martes, 23 de julio de 2013

23 de 31 días con Ignacio

Dos banderas (referencias).



La experiencia formativa de las Dos Banderas*
Por Alberto Ares Mateos, SJ,  

Cuando una persona que no está familiarizada con la tradición cristiana toma contacto con la meditación de las Dos Banderas de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (EE 136-148), corre el riesgo de no encontrarle mayor sentido. ¿Por qué debiera uno querer ser pobre o humillado? ¿Cómo puede decirse que tener bienes y buena estima no es algo bueno? Todos sabemos que hay elementos importantes y necesarios para la vida: aceptación, afecto, respeto, autoestima, realización y plenitud3. Además, se ha demostrado que bajo el nombre de “pobreza” se han desarrollado estilos de vida inmaduros, autoflagelantes, inseguridades e irresponsabilidad. ¿Qué se puede decir, entonces, a propósito del itinerario que propone Ignacio en la Meditación de las Dos Banderas: animando al ejercitante en el deseo primero de mayor pobreza, luego de humillaciones y finalmente de humildad?

Dos Banderas

Pobreza v/s Riquezas: ¿Qué soy?
Ignacio claramente consideró todas las necesidades básicas que el ser humano debe tener cubiertas para sobrevivir. Para él, obviamente los bienes no son algo malo para los cristianos, sino medios potenciales para servir a Dios y a los demás (EE 23). Ya que ciertas relaciones entre los bienes y el poder tienden a corromper, necesitamos volvernos indiferentes para usarlas de forma adecuada. Esta es la clave: hacernos indiferentes para discernir y tomar la decisión correcta. Y nosotros ya sabemos por el Principio y Fundamento (EE 23) lo que significa dicha indiferencia. Las cosas no son buenas o malas en sí mismas, sino que su cualidad depende de la forma en que nos relacionamos con ellas.
Claramente Ignacio diría que necesitamos tanto de las cosas materiales como de la seguridad intelectual y psicológica. Sin embargo, ellas no son el fin de nuestras vidas; lo que buscamos es vivir plenamente como seres humanos. Los bienes no determinan finalmente quiénes somos. Los ingresos económicos y los recursos materiales son buenos, pero si vivimos exclusivamente pensando en tener más cosas, tratamos los bienes como fines y no como medios, que es lo que verdaderamente son. Los bienes se transforman entonces en ídolos.

Desprecio v/s Estima: ¿Quién soy?
Todos necesitamos ser reconocidos, respetados y estimados. El problema para Ignacio aparece cuando el honor, el respeto y la estima son el fundamento de nuestra identidad. Entonces, nos convertimos en esclavos de nuestra propia necesidad, somos lo que otras personas esperan de nosotros; nos subordinamos a la tarea de mantener nuestro status, nuestras relaciones y conexiones, nuestra reputación.
Ser liberados del control de una falsa estima por parte de los demás, al mismo tiempo que aceptar cierto tipo de riesgo y vulnerabilidad, nos ayuda a tomar conciencia que somos más que las expectativas de otra gente. Que alguien rechace mis ideas y comportamientos, puede ayudar a darme cuenta que “todo lo que soy se convierte en diversas formas en las que vivo el amor: mi verdadera autorrealización humana como una persona que ama individual, consciente, autónoma y responsablemente”.

Humildad v/s Soberbia: ‘Yo soy yo’ versus ‘Yo soy Dios’.
La soberbia es el siguiente peldaño en el camino que nos ofrece el enemigo de la naturaleza humana, lo que aquí llamo: la vía del mínimo esfuerzo. Una vez que vivimos exclusivamente para poseer bienes, para ser honrados y estimados, el siguiente paso es convertirnos en alguien soberbio. Y las personas soberbias viven con el miedo de perder todo aquello que han acumulado en sus vidas: bienes, status, conexiones, etc. El miedo y la esclavitud son dos grandes cargas. Para mantener lo que poseen, el orgullo los lleva a la autosuficiencia (o al menos eso es lo que ellos creen). Cuando todo deviene un ídolo al que venerar, comenzamos a pensar que no necesitamos nada de nadie. Siguiendo este camino empezamos a convertirnos en nuestra propia meta. Sin embargo, no experimentamos alegría porque estamos atrapados por nuestras propias necesidades.
La humildad consiste simplemente en asumir que yo soy yo, con mis necesidades, posibilidades, limitaciones y mi propia historia, tratando de ser auténticamente libre para vivir, discernir y dar lo que yo soy y tengo. Como decía Teresa de Ávila: la humildad es la verdad. Para Ignacio, la humildad es el punto de entrada a las demás virtudes. Una persona humilde tiene la puerta abierta para la fe, la

*extracto tomado de Reflexiones, CIE – México. / Descarga y lee el artículo completo.

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