miércoles, 10 de julio de 2013

10 de 31 días con Ignacio



La brecha entre Fe y Vida
por Jim Manney,

Senior Editor at Loyola Press


   Cuando yo era niño, mi fe y mi vida crecieron  juntas con bastante facilidad. Aprendí una fe muy práctica de las monjas en la escuela y de mis padres en casa: No mentir, No ser violento, Cooperar, Ser generoso, Pensar en los demás, Ser digno de confianza, Trabajar duro, Hacer lo que te digan. Era un código de ética útil, basado en el Sermón del Monte, las parábolas de Jesús y otras enseñanzas de los evangelios. La fe y la vida eran uno.
   Las cosas se complicaron cuando fui a la escuela secundaria. Los Hermanos Cristianos que dirigían la escuela enseñaban el código familiar cristiano, pero otros valores eran importantes entre los estudiantes, cosas como la popularidad, la arrogancia,  la astucia. Me pareció que mis compañeros de clase eran más como los romanos paganos que estudiábamos en la clase de latín, que los primeros cristianos,  admirando el poder sobre la humildad, la belleza sobre el servicio. La gente tramposa siempre estaba delante de las personas que cumplían  las reglas, amenazaban  y se  burlaban  insertos entre  la muchedumbre. Demostraban estar por encima. Entonces una brecha comenzó a abrirse entre lo que había creído y la forma de vivir.
   Las cosas se complicaron aún más cuando comencé a trabajar. Uno de mis primeros trabajos de la universidad fue como periodista.  Trabajé con muchas personas maravillosas, pero también tuve que lidiar regularmente con sinvergüenzas y mentirosos. A menudo tenía que hacer favores a esas personas para conseguir lo que necesitaba. Aprendí las ventajas de contar menos la verdad. He aprendido a manipular a otras personas. Aprendí cómo conseguir lo que quería sin preocuparme demasiado acerca de lo que hice para conseguirlo. Iba a misa el domingo, y el resto de la semana, hacía lo que pensé necesario  para salir adelante.
   Desde hace algunos años he estado tratando de romper el muro entre lo que creo y lo que hago. Me ha ayudado que mi carrera ha sido en la publicación religiosa, mis colegas son más agradables que los tramposos y "consultores" que traté como reportero en Nueva Jersey. Pero todavía tengo desafíos -en el trabajo, con mi familia, con mis amigos. A veces las cosas no salen a mi manera, y me siento resentido. A veces estoy seguro, absolutamente seguro de saber lo que otras personas deben hacer, me siento sorprendido y herido cuando hacen algo diferente. Hay ocasiones que me es más  difícil reconocer que estoy equivocado. A veces brotan en mí sentimientos de resentimiento y orgullo, y hago cosas que después hacen sentir  mal otras persona y a mí mismo.
   Dos cosas han ayudado: Una de ellas es que soy más consciente de mí mismo, sobre todo de mis flaquezas, también han habido detalles que  me han tocado. Así como ciertas reacciones mías que han sido especialmente  excesivas e inadecuadas; estoy alerta a ellas.
   La otra es estar siempre en la búsqueda de los signos de la presencia de Dios a través de mi día. Romper el muro entre la fe y la vida no es sólo una cuestión de hacer lo correcto cuando preferiría no hacerlo. Es también una cuestión de encontrar a Dios en todos los detalles. Dios está allí en la iglesia el domingo, también está en la reunión de trabajo, en la cita para almorzar con un amigo, nos encuentra en las diligencias que ejecutemos. Solo hay que mirar con atención.



Traducción por Meche (original de LoyolaPress)

1 comentario:

  1. Sergio Ernesto Orozco12 de julio de 2013, 7:42

    Comparto cn usted esta idea, parece que me describio o leyo el pensamiento con lo que yo estoy viviendo en mi trabajo y me fue doloroso saber que algunos mienten., engañan y son corruptos y dan la apariencia y juran que estan actuando bien, pero he descubierto como usted que Dios esta presente en ellos y en lo que hacemos cada dia. Gracias x comoartirnos este.44 Mensaje y ser instrumento de Dios para acrecentar nuestra fe.

    ResponderEliminar