domingo, 28 de julio de 2019

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER LA HOMILÍA CLIC AQUÍ: Lc. 11, 2-4

“(...) el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se los pidan”


Domingo XVII del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 11, 1-13) –28 de julio de 2019

Reflexiones

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Un conocido maestro de oración de nuestros tiempos, Anthony de Mello, se refiere a la oración de petición con estas palabras: "La oración de petición es la única forma de oración que Jesús enseñó a sus discípulos; de hecho, es prácticamente la única forma de oración que se enseña explícitamente a lo largo de toda la Biblia. Ya sé que esto suena un tanto extraño a quienes hemos sido formados en la idea de que la oración puede ser de muy diferentes tipos y que la forma de oración más elevada es la oración de adoración, mientras que la de peti­ción, al ser una forma «egoísta» de oración, ocuparía el último lugar. De algún modo, todos hemos sentido que más tarde o más temprano hemos de «superar» esta forma inferior de oración para ascender a la contem­plación, al amor y a la adoración, ¿no es cierto? Sin embargo, si reflexionáramos, veríamos que apenas hay forma alguna de oración, incluida la de adoración y amor, que no esté contenida en la oración de peti­ción correctamente practicada. La petición nos hace ver nuestra absoluta dependencia de Dios; nos enseña a confiar en Él absolutamente" (De Mello, Contacto con Dios).

El Señor nos ha dicho que no debemos insistir en nuestras peticiones porque el Padre sabe lo necesita­mos antes de pedírselo (Cfr. Mateo 6,8). Sin embargo, no deja de insistir que debemos pedir, como puede comprobarse en el texto que nos presenta hoy la liturgia de la Palabra. Lo más típico de la oración de Jesús, por lo que registran los evangelistas, parece ser la oración de petición. Jesús no sólo pide en su oración, sino que nos enseña a pedir. Lo que hemos llamado la Oración del Señor o el Padrenuestro, es una cadena de siete peticiones que se van desprendiendo del 'Padre nuestro'. La petición nos hace tomar conciencia de nuestra radical dependencia de Dios; nos recuerda nuestro límite y la generosa misericordia de Dios que se nos revela en Jesús. Esto aparece aún más claro cuando la petición más repetida de Jesús en los textos evangélicos es "que no se haga mi voluntad sino la tuya", o el "hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

Por eso, la pregunta que tendríamos que hacernos no es si pedimos, sino qué pedimos en nuestra oración, porque por allí suele estar el problema. Muchas veces no pedimos que se haga su voluntad, o que nos conceda lo que más nos conviene en una situación determinada, sino que pedimos lo que nosotros creemos que más necesitamos. Cuando el Señor dice que pidamos con insistencia, nos recuerda que lo que tendríamos que pedir sería el Espíritu Santo: “¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”

Entonces, recordemos siempre lo que nos dice el Señor: “Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre”. La oración de petición nos pondrá en contacto con nuestros límites y hará que nos relacionemos con el Señor desde nuestra pequeñez. No dejemos de pedir, ni pensemos que la oración de petición es de inferior calidad a otras formas de encuentro con Dios. Pero no olvidemos pedir el Espíritu Santo, para que nos ayude a entender los planes de Dios y a ponerlos en práctica.
    Fuentes : Encuentros con la Palabra

José Antonio Pagola - TRES LLAMADAS DE JESÚS

«Yo os digo: Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá». Es fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se movía por las aldeas de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y llamando a la puerta de los vecinos. Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.

Curiosamente, en ningún momento se nos dice qué hemos de pedir o buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud. Ante el Padre hemos de vivir como pobres que piden lo que necesitan para vivir, como perdidos que buscan el camino que no conocen bien, como desvalidos que llaman a la puerta de Dios.

Las tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la confianza en el Padre, pero lo hacen con matices diferentes. «Pedir» es la actitud propia del pobre. A Dios hemos de pedir lo que no nos podemos dar a nosotros mismos: el aliento de la vida, el perdón, la paz interior, la salvación. «Buscar» no es solo pedir. Es, además, dar pasos para conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de buscar ante todo el reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno para todos. «Llamar» es dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando lo sentimos lejos.

La confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que sus seguidores no lo olviden nunca: el que pide, está recibiendo; el que busca está encontrando y al que llama, se le abre. Jesús no dice qué reciben concretamente los que están pidiendo, qué encuentran lo que andan buscando o qué alcanzan los que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él Dios se les da; quienes acuden a él reciben «cosas buenas».

Jesús no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos que pueden entender los padres y las madres de todos los tiempos. ¿Qué padre o qué madre, cuando el hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda como las que pueden ver por los caminos? ¿O, si le pide un pez, le dará una de esas culebras de agua que a veces aparecen en las redes de pesca? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?

Los padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les dan algo que pueda hacerles daño sino «cosas buenas». Jesús saca rápidamente la conclusión. «Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu a los que se lo pidan». Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir de Dios es su Aliento, su Espíritu, su Amor que sostiene y salva nuestra vida.



ABBA, LA MANERA DE LLAMAR A DIOS MÁS DESCONCERTANTE
Fray Marcos
Lc 11,1-13

El Padrenuestro es mucho más que una oración de petición. Es un resumen de las relaciones de un ser humano con el absoluto, consigo mismo y con los demás. Es muy probable que el núcleo de esta oración se remonte al mismo Jesús, lo cual nos pone en contacto directo con su manera de entender a Dios. El Padrenuestro nos trasmite, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. La base de ese mensaje fue una vivencia única de Dios, que no tuvo más remedio que expresar en el paradigma de su cultura.

Esto no quiere decir que Jesús se sacó el Padrenuestro de la manga. Todas y cada una de las expresiones que encontramos en él se encuentran también en el AT. No es probable que lo haya redactado Jesús tal como nos ha llegado, pero está claro que tiene una profunda inspiración judía. Tanto Jesús como los primeros cristianos eran judíos sin fisuras. No nos debe extrañar que la experiencia de Jesús se exprese o se interprete desde la milenaria religión judía. Esto no anula la originalidad de la nueva visión de Dios y de la religión. La originalidad no está en la letra sino en la nueva relación del hombre con Dios que destila.

Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo; Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque no tiene voluntad alguna. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros.

Es imposible abarcar todo el padrenuestro en una homilía. Cuentan de Sta. Teresa, que al ponerse a rezar el padrenuestro, era incapaz de pasar de la primera palabra. En cuanto decía “Padre” caía en éxtasis... ¡Qué maravilla! Efectivamente, esa palabra es la clave para adentrarnos en lo que Jesús vivió de Dios. Comentar esa sola palabra nos podía llevar varias horas de meditación. De todas formas, vamos a repasar brevemente el de Lc.

Padre. En el AT se llama innumerables veces a Dios padre. Sin embargo, el “Abba” es la piedra angular de todo el evangelio. Se pone una sola vez en labios de Jesús, pero lo hace con tal rotundidad, que se ha convertido en clave de su mensaje. El llamar a Dios Papá supone sentirse niño pequeño, que ni siquiera sabe lo que debe pedir. Esta actitud es muy distinta de la nuestra que nos comportamos como personas mayores que podemos decir a Dios lo que nos debe dar. La aparente oración debe convertirse en confianza absoluta en aquel que sabe mejor que yo mismo lo que necesito y está siempre dándomelo.

Dios es Padre en el sentido de origen y fundamento de nuestro ser, no en el sentido de dependencia biológica. Queremos decir mucho más de lo que esas palabras significan, pero no tenemos el concepto adecuado; por eso tenemos que intentar ir más allá de las palabras. Procedemos de Él sin perder nunca esa dependencia, que no limita mis posibilidades de ser, sino que las fundamenta absolutamente. El padre natural, da en un momento determinado la vida biológica. Dios nos está dando constantemente todo lo que somos y tenemos.

