Domingo II de Cuaresma – Ciclo B (Marcos 9, 2-10) – 28 de febrero de 2021
#microhomilía
#HernanQuezadaSJ
Podríamos hoy hacer un recorrido inverso del orden de las lecturas. Es decir, partimos del Evangelio y nos preguntamos cómo Dios se nos ha revelado en nuestra vida, como hemos experimentado con Cristo la experiencia de cambiar, de ser "de otro modo", al sentirnos con y por Él profundamente amados. Por esta certeza de amor sabemos que Dios siempre está de nuestro lado y que siempre está dispuesto a darnos todo. Nos volvemos confiados y valientes y exclamamos con el salmista: ¡Siempre confiaré en el Señor!. Quien tiene este amor confiado en Dios y se sabe amado, camina en los momentos de confusión, como Abraham, expectante, pues aún en la crisis que pareciera confuso incluso el amor de Dios, se mantiene firme en la confianza y la entrega total a Dios pues sabe que es Padre y siempre estará a su favor. ¿Qué invitación recibes hoy? #FelizDomingo
“Este
es mi Hijo amado: ¡escúchenlo!”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Hace algunos años, durante una novena de
Navidad, estuve celebrando la eucaristía en CETI (Centro Terapéutico Infantil),
una institución de Bogotá que acoge a niños y niñas con parálisis cerebral o
con otras deficiencias más o menos profundas. Suelo ir a CETI y encontrarme con
amigos y amigas muy queridos que, además de ser pobres, han tenido que vivir
con unas limitaciones que los marginan aún más de su vida familiar y social:
Diego, Gloria, Uriel, July y tantos otros.
Ese día, la eucaristía transcurrió sin
mayores sobresaltos; cantamos, aplaudimos, nos alegramos de recibir la visita
de Jesús en nuestra casa. Pero, en el momento de la comunión, cuando comencé a
repartir el cuerpo del Señor entre los niños y niñas que estaban sentados en
sus respectivos puestos y a las colaboradoras del centro y a un grupo de amigas
que habían ido conmigo, comenzamos a escuchar un lamento extraño, que no supe
reconocer en el primer momento, porque expresaba un gran dolor pero, al mismo
tiempo era suave y delicado. Era Andrés, un niño de cuatro años que estaba
sentado en una silla para bebés sobre una de las mesas del salón. Andrés tiene
el cuerpo de un bebé de mes y medio; pesa 8 libras y mide 65 centímetros.
Cuando vio que todos los presentes estaban recibiendo una galleta, él comenzó a
gritar, con la fuerza que le permitían sus pequeños pulmones, para que también
le dieran una a él. La directora de CETI comenzó a decirle a Andrés que no
gritara más. Que no podía recibir la comunión como todos los demás. Pero Andrés
no se rendía. Seguía expresando su queja conmoviendo a todos los que estábamos
presentes. Fui, tomé una hostia sin consagrar y se le entregué a Andrés, que la
recibió con un movimiento perfecto de su mano diminuta y se la echó a la boca
inmediatamente. Desde luego, no le supo a galleta, como él suponía, y pronto la
dejó a un lado.
El lamento de Andrés me trajo a la memoria
los gritos del pueblo de Israel que Dios escuchó, como nos cuenta el libro del
Éxodo, cuando el Señor envió a Moisés a liberarlo de la esclavitud de Egipto y
a conducirlo a una tierra de libertad que mana leche y miel. Pero también me
trajo a la memoria aquella escena de Elías, en el Horeb, cuando el Señor no se
dejó sentir en el viento fuerte, ni en el terremoto, ni el fuego que pasó por
delante de la cueva donde estaba, sino en un “sonido suave y delicado”, ante el
cual Elías se cubrió la cara con su capa”.
Estas dos evocaciones fueron las que se hicieron presentes en el Monte Tabor, cuando Jesús se transfiguró delante de sus discípulos. Cuenta san Marcos que Pedro, Santiago y Juan vieron cómo la ropa de Jesús “se volvió brillante y más blanca de lo que nadie podría dejarla por mucho que la lavara. Y vieron a Elías y a Moisés, que estaban conversando con Jesús”. Y en medio de esta escena, llena de consolación, “apareció una nube y se posó sobre ellos. Y de la nube salió una voz, que dijo: “Este es mi Hijo amado: escúchenlo”. Escuchar al Hijo amado es escuchar el grito del pueblo, que escuchó el Dios de Moisés y percibir el susurro de la presencia de Dios en voces como las de Andrés.
Fuente: “Encuentros con la Palabra”
NUEVA
IDENTIDAD CRISTIANA
José Antonio Pagola
Para ser cristiano, lo más decisivo no es
qué cosas cree una persona, sino qué relación vive con Jesús. Las creencias,
por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe Dios, que
Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen cristiano. Es la
adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede transformar.
En los evangelios se puede leer una escena
que, tradicionalmente, se ha venido en llamar la «transfiguración» de Jesús. Ya
no es posible reconstruir la experiencia histórica que dio origen al relato.
Solo sabemos que era un texto muy querido entre los primeros cristianos, pues,
entre otras cosas, los animaba a creer solo en Jesús.
La escena se sitúa en una «montaña alta».
Jesús está acompañado de dos personajes legendarios en la historia judía:
Moisés, representante de la Ley, y Elías, el profeta más querido en Galilea.
Solo Jesús aparece con el rostro transfigurado. Desde el interior de una nube
se escucha una voz: «Este es mi hijo querido. Escuchadlo a él».
