domingo, 18 de octubre de 2020

Domingo XXIX Ordinario – Ciclo A

 

Domingo XXIX Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 15-21) – 18 de octubre de 2020



“Cuando oyeron esto, se quedaron admirados”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

En la Biblioteca Mario Valenzuela, que contiene la colección de libros de la Comunidad de Profesores María Inmaculada, de la Compañía de Jesús en Colombia, y que actualmente está en el edificio Pedro Arrupe de la Universidad Javeriana, hay una vitrina en la que se expone una hermosísima colección de arqueología bíblica. Son objetos de gran valor, encontrados en Tierra Santa por el P. Gustavo Baena, S.J. Uno de los objetos que más me llamó la atención la primera vez que vi esta colección fue una moneda que tiene grabado un rostro y una inscripción: “TI CLAUDIUS CAESAR AUG PM TRUMPH”. Afortunadamente, junto a la moneda, hay una explicación de su origen y la traducción de su inscripción: “Tiberio Claudio César Augusto Pontífice Máximo Triunfador”. Es una moneda en bronce, de la época de la dominación de Judea bajo Tiberio César, Emperador romano desde el año 14 al 37 de nuestra era, justamente la época de la vida de Jesús.

Después de las tres parábolas que hemos leído durante los domingos anteriores que, desde luego, habían movido el piso de los jefes de los sacerdotes y los ancianos del templo, vienen dos escenas en las que Mateo quiere resaltar la forma como los fariseos primero, y los saduceos después, tienden sendas trampas a Jesús para tener cómo acusarlo delante de las autoridades romanas y judías, respectivamente.

Mateo nos cuenta hoy cómo “los fariseos fueron y se pusieron de acuerdo para hacerle decir a Jesús algo que les diera motivo para acusarlo. Así que mandaron a algunos de sus partidarios, junto con otros del partido de Herodes, a decirle: – Maestro, sabemos que tú dices la verdad, y que enseñas de veras a vivir como Dios exige, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia. Danos, pues tu opinión: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador romano, o no?”

Si Jesús dice que está bien pagar impuestos al emperador romano, sería acusado por los que rechazaban la dominación romana y reclamaban la independencia política y religiosa judía, que eran muy radicales y, en algunos casos, violentos... Si dice que no se deben pagar los impuestos al imperio, sería detenido y castigado por los invasores... No era fácil la coyuntura. Pero Jesús, que, como dicen los españoles, no tenía ni un pelo de tonto, “dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo: – Hipócritas, ¿por qué me tienden trampas? Enséñenme la moneda con que se paga el impuesto. Le trajeron un denario, y Jesús les preguntó: ¿De quién es esta cara y el nombre que aquí está escrito?”

Evidentemente, el que estaba allí retratado era el César. Y Jesús les dice la famosa frase que hoy se sigue utilizando a nivel popular: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Nadie le había preguntado por Dios, pero Jesús les recuerda que sus compromisos políticos no los exime de su compromiso con Dios, que debe estar por encima de todo lo demás. Desde luego, “cuando oyeron esto, se quedaron admirados; y dejándolo, se fueron”. La moneda que está en la Biblioteca Mario Valenzuela nos recuerda hoy la pregunta de Jesús: ¿Le estamos dando a Dios lo que es suyo?

 Fuente: “Encuentros con la Palabra” 

La vida solo es para Dios

José Antonio Pagola

La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.

Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida, amenazada o insegura, para despertar en ellos una vida más plena. Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio. Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.

Como ha subrayado Jon Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada, pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada.

Por eso Jesús se preocupa tanto de la vida concreta de los campesinos de Galilea. Lo primero que necesitan aquellas gentes es vivir, y vivir con dignidad. No es la meta final, pero es ahora mismo lo más urgente. Jesús les invita a confiar en la salvación última del Padre, pero lo hace salvando a la gente de la enfermedad y aliviando dolencias y sufrimientos. Les anuncia la felicidad definitiva en el seno de Dios, pero lo hace introduciendo dignidad, paz y dicha en este mundo.

A veces, los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en la vida eterna. Por eso nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos. 

Fuente: http://www.gruposdejesus.com 

Devolved a Dios lo que le arrebatasteis, el hombre

Fray Marcos

Los jefes comprendieron que las tres parábolas se referían a ellos, (los obreros de última hora, los hermanos mandados a la viña y el banquete de boda). Contraatacan con tres preguntas que intentan tenderle una trampa para tener de qué acusarlo. La primera es la del tributo al César, que acabamos de leer. La segunda es sobre la resurrección de los muertos. La tercera, cuál es el primer mandamiento, que leeremos el próximo domingo.

Merece atención el texto del segundo Isaías que hemos leído. Es muy interesante, porque es la primera vez que la Biblia habla de un único Dios. Estamos a mediados del s. VI a. c. y hasta ese momento, Israel tenía su Dios, pero no ponía en cuestión que otros pueblos tuvieran sus propios dioses. Esto no lo hemos tenido nunca claro. El creer en un Dios único es un salto cualitativo increíble en el proceso de maduración de la revelación.

El evangelio de hoy no es sencillo. Con la frasecita de marras, Jesús contesta a lo que no le habían preguntado. No se mete en política, pero apunta a una actitud vital que supera la disyuntiva que le proponen. Una nefasta interpretación de la frase de Jesús la convirtió en un argumento para apoyar el maniqueísmo en nombre del evangelio. Seguimos entendiendo la frase como una oposición entre lo religioso y lo profano. Hoy entre la Iglesia y el Estado. Se trata de una falta absoluta de perspectiva histórica.

