sábado, 25 de enero de 2020

Domingo III del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 4, 12-23) 26 de enero de 2020


Domingo III del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 4, 12-23) 26 de enero de 2020


REFLEXIONES:
José Antonio Pagola - ¿EN QUÉ HEMOS DE CAMBIAR?


No es difícil resumir el mensaje de Jesús: Dios no es un ser indiferente y lejano, que se mueve en su mundo, interesado solo por su honor y sus derechos. Es alguien que busca para todos lo mejor. Su fuerza salvadora está actuando en lo más hondo de la vida. Solo quiere la colaboración de sus criaturas para conducir al mundo a su plenitud: «El reino de Dios está cerca. Cambiad».
Pero ¿qué es colaborar en el proyecto de Dios?, ¿en qué hay que cambiar? La llamada de Jesús no se dirige solo a los «pecadores» para que abandonen su conducta y se parezcan un poco más a los que ya observan la ley de Dios. No es eso lo que le preocupa. Jesús se dirige a todos, pues todos tienen que aprender a actuar de manera diferente. Su objetivo no es que en Israel se viva una religión más fiel a Dios, sino que sus seguidores introduzcan en el mundo una nueva dinámica: la que responde al proyecto de Dios. Señalaré los puntos clave.
La compasión ha de ser siempre el principio de actuación. Hay que introducir en el mundo compasión hacia los que sufren: «Sed compasivos como es vuestro Padre». Sobran las grandes palabras que hablan de justicia, igualdad o democracia. Sin compasión hacia los últimos no son nada. Sin ayuda práctica a los desgraciados de la tierra no hay progreso humano.
La dignidad de los últimos ha de ser la primera meta «Los últimos serán los primeros». Hay que imprimir a la historia una nueva dirección. Hay que poner la cultura, la economía, las democracias y las Iglesias mirando hacia los que no pueden vivir de manera digna.
Hay que impulsar un proceso de curación que libere a la humanidad de lo que la destruye y degrada: «Id y curad»
Jesús no encontró un lenguaje mejor. Lo decisivo es curar, aliviar el sufrimiento, sanear la vida, construir una convivencia orientada hacia una vida más sana, digna y dichosa para todos.
Esta es la herencia de Jesús. Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios, si no es liberando a los últimos de su humillación y sufrimiento. Nunca será bendecida por Dios ninguna religión, si no busca justicia para ellos.
Fray Marcos - EL REINADO DE DIOS YA ESTÁ EN MÍ
Desde el punto de vista teológico, es muy importante para Mt dejar claro que Jesús comienza su actividad lejos de Judea, de Jerusalén, del templo, de las autoridades religiosas. Quiere desligar la actividad de Jesús de toda posible conexión con la institución. También quiere dejar claro que la predicación de Jesús es continuación de la de Juan, iniciando las dos con la misma frase. Otra obsesión de Mt consiste en explicar la actividad de Jesús desde el AT. Estamos al comienzo del evangelio y ya ha repetido seis veces: “Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura”.
Hace sesenta años que comencé a predicar el evangelio y dada día que pasa me cuesta más esfuerzo el comprenderlo y mucho más explicarlo. Al principio me preguntaba por qué se nos proponía un texto tan pequeño en cada liturgia. Hoy cada frase me parece un pozo sin fondo del que nunca seremos capaces de extraer toda el agua que contiene. También hoy nos vamos a concentrar en una sola frase para intentar sacarle más jugo. “Arrepentíos porque está cerca el Reino de los cielos”. Ya hemos dicho que es la misma que pone Mt en boca del Bautista.
Arrepentíos. La primera palabra es ya una dificultad. El primer significado del “metanoeo” griego no es arrepentirse ni hacer penitencia sino cambiar de opinión, rectificar y de ahí, cambiar de mentalidad. Si cambias de mentalidad, cambiarás de rumbo. Etimológicamente sería ir más allá de lo que tienes en la mente. Al traducirlo por arrepentirse, damos por supuesto que la actitud anterior era pecaminosa. Pero también se puede cambiar de una opinión buena a otra mejor. Por no tener esto en cuenta, damos por supuesto que solo se tiene que convertir el “pecador”.