Por aplicar a Dios una falsa idea de padre, le hemos aplicado también la idea de dominador y represor. Esto nos ha llevado a proyectar sobre Él los complejos que con frecuencia sufrimos con relación al padre natural. Por eso es liberador atrevernos a llamarle Madre. No se trata de un superficial progresismo. Se trata de superar la literalidad de las palabras y de tomar conciencia de que Dios es más de lo que podemos decir y pensar de Él. Uniendo el concepto de padre y el de madre, superamos la dificultad de dejar cojo el concepto de Dios, pero además nos obligamos a ampliar el abanico de los atributos que le podemos aplicar.

No hay padre ni madre si no hay hijo; y no puede haber hijo si no hay padre y madre. Para la cultura semita, Padre era, sobre todo, el modelo a imitar por el hijo. Este es el verdadero sentido que da Jesús a su advocación de Dios como Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” Cuando Jesús dice que no llaméis a nadie padre, quiere decir que el único modelo a imitar por el seguidor de Jesús es únicamente el mismo Dios. Si todos somos hijos, todos somos hermanos y debemos comportarnos como tales. Ser hermano supone el sentimiento de pertenencia a una familia y de compartir todo lo que se tiene y lo que se es.

Santificado sea tu nombre. Aquí “nombre” significa persona, ser. En el AT se manifiesta, en numerosas ocasiones, que la tarea fundamental del buen judío es dar gloria a dios. Nada ni nadie puede añadir algo a Dios. Está siempre colmado su ser y no se puede añadir ni una gota más. Lo que quiere decir es que nosotros debemos descubrir esa presencia en nosotros y en los demás. Debemos vivir esa realidad y debemos darla a conocer a los demás tal como es a través de nuestra propia existencia. Santificamos su nombre cuando somos lo que tenemos que ser, respondiendo a las exigencias más profundas de nuestra naturaleza.

Venga tu reino. El Reino es la idea central del mensaje evangélico. Pero el mismo Jesús nos dijo que no tiene que venir de ninguna parte, ni está aquí ni está allí, está dentro de vosotros. Nuestra tarea consiste en descubrirlo y manifestarlo en la vida con nuestras obras. Debemos contribuir a que ese proyecto de Dios, que es el Reino, se lleve a cabo en nuestro mundo de hoy. Todo lo que tiene que hacer Dios para que su Reino llegue, ya está hecho. Al expresar este deseo, nos comprometemos a luchar para que se haga patente.

Danos cada día nuestro pan de mañana. Encontramos aquí una clara alusión al maná, que había que recogerlo cada mañana. Dios no puede dejar de darnos todo lo que necesitamos para ser nosotros mismos. Sería ridículo un dios que se preocupara de dar solo al que le pide y se olvidara del que no le pide nada. No se trata solo del pan o del alimento en general, sino de todo lo que el ser humano necesita, tanto lo necesario material como lo espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan de Vida”. Al pedir que nos dé el pan de mañana, estamos manifestando la confianza en un futuro que se puede adelantar.

Perdónanos, porque también nosotros perdonamos. En la biblia hay muchas referencias a que Dios solo perdona cuando nosotros hemos perdonado. Sería ridículo (Abrahán en la primera lectura) que nosotros pudiéramos ser ejemplo de perdón para Dios. Más bien deberíamos aprender de Él a perdonar. Dios no perdona, en Él los verbos no se conjugan, porque no tiene tiempos ni modos. Dios es perdón. El descubrir que Dios me sigue amando sin merecerlo es la clave de toda relación con Él y con los demás.

No nos dejes ceder en tentación. Encontramos en el AT muchos pasajes en los que se pide a Dios que no tiente a los que rezan. Se creía efectivamente, que Dios podía empujar a un hombre a pecar. De ahí que tanto el griego como el latín apuntan a que “no nos induzca a pecar” el mismo Dios, lo cual no tiene para nosotros ni pies ni cabeza. Los intentos que se hacen al traducirlo no terminan de aclarar los conceptos. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no caigamos es ridículo. La única manera de no caer es precisamente la oración, es decir, la toma de conciencia, de lo que soy y de lo que es Dios.