Moisés utilizó a Dios para agrupar a varias tribus en un solo pueblo. Israel fue siempre una teocracia en toda regla. Cuando se instauró la monarquía por influencia de las naciones próximas, al rey se le consideró como un representante de Dios (hijo de Dios), sin ningún poder al margen del conferido por la divinidad. Al proponer la pregunta, los fariseos no piensan en una confrontación entre el poder religioso y el poder civil, sino entre su Dios y el César divinizado. La moneda es clave para entender la respuesta.

caesar

TI(berius) CAESAR DIVI AUG(usti) F(ilius) AUGUSTUS: PONTIF(ex) MAXIM(us)

Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto sumo pontífice

Jesús dice: “¿De quién es la imagen y la inscripción?”. Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía del César o seguir teniendo a Dios como único soberano. Con su respuesta, Jesús no está proponiendo una separación del mundo civil y el religioso. En tiempos de Jesús tal cosa era impensable. No hay en el evangelio base alguna para convertir la religión en una especulación de sacristía, sin influencia en la vida real.

Fariseos y herodianos, enemigos irreconciliables, se unen contra Jesús. Los fariseos eran contrarios a la ocupación, pero se habían acomodado. Los herodianos eran partidarios del poder de Roma. La pregunta era una trampa. Si decía que no, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si decía sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir del pueblo.

El verbo que emplea Jesús, "apodídômi", no significa dar, sino devolver. El que emplean los fariseos (dídomi), sí significa “dar”. Una pista interesante para comprender la respuesta. Estaban contra el César, pero utilizaban su moneda y tienen derecho a exigir que se la devuelvan. Un verdadero judío tenía que renunciar a utilizar el dinero de Roma. Les hace ver que ya han contestado, pues han aceptado la soberanía de Roma.

Al preguntar por la imagen, Jesús está haciendo clara referencia al Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si el hombre es imagen de Dios, hay que devolver a Dios lo que se le ha escamoteado, el hombre. La moneda que representa al César, tiene un valor relativo, pero el hombre tiene un valor absoluto, porque representa a Dios. Jesús no pone al mismo nivel a Dios y al César, sino que toma claro partido por Dios. Esta idea es una de las claves del mensaje de Jesús.

Tampoco se puede utilizar la frase para justificar el poder. Si algo está claro en el evangelio es que todo poder es nefasto, porque machaca al hombre. Se ha repetido hasta la saciedad, que todo poder viene de Dios. Pues bien, según el evangelio, ningún poder puede venir de Dios, ni el político ni el religioso. En toda organización humana, el que está más arriba, está allí para servir a los demás, no para dominar.

Jesús dice que el César no es Dios, pero no hemos dudado en convertir a Dios en un César. (He leído una homilía: “el único César que existe es Dios”). No es fácil asimilar que tampoco Dios es un César. No se trata de repartir dependencias, ni siquiera con ventaja para Dios. Dios no hace competencia a ningún poder terreno, sencillamente porque no tiene ningún poder. Esto, bien entendido, evitaría toda solución falsa. El problema es una trampa en sí mismo. No existe una alternativa entre César y Dios.

Se ha predicado que había que estar más pendiente del César religioso que del César civil. Ningún ejercicio del poder es evangélico. No hay nada más contrario al mensaje de Jesús que el poder. Siempre que pretendemos defender los derechos de Dios, estamos defendiendo nuestros propios intereses. El que te diga que está defendiendo a Dios, en realidad lo está suplantando. Tampoco el estado tiene derecho alguno que defender. Los dirigentes civiles tienen que defender siempre los derechos de los ciudadanos.

No defendemos el anarquismo. Al contrario, una sociedad, aunque sea de dos personas, tiene que estar ordenada y en relaciones mutuas de dependencia. En ella una tiene mayor responsabilidad; pero todas las relaciones humanas deben surgir del servicio y la entrega a los demás, no del dominio. Ningún ser humano es más que otro ni está por encima del otro. “No llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie jefe, no llaméis a nadie señor…”

No existe una realidad sagrada y otra profana. En la expulsión de los vendedores del templo, Jesús está apostando por la no diferencia de lo sagrado y lo profano, para Dios todo es sagrado. Es descabellado hacer creer a la gente que tiene unas obligaciones para con Dios y otras con la sociedad civil. Dios se encuentra en todo lo terreno, pero en lo más hondo del ser. Si solo lo encontramos en la iglesia, hemos caído en la idolatría.

La única manera de entender todo el alcance del mensaje de hoy es superar la idea de un Dios fuera que arrastramos desde el neolítico. La creación no es más que la manifestación de lo divino. No hay nada que sea de Dios, porque nada hay fuera de Él. Somos imagen de Dios, pero no pintada o esculpida, sino reflejada. Para que Dios se refleje, tiene que estar ahí. No hay reflejo en un espejo si la cosa reflejada no está del otro lado.

Meditación

La tarea fundamental del ser humano es solo una:

reflejar con nitidez la imagen de Dios.

A medida que vaya desprendiéndome de mi falso yo,

irá apareciendo el verdadero Ser.

Fray Marcos

Fuente: http://feadulta.com/

 

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