Todos tenemos que estar cambiando de mentalidad todos los días. Convertirse es rectificar la dirección que llevo, cuando me he dado cuenta de que la meta no está en la dirección que llevo sino en otra. El esfuerzo debe orientarse a descubrir lo que me hace más humano, que es la meta. Debemos tener en cuenta que muchas veces no es posible descubrir que una senda es equivocada, hasta que no la hemos recorrido. Por eso el rectificar es de sabios, como decían los antiguos. El mayor peligro es creer que no tengo nada que rectificar. Por muy clara que tengamos la meta, siempre podemos descubrir otra más ajustada.
Está cerca el Reino. Para dar cuenta de la dificultad de esta idea basta recordar dos textos de los evangelios. Los fariseos le preguntan cuándo llegará el Reino, contesta: no está aquí ni está allá, está dentro de vosotros (entre vosotros). Cuando Pilato le pregunta, Jesús responde: mi Reino no es de este mundo. Me encanta reflexionar sobre las contradicciones del evangelio porque nos obligan a no tomar ninguna formulación como absoluta. Está aquí y no está. Los primeros cristianos decían: ya pero todavía no. Esta aparente contradicción nos obliga a no instalarnos sino estar siempre en marcha hacia una meta aún no conseguida.
Reino de los Cielos. Los demás evangelis­tas (también alguna vez Mt) hablan de "el Reino de Dios". Las dos fórmulas expresan la misma realidad. A los judíos les resultaba violento emplear la palabra Dios y empleaban circunloquios para evitarla. Uno de ellos era la expresión “los Cielos”. Sería el ámbito de lo divino. En los escritos más tardíos del NT se habla ya del Reino de Cristo. Expresión muy peligrosa porque nos induce pensar que Jesús es la meta y olvidarnos que Jesús nunca se predicó a sí mismo, sino que predicó e hizo presente el Reino de Dios.
Hoy podemos asegurar que el núcleo de la predicación de Jesús fue "El Reinado de Dios". Jesús acentúa la presencia liberadora de Dios. Lo contrario del Reino de Dios no es el reino de Herodes sino el “ego-ismo”. Si no reina el amor no puede haber Reino de Dios. La predicación de Jesús fue fruto de una profunda experiencia, que tuvo como punto de partida su religión, pero que la superó. La importancia de Jesús estriba en que fue la fiel manifestación del Reino que es Dios.
La palabra griega “basileia” se refiere en primer lugar, al poder ejercido por el rey, no al territorio ni a los súbditos. Sería más acertado traducirlo por “Reinado de Dios”. Es muy difícil concretar lo que entendió Jesús por ‘Reino de Dios’. Aunque hay decenas de imágenes, nunca se explica su significado en los evangelios. Seguramente se fue desvelando a través de su vida. Pudo partir del significado que tenía para los judíos de su tiempo y que se fuera enriqueciendo con su experiencia. También es probable que pensara en una llegada inmediata de ese Reino.
Es imposible entender esta expresión si no salimos de la idea de un dios soberano, todopoderoso que desde su trono del cielo gobierna el universo. Mientras no superemos ese dios mítico no habrá manera de entender el mensaje de Jesús. Dios es Espíritu. Cuando decimos: Reina la paz, “reina la oscuridad” o “reina el amor”, no pensamos en entes que están dominando alguna parte de la realidad sino en un ambiente, en un medio inmaterial en el que se desarrolla la realidad.
Reinado de Dios, quiere decir que el ser humano debe desarrollarse por lo que tiene de espiritual, que el ámbito de lo divino está presente en lo humano y constituye su atmósfera y su fundamento propio. El Reino es una atmósfera en que las relaciones humanas conmigo mismo, con los demás, con las cosas son posibles. Juan dijo: Él bautizará con Espíritu Santo. Siempre que el hombre se deja mover por el Espíritu y actúa desde él, está haciendo presente el Reino.
