viernes, 16 de septiembre de 2016

Cápsula 12 Los primeros años de la vida matrimonial



Punto
LOS PRIMEROS AÑOS DE LA VIDA MATRIMONIAL

Frase:
“Cada matrimonio es una «historia de salvación», y esto supone que se parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez más sólida y preciosa “
                  
Contexto:
El matrimonio es una cuestión de amor, en la que la decisión debe ser libre y con conocimiento, pensada y valorada. Es una experiencia enfocada en el amor y el servicio entre dos personas que se aman y que quieren construir juntos una vida. Al unirse, los esposos se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante. Por eso es muy importante que los primeros años de vida matrimonial los esposos consoliden la relación que han iniciado en el noviazgo y pongan los elementos adecuados para que el matrimonio perdure, a pesar de que no todo sea miel sobre hojuelas.
La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2014 indica que en el país, 42.3% de la población de 15 años y más está casada. Para el año 2014 se registraron en México 577 mil 713 matrimonios, sin embargo hay una tendencia a la baja para este indicador. Por otro lado, según el INEGI, en México ha ido en aumento el número de divorcios por cada 100 matrimonios. En 1980 por cada 100 matrimonios había 4 divorcios; en 1990 y 2000 esta cifra se elevó a poco más de 7 divorcios, para 2010 el número de divorcios por cada 100 matrimonios fue de 15 y al 2013 se registraron 108,727 divorcios, es decir, casi 19 divorcios por cada 100 matrimonios. Cabe señalar que en promedio, la duración social[1] del matrimonio es de 13.5 años [2 y 3], lo cual nos indica que las crisis más fuertes del matrimonio se dan durante los primeros años.
Existen muchos factores que influyen en la separación, entre ellos el ritmo frenético de la sociedad, los tiempos que imponen los compromisos laborales o el que no se pasa tiempo de calidad juntos, la falta de diálogo y diferencias en los objetivos y formas de conducirse en la vida [4]. Pero algo que no se puede perder de vista es que el ritmo y las tendencias actuales están conduciendo a la población a nuevas expresiones y apropiaciones del yo y de la convivencia humana.
En la última Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (INEGI, 2014), se observa que del total de las horas que una persona utiliza para esparcimiento, solo un 27% son dedicadas a convivencia familiar, mientras que el 57% se enfoca en la utilización de medios masivos de comunicación [5]. Al contrario de lo que pudiera parecer, el estar conectado y en aparente comunicación con el mundo puede conllevar a las personas a un aislamiento, a la falta de establecimiento de relaciones sanas y profundas entre los integrantes de una familia y en definitiva a un ambiente no propicio para el desarrollo de lazos afectivos reales entre sus integrantes. Para una pareja recién casada o en las primeras etapas de matrimonio puede representar una fuerte barrera para el entendimiento, para el diálogo, para el crecimiento.
La preparación para el sacramento del matrimonio actualmente varía desde unas sesiones de 2 o 4 horas hasta sesiones durante 2 o 3 fines de semana. Es claro que difícilmente este tiempo permitirá a los novios ya comprometidos (con fecha de boda y banquete) a profundizar en los objetivos de su futuro juntos, y cómo este se vuelve el proyecto de Dios para ellos.