Lo importante no es creer en Moisés ni en
Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo amado. Lo más decisivo
no es creer en la tradición ni en las instituciones, sino centrar nuestra vida
en Jesús. Vivir una relación consciente y cada vez más comprometida con
Jesucristo. Solo entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida, en la
tradición cristiana y en la Iglesia.
Solo esta comunión creciente con Jesús va
transformando nuestra identidad y nuestros criterios, va curando nuestra manera
de ver la vida, nos va liberando de esclavitudes, va haciendo crecer nuestra
responsabilidad evangélica.
Desde Jesús podemos vivir de manera
diferente. Ya las personas no son simplemente atractivas o desagradables,
interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto de cada cual. El mundo
no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede. Nos empieza a
doler el sufrimiento de los más indefensos. Nos atrevemos a trabajar por un
mundo un poco más humano. Nos podemos parecer más a Jesús.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
LO
QUE HAY DE DIVINO EN JESÚS ESTÁ EN SU HUMANIDAD, NO VIENE DE FUERA
Fray Marcos
En los tres ciclos litúrgicos leemos, el
segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de
Marcos que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás
sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos
coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Parece
que hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro y difícil de la
cruz.
Es descabellado que Jesús se dedicara hacer
una puesta en escena particular. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a
los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no
consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su
evangelio: El poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo
verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la
cruz.
La estructura del relato a base de datos
del AT nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de teología.
No quiere decir que Dios en un momento determinado realice un espectáculo de luz
y sonido. Son solo experiencias subjetivas que, en un momento determinado,
atestiguan la presencia de lo divino en un individuo concreto. La presencia de
lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede
descubrir esa cercanía y vivirla de una manera experimental en un momento
determinado de su vida.
A Dios nunca podemos acceder por los
sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones aparentemente sensoriales,
se trata de fenómenos paranormales o psicológicos. Dios está en cada ser
acomodándose a lo que es como criatura, no cambiando o violentando nada de ese
ser. Es más, la llegada a la existencia de todo ser es la consecuencia de la
presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea
real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en la esencia.
“Si te encuentras al Buda, mátalo”.
Jesús, plenamente humano, tuvo que luchar
en la vida por descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que, aun siendo
hombre, habitaba en él lo divino. Seguramente se trate de un relato pascual
que, en un momento determinado, se consideró oportuno retrotraer a la vida de
Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo es el mismo
que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración se dice
lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El Jesús que vive con ellos
es ya el Cristo glorificado.
La manera de construir el relato quiere
demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en
él durante su vida, solo que no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre
lo que se quiere contar en este relato, antes de la muerte y después de ella.
Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella en
un momento determinado. Este mensaje es muy importante a la hora de superar
visiones demasiado maniqueas de Jesús con el fin de manifestar de manera
apodíctica su divinidad.
Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los
que Jesús cambió el nombre. Era buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron
clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los
tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección
de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús que, de pasión y muerte, ni
hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús, en el capítulo siguiente, que
quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el
mensaje de su Maestro.
La montaña alta, la nube, la luz, la voz,
el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es
una clara referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios los acompañaba,
sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos
blancos son signo de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye
en nada la profundidad del mensaje que nos quieren transmitir, al contrario, el
lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios que eran todos
judíos.
Moisés y Elías, además de ser los testigos
de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Significa
que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total acuerdo con
el AT. Está claro que lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a
Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la
voluntad de Dios. Desde ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.
¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era
mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte, que les
había anunciado unos versículos antes Jesús para dentro de muy poco. Cuando les
anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Ahora
se encuentra a sus anchas. El mismo afán de gloria que a todos nos acecha.
Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la
“gloria”, y pretende retener el momento. Pedro, diciendo lo que piensa,
manifiesta su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado
subir, pero ahora no quieren bajar, porque se habían acercado a Jesús con buena
voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel
a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la
Ley y los profetas han cumplido su papel y están ya superados. La voz corrige
esta visión de Pedro.
¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou”
significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta
ahora. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo para
escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús.
Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios no es
aprender de Él, sino obedecerle. La Palabra que escuchamos nos compromete y nos
arranca de nosotros mismos.
No contéis a nadie... Es la referencia más
clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni
estaban buscando ni habían descubierto. No solo no contaron nada, sino que a
ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de
los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante
una criada. Hechos que hubieran sido impensables después de una experiencia
como la transfiguración.
Lo importante no es que Jesús sea el Hijo
amado. Lo determinante es que, cada uno de nosotros somos el hijo amado como si
fuéramos únicos. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y
habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que tenemos que
escuchar. No tenemos que aceptar la cruz como camino para la gloria. No
llegamos a la vida a través de la muerte. En la “muerte” está ya la Vida.
Con relación al AT, tenemos un mensaje muy
claro en el relato de hoy: Hay que escuchar a Jesús para poder comprender La
Ley y Los Profetas, no al revés. Seguimos demasiado apegados al Dios del AT. El
mensaje de Jesús nos viene demasiado grande. Como Pedro, lo más que nos hemos
atrevido a hacer es ponerlo al mismo nivel que la Ley y Los Profetas. El afán
de interpretar a Jesús desde el AT nos ha jugado una mala pasada.
Meditación
En
Marcos, Jesús nos habla con sus hechos.
El
mayor atractivo de Jesús es su coherencia.
En
él, lo que pensaba, lo que decía y lo que hacía era todo uno.
Esa
autenticidad es la clave de un verdadero ser humano.
Jesús
era verdad, modelo de humanidad y divinidad.
Ahí
tenemos la divinidad, manifestada.
Fray
Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
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