No se trata de que Dios, en un momento determinado de la historia, haya decidido establecer una relación nueva con los hombres. Con la venida de Jesús no ha cambiado nada por parte de Dios. Él ha estado siempre inundándolo todo. Lo que ha cambiado es la toma de conciencia por parte de Jesús de esa realidad y la actitud ante los hombres. Entrar en el Reino es tomar conciencia de esa realidad de Dios en mí e inmediatamente actuar en consecuencia. La dinámica del Reino se despliega de dentro a fuera, no imponiendo unas normas obligatorias.
En el evangelio de hoy está muy clara esta dinámica. Primero propone lo que Jesús decía, pero termina el relato diciendo que, eso que decía, lo practicaba. “Y recorría toda Galilea enseñando en la sinagoga y proclamando el Evangelio del Reino, curando todas las enfermedades y dolencias del pueblo”. Un cristianismo que no me empuje a darme a los demás, no tiene nada que ver con Jesús. El Reino se manifiesta en el que “cura”, no en el curado. Es Jesús, al preocuparse del débil, quien hace presente a Dios, no el cojo o el ciego cuando dejan de serlo.
El Reinado de Dios, significa la radical fidelidad y entrega de Dios al hombre. Por lo tanto, la realidad primera de ese Reino la constituye Dios que se derrama y se funde con cada ser humano. No es una realidad que hace referencia en primer lugar al hombre, sino a Dios. El hombre debe descubrirla y vivirla. Dios no hace un favor al hombre, sino que responde a su ser, que es amor. Esto sí que es un evangelio, es decir, “buena noticia”. El Reino de Dios surge cuando despliego mi verdadero ser, que no es ni materia ni espíritu sino ambas cosas a la vez.
El hombre, para ser fiel a Dios no tiene que renunciar a sí mismo, al contrario, la única manera de ser él mismo, es descubrir lo que Dios es en él. Por eso no puede haber otra perspectiva para el ser humano. En cuanto pone su fin fuera de Dios (fuera de sí mismo), el hombre falla estrepitosamente a su verdadero ser y no hay ya posibilidad de ser fiel ni a Dios ni a sí mismo, de una manera extrínseca, cumpliendo unas órdenes que vienen de fuera. Solamente si soy fiel a mí mismo puedo ser fiel a Dios. La plenitud de humanidad, en Jesús y nosotros, es lo divino.
Meditación
Es muy difícil afrontar un cambio de mentalidad
El punto de partida es una toma de conciencia:
Soy un diamante, pero lleno de impurezas adheridas.
El valor absoluto ya está ahí, aunque camuflado.
Mi tarea es limpiar, tallar, pulir; pero nada que añadir.
Fray Marcos


José Luis Sicre - COMIENZO DE LA ACTIVIDAD DE JESÚS

En los dos domingos anteriores estuvimos junto al río Jordán, recordando el bautismo de Jesús y el testimonio que ofreció de él Juan Bautista. La liturgia da ahora un salto notable. Omite las tentaciones de Jesús (que se leerán el primer domingo de Cuaresma) y nos sitúa en un momento posterior, cuando Herodes, molesto por la predicación de Juan, decide meterlo en la cárcel. Lo que ocurre a continuación lo cuenta el evangelio de Mateo en tres pasajes breves: actividad inicial de Jesús, vocación de los cuatro primeros discípulos, y resumen de la actividad en Galilea. La liturgia permite limitarse al primero, eligiendo la forma breve del evangelio. Dada su importancia, quizá sea lo más aconsejable. Pero añadiré algo sobre los otros dos.
La actividad inicial de Jesús (Mt 4,12-17)
Quien se sienta desconcertado por la presentación inicial de Jesús, poniéndose en la fila de los pecadores para bautizarse, tiene motivos para desconcertarse todavía más al leer los comienzos de su actividad. Dicho en palabras muy rápidas, lo primero que hace es huir; lo segundo, actuar en la región más olvidada; lo tercero, repetir al pie de la letra la predicación de Juan Bautista. Pero todo esto encierra un misterio que Mt nos ayuda a desentrañar.
Momento de actividad.
Es una pena que los evangelistas sean tan sobrios, porque el primer dato resulta más profundo de lo que parece a primera vista. Jesús no empieza a actuar hasta que encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan.
Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase a Jesús igual que nos habla a nosotros, a través de los acontecimientos. Y el gran acontecimiento es la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.
Pero hay una diferencia muy sutil entre Mc y Mt. Según Mc, en cuanto encarcelan a Juan comienza Jesús a predicar. Según Mt, lo primero que hace Jesús es retirarse a Nazaret. Desde un punto de vista histórico y psicológico parece una interpretación más adecuada, que abre paso también a una visión más humana de Jesús, como si se tomase un tiempo de reflexión y decisión.
Lugar de actividad
La elección del lugar de actividad es sorprendente, más aún que en el caso de Juan Bautista. Juan no predica su mensaje de penitencia en Jerusalén, pero el lugar donde actúa, el desierto, está lleno de reminiscencias simbólicas. Es el lugar donde se espera la manifestación de Dios. Jesús, en cambio, se retira a una región que carece de importancia dentro de la historia judía, incluso conocida con el despreciativo nombre de «Galilea de los paganos». «Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur», comen­taba un rabino orgulloso. El evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: «Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta» (Jn 7,52).
La elección de Galilea por parte de Jesús tiene sus ventajas y sus riesgos. Ventajas: moverse en una región conocida, y la posibilidad de escapar fácilmente hacia el norte en caso de persecución. Riesgo: proclamar su mensaje en la zona más politizada de Palestina, en un ambiente bastante revolucionario, que se presta a graves conflictos.
Dentro de Galilea, escoge Cafarnaúm, ciudad de pescadores, campesinos y comerciantes, lugar de paso, que le permite el contacto con gran variedad de gente y un fácil acceso a los pueblecitos cercanos.
Sin embargo, Mt ve las cosas de forma distinta que el historiador moderno. La elección de Galilea le recuerda una profecía de Isaías, en la que se habla de las terribles desgracias sufridas por esa región durante la invasión asiria del siglo VIII a.C. y se le anuncia la salvación para el futuro (tema de la 1ª lectura).
Para Mateo, lo esencial es que Jesús no va a dirigirse a la gente importante, a los que pueden cambiar el mundo, sino a «los que habitan en tinieblas», «los que habitaban en tierra y sombra de muerte». La gente más despreciada y olvidada (campesinos y pescadores) será el primer auditorio de Jesús. Para ellos se convierte en una «gran luz».
El mensaje inicial.
Mateo lo sintetiza en dos cuestiones: conversión e inminencia del reinado de Dios. «Convertíos, que el reinado de Dios está cerca». La conversión abarca dos aspectos: vuelta a Dios (como el hijo pródigo vuelve a su padre) y el consiguiente cambio de forma de vida, actuando como Dios quiere.
Mientras lo anterior lo entendeos todos, la inminencia del reinado de Dios puede provocar bastante desconcierto, sobre todo si la relacionamos con el fin del mundo. Para comprender lo que dice Jesús (lo mismo que decía Juan) hay que partir de la experiencia histórica. Desde el siglo VI a.C. el pueblo judío estuvo sometido a potencias extranjeras (Babilonia, Persia, Grecia, Egip­to, Siria). La opresión cada vez resultó más dura, y fue despertando el anhelo de que Dios reinase en el mundo para acabar con toda esa serie de arbitrariedades e injusticias que lo dominaban. Surge así la idea del reinado de Dios (o «de los cielos», para evitar pronunciar el nombre divino). Algunos grupos lo entienden de forma simbólica: Dios reina a través de las autoridades religiosas judías. Otros lo interpretan en sentido estricto, como auténtica veni­da de Dios para establecer un mundo nuevo y definitivo. Estos grupos apocalípticos estaban convencidos de que esa venida de Dios, el fin del mundo presente, era inminente.
Se entiende el éxito que encuentra este mensaje entre los contemporáneos: a gente pobre, sencilla, opri­mida por los romanos y sus colaboradores, anuncia un mundo nuevo, de justicia, paz, tranquilidad, amor, en el que Dios será el verdadero rey. ¿Es eso lo que piensa y promete Jesús? Mateo despejará las dudas muy pronto, en el Sermón del Monte, que leeremos los próximos domingos.