Experiencia:
El noviazgo es la oportunidad de conocer a nuestra pareja, con virtudes y con defectos, con detalles y con vicios; sin embargo en la actualidad la vida tan agitada, las amplias jornadas laborales, la tecnología, los compromisos sociales, cumplir con el estándar que nos impone la sociedad, hace que se pierda el verdadero sentido del noviazgo y esto genera que un gran porcentaje de las parejas que optan por el matrimonio sufran desde el inicio un choque entre la idea romántica de vivir casados y la “cruda” realidad.
Esta realidad es una construcción que realizan las dos personas, que inició durante el noviazgo y que continúa durante el matrimonio. El acto de unión matrimonial es un evento de un momento, unas horas, pero representa las esperanzas e ilusiones de dos personas que deciden juntar sus vidas, dejar de lado el yo para construir el nosotros, con valentía, día a día, con decisiones pensadas, dialogadas, con conciencia, generosidad, pero sobre todo llenas de amor. Dicho entonces, el matrimonio es una cuestión de amor, solo deberían casarse los que se aman y que libremente eligen compartirse día a día hasta el fin de sus días. Pero es muy importante recordar que el matrimonio no es algo acabado, no es perfecto. Es un proceso continuo de mutuo crecimiento.
Cuando un noviazgo no es llevado como esa oportunidad y se llega a vivir en matrimonio, los retos a vencer generalmente crecen exponencialmente, por lo que los desafíos para consolidar una verdadera relación matrimonial y familiar son mayores. Además, el matrimonio tiene retos que nunca se han vivido, ni siquiera en el noviazgo: ¿Cómo compaginar los tiempos laborales y los deseos de superación profesional con la vida familiar? ¿Cuál será la mejor manera de administrar los bienes y cómo se organizarán las finanzas de la familia a corto, mediano y largo plazo? ¿Cómo vivir una sexualidad plena con mi cónyuge y hablar de estos temas, que muchas veces resultan bochornosos y tabúes? ¿Cómo decidir qué método de planificación familiar se usará? ¿Cuándo será el momento adecuado para tener hijos y cómo decidir cuántos? ¿Cómo enfrentar los conflictos que se tienen? ¿Cómo perdonar? ¿Estoy casado también con la familia de mi cónyuge? ¿Cómo tener la experiencia de una vida espiritual común? ¿Cuál es el mejor apostolado que podemos hacer ahora que somos matrimonio? ¿Cómo vivo ahora los tiempos de fiesta y festejo?
Con tantas interrogantes que van surgiendo durante los primeros años de matrimonio, es de gran ayuda en este tiempo contar con algún tipo de respaldo, que con amor haga conscientes de que se está  “comenzando” un proyecto de vida conjunto, que enriquezca el espíritu y ayude a profundizar sobre la decisión consiente y libre que se ha tomado de compartir la vida.
Al día de hoy existen muchas y muy variadas alternativas de acompañamiento, que permiten prestar atención a un rango más amplio de matrimonios: dirección espiritual con sacerdotes o religiosos, comunidades de vida, retiros de matrimonios, charlas de especialistas, talleres de formación de padres, entre muchos otros. Lo importante es estar en movimiento, en una constante búsqueda de una mejor versión de uno mismo, una mejor versión de la pareja y una mejor versión del propio matrimonio.
Parece fácil, sin embargo la realidad es mucho más demandante, se requiere de mucha paciencia, comprensión, tolerancia, generosidad y sobre todo de un amor sin límites. Siempre habrá altibajos, discusiones, crisis, pero la maduración del amor implica aprender a negociar y renegociar constantemente como un ejercicio del amor mutuo. Estos momentos difíciles son nuevas oportunidades de encuentro, de recíprocas ofrendas de amor y de algunas renuncias enfocadas en el bien de la familia.
Hoy más que nunca, es difícil convivir, en una sociedad que no fomenta la unión y la equidad, una sociedad acostumbrada a dejar de luchar por el otro, y que no quiere salir de su zona de confort, por lo que una herramienta poderosa es la oración, que nos ayudará a conectarnos con Dios y con nuestra pareja y con nuestro yo interno; más aún nos ayudará a dejar de lado las barreras que debilitan el matrimonio y la familia.