Meditación

Como Padre, es fundamento de todo lo que yo soy.
Mi existencia depende totalmente de Él en todo momento.
Como Padre es el único modelo al que debo imitar.
Cuando experimente que yo y el Padre somos uno,
habrá terminado mi camino de perfección.

Fray Marcos
 Fuentes : http://feadulta.com/

domingo, 21 de julio de 2019

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


para ver la homilía clic aquí: Lc. 10, 4142

sábado, 20 de julio de 2019

“Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas (...)”

Reflexiones  sobre la Palabra

Domingo XVI del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 10, 38-42) – 21 de julio de 2019

José Antonio Pagola  +  Fray Marcos  + Hermann Rodríguez, SJ




José Antonio Pagola - NADA HAY MÁS NECESARIO

El episodio es algo sorprendente. Los discípulos que acompañan a Jesús han desaparecido de la escena. Lázaro, el hermano de Marta y María, está ausente. En la casa de la pequeña aldea de Betania, Jesús se encuentra a solas con dos mujeres que adoptan ante su llegada dos actitudes diferentes.

Marta, que sin duda es la hermana mayor, acoge a Jesús como ama de casa, y se pone totalmente a su servicio. Es natural. Según la mentalidad de la época, la dedicación a las faenas del hogar era tarea exclusiva de la mujer. María, por el contrario, la hermana más joven, se sienta a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Su actitud es sorprendente pues está ocupando el lugar propio de un «discípulo» que solo corresponde a los varones.

En un momento determinado, Marta, absorbida por el trabajo y desbordada por el cansancio, se siente abandonada por su hermana e incomprendida por Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». ¿Por qué no manda a su hermana que se dedique a las tareas propias de toda mujer y deje de ocupar el lugar reservado a los discípulos varones?

La respuesta de Jesús es de gran importancia. Lucas la redacta pensando probablemente en las desavenencias y pequeños conflictos que se producen en las primeras comunidades a la hora de fijar las diversas tareas: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas cuando en realidad solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará».

En ningún momento critica Jesús a Marta su actitud de servicio, tarea fundamental en todo seguimiento a Jesús, pero le invita a no dejarse absorber por su trabajo hasta el punto de perder la paz. Y recuerda que la escucha de su Palabra ha de ser prioritaria para todos, también para las mujeres, y no una especie de privilegio de los varones.

Es urgente hoy entender y organizar la comunidad cristiana como un lugar donde se cuida, antes que nada, la acogida del Evangelio en medio de la sociedad secular y plural de nuestros días. Nada hay más importante. Nada más necesario. Hemos de aprender a reunirnos mujeres y varones, creyentes y menos creyentes, en pequeños grupos para escuchar y compartir juntos las palabras de Jesús.

Esta escucha del Evangelio en pequeñas «células» puede ser hoy la «matriz» desde la que se vaya regenerando el tejido de nuestras parroquias en crisis. Si el pueblo sencillo conoce de primera mano el Evangelio de Jesús, lo disfruta y lo reclama a la jerarquía, nos arrastrará a todos hacia Jesús.

16 Tiempo ordinario - C 
(Lc 11,1-13)
21 de julio 2019

José Antonio Pagola

NI DE MARTA NI DE MARÍA PODEMOS PRESCINDIR
Fray Marcos
Lc 10,38-42

Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lc. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quieren seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos. Lc es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.

No tiene ningún sentido haber sacado, de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto interpretar este evangelio como proclamación del cristianismo a dos velocidades: 1ª los de la vida contemplativa: 2ª los que se dedican a la vida activa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo.

El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: “Anda, haz tú lo mismo”. Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado a tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero serán solo programaciones, que no nos enriquecen espiritualmente. Y puede haber contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión.

Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: “el que escucha estas palabras mías, y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena”. Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos.

Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuenta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: “María ha escogido la parte mejor; lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación.

Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación.

