Hermann Rodríguez
Osorio, S.J. – “Sean ustedes
perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto”
La ley del
talión, ‘ojo por ojo y diente por diente’, era, y desgraciadamente sigue
siendo, una norma aplicada en las relaciones interpersonales y también entre
grupos humanos enfrentados por diferencias de todo tipo. Esta ley termina por
destruir a las dos partes y no abre caminos de solución para ninguno de los
conflictos que pretende resolver. La propuesta de Jesús de responder al mal con
bien, ha tenido muchos seguidores a lo largo de la historia. Uno de los más
destacados ha sido el pastor bautista, Martin Luther King, premio Nobel de la
paz en 1964, asesinado en abril de 1968. En uno de sus libros, encontramos un
programa para vivir lo que podríamos llamar, una espiritualidad de la no
violencia, que va en la misma línea del texto evangélico que hoy nos propone la
Iglesia. Veamos algunos de los puntos que sugiere este profeta de nuestros
tiempos:
“La
resistencia no violenta no es un método para cobardes. La no violencia implica
resistencia. Si uno recurre a este método por miedo o simplemente porque carece
de instrumentos para ejercer violencia, no es verdaderamente no violento. (…)”.
“Un
segundo punto fundamental que caracteriza a la no violencia es que no busca
derrotar o humillar al oponente, sino granjearse su amistad y comprensión. El
resistente no violento debe expresar con frecuencia su protesta mediante la no
cooperación o el boicot, pero no los entiende como fines en sí mismo; son
simplemente medios para generar un sentimiento de vergüenza moral en el
oponente. El objetivo es la redención y la reconciliación. (…)”.
“Una
tercera característica de este método es que está dirigido contra las fuerzas
del mal en vez de contra personas que hacen el mal. El resistente no violento
pretende derrotar el mal, no las personas victimizadas por él”.
“Un cuarto
punto que caracteriza la resistencia no violenta es la disposición a aceptar el
sufrimiento sin retaliar, aceptar los golpes del oponente sin responder. El
sufrimiento inmerecido es redentor”.
“Un
quinto punto es que el resistente no violento no sólo rehúsa dispararle a su
oponente, sino también a odiarlo. La base de la no violencia es el principio
del amor”.
Un buen
ejemplo de esta espiritualidad no violenta que nos propone Jesús es una historia
que trae Anthony de Mello en su libro “Un minuto para el absurdo”: “Dijo
un día el maestro: «No estaréis preparados para ‘combatir’ el mal mientras no
seáis capaces de ver el bien que produce». Aquello supuso para los discípulos
una enorme confusión que el Maestro no intentó siquiera disipar. Al día
siguiente les enseñó una oración que había aparecido garabateada en un trozo de
papel de estraza hallado en el campo de concentración de Ravensburg:
«Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino
también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que
nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese
sufrimiento; la camaradería, la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad,
la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames
a ellos a juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su
recompensa y su perdón»” (De Mello, Un
minuto para el absurdo).
Jesús fue el primero que tuvo el sentido común
suficiente, para romper la cadena del odio que significa la ley del talión. Su
palabra, que nos invita a orar por nuestros enemigos, se hizo vida cuando,
desde la cruz, pidió perdón al Padre por los que lo estaban matando. Eso es
llegar a la perfección a la que nos invita el evangelio. También a nosotros se
nos invita hoy a vivir inspirados en una ética del amor, para hacernos
perfectos, como el Padre celestial es perfecto.
José Antonio Pagola –
INCLUSO A LOS ENEMIGOS
Es innegable que vivimos
en una situación paradójica. «Mientras más aumenta la sensibilidad ante los
derechos pisoteados o injusticias violentas, más crece el sentimiento de tener
que recurrir a una violencia brutal o despiadada para llevar a cabo los profundos
cambios que se anhelan». Así decía hace unos años, en su documento final, la
Asamblea General de los Provinciales de la Compañía de Jesús.
No parece haber otro
camino para resolver los problemas que el recurso a la violencia. No es extraño
que las palabras de Jesús resuenen en nuestra sociedad como un grito ingenuo
además de discordante: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os
aborrecen».
Y, sin embargo, quizá es
la palabra que más necesitamos escuchar en estos momentos en que, sumidos en la
perplejidad, no sabemos qué hacer en concreto para ir arrancando del mundo la
violencia.
Alguien ha dicho que «los
problemas que solo pueden resolverse con violencia deben ser planteados de
nuevo» (F. Hacker). Y es precisamente aquí donde tiene mucho que aportar
también hoy el evangelio de Jesús, no para ofrecer soluciones técnicas a los
conflictos, pero sí para descubrirnos en qué actitud hemos de abordarlos.
Hay una convicción
profunda en Jesús. Al mal no se le puede vencer a base de odio y violencia. Al
mal se le vence solo con el bien. Como decía Martin Luther King, «el último
defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo
lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta».
Jesús no se detiene a
precisar si, en alguna circunstancia concreta, la violencia puede ser legítima.