Nuestra respuesta
Este breve pasaje nos obliga a interrogarnos sobre nuestra propia vida. ¿Seria la misma si Jesús no hubiera comenzado a actuar y proclamar su mensaje? ¿Somos conscientes de que nosotros, como los habitantes de Galilea, estábamos sumergidos en la tiniebla y hemos visto una gran luz? ¿Nos dejamos interpelar por la llamada de Jesús a volver a Dios y a cambiar nuestra forma de vida?
Los primeros discípulos (Mt 4,18-22)
Este breve pasaje, aparentemente tan fácil de entender, está plagado de misterios cuando se piensa en los principales protagonistas.
Empezando por Jesús, ¿quién contrataría a cuatro pescadores para fundar y dirigir una multinacional? Solo un loco. No necesitan un título de las universidades de Jerusalén o Babilonia. No es preciso que hayan estudiado con los mejores rabinos ni que se sepan la Torá de memoria. Basta que quieran seguirlo renunciando a todo.
Si misteriosa resulta la conducta de Jesús, también lo es la de los cuatro llamados. ¿Qué los mueve a dejarlo todo, incluso al padre, y seguir a Jesús sin conocerlo previamente? Aquí hay dos cuestiones distintas: el conocimiento previo y el seguimiento radical.
Que ya conocían a Jesús lo dan por seguro algunos aludiendo al cuarto evangelio, donde se dice que Jesús entró en contacto con ellos cuando el bautismo (Jn 1,35-51). O afirmando que el verdadero orden de los acontecimientos es el que se ha conservado en el evangelio de Lucas (4,31-5,11): después de curar a un hombre con espíritu inmundo, a la suegra de Pedro, después de otras muchas curaciones y expulsiones de demonios, cuando Jesús es ya de sobras conocido, es cuando llama a los cuatro primeros discípulos y estos lo siguen.
Pero este conocimiento previo no resuelve el problema del seguimiento radical, renunciando a todo. ¿Qué les movió a ello? Marcos no lo dice en este momento. Más adelante indicará que Santiago y Juan lo hicieron, al menos en parte, por ambición política: estaban convencidos de que Jesús llegaría a reinar en Jerusalén y ellos pretendían los dos primeros puestos en su corte (Mc 10,35-37). También Simón, al confesar a Jesús como Mesías, rechazando el sufrimiento y la muerte, demuestra una preocupación política. Cosa que deja muy clara Lucas cuando habla de los discípulos de Emaús y en el último diálogo antes de la ascensión: concebían a Jesús como quien había de liberar a Israel (Lc 24,21) e instaurar su soberanía (Hch 1,6). Sin embargo, la explicación anterior, aunque sea válida, supone adelantar datos. En este momento nos quedamos sin saber qué movió a los cuatro a seguir a Jesús.
Lo que no admite duda es que lo siguieron. Estos cuatro discípulos representan el primer fruto de la predicación de Jesús: creen en la buena noticia del Reinado de Dios, lo siguen y cambian radicalmente de vida.
Y esto debía provocar en los primeros lectores del evangelio un profundo asombro ante el poder de atracción de Jesús y de la disponibilidad absoluta de los discípulos. Algo en lo que se verían reflejados, porque también ellos y ellas habían sentido la llamada de Jesús y, a pesar de todas las dificultades y críticas, lo habían seguido.
Resumen (Mt 4,23)
La frase final, tan breve, puede pasar desapercibida. Pero supone un complemento esencial a lo dicho en el punto 1. Allí, la actividad de Jesús se centra en la enseñanza. Aquí, la enseñanza va acompañada de la acción: recorre, enseña, proclama, cura. Curar enfermedades y dolencias ocupa gran parte del tiempo de Jesús. Hace dos domingos, Pedro resumía todo con las palabras: «pasó haciendo el bien». Pero hay en este resumen algo que generalmente no valoramos: Recorría toda Galilea. Supone esfuerzo, sacrificio, pasar de 38º en el lago a pueblecillos nevados en invierno.




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