El maestro Eckhart tiene una interpretación desconcertante de este relato. Suponiendo que la primera consecuencia de una escucha de la Palabra sería el servicio y descubriendo que Marta ya está cumpliendo esa tarea, deduce que Marta adelanta a María porque ella ha escuchado y ya está cumpliendo. Viniendo esta reflexión de uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, nada sospechoso de menospreciar la contemplación, debemos tomar muy en serio esta advertencia. La contemplación es lo primero, pero no es más importante.

A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida. Tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: “El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades”. “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”.

La mujer tiene que crecer como ser humano. Tiene que descubrir que humanizarse es más importante que todas las tareas asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le hizo una alabanza: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron". Pero él responde: "Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen". No es el parir el valor fundamental de la mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración.

Esta actitud de Jesús para con la mujer se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroísa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo, después de dos mil años, una ideología machista.

El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús son discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no se habrían cometido tantas barbaridades.

No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no solo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas.

Meditación

No hay parte mejor o peor.
Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes.
En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero.
El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos).
Intenta ser cada día más Marta y más María.
Cada día más enraizado en Cristo. Y más volcado hacia los demás.

Fray Marcos



Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Si no recuerdo mal, hace algunos meses circuló por la Internet una historia de un maestro que llegó al salón de clase con una vasija de cristal muy grande y la llenó de piedras delante de sus alumnos.. Al terminar de llenarla, preguntó a los estudiantes: ¿Creen que esta vasija está llena? Si. Respondieron todos al tiempo. Entonces el maestro sacó del maletín una bolsa con un poco de piedrecitas y las fue dejando caer dentro de la vasija por entre los espacios que dejaban las piedras más grandes. Volvió a preguntar el maestro: ¿Ahora sí creen que esta vasija está llena? Hubo un momento de duda y respuestas encontradas. El maestro sacó entonces una bolsa con arena y la fue depositando lentamente en la vasija. Poco a poco la arena fue llenando los espacios que dejaban las piedras grandes y las pequeñas. Por fin, el maestro preguntó. ¿Esta vez si está llena la vasija? Alguien se atrevió a decir que no. De modo que el maestro sacó una botella con agua y fue regando todo el contenido hasta llenar prácticamente la vasija. No recuerdo si ya con esto quedaba llena del todo la vasija, porque se me ocurre que podría agregarse algo de anilina para pintar el agua, o agregar un poco de sal que siempre está dispuesta a disolverse en el agua.

Al final de la historia el maestro pregunta a los estudiantes, ¿cuáles son las piedras más grandes de sus vidas? Si no las colocamos al comienzo, después no habrá espacio para ellas. Es fundamental definir prioridades y saber qué es lo que no puede dejarse por fuera de nuestros horarios, calendarios, agendas y programaciones. Si nos ocupamos de lo urgente, es muy probable que dejemos lo más importante por fuera de nuestra vida. Algo de esto es lo que le pasa a Marta, en el evangelio de hoy.

“Jesús siguió su camino y llegó a una aldea donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: –Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar”.

No es que Jesús quiera patrocinar la pereza de María. Tampoco quiere despreciar el esfuerzo de Marta en el cumplimiento de los deberes domésticos. Pero Jesús sí quiere señalar unas prioridades y distingue entre lo importante y lo urgente. Lo que estaba haciendo María era ‘escuchar lo que él decía’. Muchas veces nuestro activismo no nos da tiempo para sentarnos a escuchar al maestro en un rato de oración, o para escuchar a los demás. Cuánto tiempo dedicamos a escuchar a los que viven con nosotros. Muchas veces tenemos cosas que decir, pero no las decimos porque no vemos disposición en los demás para sentarse, tranquilamente, a ‘perder’ un poco de tiempo escuchando a los demás o a Dios.

Zenón de Elea, varios siglos antes de Cristo, decía: “Nos han sido dadas dos orejas y una sola boca, para que escuchemos más y hablemos menos”. Recordar esta experiencia de Jesús con Marta y María debería interrogarnos sobre nuestras prioridades y tendríamos que revisar si hemos colocado en su lugar las piedras más importantes, antes que las urgentes...