Reflexión:
Los primeros años de vida matrimonial son el inicio de un proyecto de vida, en constante construcción, un viaje que comienza del cual son protagonistas; que deberá servir para ir creciendo juntos, en constante comunicación, con paciencia, comprensión, tolerancia, generosidad, perdón, y por qué no, también con alegría, emoción, diversión, creatividad, con asombro y todo aquello que contribuya a llevar hacia delante ese maravilloso viaje que emprendieron juntos, por decisión propia, el cual no está exento de desafíos.
En estos tiempos donde pareciera que el individualismo debiera primar al bien común y de la solidaridad, donde nuestras generaciones están inmersas en una dinámica que busca satisfacer el “Yo” a merced de la mercadotecnia y las tecnologías, donde pareciera que  estar unido a alguien, es meramente un negocio o una inversión, es necesario ir construyendo día a día, con la gracia de Dios y el esfuerzo compartido que permite acercar a las personas y que conlleva a distinguir lo que es real y valioso de lo que no lo es: el amor y  el servicio por sobre el egoísmo, la competencia, la crítica destructiva.
Es en estas primeras etapas  del matrimonio donde es necesario llevar un acompañamiento espiritual, alentar la comunicación, la oración. Somos seres inacabados, llamados a crecer, en proceso; por lo que se requiere una donación generosa de amor, de tiempo para construirse mutuamente, familiarmente. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación [4]. 
Este problema no se limita a los matrimonios; es un duro golpe a todo nivel social que afecta directamente a las bases humanas que nos fragmenta; empujando a las personas  a buscar refugio, amor y aceptación en los lugares equivocados. Hablando del matrimonio, cuando no se sabe qué hacer con el tiempo compartido, en muchos de los casos uno u otro de los cónyuges terminará refugiándose en la tecnología, inventará otros compromisos, buscará otros brazos, o escapará de una intimidad incómoda, una intimidad que involucra el develar la pequeñez de nuestra humanidad para dar paso al conocimiento, a la expresión del ser, la aceptación mutua, y al crecimiento espiritual y moral [4].
Esta situación nos debe invitar a realizar un cambio interno proveniente de un discernimiento así como a  vivir el matrimonio de una manera diferente, representar lo mejor de cada uno, a generar espacios y experiencias que nos puedan ayudar a vivir nuestra vida matrimonial.  En estos tiempos es necesario que desde los primeros años de matrimonio se finquen las bases que permitan el crecimiento amoroso y espiritual de los integrantes de la familia, no perder la capacidad de celebrar juntos, de alegrarse y de festejar las experiencias, de renovar la energía del amor y llenar de color y de esperanza la rutina diaria [4].

Acción:
Buscar entre mi familia, amigos o conocidos alguna pareja que tenga poco tiempo de casados. Evaluar si es posible dar un consejo, apoyar a hacer frente a alguna dificultad, o acompañar durante un tiempo para que vivan plenamente estos primeros años. Hacerles ver a ellos y a quienes les rodean algo que has notado que hacen bien como pareja.
En mis diferentes ambientes, hablar bien de la vida matrimonial y de cómo en ella uno encuentra plenitud y felicidad.
Celebro con mi pareja de alguna manera significativa los años que llevamos juntos.
           
Evaluación:
¿Cómo convivo con mi esposo/esposa? ¿Cuánto tiempo dedico a mi formación y crecimiento espiritual? ¿Cómo distribuyo mi tiempo entre las personas y espacios importantes y valiosos en mi vida como la familia, la pareja? ¿Qué tanta importancia le doy a los medios masivos de comunicación?
¿Guardo una relación equitativa y de diálogo con mi pareja o veo sólo por mis necesidades e intereses llegando incluso a “utilizar” al otro?
¿Estoy viviendo mi Principio y Fundamento en mi matrimonio?

Bibliografía, referencias/ fuentes.

[1] INEGI. ENADID. Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, 2014. Base de datos.
[2] INEGI. “Estadísticas a propósito del… 14 de febrero, matrimonios y divorcios en México”, 2016.
[3] INEGI. Estadística/Base de datos/Consulta interactiva de datos/Registros Administrativos/Divorcios.
 [4] Amoris laetitia- Exhortación Apostólica Postsinodal 2016, numerales 217 - 230.
[5] INEGI. ENUT. Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, 2014. Base de datos.





[1] Duración social se refiere al tiempo transcurrido entre la fecha de matrimonio y la fecha en que se levanta la demanda de divorcio. Inegi, 2014.  

1 comentario:

  1. sin lugar a dudas que el matrimonio es el mayor reto que todo individuo afronta en la vida, pero también la etapa en que nos formamos y maduramos como personas responsables, y nos permite sentirnos mas importantes en la sociedad, pues en el matrimonio se viven y educan las mejores personas para formar la sociedad que queramos formar, por lo tanto sobreviven los que se preparan para amar a su pareja mediante el servicio como donación de uno hacia otro, con una inspiración espiritual de poner a cristo en medio de ellos, para entender el verdadero amor de entrega sin egoísmos ni egocentrismo, olvidándose de uno para servir al otro......

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