que
podamos reconocer los brotes germinales de su presencia en toda nuestra historia,
personal, familiar, comunitaria y social, de manera que podamos ser
transparencia suya para todos los que nos rodean.
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