Más bien nos invita a trabajar y luchar para que no lo sea nunca. Por eso es
importante buscar siempre caminos que nos lleven hacia la fraternidad y no
hacia el fratricidio.
Amar a los enemigos no
significa tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el
mal. Lo que Jesús ha visto con claridad es que no se lucha contra el mal cuando
se destruye a las personas. Hay que combatir el mal, pero sin buscar la destrucción
del adversario.
Pero no olvidemos algo
importante. Esta llamada a renunciar a la violencia debe dirigirse no tanto a
los débiles, que apenas tienen poder ni acceso alguno a la violencia
destructora, sino sobre todo a quienes manejan el poder, el dinero o las armas,
y pueden por ello oprimir violentamente a los más débiles e indefensos.
Fray Marcos – ROCA O PLAYA ANTE LA OLA
Sigue Mateo en el sermón
del monte, con la intención de armonizar el AT con la predicación de Jesús.
Ante la lectura de este evangelio, uno se queda sin aliento. No hagáis frente
al que os agravia. Ama a tu enemigo y reza por él. Sed perfectos como vuestro
padre celestial es perfecto.
Si repaso detenidamente
estas exigencias, descubriré lo que me falta para cumplirlas como nos pide
Jesús. Me creo perfecto porque no robo ni mato, pero el evangelio me pide mucho
más. Tal vez Nietzsche tenía más razón de lo que pensamos cuando decía:
"Sólo hubo un cristiano y ese murió en la cruz."
Sinceramente creo que la
verdadera dimensión cristiana está aún por inaugurar. Hemos construido miles de
templos; hemos llevado la cruz a todos los rincones del orbe; hemos elaborado
sumas teológicas como para parar un tren; hemos creado leyes que regulan todas
nuestras acciones; hemos recorrido el mundo entero en busca de nuevos
cristianos; hemos sido extremadamente exigente con relación a algunas normas y
leyes; y resulta que el único principio esencialmente cristiano está
completamente olvidado y sin repercusión alguna en nuestra vida. Parece que nos
han colocado el listón tan alto, que hemos optado por olvidarnos de él y pasar
tranquilamente por debajo.
Sabéis que está mandado:
"ojo por ojo y diente por diente" Pero yo os digo: no hagáis frente
al que os agravia. Aunque nos parezca hoy bárbara la máxima de 'ojo por ojo',
se trata de un intento de superar el instinto de venganza que nos lleva a hacer
el máximo daño posible al que me ha hecho algún daño.
En nuestra civilización
occidental, tenemos completamente asumido que la meta es la justicia,
identificada con el ojo por ojo. Creo que la racionalidad y el jurisdicismo
occidental nos impiden la comprensión del verdadero cristianismo. Tenemos tan
incrustado en nuestro ser, que lo primero es la justicia, que no nos queda
lugar para la visión cristiana del hombre. ¿Quién de nosotros, todos muy
católicos, ante un agravio se queda tan tranquilo?
Reclamamos justicia, pero
si examinamos esa justicia que exigimos, descubriremos con horror, que lo que
intentamos todos es hacer de la justicia un instrumento de venganza. Se
utilizan las leyes para hacer todo el daño que se pueda al enemigo; eso sí,
dentro de la legalidad y amparados por la sociedad.
(Los buenos abogados son
aquellos que son capaces de ganar los pleitos cuando la razón está de parte del
contrario. Se considera el mayor éxito profesional y le felicitan por ello.)
Como siempre, las frases
tan concisas y profundas pueden entenderse mal. No nos dice Jesús que no
debamos hacer frente a la injusticia. Contra la injusticia hay que luchar
siempre con todas la "fuerzas". Tenemos la obligación de defendernos
cuando nos afecta personalmente, pero sobre todo, tenemos la obligación de
defender a los demás de toda clase de injusticia.
Lo que nos pide el
evangelio es, que nunca debemos eliminar la injusticia dañando al injusto. Si
tenemos que utilizar la violencia para eliminar una injusticia, estamos
manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente.
No convenceré al injusto
si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí o a otro. Pero si soy capaz
de demostrarle que con su actitud se está haciendo un daño irreparable a sí
mismo, sin duda cambiaría de actitud. Lee este párrafo una y otra vez; es vital
que lo comprendas bien.
Habéis oído que se dijo:
"amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" Pero yo os digo:
Amad a vuestros enemigos. Es verdad que no se encuentra la cita exacta en el
AT, pero era la práctica común en toda la tradición judía.
Hay que aclarar que para
ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El
"enemigo" era siempre el extranjero, que atentaba real o
potencialmente contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían
más remedio que defenderse de las agresiones.
Jesús da un salto de
gigante y podemos apreciar que la diferencia entre ambas propuestas es abismal.
Debemos reconocer que el
amor al enemigo es una asignatura pendiente. ¿Por qué tengo que amar al que me
está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma, es largo
y muy penoso. Tenemos que llegar a él, a través de un proceso de maduración, en
el que debemos tomar conciencia de lo que nos une a los demás, que todos somos
una sola cosa, y que en realidad, no hay enemigo.
En el fondo, el amor al
enemigo no es más que una manifestación del verdadero amor; pero por ir
radicalmente en contra del instinto de conservación, se ha convertido en la
verdadera prueba de fuego del amor.
Tal vez la dificultad
mayor para comprender esa manera de amar, está en que confundimos amor con
sentimiento o con instinto. Más de una vez me habéis oído decir que el amor
evangélico no es instinto ni sentimiento. Por lo tanto no podemos esperar que
sea algo espontáneo.
El verdadero amor, sea al
enemigo o a un hijo, sea el amor al terrorista, no es el instinto que nace de
mi ser biológico y que por lo tanto está grabado en los genes. El amor de que
estamos hablando es algo mucho más profundo y también más humano, por lo tanto
tiene que estar originado y orientado por la parte más elevada de nuestro ser.
Vamos a desmenuzar un
poco el tema, porque es de la máxima importancia para comprender todo el
evangelio.
El DRAE define
"enemigo" como "el que tiene mala voluntad a otro y le desea o
hace mal". Es decir que el enemigo es el que tiene la postura de
animadversión, no el que la sufre.
El enemigo no tiene por
qué obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede
considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad
hacia él. En ese caso, yo no me convierto en el enemigo del que me ataca.
Creo que aquí está la
clave para superar la aporía. Si me constituyo en enemigo, he destrozado toda
posibilidad de poder amarle.
Un ejemplo puede aclarar
lo que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño,
pero siempre estarán ahí. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la
roca o puede encontrarse con la arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla
en mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente y de manera imperceptible.
Incluso si la ola es muy potente, rompe sobre sí misma y se destruye.
¿Necesitas explicación?
Pues voy a dártela. Los enemigos van a estar siempre ahí. Pero la manera de
encontrarte con ellos dependerá siempre de ti.
Si eres roca, el
encuentro se manifestará estruendosamente y ambos os dañaréis.
Si eres playa, todo su
potencial queda anulado y llegara hasta ti con la mayor suavidad.
Un detalle, la roca y la
arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto exterior.
Como en el caso de la
roca, tu rígida postura lo que hace es potenciar la fuerza del enemigo, dejando
patente su energía. Es lo que espera y lo que recompensa su actitud. La mejor
manera de vengarte del que se acerca a ti como enemigo, es privarle de esa
satisfacción y demostrarle así lo ridículo de todo su poder.
Así seréis hijos de
vuestro Padre... Aquí encontramos una de las mejores muestras de lo que se
entendía por hijo en tiempo de Jesús. Hijo era el que salía al padre, el que
era capaz de imitarle en todo. Viendo al hijo, uno podía adivinar quién era su
padre.
También podemos descubrir
la idea de Dios que tenía Jesús. Un Dios que ama a todos por igual porque su
amor no es la respuesta a unas actitudes o unas acciones sino anterior a toda
acción humana. Dios me ama no porque yo sea bueno sino porque él es bueno.
Hacer referencia a la perfección
de Dios, nos tiene que hacer pensar en que nuestra capacidad de perfección es
infinita, y que no podemos darnos por satisfechos nunca. Dios es infinita
bondad.
Dios como punto de
referencia de nuestro amor, nos puede dar una pista para tratar de comprender
el amor al enemigo. Imposible de comprender esta exigencia mientras sigamos
pensando en un dios que manda a sus enemigos al infierno.
En contra de lo que se
nos ha dicho con demasiada frecuencia, Dios no ama exclusivamente a los buenos,
sino que Él ama infinitamente a todos. De la misma manera, el amor que yo tengo
a los demás, no puede estar originado ni condicionado por lo que el otro es o
tiene, sino por la calidad de mi propio ser.
El amor no es respuesta a
las actuaciones o cualidades de un ser; su origen tiene que estar en mí, y solo
afecta al otro como objetivo, como meta.
Si no hemos llegado al
amor al enemigo, podemos tener la total certeza de que todo lo que nosotros
hemos llamado amor, no tiene nada que ver con el amor del evangelio, el amor
que nos ha exigido Jesús para ser sus discípulos.
Con la palabra 'amor'
expresamos hoy una infinidad de conceptos, no solo distintos sino radicalmente
opuestos. Incluso el más refinado de los egoísmos que es aprovecharse del otro
en lo más íntimo, también le llamamos amor. Es imprescindible hacer un serio
examen de conciencia para saber de qué estamos hablando cuando nos referimos al
amor del evangelio.
Meditación-contemplación
Si quieres vivir en paz y en armonía
No pretendas ir a nadie como ola agresiva.
Pero a todo el que venga hacia ti con violencia latente,
acógele con suavidad y quedará frustrado y sin violencia.
No se te ocurra intentar amar a otra persona,
si te acercas a él como enemigo.
Descubre, más bien, que no tienes ningún enemigo,
porque eso depende exclusivamente de ti.
El verdadero amor de una madre a su hijo
tiene que haber superado el instinto.
De la misma manera, el amor al que viene a hacerte daño
tiene que superar el instinto contrario.
Fray Marcos
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